José María Castillo Abusos sexuales a menores

Reconozco que echando mano del “diablo” o simplemente pidiendo perdón por los delitos y pecados cometidos, el problema no queda resuelto. Como reconozco que la supresión de la ley del celibato y la ordenación sacerdotal de mujeres son decisiones que ayudarán a resolver este problema

El tema está de moda. Periodistas y comentaristas nos explican la importancia que tiene este delito. Y sobre todo se pondera la cobardía de quienes no le ponen a esta auténtica canallada el remedio que se le debe poner cuanto antes, sin miedos ni medias tintas y con la energía y contundencia que exige el problema.

     Como es lógico, cualquier persona que piense correctamente en este asunto, estará de acuerdo con lo que acabo de decir. ¡Es algo tan evidente!

     Sin embargo, lo que no parece tan evidente es que el abuso sexual de menores sea – como se está repitiendo con tanta frecuencia - pecado y delito de curas, cuyo responsable máximo es (o debe ser) quien ejerce la autoridad suprema sobre todos los clérigos del mundo, el obispo de Roma. En este momento, el papa Francisco.

     Por supuesto, es un hecho que, en las instituciones eclesiásticas (seminarios, colegios, conventos, parroquias, etc.), han sido incontables los abusos sexuales que se han cometido. Abusos que tienen un poder destructivo, que no imaginamos, sobre las víctimas que los padecen. Yo estoy seguro que el número de estas víctimas es mucho mayor de lo que sabemos. Porque la gran mayoría de los chicos y chicas, que sufren esta brutalidad tan canalla y humillante, se van de este mundo sin decírselo a nadie. Son criaturas que quedan rotas en su intimidad para siempre. O lo cuentan cuando han pasado muchos años, cuando el delito jurídicamente ya ha prescrito.

     Todo esto, por desgracia, es así. Pero hay algo, en este asunto tan turbio, con lo que no estoy de acuerdo. Ni puedo estarlo. Presentar la pederastia como problema cuyo responsable es la Iglesia y su autoridad suprema, el Papa, es un hecho indemostrable. Por la sencilla razón de que el problema de los abusos sexuales no es solo, ni principalmente, asunto de curas. Abusos sexuales pueden producirse (y suelen producirse con más o menos frecuencia, según las circunstancias) donde hay seres humanos. Por otra parte, el número de seres humanos, que no son clérigos, es indeciblemente mayor que el de clérigos que ha habido y hay en el mundo.

Presentar la pederastia como problema cuyo responsable es la Iglesia y su autoridad suprema, el Papa, es un hecho indemostrable

     En consecuencia, presentar el problema de los abusos sexuales a menores como problema del que se da a entender que quien puede y debe resolverlo es el Papa, eso es sencillamente dar pie a que este problema (ético, jurídico y religioso) pudiera ser – y de hecho está siendo – interpretado de manera parcial e incompleta. Es decir, puede ser y está siendo mal interpretado.

     Dicho esto, es de suma importancia tener presente que el papa Francisco ha sido el primer papa, en la ya larga historia de la Iglesia, que ha tenido el valor, la libertad y la sinceridad, no sólo de reconocer públicamente que ha habido (y hay) clérigos que han cometido y siguen cometiendo abusos de pederastia. Pero, ni el reconocimiento completo del hecho, ni la sanción legal de ese delito, son asuntos que dependen solamente del obispo de Roma. Estamos ante un asunto muy grave cuya solución depende, ante todo y sobre todo, de las autoridades civiles. Es verdad que las autoridades religiosas no deben ocultar este delito (ni ningún otro delito que dañe precisamente a los más débiles, los menores). Es cierto que las autoridades de la Iglesia han obligado a ocultar esta atroz forma de violencia. Pero tan cierto como eso, es que el papa Francisco ha sido el primer papa que ha destapado esta lacra de la Iglesia, incluso a costa de ser objeto de las más duras críticas contra el clero y contra la ética religiosa.

     Esto supuesto, yo me pregunto por qué las autoridades civiles no modifican sus códigos penales, de forma que los derechos de los más pequeños sean debidamente protegidos. Como también me pregunto por qué abundan quienes critican duramente a la autoridad religiosa, al tiempo que ni mencionan a la autoridad civil, que es la más directamente responsable de que el delito de pederastia no sea debidamente juzgado y castigado.

     Y termino reconociendo que, en este asunto tan complejo, estamos dando solamente los primeros pasos. El papa Francisco ha dado un paso decisivo para su debida solución. Pero reconozcamos que este problema requiere (y hasta exige) la intervención de unos poderes, no sólo religiosos, sino además una pedagogía, un derecho y una gestión de la sociedad, que no se puede poner al día en los pocos años que el papa Francisco lleva al frente de la Iglesia.

     Reconozco que echando mano del “diablo” o simplemente pidiendo perdón por los delitos y pecados cometidos, el problema no queda resuelto. Como reconozco que la supresión de la ley del celibato y la ordenación sacerdotal de mujeres son decisiones que ayudarán a resolver este problema. Pero insisto en que estamos en los comienzos de la solución de un problema de siglos. Yo acepto y elogio lo que, hasta ahora, ha hecho el papa Francisco. ¿Podría y debería haber hecho más? Gobernar la Iglesia conviviendo, en su gestión de gobierno, con auténticos enemigos que le ponen palos en las ruedas, no es cosa fácil. Y termino insistiendo que estamos en los primeros años de un problema de siglos. Lo importante es que estamos en el buen camino. Y eso es fuente de esperanza.   

Gobernar la Iglesia conviviendo, en su gestión de gobierno, con auténticos enemigos que le ponen palos en las ruedas, no es cosa fácil.

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