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Catedral de Segovia: un belén sin caras en una catedral en crisis

El belén sin caras de la catedral de Segovia

Como vecino de Cuéllar, y desde hace tiempo sigo con preocupación lo que está ocurriendo en la Catedral de Segovia. Hace tiempo escribí un artículo en Acueducto2 llamado "Catedral de segovia: cuando el altar se convierte en decorado", denunciando la deriva que estaba teniendo la Catedral. Pero, en este cierre del V centenario, la coherencia creativa del déan ha alcanzado su cénit. Como ya han recogido otros fieles en otros medios, después de inaugurar árboles sobre el enlosado ignorando los tiempos litúrgicos, colgar una luna en la nave central como si fuera un planetario, desalojar la capilla de la Virgen para ceder espacio expositivo a coleccionistas privados, coronar el templo con conciertos profanos, celebra la misa de consagración de espaldas al altar, convertir la fachada en una valla publicitaria de empresarios y transformar la nave central en un estadio de fútbol… el siguiente paso era inevitable: un belén sin caras. A todo esto ya hay que incluir que esta Catedral ya ha recibido polémicas muy viralizadas en redes sociales por, al parecer, no dejar rezar en su interior, más que en determinados momentos que el deán y sus canónigos permiten. 

Las figuras del belen de este año de la Catedral están bien colocadas, pero no tienen cara. Una trabajadora nos dijo en la taquilla que es un belén “no excluyente y libre de interpretaciones cerradas”. A mi mujer e hijos esto no nos gustó nada. La sensación que nos generó es que, para incluir, el deán ha optado por borrar. Nadie queda fuera porque nadie está dentro. Basta quedarse unos minutos observando cómo reaccionan los fieles: entran, miran brevemente y siguen su camino. No ví a niños señalando figuras, tampoco adultos explicando la escena. No he visto conversación. Y en un belén eso es un síntoma de fracaso. ¿Hay que recordar que un belén no es solo un adorno navideño, sino una historia? Aquí esa narración desaparece. No hay relación entre las figuras. No se miran, no se protegen, no interactúan. No se amplía el relato, se reduce. No se suman miradas, se eliminan. No es que María y José puedan ser “cualquiera”: es que no son nadie. Tampoco dialoga con el espacio en el que está. Pues nuestra Catedral está llena de rostros: santos, apóstoles, mártires, obispos, fieles esculpidos durante siglos. Introducir un belén sin rostros no dialoga con un entorno hecho para hacer visible la encarnación, choca con él. Además no parece responder a una necesidad comunitaria. Nadie de la comunidad lo ha pedido. Es una decisión unilateral en una institución que debería sostenerse sobre el vínculo con la gente. La sinodalidad es eso. 

Justo ayer, y por eso escribo este artículo, me percaté de que este belén “inclusivo” ya ha generado polémica en otros lugares, como ha recogido ABC. Por eso cuesta entender por qué el deán, Rafael de Arcos Extremera, lo ha elegido. Por qué nuestra Catedral tiene que estar siempre en la diana por decisiones polémicas que dividen en lugar de unir. Por no mencionar que la lectura se vuelve más grave cuando nuestra Catedral está atravesada por denuncias. Para ponerles un poco en contexto, por si no han seguido el caso, denuncias que acusan al deán presuntas prácticas de: calumnias y difamaciones, falsedad documental, malversación de donativos, humillaciones, amenazas y acoso laboral a trabajadores. Aunque estas denuncias no solo afectan al deán, también a otros de sus íntimos trabajadores, como la responsable de eventos, que le habría ayudado a articular, según El Plural, una presunta trama de pagos en negro; por no mencionar que trabajadores han denunciado ser víctimas de presuntas calumnias, difamaciones y simulación de delitos por otros trabajadores. A ello se suma la sospecha, también una entrevista en el Día de segovia que denunciaba que la investigación interna de nuestro obispo, Jesús Vidal Chamorro, fue opaca al no querer contar con las pruebas de las víctimas, incumpliendo la palabra que dio en su día de escucha. Diarios religiosos, como Infovaticana, han reclamado públicamente explicaciones claras al Cabildo y Obispado. Explicaciones que a día de hoy ni los canónigos ni el obispado han querido dar. En ese contexto, cuando ha sido tan difícil dar la cara, escuchar a quienes denunciaban, dar nombres y asumir errores, aparece un belén donde nadie tiene cara. La coincidencia no es anecdótica.

 Al señor de Arcos Extremera, me gustaría preguntarle: ¿Qué clase de formación religiosa tiene usted para decidir que el problema de un belén son los rostros? ¿A quién incomodan las caras de María y José, por favor? ¿Qué conflicto evita usted quitándolas? ¿Por qué opta por borrar en lugar de explicar? ¿Y por qué toma esta decisión justo en una institución donde dar la cara es uno de los mayores problemas? El belén no falla solo como belén. Falla como gesto pastoral, como objeto artístico, como elemento comunitario y como decisión institucional. No une, no explica, no consuela y no repara. Y esto, cuando el cristianismo es la religión de un Dios que muestra el rostro “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” según San Juan (14:9), es gravísimo. La Encarnación no es una idea, es un cuerpo, una cara, una mirada. Quitar los rostros no es neutral: es una toma de posición. En otras religiones el anonimato del rostro es coherente. En el cristianismo, no. Aquí Dios no se oculta: se deja mirar. Y cuando una institución evita sistemáticamente -el rostro, el nombre, la explicación, la responsabilidad-, convierte la Navidad en un espacio vacío. Por todo ello, el deterioro de la situación, un grupo de feligreses de Segovia nos estamos organizando para acudir al Nuncio para solicitar su intervención en todos estos asuntos. Todo para evitar que continúe una sangría que está dañando a nuestra Catedral. Porque salí de la Catedral con una sensación: indiferencia. Y para un belén, eso es probablemente lo más demoledor que se puede decir.  

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