"El caso sigue siendo una herida abierta y todavía sangrante" Tornielli: "El Informe McCarrick, una dolorosa página de la cual la Iglesia aprende"

Cardenal Theodore McCarrick, acusado de abusos
Cardenal Theodore McCarrick, acusado de abusos

Una lectura del expediente publicado por la Secretaría de Estado, con documentos y testimonios que cuentan la historia del ex cardenal arzobispo de Washington dimitido del estado clerical

"Desgraciadamente, se cometieron  omisiones y subestimaciones, se tomaron decisiones que después se evidenciaron equivocadas, entre otras  cosas porque, en el curso de las verificaciones solicitadas por Roma en su momento, las personas  interrogadas no siempre dijeron todo lo que sabían"

"Fue el propio Juan Pablo II, a través de indicaciones precisas dadas al entonces Secretario de Estado, Angelo Sodano, quien  determinó que McCarrick entrase nuevamente en el grupo de los candidatos"

"Cuando en 2005 resurgieron acusaciones de acoso y abuso de adultos, el nuevo Papa, Benedicto XVI, pidió rápidamente la renuncia al  cardenal estadounidense, al que acababa de conceder una prórroga de dos años de su mandato"

"De los documentos y testimonios  que ahora se publican en el Informe se desprende claramente que nunca se trató de "sanciones". Se trató  más bien de recomendaciones, dadas oralmente en 2006 y por escrito en 2008, sin mencionar  explícitamente el imprimatur de la voluntad del Papa"

En el momento del nombramiento del arzobispo en Washington Theodore McCarrick en 2000, la Santa  Sede actuó sobre la base de información parcial e incompleta. Desgraciadamente, se cometieron  omisiones y subestimaciones, se tomaron decisiones que después se evidenciaron equivocadas, entre otras  cosas porque, en el curso de las verificaciones solicitadas por Roma en su momento, las personas  interrogadas no siempre dijeron todo lo que sabían.

Hasta 2017, ninguna acusación fundada se refirió a abuso o acoso de menores; tan pronto como llegó la primera denuncia de una víctima menor de edad en el  momento de los hechos, el Papa Francisco actuó de modo rápido y con decisión contra el anciano  cardenal, ya retirado de la conducción de la diócesis desde 2006, primero, quitándole el purpurado y,  luego, dimitiéndolo del estado clerical. Esto es lo que se desprende del Informe sobre el conocimiento y el  proceso de decision institucional de la Santa Sede en relación con el ex cardenal Theodore Edgar  McCarrick (1930 -2017) publicado por la Secretaría de Estado. 

Una respuesta puntual 

El Informe, por su extensión y contenido, responde puntualmente al compromiso asumido por el Papa  Francisco de investigar a fondo el caso McCarrick y de publicar los resultados de la investigación. El  Informe representa también un acto de solicitud y cuidado pastoral del Papa hacia la comunidad católica  estadounidense, herida y desconcertada por el hecho que McCarrick haya podido llegar a ocupar roles tan  altos en la jerarquía. La investigación, llevada adelante en estos dos años, se inició a finales del verano de  2018, durante semanas de evidente tensión tras la intervención del ex nuncio apostólico en Washington,  Carlo Maria Viganò, quien a través de una operación mediática internacional, llegó pedir públicamente la  renuncia del actual Pontífice. 

McCarrick

Ausencia de denuncias de abuso hasta 2017 

La fuerza del Informe radica ciertamente en su integralidad, pero también en la visión global que  proporciona, de la cual surgen algunos puntos clave que es importante tener en cuenta. El primero se  refiere a los errores cometidos, los cuales implicaron la aprobación de nuevas normas en la Iglesia para  evitar que la historia se repita. Un segundo elemento dice relación con la ausencia, hasta 2017, de  denuncias fundadas de abusos a menores de edad cometidos por McCarrick. Es cierto que en los años  noventa lo habían mencionado algunas cartas anónimas llegadas a los cardenales y a la nunciatura de  Washington, pero sin dar indicios, nombres ni circunstancias. Lamentablemente, estas fueron  consideradas no creíbles precisamente porque carecían de elementos concretos.

La investigación, llevada adelante en estos dos años, se inició a finales del verano de  2018, durante semanas de evidente tensión tras la intervención del ex nuncio apostólico en Washington,  Carlo Maria Viganò, quien a través de una operación mediática internacional, llegó pedir públicamente la  renuncia del actual Pontífice.

La primera acusación fundada que afecta a menores fue, de hecho, la de hace tres años, que condujo a la apertura inmediata de  un procedimiento canónico, que concluyó con las dos decisiones posteriores del Papa Francisco: primero, le quitó el purpurado al cardenal emérito y, luego, lo dimitió del estado clerical. A las personas que se  presentaron para denunciar a McCarrick, a lo largo del proceso canónico, se les debe reconocer el mérito de haber permitido que la verdad saliera a la luz, y la gratitud por haberlo hecho venciendo el sufrimiento  del recuerdo de cuanto habían padecido. 

La verificación antes del viaje del Papa 

El Informe muestra que en el momento de la primera candidatura al episcopado (1977), así como en el  momento de los nombramientos en Metuchen (1981) y luego en Newark (1986), ninguna de las personas  consultadas para obtener información dio indicaciones negativas sobre la conducta moral de Theodore  McCarrick. Una primera "verificación" informal de algunas acusaciones sobre la conducta del entonces  arzobispo de Newark contra seminaristas y sacerdotes de su diócesis se hizo a mediados de los años 90,  antes del viaje de Juan Pablo II a dicha ciudad de Estados Unidos. Fue el cardenal arzobispo de Nueva  York, John O'Connor, quien la llevó a cabo: pidió información a otros obispos estadounidenses y luego  concluyó que no había "impedimentos" para la visita papal a la ciudad de la que McCarrick era el pastor  en ese momento. 

Theodore McCarrick
Theodore McCarrick

La carta del cardenal O'Connor 

Una coyuntura crucial en el asunto es ciertamente el nombramiento como Arzobispo de Washington.  Durante los meses en los que se barajó un traslado de McCarrick a una de las tradicionales sedes  cardenalicias de los Estados Unidos, entre diversas y acreditadas opiniones positivas, se registró el parecer negativo del cardenal O'Connor. Aunque reconoció que no tenía información directa, el cardenal  explicó, en una carta del 28 de octubre de 1999 dirigida al nuncio apostólico, que consideraba un error la  nómina de McCarrick para un nuevo puesto: se arriesgaba un grave escándalo a causa de los rumores de  que en el pasado el arzobispo había compartido el lecho con jóvenes adultos en la residencia curial y con  seminaristas en una casa junto al mar. 

La primera decisión de Juan Pablo II 

Es importante destacar, a este respecto, la decisión tomada inicialmente por Juan Pablo II. El Pontífice, de  hecho, pidió al nuncio de verificar la validez de estas acusaciones. La investigación escrita, una vez más,  no condujo a ninguna prueba concreta: tres de los cuatro obispos de Nueva Jersey consultados  proporcionaron informaciones definidas en el Informe como "no exactas e incompletas".

El Papa, que  conocía a McCarrick desde 1976 tras uno de sus viajes a los Estados Unidos, acogió la propuesta del  entonces Nuncio Apostólico en los Estados Unidos, Gabriel Montalvo, y del entonces Prefecto de la  Congregación para los Obispos, Giovanni Battista Re, de retirar la candidatura

El Papa, que  conocía a McCarrick desde 1976 tras uno de sus viajes a los Estados Unidos, acogió la propuesta del  entonces Nuncio Apostólico en los Estados Unidos, Gabriel Montalvo, y del entonces Prefecto de la  Congregación para los Obispos, Giovanni Battista Re, de retirar la candidatura. Incluso, en ausencia de  elementos consistentes, no se debía correr el riesgo de que, trasladando al prelado a Washington, las  acusaciones, aunque consideradas carentes de fundamento, pudiesen resurgir causando vergüenza y  escándalo. Por lo tanto, McCarrick parecía destinado a permanecer en Newark.

Juan Pablo II leyó la carta. Se convenció de que el arzobispo estadounidense decía la verdad, y de  que las "voces" negativas eran, de hecho, sólo voces, infundadas o no probadas

La carta de McCarrick al Papa 

Un nuevo hecho cambió radicalmente el curso de los acontecimientos. El propio McCarrick, después de conocer evidentemente su candidatura y las reservas sobre él, escribió el 6 de agosto de 2000 al entonces  secretario personal del Pontífice polaco, el obispo Stanislaw Dziwisz. Se proclamó inocente y juró que "nunca había tenido relaciones sexuales con ninguna persona, hombre o mujer, joven o viejo, clérigo o  laico". Juan Pablo II leyó la carta. Se convenció de que el arzobispo estadounidense decía la verdad, y de  que las "voces" negativas eran, de hecho, sólo voces, infundadas o no probadas. Por lo tanto, fue el propio  Papa, a través de indicaciones precisas dadas al entonces Secretario de Estado, Angelo Sodano, quien  determinó que McCarrick entrase nuevamente en el grupo de los candidatos. Y fue él, finalmente, quien  lo eligió para el puesto de Washington. Según algunos de los testimonios citados en el Informe, también  puede ayudar a comprender el contexto de este período la experiencia personal vivida por el entonces  arzobispo Wojtyla en Polonia, quien durante años había sido testigo del uso instrumental de falsas  acusaciones por parte del régimen para desacreditar a sacerdotes y prelados.

McCarrick, en el centro, el día de la despedida de Benedicto XVI
McCarrick, en el centro, el día de la despedida de Benedicto XVI RD

La decisión de Benedicto XVI 

Hasta el momento del nombramiento en Washington no había habido ninguna víctima - adulto o menor  de edad- que se hubiera puesto en contacto con la Santa Sede, o con el nuncio en los Estados Unidos, para  hacer una denuncia por comportamiento impropio atribuido al Arzobispo. Y nada impropio en las  actitudes de McCarrick fue reportado durante su episcopado en Washington.

Cuando en 2005 resurgieron  acusaciones de acoso y abuso de adultos, el nuevo Papa, Benedicto XVI, pidió rápidamente la renuncia al  cardenal estadounidense, al que acababa de conceder una prórroga de dos años de su mandato. Por lo  tanto, en 2006 McCarrick dejó la conducción de la diócesis de Washington para convertirse en obispo  emérito. Del Informe se desprende que durante ese período Viganò, en cuanto delegado de las  Representaciones Pontificias, había comunicado a sus superiores de la Secretaría de Estado las  informaciones recibidas de la nunciatura, subrayando su gravedad. Pero mientras encendía las alarmas,  incluso él comprendía que no estaba frente a acusaciones probadas. El cardenal Secretario de Estado,  Tarcisio Bertone, presentó la cuestión directamente al Papa Benedicto XVI. En dicho contexto, en ausencia de víctimas menores de edad, y tratándose de un purpurado ya renunciado a su encargo, se  decidió no abrir un proceso canónico formal para investigar acerca de McCarrick. 

Recomendaciones, no sanciones 

En los años siguientes, a pesar de la petición que le hizo la Congregación para los Obispos de llevar una  vida más apartada y renunciar a los frecuentes eventos públicos, el cardenal siguió viajando de una parte  del mundo a otra, incluida Roma. Estos desplazamientos eran generalmente conocidos y, al menos,  tácitamente aprobados por el nuncio. Se ha discutido mucho sobre el alcance real de esta petición de  llevar una vida más retirada, dirigida a McCarrick por la Santa Sede. De los documentos y testimonios  que ahora se publican en el Informe se desprende claramente que nunca se trató de "sanciones". Se trató  más bien de recomendaciones, dadas oralmente en 2006 y por escrito en 2008, sin mencionar  explícitamente el imprimatur de la voluntad del Papa. Fueron, pues, recomendaciones que, para ser  puestas en práctica, presuponían la buena voluntad del interesado.

Ante una  nueva denuncia contra McCarrick que le fue comunicada en 2012, Viganò, que a la sazón había sido  nombrado nuncio en los Estados Unidos, recibió instrucciones de investigar de parte del Prefecto de la  Congregación para los Obispos. Por lo que se desprende del Informe, sin embargo, el nuncio no realizó  todas las investigaciones que se le habían solicitado

Se toleró de hecho que el cardenal  permaneciese activo y siguiera viajando y que llevase a cabo, aunque sin ningún mandato de la Santa  Sede, varias misiones en diversos países, de las que a menudo se extraen informaciones útiles. Ante una  nueva denuncia contra McCarrick que le fue comunicada en 2012, Viganò, que a la sazón había sido  nombrado nuncio en los Estados Unidos, recibió instrucciones de investigar de parte del Prefecto de la  Congregación para los Obispos. Por lo que se desprende del Informe, sin embargo, el nuncio no realizó  todas las investigaciones que se le habían solicitado. Además, siguiendo el mismo enfoque utilizado hasta  entonces, no dio pasos significativos para limitar las actividades y los viajes nacionales e internacionales  de McCarrick. 

Bush y McCarrick
Bush y McCarrick

El proceso abierto por Francisco 

En el momento de la elección del Papa Francisco, McCarrick tenía más de 80 años y, por lo tanto, estaba  excluido del cónclave. Sus hábitos de viaje no habían cambiado, y al nuevo Papa no se le entregó ningún  documento o testimonio que le hiciera consciente de la gravedad de las acusaciones, aún sólo respecto de  adultos, contra el ex arzobispo de Washington. A Francisco se le dijo que había habido "rumores" y  acusaciones sobre "comportamientos inmorales con adultos" antes de la nominación de McCarrick en  Washington. Pero considerando que las acusaciones habían sido analizadas y rechazadas por Juan Pablo  II, y bien consciente de que McCarrick había permanecido activo durante el pontificado de Benedicto  XVI, el Papa Francisco no vio la necesidad de cambiar "lo que sus predecesores habían establecido", por  lo que no es cierto que haya eliminado o aliviado las sanciones o restricciones al arzobispo emérito.

Todo  cambió, como ya se ha mencionado, con la aparición de la primera acusación de abuso de un menor. La  respuesta fue inmediata. La medida, gravísima y sin precedentes, de la destitución del estado clerical  llegó tras la conclusión de un rápido juicio canónico.

Lo que la Iglesia ha aprendido 

La imagen que aparece tras el cúmulo de testimonios y documentos ahora publicados es, sin duda, una  página dolorosa en la historia reciente del catolicismo. Son tristes acontecimientos de los que toda la  Iglesia ha aprendido. De hecho, a la luz del caso McCarrick, es posible leer algunas de las medidas  adoptadas por el Papa Francisco después de la cumbre para la protección de los menores en febrero de  2019. El motu proprio Vos estis lux mundi, con sus indicaciones sobre el intercambio de información  entre los dicasterios y entre Roma y las Iglesias locales, la participación del Metropolitano en la  investigación inicial, la indicación de que las acusaciones sean verificadas con prontitud, así como el fin  del secreto pontificio, son todas decisiones que tuvieron en cuenta lo sucedido, para aprender de lo que no  funcionó, de los mecanismos que se atascaron, y de las subestimaciones que desgraciadamente se hicieron  a varios niveles. En la lucha contra el fenómeno de los abusos, la Iglesia sigue aprendiendo, también de  los resultados de este trabajo de reconstrucción, como se vio también en julio de 2020 con la publicación  del Vademécum de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que invita a no considerar  automáticamente como sin fundamentos una denuncia anónima. 

McCarrick, y Viganó
McCarrick, y Viganó Agencias

Humildad y penitencia 

Este es, pues, el cuadro general que surge de las páginas documentadas del Informe, con la reconstrucción  de una realidad ciertamente mucho más articulada y compleja que la conocida. En los dos últimos  decenios la Iglesia Católica ha tomado cada vez más conciencia del drama indecible de las víctimas, de la necesidad de garantizar la protección de los menores, de la importancia de las normas capaces de  combatir el fenómeno. Y también ha tomado finalmente conciencia de los abusos cometidos contra  adultos vulnerables y del abuso de poder.

El caso de Theodore McCarrick - un prelado de considerable  inteligencia y preparación, capaz de tejer muchas relaciones tanto en el ámbito político como en el  interreligioso - sigue siendo, por lo tanto, para la Iglesia Católica, en los Estados Unidos y en Roma, una  herida abierta y todavía sangrante, ante todo por el sufrimiento y el dolor causado a las víctimas. Una  herida que no se puede curar sólo con nuevas normas o códigos de conducta cada vez más eficaces,  porque el crimen también dice relación con el pecado. Una herida que para ser sanada necesita humildad  y penitencia, pidiendo a Dios el perdón y la fuerza para recuperarse. 

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