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Carta abierta a monseñor Argüello

Herido de estupor y de ternura

Herido de estupor y de ternura

No. No es por ausencia de sensibilidad,

ni por no aguzar el oído

hacia el cruel lamento en el océano turbulento

de la ignominia.

Ni siquiera por evitar que me zahieran

las imágenes virtuales, distantes,

tras las pantallas alucinógenas,

aislando asépticamente la lágrima y el hedor.

Sencillamente es que esta noche desapacible

he preferido abrigarme entre tus brazos,

para defenderme de la necrosis

de un mundo tan lastimado, vulnerable.

Asomándome deslumbrado ante la eclosión

de la rosa que asoma frágil en tu mismo centro,

hasta quedar sangrando de rocío,

herido de estupor y de ternura.

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