Teología del Pueblo que vive Semana Santa Mucho más que un trozo de madera pintada.

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La religión del español no es abstracta, no es un dogma incruento, ni un distante contacto intelectual con un Dios inaccesible. Es un cálido abrazo, una mano y una herida» (Kazantzakis)

Es una sacra-mentalidad que no se explica, se vive. Expresión del pueblo pobre y trabajador, 

La cultura popular es un reservorio, no exento de errores, que resiste al proyecto “civilizador” racionalizador y totalitario de la modernidad sesgada. Preserva su identidad frente al programa disciplinante de la burguesía y su proyecto acumulador a costa de los más pobres.

La fiesta religiosa popular exalta el exceso y desenfreno opuesta a las virtudes burguesas, más afines a entretenimientos y deportes exclusivos. La fiesta atraviesa las pequeñas preocupaciones de la vida diaria y va hacia otro mundo dionisíaco, barroco, expulsado por el racionalismo y el exclusivismo burgués.

Sacra mentalidad es que "el pueblo pobre, nos dé una lección de realismo cristiano al no separar lo espiritual de lo material…los que tienen la vida continuamente amenazada necesitan y buscan la protección de Dios...desde su vulnerabilidad...(V.Codina)

Es la semana en que el pueblo nos evangeliza con sus gestos, una semana sinodal, para caminar juntos como hermanos, miembros de un Pueblo, hacia un mundo mejor, el Reino de Dios y su Justicia.

En todas partes del mundo, el pueblo con sus liturgias callejeras, reconoce al que compartió nuestros mismos dolores y nos amó hasta el fin. Llorar ante esas cruces y macarenas es la catarsis del encuentro solidario con la trascendencia a la que nuestra civilización ilustrada rechaza o desconoce.

«La religión del español no es abstracta, no es un dogma incruento, ni un distante contacto intelectual con un Dios inaccesible. Es un cálido abrazo, una mano y una herida» (Kazantzakis, España y viva la muerte, 1984).

El Sacramento del Pueblo en las calles

La semana Santa es mucho más que negocio turístico. Lleva siglos a cuesta “la fe de mis mayores” que llena de significado las pobres vidas de la gente. Su Tradición es con T mayúscula, no la de los museos ilustrados con pinturas millonarias, sino la del Jesús del madero que cada año enciende el fuego del amor que se hace carne. Es pueblo generado no por ilustrados egresados de sociología, sino por siglos de culturas que intercambiaron sentires en esta tierra de confluencias. Viven un misterio universal que los conmueve y les da identidad local, que conecta el cielo con su tierra. Por unos días, preparados todo el año, nos volvemos contemporáneos del Misterio de Jesús.

Hay quienes desde su podio de “superados” se burlan del fenómeno porque, como dice J.B. Metz, pertenecen a un “cristianismo burgués”, que se ha olvidado la “memoria passionis” por intereses económicos y políticos. Sus programas televisivos para burlarse de este sentir popular son un error de cálculo, no les rentará lo que preveían.

Es obvio que los creyentes saben que en sus gestos e imágenes tan reales y barrocas hay mucho más que un trozo de materia pintada. En tales signos sensibles, los fieles se sienten unidos y solidarios. Su fe se convierte en estímulo para vivir dignamente, defender sus derechos y nutrir su identidad de pueblo y de no meros ciudadanos de asépticos centros comerciales.

María andaluza

Es una sacra-mentalidad que no se explica, se vive. Expresión del pueblo pobre y trabajador, de quienes dijo Jesús: “Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y entendidos, y se las has revelado a los humildes” (Mt 11,25).

Más allá de las palabras y los números que de-finen. Estamos en el ámbito de lo divino in-finito, de la misericordia sin medida. Esta modalidad de relación con la divinidad fermentada por siglos es la raíz de la cultura y no los proyectos pasajeros de iluminados burócratas. “Es la fe de mis mayores”, dice la saeta y sirve de guía para adentrarse en el futuro.

Por eso se privilegia el símbolo, la acción, el rito, lo mítico, el movimiento, el beso, el canto, la música, los silencios elocuentes, las velas y flores. Signo sensible y eficaz no solo para pedir o cumplir promesas, sino para expresar su amor al Dios encarnado, como respuesta al amor que reciben y reconocen de Él en lo cotidiano. No los mueve el cielo tan querido ni el infierno tan temido sino el Amor de esa carne de Dios hecho uno de nosotros y que sigue caminando a nuestro lado.

Desde esta solidaridad con el clamor de los pobres podremos aprender a orar de nuevo sin misticismos desencarnados como los que nos venden los profesionales de las místicas cómplices de las injusticias del mundo.

Trasciende también los muros de la iglesia y sus adueñados clérigos. Por eso, "No se trata de «purificar» e «ilustrar» una religiosidad supuestamente sucia e ignorante, desde la actitud de la religiosidad dominante; se trata de reconocer que la sabiduría creyente del pobre enriquece infinitamente a la Iglesia y a la teología y ofrece a la humanidad un modo de vivir el cristianismo que impugna tanto una religión aburguesada como la creciente indiferencia hacia lo sagrado y trascendente” (Igarzábal, Teología del Pueblo)

Es una sensibilidad espiritual de los pobres, una piedad popular, una espiritualidad inculturada. El pueblo cristiano tiene modos propios de relacionarse con lo sagrado, cultivados en el tiempo y que son una verdadera alianza con Dios en un lugar determinado.

Son días en que los crucificados y descartados invaden las calles del mundo. El Cristo de los gitanos es el de todos los excluidos que salen a procesionar. Surcan públicamente y sin complejos, el camino del Nazareno que los lleva a la Resurrección. Son el Reino de los Cielos por un momento en el año, los bienaventurados que el mundo no comprende.

La renovación del cristianismo no vendrá de simposios de teología ni reuniones de obispos ni “expertos” pastorales, sino de la sensibilidad religiosa del pueblo conmovido por el Jesús del madero.

https://www.youtube.com/watch?v=Dz4m52Oka34&ab_channel=PaquiPedrosEspinosa

La modernidad antipueblo

La cultura popular es un reservorio, no exento de errores, que resiste al proyecto “civilizador” racionalizador y totalitario de la modernidad sesgada. Preserva su identidad frente al programa disciplinante de la burguesía y su proyecto acumulador a costa de los más pobres.

Las clases inferiores escapan, desarrollando afectos e instintos. Son emocionales, instintivos y pasionales. El proceso “civilizador” de la ilustración del capitalismo triunfante y el marxismo vencido del ´89 y reciclado en no sabemos qué, no han podido domesticar totalmente lo popular. La Teología del Pueblo de Francisco, rescata lo popular por cauces alternativos a la cultura oficial institucionalizada, dirigida por burócratas que se atribuyen el falso poder de decidir qué es cultura y qué barbarie.

Los hijos de la modernidad de la derecha han creado la ficción de un mercado divinizado que acarrearía por sí solo el derrame de la riqueza a los pobres, algo que nunca se ha comprobado (Francisco). Los hijos de la izquierda, pretendiendo combatir el capital desde la misma matriz ilustrada, elaboran ideologías que solo son perfectas en el papel y en las clases de universidad. La “izquierda pija”, cuando está en el poder, transa con el poder económico hacedor de desigualdades. Y para fingir perfil disruptivo, distrae a los votantes convirtiendo cualquier deseo occidental decadente de moda, en un irreverente “derecho humano” de vanguardia (vb.Piketty). Las nuevas policías del pensamiento hacen el resto, ridiculizando y censurando con sus poderosos medios de comunicación.

La entronización de la razón por esa modernidad unilateral, dejó fuera lo sagrado y su expresión sacramental. Si fue una reacción a tanta beatería anterior… se le fue la mano, ¡y cómo! Lo religioso del pueblo fue sentenciado por esta nueva inquisición, como cutre, irracional y del pasado.

La fiesta religiosa popular exalta el exceso y desenfreno opuesta a las virtudes burguesas, más afines a entretenimientos y deportes exclusivos. La fiesta atraviesa las pequeñas preocupaciones de la vida diaria y va hacia otro mundo dionisíaco, barroco, expulsado por el racionalismo y el exclusivismo burgués. Es la expresión máxima donde lo productivo es vencido por lo improductivo, lo lúdico suplanta lo serio. Transgrede como el carnaval y el fútbol, transitoriamente, el orden social debido de la sociedad institucionalizada, oficial. La sociabilidad pasa a ocupar el primer plano en detrimento del individualismo necesario de la mentalidad burguesa. Revivifica el sentimiento de colectividad y el compartir. Es la continuidad de un universo simbólico premoderno que da sentido a su vida social.

Sacra mentalidad es que "el pueblo pobre, nos dé una lección de realismo cristiano al no separar lo espiritual de lo material. Seguramente, los que tienen la vida asegurada pueden pedir al pobre que se limite a lo espiritual. Pero los que tienen la vida continuamente amenazada necesitan y buscan la protección de Dios…es el clamor desde la noche oscura de la injusticia y del dolor que expresa con más fuerza su vulnerabilidad, indefensión y contingencia…" (V. Codina, “Una Iglesia nazarena. Teología desde los insignificantes”) ante Aquel que dijo “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados que yo los aliviaré…”. (Mt 11,28)

poliedroyperiferia@gmail.com

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