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Ver, escuchar, adorar a Cristo en los pobres

Navidad

Es Domingo. Aún es día de Navidad. Siempre podemos decir con verdad: “Nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”. 

Para la fe, ha nacido la paz que viene de Dios, una alegría que sólo Dios puede dar, una esperanza que nadie nos puede arrebatar, una justicia que sólo Dios es.

Para la fe, el cielo se ha hecho tierra, y la tierra se ha hecho cielo.

Esa Navidad, aunque parezca frágil como un recién nacido, es para siempre; esa novedad ya nunca dejará de serlo.

La fe lo sabe, pero el poder lo ignora, e intentará que desaparezca lo que la fe confiesa: el poder buscará al niño para matarlo; al poder teme una alegría que él no se puede atribuir, una alegría que él no puede dar el poder teme una paz que hace libres a hombres y mujeres, teme una justicia que él no puede siquiera imaginar.

Guiado por la luz de la fe, tú buscas al niño, como lo buscaron los pastores en la noche del nacimiento, como lo buscaron los Magos en el día de la adoración

Navidad

Puede que preguntes por ese niño en los palacios, pero la estrella de la fe te llevará lejos del palacio, fuera incluso de una posada, a un establo, donde una madre da a luz a su hijo, a su Señor, a su Dios, y lo acuesta en un pesebre…

Guiado por la fe, te harás fugitivo con aquella familia que sale de noche para huir de la muerte: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque el poder va a buscar al Niño para matarlo”.

El poder continúa matando inocentes, porque siempre ha tenido miedo de los pobres. Pero a ti, la fe te lleva a ver y a escuchar a Cristo Jesús, al que es para siempre tu alegría, tu paz, tu esperanza, tu justicia… Lo ves y lo escuchas en todos los que amas… Lo ves y lo escuchas en torno a ti y lejos de ti… Lo ves y lo escuchas en todos los necesitados: en los que tienen hambre, en los que tienen sed, en la humanidad de los cartones bajo los soportales, en la humanidad que se echa a los caminos del mar y a los caminos del desierto, en los arrojados fuera del bienestar, en los amenazados de muerte por una legalidad inicua, y la indiferencia de una sociedad distraída… 

La fe ve y escucha a Cristo en esos inmigrantes que acaban de desparecer en el mar: 117 frente a las costas de Libia; 12 frente a las costas de Senegal… 

La fe ve y escucha a Cristo en los inmigrantes desalojados y criminalizados de nuestro entorno… La fe ve a Cristo Jesús y lo escucha… y cuida de él… 

Y, si tú, que te dices cristiano, desprecias en la calle al pobre, si lo condenas a la intemperie, has de saber que lo desprecias también y lo condenas y lo profanas cuando vas a la misa y te acercas a comulgar… 

Puede que no lo sepas, pero adora a Cristo quien sirve a los pobres; abraza a Cristo quien acoge a los que el poder ha señalado para que mueran; comulga con Cristo quien da de comer al que tiene hambre.

Puede que no lo sepas, pero tú eres familia de Dios, entras en la sagrada familia, cuando, en todos, te haces hermano, hermana, madre de los pobres: un día sabrás que en todos cuidabas de Cristo Jesús, que todos eran para ti Cristo Jesús... 

Ésa será tu bendición, ésa será tu prosperidad, ésa será tu fecundidad… La casa se te llena de hijos… “como renuevos de olivo alrededor de tu mesa” … 

El apóstol nos vio así a todos los creyentes; nos vio “como elegidos de Dios, santos y amados”; y, como corresponde a lo que somos, nos pidió que nos revistiéramos “de compasión entrañable, de bondad, humildad, mansedumbre y paciencia”, el único vestido que hace posible que la casa -el corazón- se llene de invitados… 

Feliz Navidad, comunidad eclesial, familia sagrada de Cristo Jesús y de los pobres.

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