Revuelta de mujeres en la iglesia y Alcem la veu se suma a la iniciativa de la religiosa Vedruna Teodora Corral A propósito de los abusos de Rupnik: "Hermano José Ignacio, no son buenos tiempos para hacer chistes sobre velos"

Los jesuitas eslovenos muestran su "tristeza y dolor" por los abusos de Rupnik
Los jesuitas eslovenos muestran su "tristeza y dolor" por los abusos de Rupnik

"Los colectivos de mujeres de todo el estado que constituimos la Revuelta de mujeres en la iglesia y Alcem la veu hemos escrito una carta en respuesta a las que González Faus ha escrito a propósito de los abusos de Rupnik, sumándonos también a la iniciativa llevada a cabo por la religiosa Vedruna Teodora Corral"

"Tras leer con desconcierto y preocupación la carta que diriges a Marko Rupnik, nos resulta del todo incomprensible que tu mirada, tan empática hacia el abusador, en ningún momento se pose sobre la(s) víctima(s) ni se pregunte en profundidad por los mecanismos por los que ambos, abusador y víctima(s), han devenido en ello"

"El lenguaje es elocuente, y a menudo ofrece más información sobre el lugar desde donde se mira que sobre el objeto mirado"

Hermano José Ignacio,

Desde la Revuelta de mujeres en la Iglesia y Alcem la Veu hemos leído con desconcierto y preocupación la carta que diriges a Marko Rupnik. Entendemos que está escrita desde el dolor por los abusos que este ha cometido y con el deseo de enmendar y aliviar la carga que pesa sobre sus hombros. Sin embargo, nos resulta del todo incomprensible que tu mirada, tan empática hacia el abusador, en ningún momento se pose sobre la(s) víctima(s) ni se pregunte en profundidad por los mecanismos por los que ambos, abusador y víctima(s), han devenido en ello.

Encubrimiento

Ni el sufrimiento del victimario —que no podemos negar—, ni el daño infligido a la institución a la que ambos pertenecéis os legitima para ocupar el lugar de las víctimas ni para cuestionar sus testimonios. La propia institución se daña a sí misma cuando encubre los hechos, haciéndose cómplice del abuso.

No pretendemos con estas líneas echar más leña al fuego de la hoguera mediática, y mucho menos hablar en nombre de las víctimas, sino abrir un espacio de diálogo desde una perspectiva que creemos que has obviado por completo.

Nos resulta sorprendente que tu reflexión no distinga entre el abuso sexual y las relaciones consentidas, reduciendo la complejidad de lo real, a la que tú mismo apelas, a “cosas de faldas”, “desliz sexual” o “infracción del segundo voto”. La gravedad que pesa sobre la infracción del voto de castidad, y su referencia velada como “segundo voto”, reflejan una problematización en la vivencia de la sexualidad que puede desviar el foco de atención.

La inmoralidad de los actos de Rupnik no radica tanto en la vulneración de un voto, o de un mandamiento, o en la desacralización de un sacramento, como en el sometimiento de las mujeres de las que abusó. No se trata de “canalladas”, de actos perversos o malvados, sino de abusos. Los abusos sólo pueden tener lugar en el seno de relaciones de poder bien arraigadas. Quién ejerce el poder, en qué se sustenta y cómo se valida son las preguntas que deberían articular cualquier reflexión honesta en torno a los abusos.

El derecho canónico —a pesar de sus innegables avances con la publicación del motu proprio “Vos estis lux mundi” en 2019 y la reforma del Libro VI del CIC en diciembre de 2021—, redactado y ejercido exclusivamente por varones, salvaguarda el sacramento, pero no protege ni repara a las víctimas, que permanecen invisibles y relegadas en un segundo plano.

Derecho canónico

Olga Belmonte, en su ensayo sobre la condición de víctima, señala que “más allá del rigor y de las verdades que se saben y se demuestran están las verdades que se viven y se atestiguan. Como enseña Kierkegaard, en estas últimas no hay maestros, sino testigos” ¿Prescribe éticamente un hecho, como prescribió la excomunión de Rupnik?

Enunciar estas cuestiones no nos coloca del lado de las personas “buenas”, ni pretende invocar el favor de Dios, ya que esta dicotomía de la bondad frente a la maldad no es aplicable a la condición de víctima ni a la de victimario. De hecho, la ambigüedad entre ambos roles no es infrecuente, ya que a menudo las víctimas se ven a sí mismas y son vistas como culpables del abuso que han sufrido y es precisamente esto, más que la ignorancia o inocencia que se les atribuye, lo que provoca sus prolongados silencios y les dificulta la elaboración de las heridas, retrasando la denuncia más allá de los plazos de prescripción de la justicia penal ordinaria, con la consiguiente impunidad de los agresores.

"El testimonio de las víctimas tiene valor, entre otras cosas, porque abre una grieta en el muro de las certezas sobre el que se sostienen algunos privilegios"

Nadie nace víctima, la persona abusada deviene en víctima por la vulneración de un agresor. No es la vulnerabilidad, como condición previa de una persona o grupo de personas, lo que la o las convierte en víctimas, sinohttps://www.religiondigital.org/2022/12/05/vida-religiosa/Marko-Ivan-Rupnik_2511958806_16318110_667x375.jpg una estructura en la que siempre son miradas desde arriba. Las víctimas, por el hecho de serlo, no son intrínsecamente buenas ni se encuentran en posesión de la verdad.

El testimonio de las víctimas tiene valor, entre otras cosas, porque abre una grieta en el muro de las certezas sobre el que se sostienen algunos privilegios. Marko Rupnik, tras una mínima —ridícula— sanción canónica, ha mantenido intactos sus privilegios, mientras que sus víctimas han sido despojadas de su identidad y exiliadas a los márgenes.

Referirse a una mujer abusada como “pobre muchacha” la coloca de nuevo en una posición de subalteridad, de minoría de edad. El lenguaje es elocuente, y a menudo ofrece más información sobre el lugar desde donde se mira que sobre el objeto mirado. Presuponer su falta de formación pone de manifiesto los prejuicios que aún recaen sobre las mujeres consagradas, y a la vez traduce un gran desconocimiento acerca de los contextos en los que se producen los abusos a personas adultas en la Iglesia católica, que están empezando a ser ampliamente documentados y estudiados.

"Quizá cabría preguntarse qué está fallando en la formación de los varones para que perpetúen abusos de manera sistemática, qué tipo de relaciones establecen con las mujeres y, en último término, qué imagen de Dios subyace a todo ello"

No negamos la inequidad existente en la formación de los religiosos respecto a la de las religiosas —entre otras inequidades—, ni los abusos de poder que también tienen lugar en el seno de la vida religiosa. Sin embargo, consideramos que inculpar exclusivamente a las congregaciones femeninas supone otra vez desplazar el foco del problema. Quizá cabría preguntarse qué está fallando en la formación de los varones para que perpetúen abusos de manera sistemática, qué tipo de relaciones establecen con las mujeres y, en último término, qué imagen de Dios subyace a todo ello.

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Hermano José Ignacio, no son buenos tiempos para hacer chistes sobre velos. En el mismo ensayo antes citado, Olga Belmonte afirma que “el reconocimiento de las víctimas y la solidaridad con ellas es una forma de vigilia y de resistencia ética. En ese sentido, podemos hablar de la solidaridad como vigilia, que nos mantiene alerta ante la tentación de lo inhumano (…)”

"No se trata tanto de pedir perdón como de abrirse a otras maneras de mirar contemplativamente la realidad, y dejarse afectar por ella"

La tentación de lo inhumano es disociar el acto de la persona que lo ha cometido y del contexto en el que ha tenido lugar. La responsabilidad del vigía es la de mantener los ojos abiertos. Nuestra responsabilidad es el cuidado. No se trata tanto de pedir perdón como de abrirse a otras maneras de mirar contemplativamente la realidad, y dejarse afectar por ella. Creemos que en eso consiste el reconocimiento y la reparación. Creemos que así miraba y sanaba Jesús.

Reconocimiento y reparación
Reconocimiento y reparación

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