Navidad en tiempos difíciles
Así como la Navidad brilló en tiempos difíciles pasados con su significado de esperanza, de anhelo de una paz duradera, de reconciliación en situaciones trágicas, así debería brillar actualmente como la estrella de Belén para quienes viven en situaciones semejantes
En el año 2002, el Volksbund Deutsche Kriegsgräberfürsorge (Asociación Alemana para el Cuidado de las Tumbas de Guerra) —una organización humanitaria fundada el 16 de diciembre de 1919, cuya misión principal es localizar, mantener y cuidar las tumbas de los soldados y víctimas alemanas de guerras y tiranías, principalmente fuera de las fronteras del país germano— publicó el libro “Weihnachtsgeschichten aus schwerer Zeit” (“Historias de Navidad en tiempos difíciles”), donde recogía testimonios de experiencias navideñas, principalmente durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, una época donde el hambre, la angustia, el sufrimiento y la muerte eran omnipresentes, tanto entre los soldados que participaron de la guerra como entre los civiles, que sufrieron las acciones bélicas —muchas de ellas criminales y genocidas— de los Aliados, las cuales eran frecuentemente ellas mismas una respuesta a las acciones criminales y genocidas de los ejércitos alemanes. Sí, porque en tiempos de guerra no hay buenos y malos, sino seres humanos atrapados en medio de un conflicto sin sentido. Pero en medio de este fracaso de la humanidad por parte de ambos bandos enfrentados, siempre quedaban rasgos de humanidad, resaltados en estas historias, muchas de las cuales no se pueden leer sin que las lágrimas asomen a los ojos.
El Volksbund siempre ha estado empeñado, desde una perspectiva antibélica y a favor de la paz, en mostrar el lado humano de los alemanes que se vieron involucrados en la guerra. Ejemplo de ello son los dos volúmenes titulados “Menschen wie wir…” (“Gente como nosotros…”), publicados en los años 2000 y 2001 respectivamente, que incluye reseñas biográficas de alemanes que murieron o desaparecieron durante el conflicto bélico, muchas de ellos acompañadas con fotografías, escritas por amigos y parientes de esas personas, bajo el lema “¡El recuerdo no debe perderse!”.
Pero no sólo la población alemana, otra víctima de la guerra, es mostrada de manera humana y comprensiva, sino también aquellos que combatieron a la Alemania gobernada por el régimen nazi, como se evidencia en la compilación navideña de relatos testimoniales —donde también aparecen soldados británicos, estadounidenses y rusos—, a la cual le seguirían dos volúmenes más en los años 2004 y 2006. En esas narraciones no hay santos y pecadores, sino seres desarraigados buscando migajas de amor y de paz en medio de una tragedia generalizada.
El Dr. Martin Dodenhoeft, pedagogo vinculado al Volksbund desde 1988, escribe en el prólogo del segundo volumen de esta compilación de historias lo siguiente:
«Paz en la tierra: eso estaba muy lejos para las personas en la época de las guerras mundiales y, para muchos, también después, en la patria enajenada, durante la huida y el desplazamiento forzado. Pero también los soldados en el frente, los prisioneros en los campos, los desplazados y despojados de derechos, los que sufrían y pasaban hambre, conservaban en sus corazones el anhelo de la paz navideña, de paz en la tierra. Intentaban mantener vivas las antiguas tradiciones con los medios más modestos: una rama como árbol de Navidad, un cabo de vela quemado y sucio como luz de la paz, los regalos más humildes… Hombres en el frente, que día y noche tenían que luchar por su vida, volvían por breves instantes a ser niños. A prisioneros miserables en campos lejanos, físicamente al borde del fin, el pensamiento de la Navidad los mantenía con vida. Mujeres que el día de Navidad recibían la noticia de la muerte del marido o del hijo encontraban en sus hijos la fuerza para seguir viviendo. Los niños sabían que no debían esperar grandes regalos; para ellos eso importaba menos que la alegría de que el padre regresara a casa o la satisfacción de poder entregar a otros un pequeño obsequio cargado de cariño. Los gestos humildes cuentan tanto más cuanto que se ve claramente que vienen del corazón; hoy, cuando casi todo se puede comprar, resulta cada vez más difícil descubrirlos. […] Que las generaciones de posguerra no olviden que la Navidad no es una fiesta del consumo, de expectativas de regalos cada vez más grandes y caros, de la huida del “estrés navideño” en viajes a tierras lejanas, sino la posibilidad de recogerse en uno mismo, la oportunidad de aferrarse a lo más importante que nosotros, los seres humanos, podemos dar y conservar en todo tiempo: amor y paz».
A esto hay que añadir lo que Dodenhoeft escribió en el prólogo de la primera compilación del año 2002, palabras que siguen revistiendo tremenda actualidad:
«A pesar de toda la alegría anticipada, en los pensamientos sobre la Navidad se mezcla una gota de amargura. Porque también en Navidad, también este año, en algún lugar del mundo se dispara y se bombardea. También en Navidad son expulsadas personas de su patria, perseguidas, asesinadas. También en Navidad viven personas en la miseria y el sufrimiento, se hallan en fuga, se hallan solas y abandonadas en algún lugar lejos de su familia, lejos de su hogar».
Los tiempos difíciles, ¿han quedado atrás? Sería una irresponsable ceguera moral creer eso.
Aproximadamente el 16% de la población mundial vive en zonas cercanas a conflictos armados o expuesta a violencia relacionada con ellos, según datos actualizados a finales de 2025 del Armed Conflict Location & Event Data Project (ACLED). Esto equivale a cerca de 831 millones de personas que vivieron “muy cerca” de acontecimientos violentos relacionados con conflictos durante el período analizado (diciembre 2024 a noviembre 2025). ACLED define esta exposición considerando la proximidad geográfica a eventos de violencia política, incluyendo batallas, represión y ataques a civiles.
La celebración de la Navidad en un contexto burgués nos lleva a olvidar que esas reuniones familiares son oasis en medio de un mundo desolado. Y no pocas veces son oasis de egoísmo social, de indiferencia hacia los más pobres
Entre el 30% y 40% de la población mundial estaría afectada por la pobreza multidimensional, concepto que captura las múltiples privaciones simultáneas que enfrentan las personas en aspectos esenciales de la vida, como salud, educación y condiciones de vida. Según el Informe Global del Índice de Pobreza Multidimensional 2025, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Iniciativa de Pobreza y Desarrollo Humano de Oxford (OPHI), aproximadamente el 18,3% de la población analizada vive en situación de pobreza multidimensional aguda.
La celebración de la Navidad en un contexto burgués nos lleva a olvidar que esas reuniones familiares —donde muchos creyentes celebran el nacimiento de Jesús en medio de relativa abundancia, y con ellos muchos no creyentes una festividad marcada por la paz y la reconciliación o por cualquier otro significado— son oasis en medio de un mundo desolado. Y no pocas veces son oasis de egoísmo social, de indiferencia hacia los más pobres.
Pues así como la Navidad brilló en tiempos difíciles pasados con su significado de esperanza, de anhelo de una paz duradera, de reconciliación en situaciones trágicas, así debería brillar actualmente como la estrella de Belén para quienes viven en situaciones semejantes. Sólo llevando algo de esa luz a los desposeídos y vulnerables de esta tierra podemos hacer creíble nuestra fe en un Dios que se hizo hombre para traer la auténtica liberación a los hombres.