Una lectura de la narración bíblica del Huerto de los Olivos "Es posible reconocer el trauma experimentado por Jesús en Getsemaní como paradigmático de la experiencia humana"

Jesús en Getsemaní
Jesús en Getsemaní

"A través de esta escena, el texto bíblico habla radicalmente del ser humano, toca lo esencial de su condición, de la condición "sin Dios" del ser humano, de su fragilidad, de su carencia, de sus tormentos"

"Reconocer en la lección de Getsemaní no sólo el espejo del drama de la vida humana, sino también una indicación decisiva para tratar de afrontar afirmativamente el peso ineluctable de lo 'negativo'"

"Jesús vuelve a tomar la palabra para responder y asumir su voluntad en el silencio de Dios, entregándose libremente a su propio destino de muerte"

"En los relatos evangélicos de la Pasión se encuentra la asunción del paradigma bíblico del justo injustamente perseguido y asesinado y -sobre todo- del profeta rechazado y condenado a muerte"

La Biblia, como escribió Abraham Joshua Heschel, es un libro sobre el ser humano, una declaración sobre el sujeto humano, una antropología desde el punto de vista de Dios. Siempre que no se la falsifique con lecturas devocionales o apologéticas destinadas a esterilizar su carácter perturbador, siempre que no se trivialicen sus poderosas sugerencias convirtiéndola en puntal ideológico de las propias doctrinas indubitables y definitivas, siempre que no se la reduzca a fetiche de propaganda religiosa o política, la Biblia se ofrece a su lector como un texto que tiende a trastocar las certezas universales para desvelar una verdad siempre declinada en lo singular, activando así un proceso de cuestionamiento fundamental sobre el sujeto humano y sobre lo que insiste en su experiencia. 

En este horizonte de lectura se sitúa también la noche en el Huerto de los Olivos, en Getsemaní. A través de esta escena, el texto bíblico habla radicalmente del ser humano, toca lo esencial de su condición, de la condición "sin Dios" del ser humano, de su fragilidad, de su carencia, de sus tormentos. Las heridas del abandono y de la traición, la herida de la fatalidad de la muerte, ¿no son las heridas más profundas que debe soportar el ser humano? ¿No es aquí donde se manifiesta la dimensión más radical de un 'negativo' que ninguna dialéctica puede redimir?

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El huerto Getsemaní, uno de los lugares de obligada visita turística en Tierra Santa
El huerto Getsemaní, uno de los lugares de obligada visita turística en Tierra Santa Stacey Franco

El texto bíblico de Getsemaní sólo habla a quien se deja atrapar por la transferencia que provoca. En el caso que nos ocupa, la angustia, el trauma de la traición y el abandono, la oración como reconocimiento del Otro, el silencio de Dios, el miedo a la muerte, la entrega de sí mismo,…, no existen fuera de lo que para cada uno es la noche, la angustia, la traición, la oración, el Otro y su ausencia, el miedo a la muerte, el deseo y su subjetivación.

El lector no encuentra en el texto una distracción de las tramas más enmarañadas y ásperas del vivir; al contrario, el texto bíblico -y precisamente a este nivel es posible reconocer el trauma experimentado por Jesús en Getsemaní como paradigmático de la experiencia humana- reconduce insistentemente al lector a la dimensión trágica y 'negativa' de la vida, como para provocarle a buscar a Dios y a entregarse a su propio deseo no en la superación de su condición concreta, sino en el corazón mismo de la naturaleza trágica del vivir.

Ahí reside, en una aparente paradoja, lo que a mis ojos es la intuición más compleja y antropológicamente interesante de la lectura de la noche en el Huerto de los Olivos, y que nos permite reconocer en la lección de Getsemaní no sólo el espejo del drama de la vida humana, sino también una indicación decisiva para tratar de afrontar afirmativamente el peso ineluctable de lo 'negativo'

Siguiendo la trama de la narración evangélica -tras destacar el impacto traumático de la traición de Judas y Pedro (trauma para los dos traidores) y la angustia de sentirse abandonado en el tormento de la muerte inminente (angustia determinada por su "apego a la vida", y que nos permite conocer el estado de ánimo de Jesús ante la muerte como exactamente lo contrario de la serenidad del mártir religioso o del héroe griego) hay para mí dos momentos especialmente significativos de la oración de Jesús.

Getsemaní

Si en el primer momento adquiere el tono de una súplica dirigida al Padre para que le ahorre el trauma de la muerte, pidiéndole que cambie la historia ya escrita y que le salve de la muerte, en el segundo momento la oración de Jesús toma otra forma. El Padre no responde a la súplica de su Hijo, su petición de escapar de la muerte se encuentra con el silencio ensordecedor de Dios; y es precisamente esta ausencia de respuesta la que obliga a Jesús a asumir una nueva posición: Jesús vuelve a tomar la palabra para responder y asumir su voluntad en el silencio de Dios, entregándose libremente a su propio destino de muerte

Precisamente porque brota del silencio de la ausencia del Padre la entrega de Jesús asume los rasgos de la asunción de la voluntad paterna. A través de esta asunción subjetiva de su propio destino, Jesús opera una torsión radical respecto a la lógica sacrificial, llegando a desacralizar la categoría religiosa del sacrificio.

La entrega de la vida de Jesús es como un acto absoluto de libertad que sólo encuentra su fundamento en sí mismo. Todo acto de amor, si es tal, es siempre absoluto, porque sólo encuentra satisfacción en el cumplimiento de sí mismo y no en cualquier retorno que el acto pueda añadir, en un tiempo diferido, al acto mismo.    

No se trata, la mía, de una interpretación exegética pero yo creo que una lectura atenta de los relatos de la pasión (siempre que el punto de referencia siga siendo el texto bíblico y no alguna interpretación doctrinal del mismo), nos permite darnos cuenta de que en los relatos evangélicos de la Pasión se encuentra la asunción del paradigma bíblico del justo injustamente perseguido y asesinado y -sobre todo- del profeta rechazado y condenado a muerte (cf. por ejemplo Lucas 13, 33-34). No creo que en ningún pasaje evangélico Jesús muestre que se entienda a sí mismo como víctima de expiación por los pecados de los hombres o haga alusión a un precio que pagar a Dios para obtener su perdón.

Getsemaní

En cambio, la experiencia dramática y traumática de la pasión de Jesús -desde la noche de Getsemaní hasta la tarde de su muerte- se configura como entrega total y libre, que por eso mismo lleva ya en sí la superación de la muerte en el horizonte pascual. El Jesús de los Evangelios, en efecto, no muere pasivamente a manos de sus verdugos, sino que decide entregar su vida (cf. Juan 10, 1) no para pagar las consecuencias de la culpa de otros -según un esquema expiatorio sustitutivo (o vicario) que cierta apologética disfrazada de teología sigue reproponiendo-, sino porque en la entrega asume otra voluntad como la voluntad de su propio deseo. 

En esta entrega al Otro, en esta entrega de la vida al deseo del Otro, Jesús ofrece el testimonio de lo indemostrable: de la posibilidad de pasar por la muerte sin morir, precisamente porque morir ya no es morir, sino que es dar la vida.

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