"Antes denostaban el proceso y la teología sinodal porque eran cosa de Francisco. Ahora con León tampoco vale" Una mirada sobre la implementación de la sinodalidad en las comunidades

Por una verdadera sinodalidad
Por una verdadera sinodalidad

"Asumir, o no, la propuesta sinodal se ha convertido en un termómetro para medir algo tan fundamental para la fe católica, como lo es la eclesialidad"

"Uno de los diagnósticos que ha arrojado el intento de implementación sinodal, ha sido el descubrir, no sólo resistencias (algunas muy fuertes) sino también apatía e indiferencia"

"Una (buena) parte de los católicos están sumidos en una fe tremendamente individualista, e incluso, “usuaria”"

"También descubrimos, que el espíritu sinodal no prende porque ha prevalecido la narrativa del sínodo como “experimento” (como una ocurrencia impropia),  o incluso como una “herejía”"

La diferente receptividad del “espíritu sinodal” ha dejado al descubierto (para quien lo quiera ver) las diferentes concepciones (y prioridades) de las iglesias locales, de los movimientos, de los diferentes carismas, de las parroquias… y de los cristianos particulares. 

Asumir, o no, la propuesta sinodal se ha convertido en un termómetro para medir algo tan fundamental para la fe católica, como lo es la eclesialidad. Todos sabemos que nuestra palabra “Iglesia” proviene del griego (ekklesía) y antes del hebreo (qahal)  que básicamente refieren a asamblea, congregación, reunión… Más aún, desde la teología sabemos que más que referirse a algún tipo de “juntada”, el hecho de “la iglesia” refiere en primer lugar a haber sido “juntados”, “congregados”: ha habido Alguien que, previo a cualquier iniciativa personal, ha tenido la feliz propuesta de llamarnos y nos ha querido y puesto juntos. Con esto no sólo ha dejado claro quién es el anfitrión sino también quién es “el dueño de la casa” (Lc 12,42-48), y de la viña (Mt 21, 33 ss.). 

Creemos. Crecemos. Contigo

Sínodo de la sinodalidad
Sínodo de la sinodalidad

También sabemos que esa iniciativa nace del anhelo de reunir a todos sus hijos perdidos y dispersos para hacerlos una sola familia; y para dejarlo claro el Hijo mayor grabó esa idea “a fuego” con una oración “viral”: Padre nuestro (a ver si repitiéndolo, al menos una vez al día, nos dejamos de considerar “hijos únicos” con las consecuencias egoístas que eso conlleva en la vida concreta, propia y ajena).

Teniendo presente, entonces, que el mismo sentido de Iglesia pasa por el de comunidad (no podemos ser cristianos sacudiéndonos de encima la fraternidad), se comprende que lo de sinodalidad no es un “cuerpo extraño” al concepto (y hecho) de la Iglesia. Si hemos sido congregados no es para formar islas, si no para estar y ¡caminar! juntos.

Ahora bien, uno de los diagnósticos que ha arrojado el intento de implementación sinodal, ha sido el descubrir, no sólo resistencias (algunas muy fuertes) sino también apatía e indiferencia (también fuertes, aunque parezca raro y con cierta inconsistencia eso de ser fuertemente apático). Es cierto que en algunos lugares hay cierto entusiasmo (habría que ver la raíz y motivación de ese entusiasmo: si se trata de algo de espíritu eclesial); en otros hay un compromiso sistemático de ir llevando adelante las diferentes etapas del camino sinodal. Pero la apatía y la indiferencia también están disputando su tercio. 

Para ser honestos con la realidad no podemos absolutizar diagnósticos parciales, pero podemos abrirnos a un diagnóstico sincero y preguntarnos qué interés o compromiso real hay en nuestras parroquias y diferentes comunidades. ¿Cuál es el “espíritu” que prima ante el llamado sinodal? ¿Qué ánimo y actitud están pesando más en nuestras comunidades concretas? (más allá de las publicidades y relatos· a favor o en contra de la sinodalidad). ¿Los “cristianos de a pie” están decididos, o al menos están dispuestos, a que en la Iglesia caminemos juntos, seamos corresponsables, vivamos como “Cuerpo” siguiendo la penetrante comparación de Pablo (1 Co 12, 12 ss.)? 

Francisco: "La sinodalidad no es una moda organizacional o un proyecto de reinvención humana del pueblo de Dios"
Francisco: "La sinodalidad no es una moda organizacional o un proyecto de reinvención humana del pueblo de Dios"

Desde el comienzo del camino sinodal, como presbítero, he acompañado tres comunidades. En las tres, invariablemente (luego de invitaciones, exhortaciones, pedidos…, tratando de llegar a todos y que nadie quedara afuera) se han sumado de cada comunidad, cuatro, cinco personas. Ése es el promedio… En comunidades, que si sumamos los diferentes niveles de participación, rondan entre las cincuenta y las cien personas. En esta nueva fase de la implementación sinodal, el panorama no ha cambiado gran cosa… 

Podría tratarse de situaciones comunitarias (o personales) muy particulares… pero levantando un poco más la cabeza y mirando más allá, parroquias vecinas, movimientos… el panorama no mejora mucho más.  Quizá se trate de una situación más o menos regional, pero me inclino a pensar que, al menos en ciertas partes (como grandes manchones en un mapa), el espíritu sinodal no ha prendido, o lo que es más sintomático, no le interesa “prender” (o dejar ser “prendidos” por él). Y un poco por diagnóstico y otro poco por intuición muy meditada, me animo a decir que esto sucede porque nos falta sentido, y espíritu, de eclesialidad. 

No tenemos presente (o hemos dejado de lado) que la fe católica, implica, necesariamente, comunidad, asamblea, congregación. Una (buena) parte de los católicos están sumidos en una fe tremendamente individualista, e incluso, “usuaria”: se usa (sin mala fe) a la Iglesia para asistir/cumplir con la Misa, pedir un sacramento, tener una bendición… incluso para ocupar “un lugar en la vida” teniendo un grupo o un servicio a cargo; pero todo esto sin el compromiso de que esa comunidad a la que se va o en la que se participa, está llamada a ser justamente comunidad, se entiende que de hermanos (sin olvidar el compromiso con la dimensión misionera de la fe en la localidad concreta). 

Habría que profundizar qué significa eso de ser comunidad, en qué se ve, cuáles son los indicadores y las garantías de que se va por ese camino, pero, al menos, empecemos con que en una comunidad se cultiva como mínimo el reconocimiento básico del otro como hermano, y no como un extraño, o del otro, simplemente como un adepto que comparte la misma fe que uno profesa. Un reconocimiento fraternal que no queda en idea, sino que se hace mirada, saludo, interés, cercanía. Y es este reconocimiento y cercanía mutua lo que nos lleva a la co-responsabilidad: estamos en esto juntos y lo llevamos juntos. Cada quien desde su edad, condición, estado de vida, recursos… pero no desentendiéndose del otro ni del espíritu del “dueño” de casa, que, al fin de cuentas, es el que nos ha convocado. 

Sínodo de la sinodalidad
Sínodo de la sinodalidad

Pareciera que se viviera la Iglesia más como una institución que como una familia de hermanos. Sí, la Iglesia, desde varios puntos de  vista, es institución, pero ella no se entiende, o se malversa, si pretende desapegarse del espíritu de familia (o al menos, mantengamos el de fraternidad que suena un poco “más amplio”…). Recordemos: Padre nuestro. Y también recordemos que nuestra fraternidad no nace de un mero título o de una concesión personal sino de un sacramento: el Bautismo.

Ahora, si rascamos un poco más, también descubrimos, que el espíritu sinodal no prende porque ha prevalecido la narrativa del sínodo como “experimento” (como una ocurrencia impropia),  o incluso como una “herejía”. Hay gente que no quiere oír hablar del sínodo justamente por esto, y que descalifica cualquier tipo de iniciativa que exhorte el sínodo o en la que aparezca su logo. Ha ganado terreno la narrativa de que la sinodalidad tiene que ver con ideología “progresista”, “liberal”, con el “Nuevo Orden Mundial”, con la masonería… Pero esa acusación, también es ideológica en cuanto, anclándose en un par de ideas interpretadas por fuera del mismo marco y explicitación del planteamiento sinodal (eclesial institucional),   desecha y se sale del “sensus fidei”, del discernimiento de la Iglesia toda, guiada hoy por el Papa León. 

Se da un fenómeno global y preocupante, digno de ser estudiado por los sociólogos (y por los psicólogos): una buena parte de los que descalifican en las comunidades al espíritu sinodal o a las iniciativas que buscan seguirlo, se sustentan en influencers de Youtube que “desenmascaran” los motivos ocultos del Sínodo, que tendría como finalidad la destrucción de la fe católica. Y ante estos, no hay argumento que valga, ni bíblico ni magisterial, así venga del mismo Papa.

Esto también es un fenómeno curioso porque se pretende defender la ortodoxia pero apelando a los argumentos, interpretaciones, e incluso “revelaciones” con los que advierten estos influencers “católicos”, y no se escucha a quien le ha sido encomendado el pastoreo de la Iglesia universal. Hay católicos que le dan más importancia a los youtubers “católicos” que a los mensajes del Papa, y desde ahí dictaminan a la Iglesia. (Sabemos que el grupo contrario no se restringe sólo a youtubers pero éstos han logrado una amplificación, escucha y convencimiento antes inauditos). 

No hay homilía, alocución o palabra del mismo Papa que pueda ser tomada en consideración contra los argumentos que esgrimen. Siempre se los contrarresta con un motivo oculto, una conspiración, o con “una señal del fin de los tiempos”.  No exagero: pregunten a los católicos, o incluso a cualquier cristiano, que no esté de acuerdo con el proceso sinodal por qué no lo está, cuál es su fuente de discernimiento.

Papa, con los equipos sinodales

 A alguno le puede resultar demasiado que recurra tanto a la figura del Papa como garantía de la legitimidad del proceso sinodal, pero siendo él, el signo emblemático de la ortodoxia a lo largo de la historia, resulta inmensamente curioso que los que pretenden cuidarla y defenderla, lo pasen tan olímpicamente de largo, o incluso lo acusen de hereje o de ser manejado… Ciertamente hoy se goza de mucha libertad en la Iglesia.

Antes denostaban el proceso y la teología sinodal porque eran cosa de Francisco. Ahora con León tampoco vale. Algo similar está ocurriendo con la exhortación de la Dilexi te: la opción preferencial por los pobres como parte ineludible de la fe cristológica no fue asumida ni tomada demasiado en serio a pesar de la clara explicitación de Benedicto en el Discurso inaugural de Aparecida, ni con el deseo y las reiteradas exhortaciones y gestos de Francisco; y ahora con León parece seguir el mismo derrotero (institucional y comunitario). 

Mi humilde diagnóstico es que tanto el individualismo, como la narrativa mediática contra la Iglesia sinodal, a una (buena) parte de los creyentes les hace esquivar el espíritu sinodal. Cosa que puede curarse en la medida que profundicemos y tratemos de vivir el verdadero espíritu de ekklesía, haciendo a un lado el del individualismo y el de la ideología, venga de donde venga. Y asumiendo en serio esa primera parte de la formulación del  cristiano maduro como “discípulo-misionero”.

Equipos sinodales
Equipos sinodales

Obviamente estas reflexiones son un análisis “grueso” y parcial (doblemente parcial: es una parte, que observa una parte, de toda la realidad eclesial); por eso,  sería injusto si se diera esto como un diagnóstico que abarque a toda la realidad eclesial: no lo es ni pretende serlo. Pero, a favor de la sinodalidad, he levantado  la mano.

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