El Papa vuelve a citar a Francisco, ahora con motivo del Jubileo de los futuros sacerdotes Las coordenadas de León XIV para los seminaristas: "Evitar la superficialidad" y "corazón profético"

El Papa saluda a los seminaristas en San Pedro
El Papa saluda a los seminaristas en San Pedro RD/Captura

"En un mundo donde a menudo reina la ingratitud y el afán de poder, donde a veces parece prevalecer la lógica del derroche, están llamados a ser testigos de la gratitud y la generosidad de Cristo, del júbilo y la alegría, de la ternura y la misericordia de su Corazón. A practicar el estilo de acogida y cercanía, del servicio generoso y desinteresado, permitiendo que el Espíritu Santo «unja» su humanidad incluso antes de la ordenación".

Alrededor de 4.000 seminaristas llegados de todos los rincones del planeta escucharon esta mañana, en la basílica de San Pedro, con motivo de su Jubileo, los 'deberes' que les ponía, siempre con acento amoroso pero no exento de exigencia, el papa León XIV a los futuros sacerdotes, en donde les exhortó también a "evitar la superficialidad"

"En un mundo donde a menudo reina la ingratitud y el afán de poder, donde a veces parece prevalecer la lógica del derroche, están llamados a ser testigos de la gratitud y la generosidad de Cristo, del júbilo y la alegría, de la ternura y la misericordia de su Corazón. A practicar el estilo de acogida y cercanía, del servicio generoso y desinteresado, permitiendo que el Espíritu Santo «unja» su humanidad incluso antes de la ordenación".

Alrededor de 4.000 seminaristas llegados de todos los rincones del planeta escucharon esta mañana, en la basílica de San Pedro, con motivo de su Jubileo, los 'deberes' que les ponía, siempre con acento amoroso pero no exento de exigencia, el papa León XIV a los futuros sacerdotes, en donde les exhortó también a "evitar la superficialidad". "Hay que ser valientes, no tengan miedo", improvisó al dar las gracias a los jóvenes que respondieron afirmativamente a su llamada a la vocación al sacerdocio.

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¿Cuál es vuestra tarea?, les preguntó. "Es nunca ir a lo seguro, nunca conformarse, nunca ser meros receptores pasivos, sino apasionarse por la vida sacerdotal, viviendo el presente y mirando al futuro con un corazón profético", les respindió acto seguido Robert Prevost.

"El seminario, sea cual sea su concepción, debe ser una escuela de afectos. Hoy, de manera particular, en un contexto social y cultural marcado por el conflicto y el narcisismo, necesitamos aprender a amar y a hacerlo como Jesús", pidió también León XIV a los jóvenes seminaristas, en una meditación que estuvo trufada de citas al difunto papa Francisco y a la ratio sacerdotalis adoptada por expreso deseo suyo durante su pontificado.

Jubielo de los seminaristas 2025
Jubielo de los seminaristas 2025 RD/Captura

En este sentido, León XIV subrayó la necesidad de que, "desde el Seminario, centrarse mucho en la maduración humana, rechazando todo disfraz e hipocresía. Con la mirada puesta en Jesús, debemos aprender a dar nombre y voz también a la tristeza, el miedo, la angustia, la indignación, trayendo todo a la relación con Dios. Las crisis, las limitaciones y las fragilidades no deben ocultarse; son, más bien, ocasiones de gracia y de experiencia pascual".

Y para conocerse, el papa Prevost les invitó a aprender "a conocer su corazón" con lo que "serán cada vez más auténticos y no necesitarán ponerse máscaras", para lo cual les recomendó un "camino privilegiado" que "es la oración", dado que "en una época en la que estamos hiperconectados, se hace cada vez más difícil experimentar el silencio y la soledad".

Los seminaristas saudan al papa León XIV
Los seminaristas saudan al papa León XIV RD/Captura

Igualmente, el Papa agustino los invitó a "invocar con frecuencia al Espíritu Santo", así como buscar la presencia de Dios "también escuchando las voces de la naturaleza y el arte, la poesía, la literatura y la música, así como las ciencias humanas". 

También les pidió "escuchar con mente y corazón abiertos las voces de la cultura, como los recientes desafíos de la inteligencia artificial y los de las redes sociales" y, "sobre todo, como Jesús, sepan escuchar el grito, a menudo silencioso, de los pequeños, los pobres y los oprimidos, y de muchos, especialmente los jóvenes, que buscan un sentido a sus vidas. Si cuidan su corazón, con momentos diarios de silencio, meditación y oración, podrán aprender el arte del discernimiento".

El obispo de Getafe, Ginés García, y su auxiliar, José María Avendaño
El obispo de Getafe, Ginés García, y su auxiliar, José María Avendaño RD/Captura

Meditación del Santo Padre

Queridos todos:

Me alegra mucho encontrarme con ustedes y les agradezco a todos, seminaristas y formadores, su cálida presencia. Gracias, ante todo, por su alegría y entusiasmo. ¡Gracias porque con su energía alimentan la llama de la esperanza en la vida de la Iglesia!

Hoy no solo son peregrinos, sino también testigos de esperanza: la testimonian ante mí y ante todos, porque se han dejado llevar por la fascinante aventura de la vocación sacerdotal en un momento difícil. Han aceptado la llamada a ser anunciadores mansos y fuertes de la Palabra que salva, servidores de una Iglesia abierta, misionera y en salida.

A Cristo que los llama, le dicen «sí», con humildad y valentía. Y este «aquí estoy», que le dirigen, brota en la vida de la Iglesia y se deja acompañar por el necesario camino de discernimiento y formación.

Jesús, como saben, los llama, en primer lugar, a vivir una experiencia de amistad con Él y con sus compañeros de cuerda (cf. Mc 3,13); una experiencia destinada a crecer permanentemente incluso después de la Ordenación y que abarca todos los aspectos de la vida. De hecho, no hay nada en ustedes que deba descartarse, sino que todo debe asumirse y transfigurarse en la lógica del grano de trigo, para convertirse en personas y sacerdotes felices, «puentes» y no obstáculos para el encuentro con Cristo para todos los que se acercan a ustedes. Sí, Él debe crecer y nosotros debemos menguar, para que podamos ser pastores según su Corazón [1].

En cuanto al Corazón de Jesucristo, ¿cómo no recordar la encíclica «Dilexit nos» que nos dio el amado Papa Francisco? [2] Precisamente en este tiempo que viven, es decir, el tiempo de formación y discernimiento, es importante centrar la atención en el centro, en el motor de todo su camino: ¡el corazón! El seminario, sea cual sea su concepción, debe ser una escuela de afectos. Hoy, de manera particular, en un contexto social y cultural marcado por el conflicto y el narcisismo, necesitamos aprender a amar y a hacerlo como Jesús[3].

Como Cristo amó con corazón de hombre[4], ¡están llamados a amar con el Corazón de Cristo! Pero para aprender este arte, necesitan trabajar en su interioridad, donde Dios hace oír su voz y donde comienzan las decisiones más profundas; pero que también es un lugar de tensión y lucha (cf. Mc 7,14-23), para convertirse de modo que toda su humanidad huela a Evangelio. Por lo tanto, el primer trabajo debe hacerse en la interioridad. Recuerden bien la invitación de san Agustín a volver al corazón, porque allí encontramos las huellas de Dios. Adentrarse en el corazón a veces puede asustarnos, porque también contiene heridas. No tengan miedo de cuidarlas, déjense ayudar, porque precisamente de esas heridas nacerá la capacidad de estar cerca de quienes sufren. Sin la vida interior, ni siquiera la vida espiritual es posible, porque Dios nos habla allí mismo, en el corazón.

Parte de este trabajo interior también consiste en aprender a reconocer los impulsos del corazón: no solo las emociones rápidas e inmediatas que caracterizan el alma de los jóvenes, sino sobre todo los sentimientos, que les ayudan a descubrir el rumbo de su vida. Si aprenden a conocer su corazón, serán cada vez más auténticos y no necesitarán ponerse máscaras. Y el camino privilegiado que nos lleva a la interioridad es la oración: en una época en la que estamos hiperconectados, se hace cada vez más difícil experimentar el silencio y la soledad. Sin el encuentro con Él, ni siquiera podemos conocernos verdaderamente a nosotros mismos. Los invito a invocar con frecuencia al Espíritu Santo, para que moldee en ustedes un corazón dócil, capaz de captar la presencia de Dios, también escuchando las voces de la naturaleza y el arte, la poesía, la literatura[5] y la música, así como las ciencias humanas[6]. En el riguroso compromiso del estudio teológico, sepan también escuchar con mente y corazón abiertos las voces de la cultura, como los recientes desafíos de la inteligencia artificial y los de las redes sociales[7]. Sobre todo, como Jesús, sepan escuchar el grito, a menudo silencioso, de los pequeños, los pobres y los oprimidos, y de muchos, especialmente los jóvenes, que buscan un sentido a sus vidas. Si cuidan su corazón, con momentos diarios de silencio, meditación y oración, podrán aprender el arte del discernimiento. Esta también es una tarea importante: aprender a discernir. Cuando somos jóvenes, llevamos dentro muchos deseos, sueños y ambiciones. El corazón a menudo está abarrotado y a veces nos sentimos confundidos. En cambio, siguiendo el modelo de la Virgen María, nuestra interioridad debe ser capaz de custodiar y meditar. Capaces de synballein, como escribe el evangelista Lucas (2,19.51): recogiendo los fragmentos[8]. Eviten la superficialidad y reúnan los fragmentos de la vida en oración y meditación, preguntándose: ¿Qué me enseña lo que estoy viviendo? ¿Qué le dice a mi camino? ¿Adónde me lleva el Señor?

Queridos, tengan un corazón manso y humilde como el de Jesús (cf. Mt 11,29). Siguiendo el ejemplo del apóstol Pablo (cf. Flp 2,5ss), asuman los sentimientos de Cristo para progresar en la madurez humana, especialmente afectiva y relacional. Es importante, de hecho necesario, desde el Seminario, centrarse mucho en la maduración humana, rechazando todo disfraz e hipocresía. Con la mirada puesta en Jesús, debemos aprender a dar nombre y voz también a la tristeza, el miedo, la angustia, la indignación, trayendo todo a la relación con Dios. Las crisis, las limitaciones y las fragilidades no deben ocultarse; son, más bien, ocasiones de gracia y de experiencia pascual.

En un mundo donde a menudo reina la ingratitud y el afán de poder, donde a veces parece prevalecer la lógica del derroche, están llamados a ser testigos de la gratitud y la generosidad de Cristo, del júbilo y la alegría, de la ternura y la misericordia de su Corazón. A practicar el estilo de acogida y cercanía, del servicio generoso y desinteresado, permitiendo que el Espíritu Santo «unja» su humanidad incluso antes de la ordenación.

El Corazón de Cristo está animado por una inmensa compasión: él es el Buen Samaritano de la humanidad y nos dice: «Ve y haz tú lo mismo» (Lc 10,37). Esta compasión lo impulsa a partir el pan de la Palabra y a compartirlo con las multitudes (cf. Mc 6,30-44), permitiéndonos vislumbrar el gesto del Cenáculo y de la Cruz, cuando se habría dado a comer, y nos dice: «Dadles vosotros de comer» (Mc 6,37), es decir, haced de vuestra vida un don de amor.

Queridos seminaristas, la sabiduría de la Madre Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, busca siempre, con el tiempo, los métodos más adecuados para la formación de los ministros ordenados, según las necesidades de cada lugar. En este compromiso, ¿cuál es vuestra tarea? Es no dejarse llevar por los más bajos, no conformarse nunca, no ser meros receptores pasivos, sino apasionarse por la vida sacerdotal, viviendo el presente y mirando al futuro con un corazón profético. Espero que este encuentro les ayude a cada uno a profundizar su diálogo personal con el Señor, pidiéndole que asimile cada vez más los sentimientos de su Corazón. Ese Corazón que late de amor por ustedes y por la humanidad.

¡Buen viaje! Los acompaño con mi bendición.

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[1] Cf. San Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis (25 de marzo de 1992), 43.

[2] Carta Encíclica Dilexit nos, sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo (24 de octubre de 2024).

[3] Cf. ibíd., 17.

[4] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, 22.

[5] Cf. Francisco, Carta sobre el papel de la literatura en la formación, 17 de julio de 2024.

[6] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, 62.

[7] Congregación para el Clero, Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, El don de la vocación sacerdotal (8 de diciembre de 2016), 97.

[8] Cf. Francisco, Carta Encíclica Dilexit nos, sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo (24 de octubre de 2024), 19.

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