El primer milenio ofrece ejemplos de una forma de la Iglesia, en la que el ejercicio del poder se entendió como responsabilidad compartida. Hoy se nos pide imaginar un nuevo modelo institucional para la Iglesia del tercer milenio profundizando la senda abierta por el Vaticano II
Cada sujeto en la Iglesia goza por el bautismo de igualdad de derechos y deberes en relación con todo lo que involucre a la misión de la Iglesia. Desde este horizonte se puede construir el nosotros eclesial, como lo denomina la teóloga Serena Noceti, mediante la puesta en práctica de una serie de dinámicas comunicativas
El ejercicio de la escucha es indispensable en una eclesiología sinodal pues parte del reconocimiento de la identidad propia de cada sujeto eclesial: laicos(as), presbíteros, religiosos(as), obispos, papa, a partir de relaciones horizontales fundadas en la radicalidad de la dignidad bautismal y en la participación en el sacerdocio común de todos los fieles (LG, 10)
Ser escuchados es un derecho de cada persona en la Iglesia, pero la escucha tiene una finalidad específica: tomar consejos a partir de lo escuchado y esto es un deber propio de quienes ejercen la autoridad
La finalidad de un camino sinodal no es simplemente encontrarnos, oírnos y conocernos mejor, sino discernir en conjunto «"para que se tomen las decisiones pastorales". Éste es uno de los aspectos que definen la naturaleza de una Iglesia sinodal
En una Iglesia sinodal, lo que está en juego no es el sentir de cada obispo o de la jerarquía en sí misma, sino el sentir de toda la Iglesia en todo el pueblo y que tiene su punto de partida y también su punto de llegada en el Pueblo de Dios.