"Nos preocupa la dirección que está tomando nuestro mundo", afirma Prevost El Papa insta a los legisladores católicos a "ser constructores de puentes entre la Ciudad del Hombre y la Ciudad de Dios"

"Les exhorto a trabajar por un mundo en el que el poder sea domesticado por la conciencia y la ley esté al servicio de la dignidad humana. Les animo también a rechazar la mentalidad peligrosa y autodestructiva que dice que nada puede cambiar nunca"
"Mi venerado predecesor señaló la necesidad de una 'diplomacia de la esperanza'. Yo añadiría que también necesitamos una 'política de la esperanza' y una 'economía de la esperanza', ancladas en la convicción de que, incluso ahora, por la gracia de Cristo, podemos reflejar su luz en la ciudad terrenal"
"Agustín animaba a los cristianos a infundir en la sociedad terrenal los valores del Reino de Dios, orientando así la historia hacia su plenitud última en Dios, al tiempo que permitía el auténtico florecimiento humano en esta vida"
"Agustín animaba a los cristianos a infundir en la sociedad terrenal los valores del Reino de Dios, orientando así la historia hacia su plenitud última en Dios, al tiempo que permitía el auténtico florecimiento humano en esta vida"
"Nos preocupa la dirección que está tomando nuestro mundo y, al mismo tiempo, anhelamos un auténtico desarrollo humano, un mundo en el que todas las personas puedan vivir en paz, libertad y plenitud, según el plan de Dios". El Papa León XIV recibió esta mañana, en la sala Clementina, a los miembros de la Red Internacional de Legisladores Católicos, con quienes reflexionó sobre el nuevo orden mundial y la responsabilidad de las empresas y las grandes potencias en el desarrollo de un mundo en crisis.
En su discurso, Prevost reivindicó "la figura imponente de San Agustín de Hipona", quien fue "testigo de grandes convulsiones y desintegración social" en una época de ruptura, similar a la que vivimos hoy, y de cuya mirada surgió La ciudad de Dios.
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Así, el Papa agustino subrayó la tesis de las "dos ciudades" trazada por el de Hipona: la Ciudad del Hombre y la Ciudad de Dios, "dos orientaciones del corazón humano y, por lo tanto, de la civilización humana". Así, recordó Prevost, "la Ciudad del Hombre, construida sobre el orgullo y el amor propio, está marcada por la búsqueda del poder, el prestigio y el placer", mientras que "la Ciudad de Dios, construida sobre el amor a Dios hasta la abnegación, se caracteriza por la justicia, la caridad y la humildad".

Infundir en la Tierra los valores del Reino
Así, "Agustín animaba a los cristianos a infundir en la sociedad terrenal los valores del Reino de Dios, orientando así la historia hacia su plenitud última en Dios, al tiempo que permitía el auténtico florecimiento humano en esta vida". Una visión "de ancla ante las corrientes cambiantes de hoy en día", marcadas por "la aparición de nuevos centros de gravedad, el desplazamiento de antiguas alianzas y la influencia sin precedentes de las empresas y tecnologías globales, por no mencionar los numerosos conflictos violentos".
Ante esto, el pontífice denunció cómo "hoy en día, una vida próspera se confunde a menudo con una vida materialmente rica o con una vida de autonomía individual sin restricciones", y "el futuro ideal que se nos presenta es a menudo uno de comodidad tecnológica y satisfacción del consumidor". Sin embargo, matizó, "sabemos que esto no es suficiente".

"Lo vemos en las sociedades opulentas, donde muchas personas luchan contra la soledad, la desesperación y la sensación de falta de sentido", admitió el Papa, quien recalcó que "el auténtico florecimiento humano proviene de lo que la Iglesia llama desarrollo humano integral, o el pleno desarrollo de la persona en todas sus dimensiones: física, social, cultural, moral y espiritual".
Una visión de la persona "arraigada en la ley natural, el orden moral que Dios ha escrito en el corazón humano, cuyas verdades más profundas son iluminadas por el Evangelio de Cristo", respondió León XIV. Así, "el auténtico desarrollo humano se ve cuando las personas viven virtuosamente y en comunidades sanas, disfrutando no solo de lo que tienen, sino también de lo que son como hijos de Dios".

"Ya conocemos la respuesta"
Esto, también, "garantiza la libertad de buscar la verdad, de adorar a Dios y de formar familias en paz", e "incluye la armonía con la creación y un sentido de solidaridad entre las clases sociales y las naciones". De ahí que la auténtica pregunta para organizar la sociedad sea la de "el amor a uno mismo o el amor a Dios y al prójimo". "Por supuesto, ya conocemos la respuesta", apuntó.
Así, el Papa animó a los legisladores y servidores públicos católicos a "ser constructores de puentes entre la Ciudad del Hombre y la Ciudad de Dios". "Les exhorto a trabajar por un mundo en el que el poder sea domesticado por la conciencia y la ley esté al servicio de la dignidad humana. Les animo también a rechazar la mentalidad peligrosa y autodestructiva que dice que nada puede cambiar nunca", culminó el Papa.
Evocando a Francisco, Prevost apuntó que "mi venerado predecesor señaló la necesidad de una 'diplomacia de la esperanza'. Yo añadiría que también necesitamos una 'política de la esperanza' y una 'economía de la esperanza', ancladas en la convicción de que, incluso ahora, por la gracia de Cristo, podemos reflejar su luz en la ciudad terrenal", finalizó.