“No puedo comprender por qué mantienen escondidos a mis hijos. Temo que los maten. Si no me los entregan me crucificaré… Me quemaré vivo”. Pero a Sebastián Acevedo nadie le creyó ni lo ayudó.
Tras la detención de sus hijos por parte de la policía secreta de la dictadura de Pinochet, se inmoló en la ciudad de Concepción frente a la Catedral
Con un 95 % del cuerpo quemado, fue llevado de urgencia al Hospital Regional y horas después falleció. Dos sacerdotes presentes en esos momentos comentaron: “Era como ver morir a Cristo… Sí, y un viernes a las tres de la tarde”
Para formar parte de este nuevo Santoral no es preciso ser “santa o santo” reconocidos por Roma, ni tampoco es necesario haber sido mártires. Basta con ser alguien que vivió su fe en Jesús y en la humanidad con radicalidad y sencillez.