Semana Santa en Ejercicios Espirituales ante el Cristo de Velázquez (3) y (4)


Martes Santo: dejándose guiar por el Espíritu Desvelador del Camino


En este tercer día de Ejercicios Espirituales en Semana Santa, nos dejamos llevar por el Espíritu Revelador del Camino.

“El azar, decía el filósofo Paul Ricoeur, se convierte en destino mediante la repetición de una elección”. Comenzó por coincidencia y maduró en paso definitivo, algo que acaba convirtiéndose en destino, a fuerza de reiterar a diario la opción. Eran las cuatro de la tarde cuando preguntaron al Maestro: “¿Dónde vives?”, y los invitó a parar en casa aquella noche? (Jn 1, 39).

Tres temas centrales del encuentro con “lo de Jesús que nos mete en el lío del Reino”:

llamamiento para 1) estar con El, 2) trabajar en su misión, 3) y compartir su destino.

Nos alimentamos con la Palabra: Kôan bíblicos para leerlos con cuerpo y alma unimismados.

Filip 1, 21: Para mí vivir es Cristo
Gal 2, 20: Vivo… no yo, Cristo vive en mí
Filip 2, 6-7: No se aferró a su categoría divina, se despojó de su rango
Gal 4, 4-7: Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer… envió a vuestro interior el Espíritu de su Hijo, que grita: ¡Abba!¡Padre!
Jn 14, 5-7: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida


Salmodia con el poema al Cristo de Velázquez, para meditar paseando:


De noche la redonda luna dícenos
de cómo alienta el sol bajo la tierra;
y así tu luz; pues eres testimonio
Tú el único de Dios, y en esta noche
sólo por Tí se llega al padre Eterno;
solo tu luz lunar en nustra noche
cuenta que vive el sol...
porque es tu blanco cuerpo manto lúcido
de la divina inmensa oscuridad! (1, VII)







Semana Santa en Ejercicios Espirituales ante el Cristo de Velázquez (4)

Miércoles Santo de tinieblas y luz: Espíritu de Verdad y discernimiento

En la iluminación, la vivencia del despertar: “Me he desengañado, mediante un encuentro decisivo que me cambia”. Mas en el momento siguiente, humanamente inevitable, aparecen la lusión, el autoengaño y el espejismo: “De nuevo me extravié”.

También para Ignacio de Loyola todo empezó por casualidades: bala perdida, pierna rota, convalecencia sin novelas de caballerías, sino solo vidas de santos. La oportunidad desembocó en momento oportuno, tras una elección.

Dos experiencias decisivas: un encuentro, que cambia la ruta, y una serie de extravíos, al caminar. Hay que discernir. La historia de la iglesia y de cada comunidad se bifurca en esta encrucijada. Ignacio la llamó “Dos banderas” (Ej. 136-148). ¿Qué camino elegimos? ¿Optamos por quedarnos sólo con los dos primeros puntos, “con El y para su obra”, pero no “por su camino y a su estilo”? ¿Optamos por los tres puntos completos, sobre todo acentuando el tercero: su estilo que nos desconcierta, nos mete en más de un lío y nos escandaliza? Oscuridades, inquietudes, angustias, duda.

¿Quién y cómo es Jesús, quiénes y cómo somos nosotros? Iluminación y desorientación, consolación y desolación, mociones de buen espíritu y colas serpentinas de mal espíritu: cara y cruz de la fe. Autoengaños y extravíos, mal y tinieblas siempre a mano. Conduce el Espíritu y tienta el mal. “¿Quién soy yo?” Responde el espíritu de Jesús y da identidad. Responde el mal espíritu y aliena.

La vida, cadena de altibajos entre ser uno mismo y alienarse extraviado, iluminación y autoengaño: luz y tinieblas. Para encontrarse, hay que olvidarse, salir de sí para volverse a encontrar y recuperarse.

Nos alimentamos con la Palabra: Kôan bíblicos para leerlos con cuerpo y alma unimismados.


Lc 6, 26: ¡Ay de vosotros, cuando a todos les caigáis bien!
2 Co 12, 10: Cuando soy débil, entonces soy fuerte
Dt 30, 15-20: Escoge lo que da vida


Salmodia con el poema al Cristo de Velázquez, para meditar paseando:

¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Tí, donde está el reino
de Dios; dentro de Tí, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas...

Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre
nos guían en la noche de este mundo,
ungiéndonos con la esperanza recia
de un día eterno. Noche cariñosa,
¡oh noche, madre de los blandos sueños,
madre de la esperanza, dulce Noche, noche oscura del alma, eres nodriza
de la esperanza en Cristo salvador! (1, IV)


Eres vla luz, Tú el Hombre
que esclarece en el mundo a los mortales.
Luz, luz, Cristo Señor, luz que es la vida!
(1, XX)
¡Curas el hastío
que ns meten al tuétano del ánimo
los halagos del mundo lagotero
que nos envuelve en sempiterno error! (IV, 5)

Vélate la melena las orejas,
cual por misterio que trazó tu Padre.
No estriba nuestra fe en lo que nos dice,
mas si en nos oye. ¿Será el Padre sordo
no siendo mudo...

¿Para qué doliente
plañe en la costa el mar, y canta el pájaro,
si la bóveda azul del sol, oído
de tu Padre, se cierra a nuestras voces
de congoja? (3, VIII)
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