De los amores al amor de Magdalena 22.7. Santa María Magdalena, Papa

Una propuesta de recreación de la Iglesia

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   Francisco le ha llamado apóstola de los apóstoles (https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2016/06/10/apostol.html) y en esa línea  es “papa de los papas”, pues Marcos y Juan la presentan como “iniciadora” (antecesora, impulsora) del mismo Pedro‒Papa. No todo se arregla con que una mujer (María I o II de Magdalia) sea Papa, pero ése podría ser un buen comienzo, conforme a un libro y propuesta de Dolores Lemars, de la que trataré al final de esta postal. 

Imagen 1: Iglesia Rusa de Magdalena, en el Monte de los Olivos de Jerusalén, donde María, quizá, tenía su Jardín y donde puro ser enterrada, junto al Muerto de los Olivos,  a un tiro de piedra de la Iglesia de la dormición de María.

Imagen 2. Iglesia de la Magdalena, de Zamora, España, de la Orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén (de Malta), que expandieron la devoción a Magdalena.

Imagen 3. Iglesia de la Magdalena en Vezelay, donde se creía que estaba el sepulcro de María Magdalena.

Empezará por el nombre: María la del Migdol, es decir, Magdalia (=la Fuerte, Fortaleza)

             Un buen amigo, Xabier Deop, acaba de poner en mi cuenta de FB: “Xabier. ¿Qué opinas de la hipótesis de que  Magdalena no es un gentilicio sino un apodo derivado de Migdal (torre)? Al fin y al cabo, Jesús puso apodos a varios de sus discípulos: Pedro a Simón, Boanerges a Juan y Santiago, etc., tradición que fue seguida después con José "Bernabé", Saulo Pablo y otros. Esta hipótesis la defienden algunos esoteristas, pero lo sugirió hace tiempo San Jerónimo y, hoy en día, la defiende una minoría de estudiosos serios” (https://www.facebook.com/xabier.pikaza?fref=nf).

              Le he respondido en el mismo FB: “No es mala idea: María de Magdalia, es decir, de la Fortaleza... Y así podemos conectar ese nombre con Simón Petros/el Piedra (frágil, movedizo) y con los zebedeos  a quienes Jesús llamo Boanerges, "hijos del trueno" (quizá también con ironía),  y con el Judas, el Ish-Kariot... Alguna vez lo he pensado... y escrito, comentando el libro de Dolores Lemar sobre la Comunidad de Magdalia  (mejor que de Magdala), que es la Iglesia del Castillo, iglesia fortaleza y casa de mujees, como seguiré indicando.  

Jesús ha sido "creador/recreador de nombres"...en arameo popular, y así toda su "teología" está centrada en la inversión de Mammón y Beelzebú... Gracias, Xabier D., por insistir en la idea... aunque el hecho de la ciudad de Magdala y a María como la de Magdala me sigue pareciendo aún más probable...  De todas formas, pienso que las cosas se pueden ver de otra manera, como indicará el nombre de Magdalia, que no es simplemente del pueblo de Magdala, sino la tierra del Migdol o fortaleza”.

Recuperar a María (la del Migdol o  Magdalia)  

                 Tanto el evangelio de Marcos como el de Juan suponen que la “iniciativa” de María de la Migdol (la fuerte) o de Magdala comenzó transmitiendo a Simón el “piedra” una función, que Pedro no ha culminado (o no había culminado) todavía.  Eso significaría que la Iglesia está en fase de fundación, que no ha desarrollado todavía lo que Jesús quiso a través de María la del Migdol (la fuerte).

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    Evidentemente, eso no se arregla nombrando ahora un Papa‒Mujer como ella, aunque estaría muy bien que se nombrara…, sino asumiendo y cumpliendo  con rigor, con amor y radicalidad lo que María la del Migdol quiso e inició al poner en marcha el camino pascual de Jesús.

            La figura de María la Fuerte (de la Torre, de Magdalia)  y de las otras mujeres que acompañaron a Jesús ha sido en gran parte borrada o transformada por la tradición oficial de la Gran Iglesia,. Por eso, la recuperación de María, la primera cristiana, no es sólo una tarea de crítica exegética, sino también de profundización teológica y de conversión eclesial.

La iglesia oficial ha podido tener miedo ante María Magdalena y ha preferido destacar el papel de María, la Madre de Jesús, pero las dos mujeres van juntas en Jn 19, 25 (y quizá en Mc 15, 40.47; 16, 1 par) y las dos son importantes en la primera iglesia. Magdalena no ha podido ser obispo o papa en la iglesia que triunfó desde el siglo II-III, pero podrá serlo en una iglesia no jerárquica ni patriarcalista.  

La iglesia oficial ha destacado los aspectos devocionales, privados y penitenciales de Magdalena, dejándola fuera de la vida oficial y de las tareas ministeriales de la comunidad, que habría estado dirigida por varones. De esa manera, ella ha relegado a las mujeres al plano privado del amor íntimo y de la obediencia a la palabra. Quizá lo ha hecho así para evitar el riesgo de los gnósticos, con su peligro de libertinismo (puro amor libre) o de ascesis total (puro amor espiritual).

De esa forma, la Iglesia se ha instituido como una religión de varones, relegando a las mujeres (y entre ellas a María Magdalena) a la vida privada. Pero “al principio no fue así”. Todavía a mediados del siglo II, a pesar del ascenso imparable de una visión jerárquica y patriarcal de los ministerios cristianos (a pesar de las protestas de 1 Timoteo y Tito), una parte considerable de las iglesias cristianas se hallaban dirigidas por mujeres. En esa línea, el amor de María Magdalena sigue siendo un elemento importante en la recuperación del cristianismo. Quizá no será necesario hacerla Papa…, pero hay que recuperar su figura y misión, antes de Pedro.

Las falsificaciones de María Magdalena o la del Migdol

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 Algunos llegan a decir que la Iglesia tiene que pedir perdón por haber falsificado la figura de María Magdalena. Pero lo que importa no es pedir perdón,  sino cambiar desde ahora una historia que parece haber sido falsificad. De todas maneras, la palabra “falsificar” no es justa. Ni la iglesia oficial falsificó a Magdalena, ni los gnósticos conservaron su figura intacta, sino que unos y otros la interpretaron.

Pienso que en relación con el amor de María Magdalena, la solución no es volver a los gnósticos, sino recuperar la historia de Jesús y de la iglesia primitiva de una forma que no sea ya patriarcalista, ni androcéntrica, desde el programa de Gal 3, 28 (no hay varón ni mujer).

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Pues bien, en esa línea, entre todos los libros que conozco sobre el tema quiero hoy destacar el de  Dolores Lemar, La comunidad de Magdala,  ArCiBel Editores, Sevilla 2007. Su autora era andaluza, licenciada en ciencias sociales, doctora en filosofía y teología, una de las mentes más lúcidas que he conocido. A su juicio, la herencia de María Magdalena no es un hijo que ella pudo haber tenido con Jesús, (como parece querer Dan Brown, en el Código da Vinci) sino algo mucho más importante: Su herencia es doctrina y experiencia de Jesús que ella ha transmitido, como “La Primera”, como la Iniciada.   

En esa línea, Dolores Lemar supone, que al lado de la Iglesia del Papa del Roma, existe en algún lugar otra iglesia que se ha mantenido a lo largo de 2000 años, como iniciativa de mujers, es un Papa‒Mujer en la línea de María la Fuerte, la del Migdol de Jesús.  Su Magdalena, como Papa de una Iglesia distinta, se distingue de la de Dan Brown.

La Magdalena de Dan Brown. Cinco tesis

  1. Lo importante de Magdalena serían sus amores con Jesús, su realidad de mujer sin más: mujer amante y madre de un hijo de Jesús, cuyo descendiente sería una especie de “signo de liberación” en el final del siglo XX. Para D. Lemar, la herencia de María no es un semen biológico, unido al de Jesús, sino la palabra que Jesús ha compartido con ella, la palabra que ella ha dejado sembrada en la iglesia.
  2. Para D. Brown, el canon del Nuevo Testamento habría sido impuesto al comienzo del siglo IV por Constantino. Todo los investigadores saben que eso es mentira, sin más… aunque en el fondo del canon sigue habiendo un problema fascinante, planteado en la segunda mitad del siglo II: qué libros forman la “escritura cristiana” (cuáles son canónicos, cuales apócrifos). D. Lemar se mantiene dentro de la mejor ciencia bíblica e histórica y sitúa el problema del allí donde está, en el despliegue de las iglesias cristianas desde el año 70 al 170 de. C.
  3. D. Brown supone que el creador del “dogma cristiano” fue Constantino en el siglo IV. Eso es sin más mentira. La crisis constantiniana es muy importante, pero no en el plano del dogma cristológico, sino en el de la institución oficial de la iglesia, como entidad vinculada al poder del imperio. Dolores Lemar sabe que hay un problema mucho más importante, que se ha jugado en la segunda mitad del siglo I d. C.: la misma organización de las iglesias en torno a Pedro-Pablo… y sus sucesores, el sentido de la Iglesia de Santiago y, sobre todo, la función de María las mujeres.
  4. D. Brown supone que la iglesia ha ocultado y reprimido el aspecto femenino del cristianismo y de la religión… hasta que él (su profesor/detective) la logrado redescubrirlo. Eso no es del todo cierto. Lo femenino ha estado siempre, aunque quizá distorsionado. En las universidades hemos enseñado siempre la polaridad de lo femenino-masculino. Nuestras primeras clases estaban dedicadas al uróboros, a la gran madre y a la hierogamia…
  5. Finalmente, y sigue la caricatura de la caricatura del Código da Vinci, dan Brown parece suponer que la solución de todos los problemas estaría en la boda (o amoríos) de la francesita sabia/guapa (nieta de Jesús y Magdalena) con el yanqui bueno/listo… de tal forma que el hijo sea el buen nuevo Jesús yanqui/francés, con un toque de abadía inglesa/escocesa llena de misterio, mientras el mal opus/hispano queda arrojado a las tinieblas exteriores.

María, Papa de Magdalia, con Dolores Lemar (Ocho tesis)

            A diferencia de la obra simplista de D. Brown, la obra de Dolores Lemar, siendo respetuosa con la Iglesia (con Pedro y con Pablo, con la iglesia actual), es en el fondo mucho más crítica, mucho más exigente.  

  1. Lemar (=Trinidad León) quiere volver a los orígenes de la iglesia, múltiple y una, para recuperar la historia de Jesús,  con Pedro y Pablo, con la Madre de Jesús y con Santiago, pero especialmente con María de Magdalia, la primera en confesar a Jesús resucitado  (Mc 16, 9), la iniciada (Jn 20, textos gnósticos) como Papa‒Mujer de una iglesia liberada.  

            Trinidad León, amiga entrañable, profesora de la Facultad de Teología de Granada, murió hace un año, tras celebrar la última fiesta de María Magdalena (el 28 de julio de 2018). Ya no podré dialogar con ella sobre el libro, ni sobre María, Papa de Magdalia, pero quiero trazar los elementos fundamentales de la propuesta de su libro: Magdalia. La comunidad de Magdala, Arcibel, Sevilla 2007. Éstos son sus temas fundamentales:

  1. Magdalia es un relato, que comienza en España y acaba en el Himalaya y, pasando por Magdala, llega a Roma (¡donde parecen ir todos los caminos…, donde tiene que llegar el nuevo Papa Mujer). Es el relato abierto de una mujer (Magdalena) y de unas mujeres (las tres, las siete, las mil, las mil millones de magdalenas) que han hecho y seguirán haciendo el camino de Jesús de Nazaret y de su amiga María de Magdala. Un relato bello, en la línea de las Actas o Hechos de los Apóstoles, que ahora son Actas de Magdalena, Ester, Tecla, Egeria o Elvira. No es un libro de teología, pero es un relato que hace teología o, mejor dicho, hace iglesia, mi iglesia.
  2. Magdalia es un lugar humano. Evidentemente, es Magdala, la ciudad física sobre el lago, el poblado de la torre, la gran Torre, la capital de la industria del pescado, ciudad de Magdalena y de las primeras seguidoras de Jesús, muy cerca de la colina de las Comunidades Neocatecumenales han construido físicamente su ciudad: Domus Galileae. 3. Pero Magalia no existe en los mapas, sino que es un espacio y tiempo humano, el signo de una forma de vida, como Jerusalén y Vaticano, como La Mancha y Utopía, como Macondo y Obaba. Ha estado escondida en la historia de los hombres y mujeres (¡más mujeres!) de la Iglesia, ha sido expulsada y condenada muchas veces, pero se ha mantenido siempre resistente, sobre un Himalaya de blancura que puede abrirse ya a toda la tierra.
  3. Magdalia es una palabra. Triunfó y se impuso bastante pronto un tipo de Iglesia que silenció la palabra que Jesús había compartido, sobre todo, con mujeres, conforme a la sentencia (¡contraria a Jesús!) que decía: Las mujeres callen en la iglesia (1 Cor 14-34). Siguiendo ese mandato, las mujeres han guardado por siglos un tipo de silencio “que les ha hecho fuertes”, les ha capacitado para escuchar cosas que, en general, los hombres no solemos escuchar. Pero ha llegado la hora de que las mujeres, herederas de aquellas que siguieron a Jesús desde el principio, digan la palabra y descubran la verdad. Lo que María Magdalena ha dejado en y para la Iglesia no es un “hijo físico” con Jesús, sino su palabra acogida y transmitida, en su misma existencia de mujer y de persona, su palabra hecha “testamento de Jesús”, un evangelio perdido y recuperado.
  4. Magdalia es una alternativa, “otro Vaticano”, pero no en su forma actual, con estructura de poderes y sistema de jerarquías, sino a modo comunidad de la palabra y del amor del Cristo, con un Papa Magdalena que no es poder sino autoridad... Magdalena es la mujer que hoy (2019, pasado un año de la muerte de Dolores‒Trinidad, tras siglos de silencio, quiere ofrecer a Pedro su experiencia, no para crear otra iglesia, sino para enriquecer y actualizar la del principio). No es una iglesia paralela (Magdalia frente a Vaticalia), porque las seguidoras de la Primera, que fue Magdalena, no quieren el poder ni el control jerárquico, sino la experiencia de una comunidad de iguales, que se ha expresado mejor, hasta ahora, en una iglesia de mujeres que de hombres.
  5. Magdalia es un fermento… Ahora que parece que la Gran Iglesia muere, como masa seca en una artesa donde se multiplican normas y leyes pero falta el pan… Ahora que muchos cantan el Réquiem a la Iglesia, viene ella, como dice el evangelio: El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer tomó e introdujo en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado o fermentado" (Mt 13, 33). Magdalia es fermento de Jesús y de María para una iglesia que parece seca, fermento para Pedro y para los dos Doce, para ortodoxos  y protestantes (¡tres medidas de harina!), fermento para todos, desde el Himalaya hasta el Japón y China, hasta Francia y el duro Altiplano de los Andes… Fermento de humanidad hecha iglesia de Jesús, esto quiere ser Magdalia.
  6. Magdalia es una y son siete mujeres. Ha sido y es el lugar de una mujer: Magdalena, su sucesora Raquel, su sucesora actual, Eliva de Ilíberis…; esa mujer parece, pero no es una Papisa, como las que imaginó la Edad Media dominando el Vaticano. Es una mujer y son siete, el Consejo Misionero de las Diaconisas del principio (cf. Hech 6-7), la comida universal de los Siete Panes (Mc 8, 5-7)… Esos siete que son más importantes que los Doce con Pedro… Esos/esas Siete que no quieren romper con Pedro y que vuelven una y otra vez a Pedro y a los suyos, como el Discípulo Amado (¿mujer?) de Jn 21, como Magdalena en Mc 16, para decirle dónde está Jesús.
  7. Magdalia es el gozo de ser cristiano, de una forma nueva. Magalia son las tres mujeres de la cruz y de la pascua de Marcos y de Juan, las “Tres Marías” (de la portada del libro: María la Santa Madre, María la Santa Amiga, María Salomé la Santa Compañera). Magdalia son las Siete Iniciadas de la Iglesia universal… Magdalia es el gozo de ser cristiano, con ellas y por ellas, en un lugar (del Himalaya/Tibet o los Andes, de Roma o New York, donde fuera…), un lugar humano, para mujeres y niños, para hombres, para todos. Allí donde una lectura del evangelio “pervertido” dice que hubo pan para cinco o cuatro “hombres” sin contar mujeres y niños (¡que no se cuentan! Mt 14, 21; 15, 38), el evangelio de Magdalia abre una mesa de pan y pescado, de amor y palabra, para una comunidad de mujeres y niños, donde también hay un lugar para los hombres, un lugar donde Pedro y los suyos tiene también mucho que decir (desde ese fondo se puede re-leer Mc 3, 31-35 y 10, 29-30).

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