"Para el niño que fui, el verbo recibir significaba comulgar … recibir a Jesús, quererle, me parecía fácil, bonito, agradable: era cosa de domingos y de fiestas"
"Después fue el mismo Jesús quien me enseñó que la cosa no era tan así: que ese quererle a él había de estar por encima de todo otro querer; que recibirle a él llevaba consigo asumir la propia cruz; que comulgar con él implicaba “perder la vida por él”; y que aquello era cosa de todos los días, incluidos domingos y fiestas"
"Pero aquello no era una desdicha: quien haga de ese modo el camino del discípulo, terminará por constatar asombrado, dichoso y agradecido que la vida perdida –esa vida regalada- ha sido una vida lograda, plena, verdadera"
"La memoria de la fe golpea la puerta de mi vida reclamando comida para los que tienen hambre, bebida para los que tienen sed, vestido para los que están desnudos, acogida para emigrantes, calor humano para los que viven en soledad, comida, bebida, vestido, acogida y calor humano para Cristo Jesús con quien comulgamos, para el Señor a quien queremos recibir"
"Como el niño aprende de su madre y de su padre, habré de contemplar y aprender a Cristo Jesús en la escuela de la encarnación. El niño que soy continúa aprendiendo a ser lo que ha creído, a ser lo que comulga, a ser pan, a ser Jesús"