León XIV: "La esperanza se reaviva cuando excavamos y rompemos la corteza de la realidad"
La parábola del tesoro en el campo le sirvió esta mañana al Papa, en la audiencia jubilar que celebró en la plaza de San Pedro, ante miles de peregrinos llegados para cruzar la Puerta Santa en este Año Jubilar, para abordar la cuestión de la esperanza desde otra perspectiva
"La esperanza se reaviva cuando excavamos y rompemos la corteza de la realidad, cuando vamos más allá de la superficie", señaló, recordando que, "en cuanto tuvieron la libertad de vivir públicamente como cristianos, los discípulos de Jesús comenzaron a excavar, especialmente en los lugares de su pasión, muerte y resurrección"
La parábola del tesoro en el campo le sirvió esta mañana al Papa, en la audiencia jubilar que celebró en la plaza de San Pedro, ante miles de peregrinos llegados para cruzar la Puerta Santa en este Año Jubilar, para abordar la cuestión de la esperanza desde otra perspectiva.
"La esperanza se reaviva cuando excavamos y rompemos la corteza de la realidad, cuando vamos más allá de la superficie", señaló, recordando que, "en cuanto tuvieron la libertad de vivir públicamente como cristianos, los discípulos de Jesús comenzaron a excavar, especialmente en los lugares de su pasión, muerte y resurrección".
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"En esta catequesis destacamos un aspecto de la virtud teologal de la esperanza. Así como a los niños les gusta jugar con la tierra, excavar y romper la superficie endurecida para ver lo que hay debajo, la esperanza se reaviva cuando rompemos la superficie de la realidad con el fin de ir más allá", señaló en su resumen en español.
Todo ello le dio pie para glosar la figura de Santa Elena, la madre del emperador Constantino, que "fue una persona que no se conformó con lo superficial de las riquezas y las apariencias a las que tenía acceso una emperatriz. Fue una mujer que estaba en búsqueda, hasta que encontró el tesoro más preciado: la cruz de Jesucristo, a la cual se unió profundamente con su vida humilde, dedicada a la caridad".
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Bienvenidos a todos los peregrinos que han llegado a Roma desde tan diversos lugares. En esta ciudad rica en historia, podemos fortalecernos en la fe, la caridad y la esperanza. Hoy nos centraremos en un aspecto particular de la esperanza.
Quisiera comenzar con un recuerdo: de niños, hundir las manos en la tierra tenía una fascinación especial. Lo recordamos, y quizá todavía lo recordemos: ¡nos hace bien observar cómo juegan los niños! Cavar en la tierra, romper la dura corteza del mundo y ver lo que hay debajo...
Lo que Jesús describe en la parábola del tesoro en el campo (cf. Mt 13,44) ya no es un juego de niños, pero la alegría de la sorpresa sigue siendo la misma. Y el Señor nos dice: este es el Reino de Dios. De hecho, así es como se encuentra el Reino de Dios. La esperanza se reaviva cuando excavamos y rompemos la corteza de la realidad, cuando vamos más allá de la superficie. Hoy quisiera recordarles que, en cuanto tuvieron la libertad de vivir públicamente como cristianos, los discípulos de Jesús comenzaron a excavar, especialmente en los lugares de su pasión, muerte y resurrección. La tradición oriental y occidental recuerda a Flavia Julia Helena, madre del emperador Constantino, como el alma de esas búsquedas. Una mujer que busca. Una mujer que excava. El tesoro que enciende la esperanza es, de hecho, la vida de Jesús: debemos seguir sus pasos.
¡Cuántas otras cosas podría haber hecho una emperatriz! ¡Qué lugares nobles podría haber preferido a la periferia de Jerusalén! ¡Cuántos placeres y honores cortesanos! También nosotros, hermanas y hermanos, podemos descansar tranquilos en nuestras posiciones de poder y en las riquezas, mayores o menores, que nos dan seguridad. Así perdemos la alegría de nuestra infancia, ese deseo de excavar e inventar que hace nuevo cada día. «Inventar» —ya saben— en latín significa «encontrar». El gran "invento" de Helena fue el descubrimiento de la Santa Cruz. ¡Aquí está el tesoro escondido por el que vale la pena venderlo todo! La Cruz de Jesús es el mayor descubrimiento de la vida, el valor que transforma todos los valores.
Helena pudo comprender esto, quizás, porque llevaba mucho tiempo cargando con su propia cruz. No nació en la corte: se dice que era una posadera de origen humilde, de quien se enamoró el futuro emperador Constancio. Se casó con ella, pero por razones de poder, no dudó en divorciarse, separándola de su hijo Constantino durante años. Una vez emperador, el propio Constantino le causó no pocos dolores y decepciones, pero Helena siempre fue ella misma: una mujer en búsqueda. Había decidido convertirse al cristianismo y siempre practicó la caridad, sin olvidar jamás a los humildes de quienes ella misma provenía.
Esa dignidad y esa fidelidad a la conciencia, queridos hermanos y hermanas, cambian el mundo incluso hoy: nos acercan al tesoro, como el trabajo de un agricultor. Cultivar el corazón requiere esfuerzo. Es el trabajo más grande. Pero cavando encontramos; Al abajarnos, nos acercamos cada vez más a ese Señor que se despojó de sí mismo para hacerse como nosotros. Su cruz está bajo la corteza de nuestra tierra.
Podemos caminar con orgullo, pisoteando distraídamente el tesoro que pisamos. Si, en cambio, nos volvemos como niños, conoceremos otro Reino, otra fuerza. Dios siempre está debajo de nosotros, para levantarnos.