Palpitaba en la atmósfera el deseo acuciante de estar juntos, de volvernos a abrazar, de sentirnos familia, y eso dejó sentir desde el minuto cero un enorme y radiante sentimiento de alegría. La sinodalidad como energía envolvió al grupo, recorrió la maloka y nos conectó entre nosotros y con la Fuente, con suavidad y firmeza.
Allí estábamos todos, de nuevo, misioneros y delegados de los dieciséis puestos de misión del territorio, laicos, sacerdotes, indígenas, religiosas, obispo, ribereños, trabajadores de la oficina, niños, visitantes, profesores… Fue un privilegio modelar juntos “el propósito” del Vicariato: su misión, visión y valores. Dialogar qué somos y qué queremos con la música de fondo del Sínodo y la pedagogía de Francisco en Querida Amazonía.