Cuaresma: pecado 1º: Matar (violar) niños. De Moisés (Ex 2) a Sal 137

Los códigos morales insisten en “no dañar” (oprimir, matar, violar)a inocentes, y en especial a  niños. A pesar de eso, desde tiempos antiguos, la humanidad triunfante ha elevado su poder matando, oprimiendo o violando niños, por instinto y abuso de poder (por debilidad propia), más que por afecto sexual.   

 Desde ese fondo se entienden algunos textos fundamentales de la Biblia, desde Ex 2 (Moisés: salvar a los niños) a Ex 137 (estrellar contra la roca  a los niños).  Este pecado es quizá la mayor lacra de nuestra sociedad, desde las grandes guerras, hasta la hedionda trata de niños, con la pederastia social, clerical o familia.

Ésta es nuestra historia. Absténgase de seguir leyendo quien tenga miedo de reconocer nuestra esperanza de salvación y nuestra violencia asesina. Imagen 1 de mi hermano Natxo:el niño de la playa 

Puede ser una ilustración de diario y texto

Según Mt 2, Jesús nació en un mundo de niños asesinados.

Los niños de Belén de Mt 2 (de Belén) son inocentes pero, a los ojos del tirano de turno o del sistema ellos pueden acabar siendo un peligro, lo mismo que los niños hebreos de Egipto a quienes mandaba matar el faraón (según Ex 1-2) para que no crecieran, para que no pudieran ser un día una amenaza para el orden de Egipto. También Herodes mata a los niños porque pueden crecer y elevar una pretensión “regia” en contra de él.

  Jesús ha nacido en un mundo donde sufrían y morían  niños inocentes”. Entre ellos están 

  • Los niños abortados y/abandonados por egoísmo de algunos,empezando por sus familiares, niños de la calle, en los suburbios de las grandes ciudades del primer-segundo- tercer-cuaro mundo, víctimas de la desintegración familiar y de la pobreza, dentro de un mundo que no ofrece lugar para ellos.
  • Los niños carentes de cariño…Niños que son víctimas de una sociedad que no tiene tiempo para ellos, tiempo de familia, de cercanía personal, de cuidado directo… No hace falta matar, como se dice que hizo Herodes.Basta con introducir a los niños en nuestras neurosis de mayores para que ellos nazcan y crezcan en un clima de violencia e inseguridad que después condenamos en ellos
  • Los niños que mueren de hambre, en manos de madres o padres impotentes, dentro de un mundo donde el exceso de alimentos y riqueza de algunos condena a la muerte de hambre a millones de niños cada año.
  • Los niños de la guerra, directamente asesinados, abandonados, perdidos. Miles y miles de niños, millones de inocentes, víctimas de la prepotencia del poder de los nuevos herodes… Ciertamente, muchos políticos dirán que son simples “daños colaterales”. Para el evangelio, ellos son el centro de la historia, compañeros de Jesús.
  • Los niños, víctimas colaterales… Muchos políticos y economistas dirán que los niños son «víctimas colaterales»; dirán, incluso, que están dispuestos a construir bombas inteligentes que no maten a los niños, sistemas económicos que respeten a los niñosPero todo eso son mentiras. Donde se extiende la violencia y la opresión las primeras víctimas son los niños (y las mujeres).
  •  Niños de tráfico sexual, niños y niñas, condenados al comercio de las organizaciones mafiosas y al turbio placer de los pedófilos de cualquier signo. Ellos, los niños violentados de un modo sexual, ofrecen en la actualidad uno de los rostros negativos más hirientes de la Navidad. 
  • Los niños violados por los pederastas de turno: Pederastas angélicos de las historias antiguas de Henoc, pederastas de iglesia o de familia egoísta, pederastas con carnet de religión o de economía de sistema, o de turismo sexual, o de tráfico de niños, como mercancía sexual para el mejor postor.

MOISÉS, NIÑO SALVADO DE LAS AGUAS 

La hija de faraón - Protestante Digital

            Estrictamente hablando, Moisés no debería haber nacido. Como sabe el texto precedente (Ex 1) y como añade el nuestro (Ex 2), el Faraón de Egipto ha condenado a muerte a los niños hebreos recién nacidos: no deja crecer al pueblo de los hombres sometidos, no permite que los oprimidos puedan levantarse un día y destruir su imperio. Por eso manda asesinar a todos los varones hebreos, que nacen.

            Este trasfondo ofrece gran valor histórico y simbólico. Las dictaduras tienen "miedo de los hombres" (entendidos aquí como varones). Temen el alzamiento de los oprimidos. Por eso manda que se corten de raíz los brotes de toda posible oposición: mata a los niños antes de que puedan vivir sobre la cuna.

            Pues bien, sobre ese fondo (cf. Ex 2), Moisés no debería haber nacido. No deben crecer los hijos de los oprimidos, no sea que un día nos dominen  Pero el sistema también falla. Nunca se logra controlar del todo el ritmo de la vida y así recuerda en este aspecto la actuación de las buenas comadronas (Ex 1, 15-21). Pero en el caso de Moisés ese recurso resulta insuficiente. Allí donde no matan ya las comadronas (puestas al servicio de la vida, contra el Faraón), el mismo Faraón ha establecido otro recurso para matar a los hebreos: A todo niño que nazca le echaréis al Río,  pero a las niñas las dejaréis con vida (Ex 1, 22).

            De esa forma, el Rio, que conforme a la visión sacral de Egipto era principio de la vida, se convierte por ley del Faraón en seno de la muerte. Como ha indicado el tema precedente, los egipcios nacen y viven del Nilo: de sus aguas reciben todo el alimento. Pues bien, el mismo río de la vida se convierte, por dictado especial del Faraón, en corriente de la muerte. Pero la Biblia ha descubierto que allí donde los hombres llevan a la muerte, Dios se eleva como fundamento de la vida. De esa forma, el Nilo donde estaba condenado a morir se convierte en lugar de nacimiento de Moisés.

Un hombre de la casa de Leví tomó como mujer a un hija de Leví. Concibió la mujer y dio a luz un hijo. Y viendo que era hermoso lo tuvo escondido durante tres meses. Pero no pudiendo ocultarlo ya por más tiempo, tomó una cestilla de papiro y la calafateó con betún; metió en ella al niño y lo puso entre los juncos, a la orilla del río. (Ex 2, 1-3)

             Moisés nace de esa forma como hebreo: es hijo de la tribu de Leví donde se mantiene vivas las antiguas tradiciones de aquel pueblo esclavizado que busca libertad. Nace el niño y su madre debe mantenerlo oculto, porque el Faraón no deja que vivan los hebreos. Nace el niño y, no pudiendo ocultarlo por más tiempo, su madre lo puso en un barquito, en las orillas del gran Río. De esa forma, el Nilo de la vida, convertido por el Faraón en ámbito de muerte, viene a ser lugar de prueba: en sus aguas flota el niño, como si flotara en manos de la Providencia. 

Bajó la hija del Faraón a bañarse en el río y mientras sus doncellas paseaban por la orilla, divisó las cestilla entre los juncos y envió una criada suya para que la recogiera. Al abrirla vio un niño que lloraba. Se compadeció y exclamó: `Es uno de los niños hebreos'. Entonces dijo la hermana de Moisés (que estaba escondida): `¿Quieres que yo vaya y llame a una nodriza de entre las hebreas, para que te críe este niño?'. `Vete', le contestó la hija del Faraón. Fue, pues, la joven y llamó a la madre del niño. Y la hija del Faraón le dijo: `Toma este niño y criámelo, que yo te lo pagaré'. Tomó la mujer al niño y lo crio. El niño creció y ella lo llevó entonces a la hija del Faraón, que lo tuvo por hijo y le llamó Moisés, diciendo: `De las aguas lo he sacado'.      (Ex 2, 5-10)           

¿QUE PAPEL REALIZAN LAS TRES MUJERES EN LA HISTORIA DE MOISES? 

            Al fijarnos en las tres mujeres advertimos que el principio de la salvación no es obra de varones. Moisés ha recibido de ellas su vida y su misión; ellas le forjan y aparecen de esa forma como "madres de Israel":

  • De la madre hebrea sabemos ante todo que era una creyente: puso en manos de Dios la vida del niño y luego lo alimentó, para entregarlo a la hija del Faraón.
  • La hermana es la primera "guía" de Moisés: ella vigila su lugar entre las aguas, para ser luego mediadora entre la madre hebrea y la madre egipcia. La tradición la identifica con María, la compañera de Moisés en el camino, la primera profetisa de la liberación del pueblo. (Cf Ex 15)
  • La hija del Faraón pertenece, en la estructura del relato, al mundo de los dominadores. Sin embargo, como mujer, ella se apiada del niño abandonado y, por eso, lo acoge como propio. Descubrimos en ella que el sistema de Egipto no está totalmente corrompido: en la misma casa del Faraón, entre sus hijos, encontramos a esta joven que, por encima de la ley del padre, sigue los principio y leyes divinos de la vida.

            Significativamente, estas tres mujeres están en el principio de la liberación israelita, como promotoras de todo lo que viene a realizarse luego. Así reflejan el "sentido primigenio" de lo humano y superan las leyes opresoras de la tierra.

            La madre israelita se arriesga a mantener vivo y oculto al niño, en contra de la ley del Faraón. Cumple así la más intensa urgencia humana de la maternidad y de la vida. Pues bien, llegado el momento del conflicto, ella prefiere dar al niño antes que conservarlo muerto. Es como la madre verdadera del juicio de Salomón: decide que su niño viva, aunque deba vivir con otra madre, más que dejarlo morir, de tal manera que no pueda tenerlo ya ninguna (Cf 1 Rey 3, 16-28). De esa forma muestra que ella es más que madre física: elige el bien del niño, aunque al obrar así lo pierda. Esta experiencia maternal de amor gratuito está al principio de la salvación, conforme a la Escritura.

            La madre egipcia es ya en su origen una madre adoptiva. En un primer momento ella parece una mujer de lujo y corte, rodeada de doncellas, ocupada en baños, a la vera del gran río. Pero, en un momento dado, ella descubre algo más grande que su lujo y corte: el niño amenazado por las aguas de la muerte. Entonces se le alumbra un poco de vida superior, por encima de las leyes y principios de su padre, el Faraón. Ella revive de esa forma un conflicto parecido al de Antígona de Sófocles.

            Conforme a la tragedia griega, Antígona, la hermana, debe rechazar las leyes de su padre (o tío) gobernante, para así cumplir las leyes más profundas del amor fraterno y de la sangre: sepulta así a su hermano muerto, a pesar de los dictados del monarca, arriesgando su propia vida (o muriendo). De esa forma han resaltado los antiguos griegos el contraste que muchas veces surge entre el orden "natural' (divino) de la piedad fraterna y el orden político, impuesto por los hombres.

            La hija del Faraón se halla también, ante un dilema semejante. Si cumple la ley de su padre tiene que dejar morir al niño (que además no es suyo). Si escucha la voz de su piedad humana y su cariño materno, femenino, ha de aceptar al niño y educarlo como propio. Esto es lo que hará, rompiendo así la ley del Egipto. Descubrimos así que a pesar de todos sus esfuerzos, el Faraón no ha conseguido imponer su ley de muerte en el reino. Dentro de su misma casa y sangre halla mujeres que desobedecen, aunque para ello deban actuar de forma oculta o escondida.

      Esta hija del Faraón, que adopta  al niño hebreo abandonado, viene a presentarse en el principio del relato de Moisés como señal de todos los varones y mujeres que, asentados en el centro del sistema destructivo, lo acaban rechazando. Esta "quinta columna" de amor y humanidad vuelve a surgir en el principio de la mayor parte de las revoluciones. Las dictaduras más sangrientas, aun aquellas que tienden a matar en su raíz y cuna a sus opositores, dejan siempre un hueco de esperanza: en ese hueco emergen los varones y mujeres que se ponen al servicio de la vida amenazada como la hija del Faraón. Ella ha descubierto que todos los que están abandonados en el río son sus hijos.

            En la salvación de Moisés influye todavía otra mujer: su propia hermana. Externamente, ella aparece como niña que juega en torno al río, como joven ingenua que no sabe lo que hace. sin embargo, si miramos con más rigor el texto, descubrimos que ella sabe y así actúa como intermediaria entre las dos madres: conoce el riesgo del niño abandonado y para salvarlo se aventura a presentarse ante la hija del Faraón sin saber lo que luego pasará. Ella es la figura más perfecta de la "mujer hermana", que sabe mantenerse en el lugar del riesgo y así arriesga hasta su vida por la vida del hermano.

SAL 137 (136). EN LOS CANALES DE BABILONIA 

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            Éste es un salmo-lamentación  que se sitúa en el tiempo del “exilio” (587-539) o quizá en tiempos posteriores, recreando una situación de exilio, de un modo poético y teológico (con final de venganza: Matar el niño). El salmista parece recordar una situación anterior, y así describe de forma poética, con breves y fuertes pinceladas, el contexto y sentido de su pena.

Frente al Nilo del texto anterior (Egipto) tenemos aquí los canales de Babilonia están asociados con el dolor de los desterrados, que no tienen templo para cantar a coro sus lamentaciones, sino un gran deseo o, más bien, necesidad de llorar, para “celebrar” de esa manera el luto por la “muerte” de Jerusalén. Se sientan así, como plañideros, en el suelo mientras corre el agua, que, en lugar de ser garantía y promesa de vida, es para ellos presagio y memoria de muerte. En ese contexto introduce el poeta su más palabra más significativa: Recordando a Sion  

            No están simplemente llorando, sino que han venido a “celebrar” su duelo, en forma de liturgia de recuerdo. La filosofía religiosa de Platón es en gran medida un recuerdo del “descenso” de las almas, que han caído del cielo y que así, desde la tierra, quieren recordarlo.  Por el contrario, los judíos de Babilonia no recuerdan el cielo del que han sido expulsados o del que han “caído”, sino que recuerdan a Jerusalén, la ciudad de la que han sido expulsados

            ´ El texto no dice si ellos, los judíos de los canales de Babilonia, llevan comida para recordar juntos a Sion mientras lloran, sino que se fija sólo en sus cítaras, un tipo de liras (salterios, harpas planas) para entonar y acompañar los salmos,  que los desterrados han dejado colgadas e inútiles, en los sauces de las orillas. Las han traído, pero no se atreven a tenerlas en las manos, para a tocar y cantar, y por eso cuelgan de los árboles, como memoria muda de la ciudad de su amor y su recuerdo. Así sigue el salmo, de bellísima poesía, de honda y terrible venganza.

Vea los detalles de la imagen relacionada. Enséñanos a orar: El libro de los Salmos. Lectura cristiana by Xabier ...

  • 1 Junto a los canales de Babilonia | nos sentamos a llorar | recordando a Sion; 2 en los sauces de sus orillas | colgábamos nuestras cítaras.
  • 3 Allí los que nos deportaron | nos invitaban a cantar; | nuestros opresores, a divertirlos: | «Cantadnos un cantar de Sion». 4 ¡Cómo cantar un canto de Yahvé | en tierra extranjera!
  • 5 Si me olvido de ti, Jerusalén, | que se me paralice la mano derecha; 6 que se me pegue la lengua al paladar | si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén | en la cumbre de mis alegrías.
  • 7 recuerda Yahvé a los hijos de Edom, el día de Jerusalén, cuando decían: «¡Desnudadla, | desnudadla hasta los cimientos!». 8 ¡Hija de Babilonia, destructora, | dichoso quien te devuelva el mal que nos has hecho! 9 ¡Dichoso quien agarre y estrelle | a tus hijos contra la peña!

Situación (137, 1-2). Junto a los canales de Babilonia. La visión de unas cítaras colgadas, mientras los hombres reunidos para una liturgia de memoria de Sion están sobre el agua de los canales, constituye una de las imágenes más tristes y provocadores de la historia judía.

Es una imagen triste, porque los liturgos, músicos cantores de Sion en Babilonia, han colgado sus cítaras, indicando así que quieren (=quisieran) cantar salmos, pero son incapaces de hacerlo. Ésta es es, al mismo tiempo, provocadora, pues tras la caída de la ciudad, con una parte de su población asesinada, ellos, los deportados de Sion, siguen trayendo junto al río de Babel sus cítaras del templo, diciendo que les gustaría tocar y cantar.

            Las han traído hasta el río de su liturgia, a campo abierto, bajo el cielo, ante la mirada de todos los que pasan. No tocan ni cantan, pero saben y dicen con su llanto ante la cítaras colgadas, pues no las han roto, ni han olvidado los cantos). Y así permanecen llorando, junto a los sauces de la orilla, con cítaras colgadas de las ramas

Escarnio o invitación (137, 3-4). La petición de los opresores. Normalmente se ha pensado que esa petición de los opresores (cantadnos un cantar de Sion) tiene un sentido de burla, como si los babilonios quisieran burlarse de los cautivos derrotados, como si quisieran convertirles en bufones de su fiesta. Ese matiz se encuentra quizá al fondo de su petición, pero ella podría tener un elemento positivo:

Estos babilonios querrían quizá “animar” a los cautivos, pidiéndoles que canten un salmo de Sion, no sólo por ellos (los deportadores), sino para bien de los mismos judíos, a fin de que retomen su aliento y alegría en el cautiverio, que rían, que canten, que inicien un tipo de vida renacida.

            Normalmente, a los vencidos (encarcelados, cautivos) se les prohíbe entonar sus cantos en público (por miedo a las sublevaciones), no se les permite ni siquiera llevar por la calle las cítaras. Sin embargo, estos cautivos de Sion en Babilonia pueden llevarlas junto al río, y cantar sus cantos de Sion (es decir, de su patria política y religiosa).

Sus cautivadores podrían estar “burlándose” de ellos. Pero en el fondo de esa burla podría haber también un deseo y una posibilidad de “rehabilitación” del judaísmo en tierra extranjera. Así lo han entendido y así lo han hecho muchos judíos “deportados” que, por las noticias que vemos en Jer 29, 5-13 y en la historia posterior, se han “instalado” en Babilonia, recreando así su judaísmo (como indica el tárgum y el talmud de Babilonia).

            Pero los judíos de este salmo se niegan diciendo: ¡Cómo cantar un canto de Yahvé en tierra extranjera!No dicen “salmo de Sion”, sino “canto de Yahvé”, como si aquello que les uniera de verdad y les alegrara no fuera simplemente Sion-Ciudad, sino Yahvé-Dios, que se vincula con Sion, pero que es más que Sion. Ellos distinguen entre tierra propia (la de Israel) y tierra extraña, extranjera, negándose a mostrar en ella su alegría. Se niega a cantar, pero viven en Babel (con sus cítaras) y cuando puedan volver a Sion muchos seguirán viviendo en Babilonia.

Deprecación o juramento (137, 5-6). Si me olvido de ti, Jerusalén. Estas palabras no van ya dirigidas a los babilonios que les invitan a cantar, sino a Jerusalén, a modo de juramento. Pueden estar pronunciadas junto al río (ante los deportadores) o en otro lugar, tanto en el exilio como en la tierra de Israel, tanto en los años de la deportación estricta (587-539 a.C.), como en los tiempos posteriores, hasta el día de hoy. Este es el juramento de aquellos que se comprometen a vivir “recordando” a Sion, lo que ha sido, lo que ahora representa y lo que será en el futuro de la liberación completa.

            Este juramento, en forma de maldición, constituye una de las profesiones de fe y vida más importantes del judaísmo, desde el tiempo aquel (siglo VI-III a.C.) hasta el día de hoy. Es el juramento de aquellos que se definen y distinguen por su recuerdo de Sion, y que lo hacen con tres “condiciones” y dos “auto-maldiciones”: 

- Si me olvido de Jerusalén , si no me acuerdo de Jerusalén, si no te pongo como cabeza o cumbre de mis alegrías. Estos judíos del juramento de Sion (repetido tres veces con la misma condición” (al{á-~ai, si no…)  se comprometen a no olvidarse de Jerusalén, de manera que sea fundamento de sus recuerdos y principio de sus alegrías.  Estrictamente hablando, no se comprometan a volver a Jerusalén, ni a guardar silencio en Babilonia, de manera que, en contra de lo que parece decir 137, 4, ellos podrían cantar a Sion en el mismo cautiverio. Lo único a lo que se comprometen es a recordar a Jerusalén y a tomarla  como principio y cumbre de sus alegrías.

- Que se me paralice (=que se me seque) la mano derecha (es decir, que no pueda trabajar, ni tocar nunca la cítara colgada del árbol sobre el río), que se me pegue la lengua al paladar (que no pueda cantar ni hablar…). Estos judíos exiliados pueden por tanto tocar la cítara y cantar (trabajar y hablar), estén donde estén (en Babilonia o Sion), pero sólo con la condición de que recuerden a Jerusalén y que tomen la Ciudad como base de sus alegrías, estén donde estén, viviendo donde vivan[1].

Imprecación (137, 7-9). Bienaventurado quien mate a tus hijos.Parece un añadido, pues el salmo podría haber terminado y tendría buen sentido si hubiera acabado en 137, 6, como han pensado millones de cristianos, que se niegan a rezar estos tres últimos versos, con miles de judíos que piensan lo mismo. De todas formas, en contra de las prevenciones de muchos cristianos y judíos, este final de venganza forma parte esencial de este salmo, entendido desde una perspectiva de retribución equivalente, esto es, de justicia “vengadora” de Dios.

            En un plano de talión, estas palabras de maldición final resultan necesarias en una línea de talión sangriento, y han de vincularse a la maldición “interna” de los versos anteriores (que se me paralice la mano, que se me pegue la lengua…).  El salmista quiere que Dios retribuya su mal a los enemigos de Israel, y lo hace con tres maldiciones:  una contra Edom, dos contra babilonia (en forma de bienaventuranzas invertidas):

Salmos 137:9 (BTX) - ¡Dichoso el que agarre a tus hijos y los es...

 -  Recuerda Yahvé a los hijos de Edom (=los palestinos de Gaza, tal como muchos políticos anti-israelitas del actual Estado de Israel interpretan el texto)  (137, 7). Edom, los idumeos o edomitas, han sido un pueblo gemelo de Israel/Jacob (hijos de Esaú según el Gen 25-27). Se sintieron “oprimidos” por los israelitas, y “ayudaron” a los babilonios en la conquista y destrucción de Jerusalén según Abdías y otros profetas. Actualmente, los “idumeos” son para muchos los palestinos del entorno del Estado de Israel, especialmente los de Hamas. El salmista pide aquí que Dios que se vengue de ellos. Ciertamente, en tiempo de los macabeos y de Herodes muchos idumeos se hicieron judíos y algunos lucharon con los rebeldes en contra de los romanos en la guerra del 67-70 d.C. De todas formas, el conjunto de la tradición judía posterior ha interpretado a Edom como signo de todos los enemigos de Sion y de Dios, como si fueran poderes demoníacos que han de ser destruidos. 

- Primera bienaventuranza contra Babilonia/Edom (137, 8): “Dichoso quien te devuelva (a Babilonia) el mal que nos has hecho”. Esta es la bienaventuranza de los “vengadores de sangre”, que quieren “pacificar” (imponer el shalom) por la fuerza contra los violentos. Entendida así, esta bienaventuranza resulta esencial en un plano de talión: Sólo consigue la paz quien “mata” a los enemigos de la paz, representados aquí por los babilonios. Recordemos que los babilonios habían comenzado pidiendo a los cautivos judíos que les “canten” cantares de Sion (137, 3). Pero éstos, los judíos, responden pidiendo venganza y muerte contra los babilonios. Sólo puede mantenerse nuestro imperio (de buenos judíos, de buenos blancos… si se mata o no se deja nacer a los hijos de los extranjeros):

  • Segunda bienaventuranza: Los niños de Babilonia (137, 9). Bienaventurado el que mate a los niños babilonios o idumeos (אַשְׁרֵ֤י ׀ שֶׁיֹּאחֵ֓ז וְנִפֵּ֬ץ אֶֽת־עֹ֝לָלַ֗יִךְ אֶל־הַסָּֽלַע׃): Los judíos nacionalistas de este salmo tan hermoso siguen diciendo a Babilonia: ¡Bienaventurado quien estrelle contra la peña a tus pequeños/niños!

En sí misma, esta bienaventuranza era y sigue siendo terrible, y debemos cerrar los oídos ante ella. Pero en el contexto de la Biblia y del conjunto de la historia humana ella resulta “lógica”, e incluso necesaria para mantener un tipo de orden de violencia sobre el mundo, es decir, un tipo de talión o venganza de sangre.

Por eso, los faraones empezaron queriendo matar a los hijos varones de los hebreos; por su parte, el Dios de los hebreos respondió matando a los primogénitos de Egipto (Ex 12, 29-50), a fin de que el imperio “malvado” no pudiera reproducirse. Esta maldición es lógica en una línea de talión, pero va en contra de la experiencia más honda del judaísmo, tal como desemboca en el cristianismo: Si se quiere mantener por la fuerza el bien propio es preciso destruir el bien ajeno (empezando por los hijos). Lo que más escandaliza en esta “plaga” no es la muerte de los niños babilonios, sino el hecho de que sean estrellados contra la roca. Éste es un judaísmo de venganza en estado puro, no el gran judaísmo de muchos profetas y sabios, el judaísmo del verdadero Talmud auténtico

oooooooooooooo 

            Estos versos finales (137, 7-9) forman una elaboración particularista y violenta del salmo, con un deseo de muerte en contra de los idumeos y de los babilonios, en un contexto de violencia simétrica.  A los idumeos que decían “arrasad a Jerusalén” responden aquellos jerosolimitanos que dicen “arrasad a Edom, matad a todos los niños de los babilonios. A los babilonios que hay cautivado a los judíos responden aquellos judíos que quieren matar a los hijos de los babilonios.

            Ésta es la lógica de la guerra no hay otra, a no ser que queramos superar la violencia con una más alta no violencia activa, como han sabido desde antiguo muchos judíos, y entre ellos Jesús de Nazaret que nunca ha querido que la ciudad de los idumeos sea destruida, ni ha querido estrellas contra las piedras a los hijos de los babilonios.  Este salmo 137 es muy hermoso, pero en el fondo de su belleza esconde elementos de durísima violencia. 

[1] Este es, por tanto, un salmo ambivalente. Por un lado, parece que los salmistas/desterrados se niegan a cantar en tierra extranjera (127, 4). Por otro pueden cantar, en cualquier lugar del mundo, siempre que mantengan/cultiven el recuerdo de Sion, como principio y base de sus alegrías. Así lo han entendido y entienden millones de judíos, que siguen recordando y cantando a Jerusalén desde todos los lugares del mundo.

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