"La Teología, pese a su terminología gramatical, es hombre. Hombre varón" El 'Vía Crucis' de las mujeres católicas

Concentración mujeres católicas
Concentración mujeres católicas

"En esta ocasión, y sin que sirva de precedente, me acojo al lenguaje fraudulento 'putiniano', y en lugar de 'guerra', me refiero a la relación Iglesia-mujer, como 'operación especial'"

"La Iglesia no reconoce a la mujer como sujeto de idénticos derechos y deberes con los que honra y distingue al hombre-varón. La mujer es considerada y tratada todavía como un ser humano de segunda clase o división"

"A la mujer, y más a la católica, apostólica y romana, no le queda otro remedio que el de la protesta, después de haber recorrido tantos y desesperanzadores caminos de frustraciones, jamás acompañadas de curas y obispos"

"Los conatos de manifestaciones femeninas a las puertas de templos y catedrales, apenas si resultan noticias, sino actos de carácter más o menos folklórico"

"¡Por favor, señores obispos, equípense con sus ornamentos sagrados y échense a las calles, engrosando este 'Vía Crucis' femenino reivindicador"

En esta ocasión, y sin que sirva de precedente, me acojo al lenguaje fraudulento “putiniano”, y en lugar de “guerra” -ni siquiera en la acepción académica de “hostilidad y de tensión”- , me refiero a la relación Iglesia-mujer, como “operación especial”. Por mucha y meritoria devoción que se le profese a la “misericordia”, resulta difícil calificar de otra manera, que no sea inamistosa y beligerante, la situación en la que la mujer se ha de mantener en la Iglesia, con la falaz, despectiva e interesada calificación semi dogmática y “en el nombre de Dios”.

La Iglesia no reconoce a la mujer como sujeto de idénticos derechos y deberes con los que honra y distingue al hombre-varón. La mujer es considerada y tratada todavía como un ser humano de segunda clase o división. Y, en ocasiones, ni eso. Y no me refiero solo a la constitucional negativa de la ordenación sacerdotal, sino a su identificación en general con sus tareas-ministerios dentro de la institución.

Hoy por hoy no existe ya en el ordenamiento cívico y eclesiástico, en el que constitucionalmente la mujer tenga que sufrir, y sufra, tales y tantas discriminaciones y humillaciones, totalmente alejadas del Evangelio y de la primitiva Iglesia, de la que, por otra parte, es mayoritariamente partícipe, aunque de modo pasivo. Es patente y legitimada, su imposibilidad para otro ejercicio que no sea el de la servidumbre, con votos religiosos o no, en beneficio del hombre, llámese obispo, arzobispo, fraile o cura y, por supuesto, y también dentro y fuera del hogar.

La Teología, pese a su terminología gramatical, es hombre. Hombre varón. Al igual que la Biblia. El mismo Dios nos es evangelizado también solo y exclusivamente varón. Se encargan de argumentarlo con tranquilidad de conciencia, aunque no siempre científica, los intérpretes “oficiales” de turno, quienes para eso hicieron las oposiciones establecidas, no escatimando la proposición de semi dogmática. El enaltecimiento de la Virgen María y de alguna que otra mujer del Santoral, lo único que delata es tener que reconocer la insatisfacción de mantener convicciones carentes de peso evangélico e impropias de los tiempos en los que vivimos .

Exactamente en estos, y en sus áreas, profesiones, oficios, arte, investigación, cultura y demás, la mujer se equipara y sobrepasa al hombre, con inicial reconocimiento ya por buena parte del resto de la colectividad y de sus leyes.

Una vez más, lo religioso-religioso de verdad, -lo espiritual- se encuentra y descubre en mayor proporción fuera, que dentro de la Iglesia. Y es que Iglesia y Evangelio, tal y como están hoy las cosas y de las que tenemos alguna -no todas- las referencias, sería relevante noticia en el mundo de la información, cuyos profesionales serían acreedores a las iras y consignas ruso-“putinianos”, con amenazas inmisericordes de destierro o de cárcel.

A la mujer, y más a la católica, apostólica y romana, no le queda otro remedio que el de la protesta, después de haber recorrido tantos y desesperanzadores caminos de frustraciones, jamás acompañadas de curas y obispos. Una manifestación de mujeres cortejadas de obispos con báculos, mitras, anillos e incienso, podría hacerles despertar a los señores curiales misóginos, de sus somnolencias. Difícilmente los obispos se comprometerían a indulgenciar procesiones-manifestaciones de este signo reivindicativo, aun cuanto fueran y sean tanto o más dignas de ello, que las oficiales y al uso, presididas por las autoridades civiles, militares, políticas y sociales, revestidas con galas, cruces, medallas, medallones, hábitos, cucuruchos , tambores, velas y velos, mantillas, incensarios y saetas..

La Iglesia está hoy muy alejada de ser ejemplo del trato que demanda la mujer, por exigencias de la ley y además y sobre todo, por imposición del Evangelio. Los conatos de manifestaciones femeninas a las puertas de templos y catedrales, apenas si resultan noticias, sino actos de carácter más o menos folklórico. De ellas apenas si se enteran los obispos, instalados litúrgica y canónicamente en sus palaciegas mansiones.

¡Por favor, señores obispos, equípense con sus ornamentos sagrados y échense a las calles, engrosando este “Vía Crucis” femenino reivindicador, que no termina en el sepulcro, sino en los albores de la resurrección para sí y sus hijas!

Nuestra Santa Madre la Iglesia no merece ser presentada y representada por jerarcas signados del machismo.

Primero, Religión Digital

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