Como los espejos de una sastrería


Veo que con la crisis y la dictadura del mercado nos estamos poniendo demasiado serios.Todo es trágico: las noticias de cada día, el cambio climático, las declaraciones de los políticos, hasta de los presidentes y entrenadores de los clubs de fútbol crean un sustrato de pesimismo y polémica. Echo de menos importantes dosis de humor. Por ejemplo en tiempos de la dictadura franquista “La Codorniz” engrasaba inteligentemente la vida de los españoles. Ahora unas palabras de Artur Más, una frase de un homilía, una intervención en las Cortes, no sólo desatan la polémica, sino que nos amargan la tortilla de la cena y la sobremesa familiar. Hay muchas definiciones del humor, como la de “sonreir entre lágrimas”, como Cervantes hace con su loco-cuerdo en El Quijote o Chaplin con su aparentemente fracasado Charlot. Desempolvando papeles me he encontrado este texto de Miguel Mihura, donde nos presenta el humor como los espejos de una sastrería, ver el otro lado tramposo, ridículo, diferente de la realidad. Eso nos ayuda a salir del torrente de seriedad y mala milk que aparece en la caras de los economistas, lo políticos, los sindicalistas, los comentaristas de las tertulias, algunos obispos y hasta el tendero de la esquina. Esta vida no es definitiva, estamos de paso, es una peli que acaba. Aprendamos a reír o jugar, a mirar ese lado risible, a encontrar ese “sueño inverosímil”.

“El humor –dice Mihura- es a la literatura seria lo que el agua de Seltz al agua de Lozoya. El mismo liquido, pero adornado con unas burbujitas para que haga más mono. En realidad, nada; un capricho, un lujo; una pluma de perdiz que se pone uno en el sombrero; un modo de pasar el tiempo. El humor verdadero no se propone enseñar o corregir, porque no es ésta su misión. Lo único que pretende el humor, es que, por un instante, nos salgamos de nosotros mismos, nos marchemos de puntillas a unos veinte metros y demos una vuelta a nuestro alrededor, contemplándonos por un lado y por otro, por detrás y por delante, como ante los tres espejos de una sastrería, y en nosotros nuevos ángulos y perfiles que no nos conocíamos. Casi no se trata de un género literario, sino de un espectáculo, de una actitud frente a la vida, de una manera más simpática y más clara de vivir. El humor es verle la trampa a todo; darse cuenta de por dónde cojean las cosas; comprender que todo tiene un revés; que todas las cosas pueden ser de otra manera, sin querer, por ello, que dejen de ser tal como son, porque esto es pecado y pedantería. El humorismo es lo más limpio de intenciones, el juego más inofensivo, lo mejor para pasar las tardes. Es como un sueño inverosímil que al fin se ve realizado.»
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