Lectura evangélica de la cumbre anti-pederastia Cumbre anti‒pederastia. Lectura crítica y propuesta desde Mt 18, 1‒17.

No a los abusos en la Iglesia
No a los abusos en la Iglesia

Se ha celebrado en Roma la cumbre sobre “pederastia clerical” (21‒24. 2. 2019). Ha sido una cita muy importante, y su efecto en la iglesia sólo se podrá evaluar en el futuro, según fuere la recepción y consecuencias que ella tenga. De todas formas es muy significativo el hecho de que los presidentes de las Conferencias Episcopales y otros cristianos significativos se hayan reunido con esa agenda. En ese contexto es admirable el empeño del Papa Francisco, a quien debemos agradecer su compromiso pastoral y creyente.

Aunque he dicho que habrá que esperar para ver los resultados, quiero empezar añadiendo que mi valoración de la cumbre es muy positiva, no sólo por lo que allí se ha dicho, sino por el testimonio que ha dado la Iglesia Jerárquica en un campo tan delicado como éste, no sólo por ella misma, sino por toda la sociedad, pues la pederastia no es sólo un tema Iglesia, sino del conjunto de la sociedad.

Es pronto para juzgar lo que se ha dicho en el aula, lo que se ha propuesto, y no estoy en condiciones para emitir un juicio bien fundado sobre el tema, aunque me siento obligado a elevar desde el principio tres reservas, que quizá no se encuentren bien fundadas, pero que no tengo más remedio que señalar:

 La primera sobre la foto que está “muy verde”, como la imagen de la celebración de los obispos con “vestiduras verdes”. Una cumbre como ésta no puede ser de obispos vestidos de verde, sino de cristianos de todo tipo, padres y madres, jóvenes, homo‒ y heterosexuales, hablando abiertamente, desde su propia vida y desde Cristo. Una iglesia clerical como la nuestra quizá no está aún preparada para celebrar una cumbre de este tipo.


‒ Me parece muy poco agraciada la palabra del Papa Francisco, quien tras la intervención de una mujer en el aula había dicho: “Invitar a hablar a una mujer no es entrar en la modalidad de un feminismo eclesiástico, porque al final todo feminismo acaba siendo un machismo con falda". Esta “sentencia” puede ser buena si condena no sólo un tipo de feminismo (machismo con falda: ¡expresión muy porteña!), sino también un tipo de “machismo casi total”, como es el de los “padres varones de la Iglesia” (todos machos, hablando de un tema que ellos, como machos, difícilmente entienden, como es el de la pederastia). Los hombres en general (y entre ellos muchos “eclesiásticos” son manos sensibles ante temas como el de la pederastia). De todas formas, esta frase, tomada así (a lo bruto) destruye por su base esta cumbre.

‒ Muchos han dicho que gran parte de la culpa de la pederastia está en un tipo de homosexualidad. El tema es más serio de lo que alguien puede suponer… pero empezando por ahí no se resuelve el tema. Otras veces he desarrollado este tema. Lo dejo hoy así. El tema libro de Frédéric Martel, Sodoma: Poder y escándalo en el Vaticano ha de leerse en otra perspectiva (desde otras claves,también importantes, pero que no es éste el momento de analizar).


Aquí me limito aquí leer y analizar una página del evangelio de Mateo (Mt 18, 1‒17) que puede ayudarnos a entender y valorar la importancia y riesgo de la pederastia en la Iglesia. Esa página de Mateo no trata sólo de la pederastia, sino de algo anterior, todavía más peligroso: el tema del poder en la Iglesia. Ciertamente, la pederastia es un mal gravísimo en la Iglesia; pero el origen de ese mal no es en sí un tipo de maldad particular de unos individuos (unas pocas manzanas podridas…), sino un tipo de poder eclesial (clerical…).

Es muy posible que la pederastia de cierto clero no esté tan extendida… Pero ella es especialmente perversa porque está vinculada a un tipo de “poder espiritual y social” (casi diría “familiar”) que destruye no sólo la credibilidad del clero, sino del mismo evangelio vivido en forma de Iglesia clericalizada. Siga, pues, quien quiera, seguir leyendo conmigo estos versos del evangelio de Mateo.

1. Pregunta básica: ¿Quién es el más grande? (18, 1-5).

Ésta es la pregunta básica. No podemos empezar por la pederastia (un tema importantísimo, pero derivado), sino por el tema del poder en la Iglesia, como hace el evangelio de Mateo. Repito, para el evangelio, el problema no empieza siendo la pederastia, sino un tipo de utilización del poder clerical. Así empieza la “cumbre” de Jesús sobre la posible pederastia:

‒ Mt 18, 1 En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron: ¿Quién es, pues (=según esto), el mayor en el Reino de los Cielos? ‒ 2 Él llamó a un niño, le puso en medio de ellos 3 y dijo: En verdad os digo, si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. 4 Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. 5 Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe.

Ésta es la primera pregunta, la cuestión originaria que los discípulos plantean (que ha plantearse hoy) en una Iglesia que una iglesia que ellos interpretan como espacio de poder. Pero Jesús les responde cambiando de plano y rompiendo el nivel de su búsqueda, para decirles que los importantes no son ellos (los jerarcas verdes de la imagen), sino los niños.

El tema es por tanto el deseo y ejercicio de poder en un plano social y también de intimidad, un poder que puede desembocar en la utilización sexual de los niños en la Iglesia.Los discípulos se creen importantes porque piensan que la estrategia del Reino de Dios es jerárquica, y ellos han de ser los más altos. No dudan de la necesidad de que haya jerarquía, sólo les importa saber quién ocupa el primer lugar en ella, quien es más digno (menos dado a los abusos, entre ellos al de la pederastia).

Pues bien, Jesús responde que lo esencial no es el poder, sino el bien de los niños. Jesús responde indicando que un tipo de poder termina utilizando a los menores (y en especial a los niños). Por eso, Jesús empieza invirtiendo el modelo de poder: Toma a un niño (paidion) y le pone en mesô autôn, es medio de aquellos que buscan sobresalir, viviendo así a costa de los demás. Ellos, los niños, son el centro, la autoridad mayor del grupo; ellos debían haber sido los protagonistas de la cumbre vaticana sobre la pederastia... Ellos y no los “señores” vestidos de verde.

Ciertamente, el gesto de Jesús puede tener un rasgo de cariño personal, como ha puesto de relieve el texto base de Mc 9, 36, donde se dice que Jesús abraza al niño. Pero Mateo insiste más en la autoridad del niño, en cuanto carente de poder (como alguien que está a merced de otros)…, pero teniendo el poder (la autoridad) más grande. Jesús no quiere una buena jerarquía (y mucho menos una mala), con la victoria de los “fuertes”, sino un lugar de crecimiento y despliegue de vida desde los más pequeños, como indican las dos sentencias complementarias que siguen:

− Convertirse y hacerse pequeño (18, 3-4). Frente al “ser a costa de los demás”, Jesús establece como principio básico de su enseñanza y familia de Reino no sólo el “ser para los demás”, sino el ser “menor” entre todos. Ésta es una consecuencia de su visión de Dios como Padre al servicio de los hijos (¡no son los hijos para los padres, sino los padres para los hijos!). Por eso, sus discípulos tienen que hacerse niños en la familia de Dios, recibiendo de esa forma el Reino.


− El que recibe a un niño como estos a mi me recibe (18, 5).Cerrada en sí misma, la actitud anterior (hacerse niño) podría entenderse de manera regresiva, como expresión de una vuelta a un estado de infancia regresiva, como una fijación infantil. Pues bien, de manera paradójica, Jesús ha vinculado la experiencia anterior con la tarea de “recibir”, es decir, de acoger y ayudar a los niños. No surgen así dos grupos distintos (unos que se hacen niños y otros que acogen a los niños), sino que los mismos que se hacen niños acogen a otros niños.

2. La iglesia es un niño… que puede crecer, madurar, en afecto, una familia

En este contexto, el niño (paidion) es aquel que está llamado a “recibir”, porque es muy dependiente, de forma que no puede vivir por sí mismo, sino a partir de aquello que le ofrecen otros, de manera que si le dejan solo muere. Por eso, su mayor grandeza no está en imponerse y dominar, sino en acoger y aprender, recibiendo la vida que le regalan otros. Pero el niño no es sólo alguien que “acoge” (que está a merced de lo que hagan otros con él), sino alguien que tiene el máximo “poder” en la Iglesia

− Se trata, pues, de recibir el Reino, no de conquistarlo por la fuerza, de convertirse y hacerse como niño, en un gesto de deconstrucción básica, si es que vale esta palabra. De-construir implica desandar lo andado, desaprender lo aprendido, invertir de esa forma un camino antes mal recorrido, para aprender de otra manera, como los niños que recibir y hacer que fructifique así lo recibido.

− Se trata, al mismo tiempo, de recibir activamente (es decir, afectivamente, de un modo exquisitamente amable y respetable) a los niños. Se trata, pues, de hacerse niños para ayudar (=acoger, hacer crecer) a otros niños y necesitados. Los más pequeños se vuelven de esa forma los más grandes, acogiendo a otros pequeños, haciéndose servidores de ellos (es decir, de otros “niños”), pero no desde algún tipo de altivez y grandeza dominadora, sino para acompañarles y educarles, compartiendo así la vida, en forma de comunión gratuita entre personas.

‒ Se trata, finalmente, de ser niño, esto es, de carecer de poder (de renunciar al mando, sea de color verde o colorado), para convivir, compartir, escuchar, amar y ser amado, como los niños

La iglesia aparece así como familia…, lo más grande que existe. Pues bien, la familia que es lo más grande y mejor se puede convertir en el mayor infierno, si se utiliza la autoridad para servicio propio, utilizando a los menores (niños)… en un tipo de pederastia.

3. Niños y pequeños (18, 6-14) Cortarse la mano, cortarse lo otro…

Del tema anterior de los niños (paidia) pasa Mateo a los pequeños (mikroi: 18, 6.10), que son los necesitados de diverso tipo, hombres y mujeres sin autoridad o prestigio para ser reconocidos, en un contexto social más extenso, y en especial en la iglesia. Ciertamente, sigue en el fondo la exigencia de acoger a los niños, en un plano de más intimidad, pero ahora se pone de relieve la importancia de no escandalizar a los pequeños, de no hacerles caer (18, 6) ni despreciarles (18, 10), en un contexto que es ya más eclesial y social, siendo estrictamente familiar.

El entorno de Mateo vive en un contexto de fuerte inter-relación, en la que cada uno se encuentra ligado a los demás, de tal manera que depende de ellos, no sólo en la forma de entender las relaciones sociales, sino también de entenderse a sí mismo. Pues bien, en esa línea, todo nos permite pensar que podía estar surgiendo una religión de élite, un cristianismo de fuertes y grandes, que no tenían problema en escandalizar y despreciar a los pequeños. En contra de eso ha querido trazar Mateo las bases de una comunidad/familia centrada en los pequeños:

(1. Escándalo) 18,6 Pues al que escandalice a uno de estos pequeños…, más le vale que le colgaran al cuello una piedra de molino y le hundieran en lo profundo del mar.

(2. Reflexión) 7 ¡Ay del mundo por los escándalos!...Ay de aquel que escandaliza. 8 Pues, si tu mano o tu pie te hace escandalizar, córtatelo…

(4. Menosprecio) 10 Tened cuidado, no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos…

4. El que escandalice (destruya humana y afectivamente)… a uno de estos pequeños… (18, 6).

A los niños (paidia) se les impide ser al no acogerles y se les destruye al “escandalizarles” (al ser causa de tropiezo para ellos, al utilizarles…). A los pequeños (mikroi) se les manipula y destruye escandalizándoles. Ciertamente, había en aquella iglesia/familia de Mateo personas de fuerte identidad, que han elegido libremente a Jesús y que mantienen de esa forma su opción, siendo capaces incluso de morir por ello.

Pero otros muchos eran débiles, pequeños, incapaces de valerse por sí mismo… Otros eran niños, a merced de los demás. En un contexto semejante había hablado Mt 12, 31-32 del pecado contra el Espíritu Santo (impedir que Jesús curara a los posesos). El pecado es ahora escandalizar a los pequeños en la familia cristiana.

‒ Escandalizar es manipular a los pequeños, aprovechándose de ellos (“poniéndoles” piedras en el camino), haciéndoles perder su identidad. Escandalizar es utilizar sexualmente a los niños, no sólo en un plano de manipulación externa, sino de utilización afectiva.

− Escandalizar es destruir a los pequeños (=hacerles caer, utilizar y destruir su identidad personal, su autonomía). Una comunidad de relación intensa, como la judeo-cristiana de Mateo, era un lugar de gran riesgo, muy influenciable, tanto en sentido positivo (acogida buena), como sentido negativo.

Mateo no quiere una Iglesia/Familia de sabios-poderosos, de escribas o justos autosuficientes, que utilizan o desprecian a los pobres, sino una comunión que se funda en los más pobres, rechazados y excluido, partiendo de los niños. Eso significa que los que se creen superiores (los mayores…) deben “renunciar” a un tipo de sabiduría-fuerza, para no escandalizar a los pequeños

En este contexto se entiende la palabra clave: “Más le valiera que le colgaran al cuello una piedra de asno de molino (mylos onikos), una piedra giratoria de molienda.
 Esta expresión (¡más le valiera…!) resulta extraordinariamente dura, y se formula de manera general, pues no se dice quién debería atar al cuello la piedra de molino del escandalizador y echarle al mar (si es el mismo escandalizador u otro tipo de autoridad)... Esta palabra muestra bien la gravedad de este “pecado de familia” (es decir, de intimidad y de utilización afectiva o sexual que destruye a los otros).

Nos hallamos ante un “pecado” mucho más extenso que el de la pederastia sexual externa, que es ciertamente el más visible y más grande… Pero antes de llegar a la pederastia externa hay otros muchos “grados” de utilización afectiva, social y personar de los niños. En todos esos contextos, según el evangelio, es preferible destruirse uno a sí mismo (o ser destruido) que destruir a los pequeños.

5. ¡Ay del mundo, ay de la Iglesia por los escándalos…! (18, 7). Otros temas:

¡Ay del mundo por los escándalos…! El mundo (kosmos) aparece aquí como un gran teatro de escándalos, que se extienden como una amenaza de destrucción universal. Mateo sigue diciendo “ciertamente, es “normal” que vengan los escándalos…”. El texto dice “es necesario que haya escándalos”, con la ananké… Dado este mundo siendo como somos, habrá escándalos, pues unos hombres y mujeres de poder tienen la tendencia de utilizar a otros (de escandalizarles) de diversas formas.

− Pero ¡ay del hombre por el que viene el escándalo!... Éste no es un ay de tragedia, algo que deja al hombre en manos del destino, como en el pensamiento clásico de Grecia, sino un ay de lamentación y pena por la condición de aquel que produce el escándalo. La vida del hombre que escandaliza y hace caer a los otros carece de sentido, es más negativa que la muerte (porque destruir a los otros es peor que morir).


− Escándalo de individuos, escándalo de Iglesia.
 La Iglesia es una familia en la que unos hay de ayudar a otros, y todos se sostienen y animan mutuamente, de manera que su ley más honda es el don y tarea de la comunión fraterna, que no está organizada desde un poder superior que manda y se impone sobre otros, sino desde la comunión de todos. Por eso, el texto habla de una manera personal, dirigida a cada uno de los individuos que integran la familia de Jesús (¡si tu pie escandaliza…!), que ha de estar formada por personas que no destruyen ni utilizan a los otros, sino al contrario, les ayudan y acompañan.

− Necesidad de renuncia (de cortarse la mano o lo otro...). Para mantener la comunión con los pequeños (no escandalizarles) resulta necesario que cada creyente esté dispuesto a “sacarse un ojo” o a “cortarse un pie, una mano”, es decir, a perder algo suyo para bien de los otros. En esa línea interpreta este pasaje la palabra clave de Mt 16, 25-26: “Quien quiera salvar su vida ha de estar dispuesto a perderla”, y esto no sólo por imposición externa, sino por entrega personal, por el bien de los demás. Dar algo propio por bien y amor a los pequeños no implica perderlo, sino ganarlo, ganarse uno a sí mismo en un plano más alto, para así entrar en el Reino, con aquellos con quienes compartimos la familia de los hijos de Dios

Hay actualmente en la Iglesia Católica una gran preocupación por el “escándalo” de la pederastia, sobre todo en relación con el clero. Para entender y resolver ese problema, que a veces se ha vuelto obsesivo, debemos situarlo en el contexto más amplio de la educación y maduración sexual/humana de los cristianos y en especial del clero (es decir que aquellos que tienen responsabilidad en la iglesia). Eso significa que el tema/pecado de la pederastia clerical no se puede resolver desde sí mismo, sino que hay que ir más al fondo: Hay que superar un poder afectivo, un tipo de autoridad clerical…

‒ Los ángeles de los niños… No menospreciéis a unos de estos pequeños, pues sus ángeles… (18, 10). Éste es un tema simbólico de gran importancia, que ha dejado honda huella en la comunidad cristiana, que ha formulado a partir aquí su visión de los ángeles custodios, como ángeles de los pequeños que “contemplan en el cielo el rostro de mi Padre”:

Estos ángeles son protectores/intercesores de los más pequeños de la comunidad, en un gesto de radical inversión y transformación del mundo de lo angélico, que solía aparecer en el entorno apocalíptico como principio de poder. Así se hablaba de los ángeles de los astros del cielo y de las grandes naciones de la tierra. Pues bien, Mateo les presenta como guardianes y custodios de los más pequeños.

− La oveja se extravía (18, 12). Ése es un tema complejo, que debe estudiarse con más precisión… Pero aquí me basta con decir que el “pederasta” es un oveja extraviada… Por una parte hay que “cortarle” (separarle de la comunidad) como decía el texto anterior (si tu mano escandaliza córtala…); pero, por otra parte, hay que “buscarle” para corregirle, para que supere su pecado, en gesto y camino de transformación afectiva y personal de la que trata el texto siguiente.

6. Si tu hermano peca… ¿qué haces con los pederastas? (Mt 18, 15-20)

1. Si tu hermano peca… Pecar es destruir la comunidad, romper la familia de hermanos de la Iglesia. La comunidad reunida como familia es instancia suprema, y así recibe en su seno a quienes creen en Jesús (aceptan su comunión) o tiene que dejar fuera a quienes rompen la unidad fraterna… Entre los pecados supremos de la Iglesia‒familia está la pederastia

18, 15 ‒ Y si tu hermano peca contra ti (es decir, contra la Iglesia), ve y repréndele a solas...
− 16 Si no te escucha, toma contigo a uno o a dos…
− 17 Y si no les escucha llama a la iglesia, y si no la escucha… déjale fuera, como a un publicano… (18, 15-17).

De esta forma se establece el centro y frontera de la familia cristiana. El centro es el perdón siempre ofrecido, por encima de la ley. La frontera son aquellos que niegan el perdón, quedando así fuera de los límites de familia que traza la Iglesia. En un primer momento, la comunidad no apela a una instancia exterior, ni deja la solución en manos de algunos privilegiados, sino que ella misma actúa como instancia suprema de unidad y vida comunitaria a través de un proceso de discernimiento quizá doloroso, pero necesario: “Si tu hermano peca contra ti, vete y repréndele a solas: si te escucha, has ganado a tu hermano; si no te escucha, toma contigo a uno o dos..; si no os escucha tampoco a vosotros, llama a la iglesia…”.

Eso significa que, en un primer momento, ciertos pecados de pederastia podrían resolverse en familia y comunidad… Pero los que sistemáticamente destruyen a los otros y no cambian (a pesar de las advertencias de algunos y después de todo el grupo familiar cristiano) quedan fuera de la Iglesia, entendida como familia de voluntarios mesiánicos.

Eso significa que la Iglesia puede y debe empezar superando (pero no a través de un ocultismo de mafia, sino de un modo abierto...) el “pecado-riesgo” de la pederastia, como “pecado de familia”. Se trata pues de decir, de tratar, de implicarse..., en primer lugar en el contexto de la misma familia o comunidad.... Pero si la cosa a más, si un cristiano (y más un clérigo) se hace pederasta “real”, no sólo de pensamiento y deseo, sino de obra, la Iglesia no tiene más remedio que dejarle fuera, en manos de la autoridad jurídica y social establecida.

7. Todo lo que atéis… Autoridad de la familia eclesial (18, 18).

Según Hch 15, 28, los “padres” del concilio de Jerusalén decían: nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros, afirmando así que el Espíritu santo ratificaba su consenso. Pero en Mateo es toda la Iglesia la que decide:

Mt 18,18 En verdad os digo:
− todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo;
− y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.

Los judeocristianos sostenían que nadie puede desatar (lyô) los mandamientos de la ley (Mt 5, 19); pero Pedro había recibido las llaves del Reino, como escriba, intérprete de Jesús, y así pudo atar y desatar (deô y lyô) en el principio de la iglesia (cf. 16, 18-19). Pues bien, lo que hizo Pedro entonces (para la iglesia entera) puede y debe hacerlo cada familia de Iglesia (cada comunidad).

Esta es una experiencia clave, un razonamiento y “dogma”, que no se expresa de manera abstracta, sino como gracia ofrecida por Jesús, asumida y cultivada en las comunidades: La iglesia reunida puede y debe atar, es decir, vincular a los creyentes, en la línea de Jesús, pues ella misma tiene autoridad de Dios, vinculando así el amor interhumano con el amor intradivino. Pero la iglesia puede y debe también desatar, declarando que alguien está “fuera de ella”, no por ley impositiva, sino por experiencia de gracia, precisamente para bien de los niños y pequeños (18, 1-14), pues lo que va en contra de ellos va en contra de la comunión de todos .

Bibliografía. He desarrollado el tema, con variantes y aparato crítico, en tres lugares:

‒ La Familia en la Biblia (Verbo Divino, Estella 2014)
‒ Iglesia y familia en la Biblia: Mt 17, 24‒19,15, en Univ. Pontificia de Salamanca, Revista FAMILIA 51 (2015) 133-160 (Familia-Revista-de-Ciencias-y-Orientación-Familiar-7-12-2015-n.º-51-Páginas-133-160-Iglesia-y-familia-en-la-Biblia-Mt-17-24-19-15.pdf)
Comentario de Mateo, Verbo Divino, Estella 2015 (aquí ofrezco una vesión extensa y crítica del tema).

Volver arriba