24.9.17. María de Merced: Princesa de Barcelona, protegiu nostra ciutat (con Magnificat)

24.9.2017. María de la Mercè, princesa de Barcelona, Redentora de Cautivos.

Malos tiempos corrían para Barcelona, peores que los actuales, cuando el año 1218, según la tradición se apareció la Madre de Jesús a San Pedro Nolasco, con el Rey don Jaume a la izquierda y San Raimundo de Peñafort
a su derecha. Malos tiempos, pues andaban los “moros” por la costa, y las disensiones sociales al interior de la “casa catalana” y aragonesa.

En malos tiempos como aquellos (y los de ahora) para Barcelona y su gente hacen falta grandes soluciones. No sé lo que pasará este año, pero aquel se apareció la Virgen María, la Cantora del Magnificat, pidiendo a Pedro Nolasco acción comprometida, a Peñafort consejo de ley (¡pues era el mayor jurista de la cristiandad!) y a Jaume firmeza.

Así muestra este espléndido mural de la sacristía de la Merced de Guadalajara MX, de donde vengo, una de las obras pictóricas más importante de aquel tiempo, con estilo hispano, criollo y francés, imposible de captar en mis reproducciones. A mi amigo y consejero artístico M. Alonso Aguado le pido otro día un comentario histórico y pictórico de aquel mural. Hoy, en momentos fuertes para la cristiandad y para Barcelona y su entorno (en medio de las fiestas de la Merced/Mercè) una reflexión bíblica, que es lo que me toda.

El canto de la Virgen de la Merced es el Magnificat (aunque hay uno que no es malo de M. Jacinto Verdaguer: Princesa de Barcelona protegiu nostra ciutat…), y así quiero comentarlo en este día, para ver que la raíz del problema es de tipo nacional (moros y cristianos), pero sobre todo económico.

Buen día de la Merced/Mercè a todos los de Barcelona, y a los catalanes por extensión, y también a los mercedarios y mercedarias, de corazón, desde San Morales donde ahora estoy (tras salir del terremoto de México). Muchas veces he comentado otros rasgos del día de la Merced, hoy quiero comentar el tema político/social de fondo, desde el Magnificat.

No sé si la interpretación que ofrezco cale al 100%... pero me parece apropiada en estos días. Expongo, como verá el lector, los problemas económico-sociales de fuera (vinculados al imperio), pero también los de dentro, distinguiendo entre celotas/nacionalistas y sicarios/revolucionarios de tipo social. Verá el tema quien siga leyendo. Ilumina el pasado de María, y también la situación del siglo XIII en Barcelona, y quizá la de hoy día.

(Presento el trabajo en forma esencial, sin notas críticas. Quien quiera apoyarse en notas críticas deberá apoyarse en algún libro mío sobre el tema).

El Magnificat, un himno de libertad social



(Virgen de la Merced, inmersa en la Trinidad, como portavoz de Dios)

El proyecto económico/social de Jesús se sitúa en el trasfondo de la esperanza israelita, que el evangelio de Lucas ha condensado y recreado en el Canto de María, la madre de Jesús (Lc 1, 45-56) , entendido a la luz de los himnos de liberación de las heroínas del Antiguo Testamento, especialmente de Myriam, hermana de Moisés (Ex 15), y Ana, madre de Samuel (1 Sam 1-2). Desde esos cantos (y en unión del Benedictus), introduce el Magníficat el proyecto de victoria económico-social de Jesús :

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava…

Desplegó el poder de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón;
derribó a los potentados de sus tronos, y elevó a los oprimidos;
a los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre (Lc 1, 46-55).


El canto tiene tres partes: La primera (citada en parte) recoge, de un modo personal, el gesto agradecido de María, porque Dios se ha fijado en ella (le ha mirado). La última interpreta el canto desde la promesa y descendencia de Abrahán (retomando una teología paulina: Gal 3-4; Rom 3-4). La parte central plantea de un modo solemne la gran inversión de la historia, en un plano universal, desde una perspectiva ideológica (soberbios de corazón…), política (potentados…) y económica (ricos). Este canto de nueva creación, que sirve como encuadre y fondo del camino mesiánico universal de Jesús, sin referencia israelita (templo, ley nacional…), ni cristiana (pascua de Jesús, Iglesia).


1. Sentido general, gran inversión



(El Rey Jaume I, conde de Barcelona, que hoy sería por ahora don Felipe, también conde de Barcelona, al menos en principio)
La estrofa central recoge y expresa de un modo universal la profecía mesiánica de Israel, tal como se ha de cumplir en Jesús, como dice María, su madre, respondiendo a la alabanza de Isabel que le ha llamado Madre del Señor (cf. Lc 1,43) y le ha dicho que su hijo profeta (el Bautista, cf. Lc 1,76), salta ya de gozo en su vientre al descubrir la buena nueva (cf. Lc 1,41.44). En ese contexto, María interpreta los poderes de opresión, que la apocalíptica entendía en general como fuerzas diabólicas (de tipo más o menos personal), en clave económico-social, encarnados en los soberbios de mente/corazón, los potentados y los ricos que oprimen a los pobres.

‒ María canta en nombre de la nueva humanidad liberada, asumiendo la historia de Israel, como mujer y madre que lleva en su seno la historia de su pueblo, con sus sombras y dolores, pero también con la certeza del cambio universal que llega. No tiene que hacerse judía, lo es, y su palabra retoma todo el mensaje israelita. Tan fuerte es ese rasgo que muchos exegetas han pensado que el Magníficat es sólo un mosaico de citas del AT, que aplican a la humanidad entera la profecía israelita.

‒ María eleva su voz en nombre de la primera iglesia, de manera que su canto ofrece no sólo el testimonio de la iglesai judeo-cristiana de Jerusalén, sino la esperanza y tarea de la misión universal de Pablo, abierta a todas las naciones. Lucas sabe que María ha sido un miembro de la primera Iglesia (Hch 1, 13-14) y en nombre de ella eleva su palabra de victoria de Dios y transformación humana. Su mensaje ratifica la palabra más antigua de la Iglesia de Jerusalén, el gozo y esperanza de los «anawim», en perspectiva universal .

En esa línea, retomando el impulso del principio de la historia de Israel, y situándose en la línea de los himnos de “inversión” social y de liberación de los hebreos, emigrantes sin tierra, campesinos marginados del XII-XI a.C., que han vencido a los potentes cananeos, el Magníficat abre un camino de liberación universal. Por eso retoma las palabras centrales del cántico de Ana, la madre del profeta Samuel, proclamando así la inversión de Dios, que libera a los oprimidos y hambrientos:

El arco de los fuertes se ha quebrado,
los cobardes (los que tambaleantes) se ciñen de fuerza.
Los hartos se contratan por pan,
los hambrientos dejan de trabajar como esclavos.
La estéril da a luz siete veces,
la madre de muchos hijos queda baldía (1 Sam 2, 4-6)


Este es el canto de la transformación del Dios que salva/libera a los oprimidos, a fin de que ellos puedan vivir en libertad. Es un canto de liberación israelita, en línea militar (quiebra el poder de los fuertes), económica (los ricos deberán trabajar para comer) y demográfica (la estéril tiene muchos hijos). En esa línea seguirá insistiendo Myriam, la hermana de Moisés cuando eleva su voz en el Éxodo (Ex 15) . En esa línea sitúa su mensaje la madre de Jesús:

‒ Ésta ha sido la experiencia fundante de los profetas, como Isaías, que evocaron la llegada de un rey mesías, portador del juicio de Dios, liberación de los oprimidos. Por eso, el descendiente de Jesé, nuevo David, «juzgará a los pobres con justicia y matará al malvado con el mismo aliento de su boca» (Is 11, 4), porque «un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado». «Dios quebrará la vara del opresor, el yugo de su carga, la capa empapada de sangre», de forma que el pueblo, que andaba en tinieblas, encuentra la luz, alcance la justicia (cf. Is 9,1-6).

‒ Ésta es la certeza emocionada que late en el mismo Isaías: Una joven (virgen) dará da a luz al Emmanuel (Is 7, 14), en medio de una dura situación de guerra. Esta es la certeza a la que apelan los cristianos al hablar del nacimiento de Jesús, como sabe no sólo Mt 1, 18-25 (una virgen concebirá…), sino también Lucas (cuando se refiere a una “virgen” desposada: cf. Lc 1, 26). Pues bien, esta virgen/doncella, madre de Jesús, no permanece ahora silenciosa (como en Is 7, 14 y en Mt 1, 18-25), sino que toma la palabra y anuncia la destrucción de los poderes opresores y la llegada del nuevo reino porque «un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9,5).

El evangelio de Lucas sitúa ese canto de María como pórtico y sentido del mensaje de Jesús, y la presenta como portadora de las esperanzas de Israel, que anuncian la llegada de la transformación mesiánica como protesta contra la injusticia (¡hambre, opresión de los pobres!). Este es, pues, un canto socio-económico, fundado en la experiencia religiosa de Israel, y así proclama la revelación del Dios que actúa, superando y destruyendo la “soberbia del corazón”, es decir, del pensamiento y obra de aquellos que quieren hacerse dioses de forma opresora .


2. El Magníficat y el mensaje de Jesús


((Un idilio de paz catalana, en medio del conflicto).
La inversión de María (Lc 1,51-53) ratifica el motivo bíblico del brazo de Dios (cf. Ex 15; Is 2), que está en el fondo del mensaje de Jesús: «Se ha cumplido el tiempo, ha llegado el Reino, transformaos (= convertíos) y creed la buena nueva» (Mc 1,15). En esa línea se situará su oración (¡venga tu Reino! Lc 11,2), como anuncio gozoso y exigente de la revelación de Dios y del cambio de los hombres, que se expresa en su lucha contra el Diablo: «Si yo expulso a los demonios con el dedo (Espíritu) de Dios, es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros» (Lc 11, 20).

Jesús luchará contra demonios que actúan como seres casi personales,
que poseen y enloquecen de un modo especial a los enfermos. En contra de eso, María sino que descubre a los demonios en el poder de destrucción social de los soberbios-poderosos-ricos que oprimen y destruyendo a los pobres. Ella se sitúa así en la línea de la gran tradición profético-apocalíptica de Israel, que identifica a Satán con poderes opresores (cf. Dan 2; 7).

El Diablo existe y actúa a través de los soberbios-potentados-ricos, que se destruyen a sí mismos oprimiendo a los pobres, en una línea que culmina en el Apocalipsis, pero con una diferencia: Juan Apocalíptico describe esos poderes en forma político-social concreta, como Primera, Segunda Bestia (ApJn 13) y Prostituta (ApJn 17-18); María, en cambio, los entiende de un modo universal, como soberbios, potentados y ricos que oprimen a los pobres .

Ella ha destacado así los tres niveles o momentos del Mal, que Daniel había condensado en las bestias imperiales (como el Apocalipsis) y que Jesús condensará en Mammón, esto eso, en la maldad de los soberbios, que se expresa especialmente en los potentados/ricos, que oprimen a los pobres. De manera muy significativa, Jesús retomará el motivo del canto de María, empezando su misión básicamente entre los pobres, preferidos de Dios por ser necesitados y hallarse oprimidos por los soberbios-potentados-ricos, centrados en Mammón, Riqueza en sí, Diablo económico (cf. Mt 6, 24) .

Ciertamente, Jesús ha venido a perdonar a los pecadores y a curar a los enfermos, invirtiendo la exclusión y opresión en que se encuentran, a fin de que su misma curación (perdón) sea signo y presencia liberadora de Dios. En esa línea, podemos afirmar que el mismo Jesús que cura a los enfermos y proclama el evangelio de los pobres y oprimidos (cf. Mt 11, 24; Lc 4, 18-19), ha cumplido el Magníficat de su madre, insistiendo en la necesidad de transformar el corazón de los soberbios .

— En esta línea, el Dios del canto de María no es talión, sino gratuidad creadora en la línea del mensaje de Jesús: «Habéis oído que se dijo ojo por ojo y diente por diente… amarás a tu amigo y odiarás a tu enemigo. Pues bien, yo en cambio os digo: amad a vuestros enemigos» (Mt 5,38.43-44). Jesús no quiere destruir a los contrarios por la fuerza, sino transformar la injusticia por amor (cf. Mt 5,48), para fundar de esa manera un orden social nuevo, centrado en el perdón y en la gracia (Lc 6, 37-38), que puede transformarlo todo, para bien de los mismos opresores.

— El Dios del canto de María despliega un gran poder, como la ira de Rom 1-3, pero no para destruir, sino para crear, no para vengarse de los perversos, sino para ofrecerles una posibilidad de salvación, para liberarles así de su poder injusto y su riqueza. No es ira para matar, sino para ofrecer una riqueza superior, en línea de gratuidad. De esa manera, el Dios de Jesús (y de María) invierte la injusticia y opresión del mundo para superarla. No es un Dios barato, de ensueño y sentimentalismo, sino de fuerte y durísima transformación. Éste es el Dios de una guerra más fuerte, que exige el cambio doloroso y recreador de los mismos opresores .

‒ Esta es una inversión desde los pobres,
para bien de los mismos ricos. En esa línea resultan no sólo comprensibles sino necesarias las palabras de cambio de María y de las bienaventuranzas (¡ay de vosotros ricos…!), pues sólo podemos llamar bienaventurados a los pobres si, al mismo tiempo, amenazamos a los que ricos (cf. Lc 6, 20-25), no por venganza, sino para que cambien, no para que mueran, sino para que puedan salvarse (cf. Lc 16, 19-31), no para que sufran, sino para que aprendan a ser felices (cf. Mt 11, 25-26).

En esta perspectiva nos sitúa el canto de María, como inversión de la inversión, para que subamos de nivel, no por guerra y victoria militar, sino por cambio radical de todos. No se trata de vencer una opresión con otra mayor, sino de subir de nivel, en la línea de Jesús, pues el cambio que él ofrece no implica violencia ni venganza, sino anuncio y camino de transformación para los mismos ricos-opresores, a fin de que ellos quieran y puedan superar su opresión… .

3. Una liberación universal

María aparece así como representante de unos anawim (pobres) judeocristianos, que se sienten solidarios de los pobres del mundo, y su palabra se sitúa en la línea de algunos salmos de alabanza y cambio del AT, pero con una novedad: María asume y anticipa el mensaje de Jesús y de la Iglesia, en línea de salvación, pero también de denuncia, como la carta de Santiago, el hermano de Jesús:


(Los enemigos antiguos....)

Vamos ahora con los ricos: llorad a gritos por las desgracias que se os vienen encima. Vuestra riqueza se ha podrido, vuestros trajes se han apolillado, vuestro oro y vuestra plata se han oxidado... Mirad: el jornal de vuestros jornaleros que segaron vuestros campos, defraudado por vosotros, está clamando y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Con lujo vivisteis en la tierra y os disteis la gran vida, cebando vuestros apetitos... para el día de la matanza. Condenasteis y asesinasteis al inocente ¿no se os va a enfrentar Dios? (Sant 5,1-6).


Éste mensaje de la iglesia judeo-cristiana (cf. también Sant 2,1-4), ha de entenderse en la línea del Magníficat (y viceversa), en un contexto donde lo que importa es la distinción entre ricos y pobres, más que entre creyentes y no creyentes en sentido confesional. En ese contexto se sitúa el canto de María:

Por eso, los versos de Lc 1,51-53 tendrían gran eco entre los pobres de las comunidades a las que iba destinado el evangelio de Lucas... Para ellos la buena nueva cristiana significaba que, a fin de cuentas, la bendición no sería para los poderosos y los ricos que los tiranizaban. Los reformadores de todos los tiempos han abogado por revoluciones para reducir las diferencias de clase, enriqueciendo a los pobres y dando poder a los oprimidos. Pero el Magníficat se anticipa al Jesús lucano al predicar que la riqueza y el poder no son valores reales, ya que no tienen consistencia a los ojos de Dios .

María aparece así como promotora de una revolución integral, no como simple reformadora, que tiende a mejorar las estructuras previas, limando sus desequilibrios. Ella no quiere reformar, no pone parches sobre un manto ya gastado, que no sirve (cf. Mc 2,21), sino recrear la vida y sociedad desde los pobres, como quiso Cristo.

Ciertamente, sus palabras anticipan la predicación del Jesús lucano, pero no en un sentido “espiritualista”, diciendo simplemente que las riquezas “no son valores reales” y que no tienen consistencia a los ojos de Dios, sino que ellas son anti-valores muy reales, de manera que han de ser “destruidos” (=superados) por el Cristo, en una línea de cambio integral, no simplemente intimista.

En esa línea, podemos añadir que María no se sitúa en la línea de un nacionalismo celota (que tienden a re-sacralizar templo y pueblo), sino en la línea de fondo de la revolución universal de los sicarios, aunque sin espada (sica) y violencia militar armada .

− María no defiende una revolución nacional/celota, que pone en su centro el triunfo de Israel como pueblo, centrado en ley y templo, con purezas de tipo religioso particular (de comida y cama), sino que se sitúa más bien en la línea de unos sicarios pacifistas, partidarios de una revolución social, con la caída de los potentados y los ricos, no por castigo o venganza, sino para establecer el reino de Dios, desde los pobres. Muchos sicarios provenían de Galilea, a diferencia de los sacerdotes celotas de Judea (más en la línea de Lc 1, 66-80), y su movimiento campesino se centra en la experiencia del señorío absoluto del Dios liberador de los hombres.

− María no busca poder para los “santos” judíos,
sino para los oprimidos y hambrientos de todos los pueblos, no quiere la pureza legal (comidas puras con judíos puros), sino el pan de los hambrientos, quizá en la línea de aquel Judas Galileo que, en los años del nacimiento de Jesús, proclamaba la presencia liberadora de Dios y rechazaba el impuesto del César. Ciertamente, en los momentos duros de la rebelión y guerra del 67-73 d.C., los sicarios mostraron un aire fuerte de dura intransigencia, como portadores de un tipo de violencia de los pobres que estalla al fin contra los ricos, destruyeron los archivos oficiales y los documentos de propiedad de los hacendados (sacerdotes y nobles herodianos). Pero en el fondo de su violencia latía el ideal de una transformación poderosa, pero pacífico, de la sociedad, como quiere María .

− En contra dl Benedictus. En ese contexto podemos añadir que, a diferencia del Magníficat, la parte más antigua del himno de Zacarías sacerdote (Lc 1, 68-71) puede y debe entenderse a la luz de un celotismo sacral y nacionalista, donde más que los pobres de todos los pueblos importan los “justos y santos” judíos. María no es defensora de la guerra, en términos de insurrección militar, de manera que las palabras centrales de su canto (derriba del trono a los potentados, despide vacíos los ricos…) no han de entenderse como mensaje de guerra, pero ella se sitúa en la línea de aquellos que han soñado y buscado una revolución para todos los pobres .

Significativamente, Lucas ha puesto en boca de María, un evangelio universal de los pobres sin referencia al Templo que debe ser purificado, ni llamada a la pureza de los sacerdotes, ni a la separación del pueblo judío. Ciertamente, como he dicho, los sicarios armados de 67-73 d.C. han terminado siendo muy violentos, y han luchado incluso en contra de los celotas nacionales, defendiendo su ideal de justicia y revolución universal hasta la muerte (73 d. C.). María, la madre gestante del Mesías, no ha proclamado su canto en una línea militar de muerte, pero precisamente por ello, porque ha renunciado a la lucha armada, sin sustituir una injusticia por otra, ha podido proclamar su palabra universal de esperanza de los pobres .

‒ Los cantores del texto primitivo del Benedictus siguen siendo judíos nacionalistas: buscan la liberación de Jerusalén, el triunfo social y religioso de su pueblo, y dejan fuera a sus enemigos, que son aquellos que «nos odian» (no los ricos sin más); por eso pide a Dios que sus fieles sean “arrancados de la mano de nuestros enemigos”, para insistir en el servicio a Dios, en Santidad y Justicia. Según Lucas, ellos están relacionados en principio con los sacerdotes, aunque de hecho Juan Bautista, “hijo” de Zacarías haya superado esa línea, en clave de conversión profética.

‒ Los cantores del Magníficat son también judíos, pero su visión económico-social va más allá del nacionalista sacral. Ciertamente, María es judía, pero judía universal, y de esa forma apela a la liberación el auténtico Israel (que son los pobres y hambrientos), conforme a la misericordia de Dios, con Abrahán nuestro padre. Ella no busca el surgimiento de un pueblo nuevo, arrancado de los enemigos, que así viva en santidad y justicia (como Zacarías), sino sólo la gran transformación: Que los pobres coman, que los oprimidos sean liberados. De esa forma, su evangelio pobres se convierte en fundamento de una misión universal, desde los hambrientos y oprimidos, una misión que sólo es posible allí donde, rompiendo las barreras de tipo sacral-nacionalista (vía celota), se mantiene la prioridad evangélica del servicio a los pobres (viudas, hambrientos).

Esta diferencia entre el Benedictus de Zacarías, más celota, y el Magníficat de María, abre dos caminos de transformación, pero lo hace de un modo general, pues Lucas no ha querido precisar sus matices. Sea como fuere, él presenta a Zacarías como signo de los judíos nacionalistas, derrotados y muertos en la guerra del 67-73 d.C. María, en cambio, en signo de todos los pobre y oprimidos que buscan pan y libertad, conforme a todo el evangelio de Lucas.


Pienso que esta reflexión sobre el canto de María, Princesa de Barcelona, según J. Verdaguer, puede ayudarnos a entender la situación social y nacional de Barcelona... y también la del Estado Español, implicado y mucho en todo este problema.




(Una galería de redentores antiguos de Barcelona... con el mural entero, de nuevo)..

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