Por la muerte le viene al hombre el conocimiento de la vida

El hombre es animal racional, trabajador, viviente religioso etc. Pero él se define  de un modo más radical como aquel que conoce la muerte (sabe que muere).

Sólo esa sabiduría de la muerte ajena y propia le concede el verdadero conocimiento de la vida, la capacidad de sentirla, gozarla y regalarla en amor; pero también el miedo de perderla y el deseo de asegurarla esclavizando a los demás, como he puesto de relieve en un trabajo sobre teología de la Biblia. 

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Ayer expuse algunos del hombre del hombre como “ser para la muerte” en el contexto de un poco curso que dirijo para la archidiócesis de Los Ángeles CA. Retomo hoy ese argumento partiendo de la muerte/vida de Jesús como experiencia central del cristianismo, en un sentido general, pero teniendo en cuenta el contexto especial de Los Ángeles CA como lugar privilegiado y problemático de la cultura  contemporánea

 Dos actitudes ante la muerte:

1)Divinizarla.  Una parte considerable de las religiones antiguas han divinizado de alguna forma la muerte, como elemento del gran proceso cósmico: divino es el día y divina la muerte, ­sa­grado el nacer y sagrado el morir.  El hombre es un momento de la gran vida cósmica y por eso aceptar la muerte es aceptar la realidad del mundo, tal como ahora existe.   

2)Angustiarse ante ella.  Pero, en un momento dado, el hombre descubre en su vida un nivel de realidad que transciende el plano de aquello que podemos realizar en este mundo: tiene un deseo de vivir más allá de las fronteras de esta vida en la que todo muere.  En esta línea, con variantes muy significativas, se encuen­tran personas que están representadas por  filósofo como Unamu­no,  Heidegger y otros. En la Biblia esta postura tiene relaciones con el libro del Eclesiastés: a)Por un lado aceptan la muerte, como final de una vida que desea eternidad.    

Ritos de muerte.  

Los animales mueren y terminan, no elaboran un rito a los cadáveres. Simplemente los abandonan, dejando que ellos vengan a formar parte de eso que pudiéramos llamar el continuo cósmico. Los animales han terminado de ser y nada cambia; el conjunto de la realidad sigue existiendo perturbada. Los humanos, en cambio, han empezado a enterrar o rendir algún tipo de culto a los difuntos, confesando de esa forma el poder que ellos poseen, interpretándolos como mana, totem, huaca..., es decir, como sagrados.   

El origen de la religión parece vinculado al descubrimiento del sentido especial de la muerte, que no aparece ya como un mero suceso biológico, sino como rasgo significativo y fuente de significado, como expresión de ruptura y continuidad, de fracaso y esperanza, de violencia y ternura para los humanos.  Antes de elaborar teóricamente el sentido sagrado de la muerte (=de la vida en la muerte),los humanos han podido celebrar unos ritos que la simbolizan.

Precisamente así, cuando veneran a sus muertos, ellos expresan la veneración que poseen por la vida. Ignoramos los mitos más antiguos, las narraciones donde se presenta la actitud del humano ante la muerte. Pero conservamos algunos ritos fundamentales que expresan un tipo de fe en la vida por encima (o en medio) de la muerte. A manera de simple indicación señalaremos algunos:

Enterramiento y retorno a la madre tierra. Es quizá el rito más antiguo y corresponde a la experiencia de la religión matriarcal. De la madre tierra venimos, a ella volvemos. Por eso, es normal que los humanos hayan entregado sus cadáveres al seno de la tierra, colocándolos en postura fetal (o de descanso), para que ella los acoja y reviva en proceso de renacimiento:  son como semilla que debe pudrirse, perdiendo su individualidad, para que así la vida del difunto (=el alma) quede liberada y pueda renacer en la vida de conjunto de la tierra.

 De esta forma se establece una continuidad entre vivos y muertos: unos y otros forman parte del mismo proceso total de la realidad, simbolizada y/o regulada por la madre tierra. Sagrada es la vida, pero ella se encuentra en constante proceso de muerte y renacimiento. Es sagrado el todo, el despliegue conjunto, que se expresa de un modo especial en el cadáver entregado a la tierra materna, pero los individuos en cuanto tales se encuentran condenados a la muerte, difícilmente tienen valor sagrado.   

 Cultura andina. Huaca, muerte sagrada, mundo andino. Por la muerte, los hombres penetran en el mundo sagrado.  Huaca es más que un ídolo o un templo, más que un dios determinado. Huaca es en el fondo todo lo que está relacionado con la sacralidad.   

       En sentido estricto huacas suelen ser las sepulturas y los cuerpos de los muertos; por extensión son huaca las rocas y los cerros elevados, lo mismo que los astros, las estatuas de dioses y los templos (lugares de culto; son en fin huaca todas aquellas realidades que en un momento dado rompen los "términos normales" de la vida y suscitan reverencia. 

Cultura mexica. Muerte como sacrificio.  Dios es un proceso de vida y muerte. La muerte forma parte del despliegue de la vida, en un tipo de círculo eterno de generación y corrupción, de nacimiento y destrucción… Por la muerte volvemos a entrar en el proceso de la vida.   Dios va perdiendo fuerza a lo largo del duro tiempo cósmico. Por eso, los mexicas crean una religión sacrificial para darle fuerza a Dios, ofreciéndole vida humanas, para que le “alimenten”.

Este es el punto de partida y el trasfondo de la teoría sacrificial, que es la experiencia básica de toda realidad, entendida como dualidad (o lucha) y generación, un tema que aparece también con toda fuerza en la cultura de occidente, tanto en los mitos griegos como en la filosofía de Heráclito. Pues bien, a principios del siglo del XV, unos cien años antes de la conquista española, llegaron al altiplano mexicano los aztecas, que procedían de los estados centrales de la actual USA.  

Los aztecas justificaron así sacralmente su nuevo tipo de imperio o monarquía fundada en la potencia y guerra del Dios-Sol masculino, de quien recibían la vida (luz, sol) y a quien mantenían en vida, ofreciéndole la sangre de los guerreros muertos y/o sacrificados. Este tipo de imperio sagrado, que duró de 1424 d. C. hasta la llegada de los españoles en 1521, nos ofrece el ejemplo más claro de una religión sacrificial, donde Dios y los hombres se necesitan y mantienen mutuamente, en un círculo de vida/muerte.  

¿Viaje/liberación del alma  tras la muerte? Cremación. Reencarnación. En algunas culturas, se piensa que los muertos conservan la forma de vida que tuvieron sobre el mundo, al menos por un tiempo. Por eso se colocan en su tumba aquellos elementos simbólicos más necesarios para el nuevo viaje: comida, vestidos, armas... Algunas veces los muertos reciben compañía, sobre todo si son jefes de tribu, hombres importantes: se matan y entierran a su lado las mujeres y esclavos que podrán servirles en la nueva travesía que conduce, según los casos, al más allá de las islas felices, al mundo subterráneo del que vuelve a renacer la vida o a la altura de los astros.

Siguiendo hasta el final en esta línea del viaje, las religiones de la interioridad han supuesto que el humano puede liberarse por la muerte de las ataduras de la tierra en que se encuentra cautivado. Ciertamente, el "alma" de los muertos sin purificar vuelve al ciclo de reencarnaciones, hasta el momento en que pueda estar plenamente liberada y volar a lo divino. Pero el alma de los purificados retorna a lo divino. Por eso es bueno que no quede "recuerdo" material en este mundo: el rito más adecuado para despedirles será la cremación.

Normalmente, el fuego se toma como fuerza purificadora y transformante, vinculada con el alma; por eso, a los muertos se les quema, para que se vuelvan espíritu, pierdan la ganga de la vieja tierra y retornen a su esfera superior, al mundo de los astros del que se dice que han bajado y, sobre todo, al mundo divino. De esa forma, los muertos se liberan de la "madre" tierra o madre historia (entendida ya como cautiverio) y de la lucha interhumana, para integrarse en su esfera original, que es lo sagrado, lo nirvana, lo divino   

Dos protestas contra la muerte.   

Budismo (y de algún modo el hinduis­mo). Punto de partida:la vida actual del hombre sobre el mundo es sólo deseo-violencia-muerte, es una vida mala.  Por eso, desde el mundo, en esta vida no se puede construir nada que sea verdade­ro, no se puede hacer camino de reino.  Lo único que podemos hacer es vivir en libertad inte­rior, superan­do los poderes de la muerte que nos destruyen por dentro.  La religión es experiencia de no deseo, de liberación de este mundo que es muerte.

Sólo por la muerte nos podremos liberar del mal del mundo;  si hemos conseguido en este mundo el "nirvana" (un tipo de libertad, de paz interior, de superación de todos los deseos), en actitud de compasión bondadosa ante los otros al morir quedaremos libres de este mundo.  Por eso lo que importa no es construir un reino de Dios,  lo que importa es deconstruir la vida, en clave de rectitud interior y de no violencia. 

Judeo-cristianismo. 1)Punto de partida: morimos  porque somos mundo, pero estamos en camino hacia un futuro que puede ser superación de la muerte;  en el fondo, estamos buscando la inmortalidad,  la victoria del amor (de Dios) sobre la muerte;  debemos ir superando en este mundo los signos de la muerte, a través de la fraternidad activa, de la ayuda a los necesitados, en actitud de esperanza.  Esperanza de vida. Los profetas de Israel y después el mensaje de los apocalípticos y los sabios (libros de Daniel, Sabiduría etc) nos van poniendo ante el Dios que "puede dar la vida a los que han muerto".  La prueba de que puede haber darse un sentido a la muerte y de que hay resurrección es la fidelidad a Dios (y de Dios) en este mundo. 

 EL TESTIMONIO DE JESUS:

1)Muere como humano (por encarnación): muere porque participa de nuestra  historia, porque asume nuestra finitud;  en ese sentido las representaciones más antiguas de la Navidad solían repre­sen­tar la cura como un "sepulcro": nacer es introducirse en un mundo que es muerte (que solo existe en camino de muerte).  En este plano,  la muerte de Jesús no tiene más "misterios": muere como humano. 

2)Muere porque asume las "muertes" de este mundo: porque se pone al lado de los que mueren, al lado de los que llevan los signos de la muerte en su propia vida.  En ese aspecto, su muerte es un gesto de solidaridad y de servicio hacia aquellos cuya vida se encuentra más oprimida,  aplastada por los poderes de la muerte;   en otras palabras, Jesús muere para acompañarles (encarnación) y para defenderles (redención), en camino de reino.

Muere acompañando a los enfermos (cojos, mancos, ciegos),  los pobres de todo tipo,  endemoniados (lunáticos, epilépticos etc),   los expulsados del sistema (publicanos, prostitu­tas: los que no saben, los marginados.  Otros tipos de muerte: reflexiona sobre otras posibles formas de muerte con las que Jesús se hace solidario en su mensaje y en su misma muerte. 

 Muere porque le matan aquellos que llevan en sí el poder de la tierra, o aquellos que no le defienden lo suficiente.  Por eso, la muerte de Jesús no es simplemente efecto de su "humanidad" , es consecuencia de esta forma de vivir su humanidad, en actitud que suscita rechazo.

Le condena la autoridad religiosa, porque rompe su equilibrio sacral, en torno al templo: le condena la autoridad política de Roma, porque no entra en sus esquemas de  paz social (imperial);le abandonan (o traicionan) sus seguidores, que al final no se       comprometen a defenderle ante el juez (ante los jueces);le matamos todos: la iglesia ha descubierto que en esa muerte de Jesús estamos implicados todos, todos somos de alguna forma responsables de su fin. 

 Muere regalando la vida… La muerte es para él un gesto de amor… Muere acompañando a los que sufre, para abrir con ellos y para ellos y camino de superación de la muerte en amor.  Sólo muriendo por los demás se puede amarles del todo. Un ser inmortal (incapaz de morir) no podría nunca amar del todo, no podría convertir su vida en don, en regalo.  se puede amar del todo: sólo hay amor total cuando uno está dispuesto a morir por aquello que ama. 

Je­sús ha vivido el "camino del reino" (la causa de la nueva humanidad) como algo por lo que merece la pena entregar la vida.  Muriendo por mantener esa causa ha mostrado la importancia que da al reino:  no se ha vuelto atrás, no se ha retirado a su aldea cuando le amenazan.  En la muerte ha mostrado que ama del todo a los hombres (la causa de los hombres que es el reino).  Morir es dar la vida del todo, en amor, por los demás…

FIESTAS  ACTUALES DE MUERTE

México. La santa muerte. 1/2 Noviembre. Santos y difuntos, santos o difuntos. Elementos cristianos y precristianos de esta fiesta. Folklore y religión. Fiesta de catarsis, liberación del miedo a la muerte… Un tipo de cuaresma ante de Pascua, un tipo de adviento antes de Navidad. ¿Cristianizar esta fiesta desde la muerte de Jesús?

Halloween o Hallowe'en (All Hallows' Eve). Se celebra el 31 de octubre, como víspera de todos los santos, todos los difuntos. Fiesta celta/pagana… de fondo religioso cósmico… ¿Puede vincularse a la sacralidad de los muertos? ¿Puede vincularse a la pascua cristiana? ¿Es fiesta comercial, dirigida básicamente a los niños… ¿Hay que dejarla seguir… o cristianizarla? Riesgo de convertirse en pura fiesta de consumo para niños. ¿Cómo educar a los niños desde la experiencia de la muerte sagrada? Dejo el tema abierto

Espiritismo necromancia, evocación de los muertos…Fiesta prohibida por la Biblia (Dt 18).   La muerte es sagrada, pertenece al misterio de Dios…

– Sacrificio del hijo o la hija (Dt 18, 10) a quien se quema (cf. Gen 22) para obedecer a un duro Dios y para conseguir determinados fines (aplacar la violencia, someterse a las fuerzas del destino). Dt 12, 31 ha condenado esa práctica, aunque sabemos por la historia israelita que ha sido normal en tiempo antiguo (cf. 2 Rey 21, 5-6; 23, 10): al Dios que impone su dominio con terror hay que ofrecerle aquello que más cuesta, el propio hijo, en sacrificio expiatorio, apotropaico y oracular, impetrando de esa forma su favor en tiempos de peligro, como pensaba el rey Mesa de Moab en 2 Rey 3, 27, cuando sacrifica sobre la muralla de la ciudad sitiada a su heredero y paraliza con terror a los contrarios. Así ha sacrificado Jefté a su propia hija en Jc 11. 

– Evocación de muertos (Dt 18, 11) o necromancia. Es bien conocida dentro de la Biblia (cf. Saúl y la pitonisa de Endor: 1 Sam 28, 3-25). Está cerca del gesto anterior: hay en ambos casos una misma obsesión de muerte: se sacraliza a un ser humano al ofrecerlo a Dios (o a los poderes demoníacos), se lo diviniza al evocarlo. Ambos comportamientos reflejan una misma falta de aceptación de la vida como lugar de revelación de Dios, en claridad racional, en responsabilidad personal. El sacrificio ritual ha dejado en general de realizarse (o toma otras formas, no externamente sangrientas); por el contrario, la necromancia ha crecido y aparece hoy en el centro de casi todas las sesiones de espiritismo esotérico. Son muchos los que necesitan comunicarse con los muertos.

– Invocación y observación de los espíritus (Dt 18, 11). Esta práctica está cerca de la anterior, pues entre muertos (metim) y espíritus (´obim) hay una gran continuidad (casi identidad) para los esotéricos antiguos y modernos. Los evocadores de espíritus eran y son hombres-mujeres que se dicen expertos en las fuerzas profundas y sagradas de la naturaleza, a la que ponen (=dicen poner) al servicio de la vida humana.

Los espíritus pueden habitar en lugares especiales (pozos, fuentes, cuevas, casas, templos, montes, seres humanos...). Sólo el experto o sabedor de oráculos entra en contacto ellos a través de palabras misteriosas que luego traduce o interpreta para los demás. De esa forma elabora un sabermántico, sagrado, que define desde fuera nuestra vida. Son en nuestro mundo miles y miles las personas que se dicen observadoras de espíritus: utilizan para ello cartas o esferas de cristal, acuden a las nubes o a los astros, pensando que así pueden saber lo que está oculto o pasará. 

TESTIGOS CRISTIANOS DE LA MUERTE

San Pablo

Gal 2,19 Pero yo, por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo. 20Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. En cuanto a la vida actual en la carne la vivo por fe en el Hijo de Dios que me ha amado y se ha entregado por mí (ha muerto por mi).

    El que triunfa por ley sobre otros puede dominarles. Pero Cristo no ha triunfado por ley, sino que ha muerto por los hombres, a fin de darles gratuitamente vida; por eso no puede dominarles, imponerse sobre ellos por ley. Eso significa que, si la justificación de los hombres viniera por ley, Cristo hubiera muerto en vano, pues según ley Cristo debería  haber triunfado (cf. 2, 21). Pero Dios es amor gratuito (cf. 1, 3), de manera que la vida entera del hombre ha de entenderse como plena y total gratuidad: Acoger la voz de Dios, confiar en ella, dejarse hacer y ser puro regalo, eso es ser de Dios  y en Dios, dejando que Cristo viva en nosotros. Si el hombre tuviera que salvarse por sus obras, es decir, por lo que hace o debe hacer, la muerte de Jesús carecería de sentido.

Jesús no ha muerto como héroe militar, triunfando de hecho al morir en la batalla, sino al contrario, según ley, Cristo ha muere como fracasado, pero fracasado de amor; la ley ha fracasado, no puede salvar, pues a los hombres sólo puede salvarles el amor. Jesús ha vivido en amor, abriendo caminos de gratuidad, pero le han matado y su muerte (fracaso) ha sido su triunfo divino, experiencia clave de resurrección.

San Francisco de Asís. Morir dando vida.  Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.

Esta oración, formulada en el tiempo de la Gran Guerra (1914-1918)  recoge el espíritu de San Francisco, que aparece en los antiguos iconos abrazando a Jesús en la cruz, compartiendo su camino… Vivir crucificado es vivir poniendo amor donde hay odio, perdón donde hay ofensa…

  • Donde de haya odio, ponga yo amor. Donde haya ofensa, ponga yo perdón. Donde haya discordia, ponga yo unión. Donde haya error, ponga yo verdad.
  • Donde haya duda, ponga yo fe. Donde haya desesperación, ponga yo esperanza.
  • Donde haya tinieblas, ponga yo luz. Donde haya tristeza, ponga yo alegría.
  • ¡Oh, Maestro! Que no me empeñe tanto en ser consolado como en consolar; en ser comprendido como en comprender; en ser amado como en amar.
  • Porque: es dando que se recibe, es olvidándose de uno mismo como uno se encuentra, es perdonando como uno es perdonado, es muriendo como uno resucita para la vida eterna. 

San Juan de la Cruz. Pastor enamorado. Ha subido a la cruz por amor… Morir es la forma de amar del todo. Éste es un poema pastoril, conforme a la literatura bucólica del siglo XVI… Cristo/pastor muere dando la vida por la amada, es decir, por los demás… El hombre muere de verdad porque ama a los demás. Sólo de esa forma, al amarles, obtiene un verdadero conocimiento de la vida.

  • Un pastorcico solo está penando /Ajeno de placer y de contento en su pastora ha puesto el pensamiento Y el pecho del amor muy lastimado.
  • No llora por haberle amor llagado /Que no le pena verse así afligido /Aunque en el corazón está herido /Mas llora por pensar que está olvidado.
  • Que sólo de pensar que está olvidado. De su bella pastora con gran pena Se deja maltratar en tierra ajena /El pecho del amor muy lastimado.
  • Y dice el pastorcico: “¡Ay desdichado De aquel que de mi amor ha hecho ausencia Y no quiere gozar la mi presencia. Y el pecho por su amor muy lastimado!”
  • Y al cabo de un gran rato se ha encumbrado Sobre un árbol do abrió sus brazos bellos Y muerto se ha quedado asido de ellos Del pecho del amor muy lastimado.

Charles de  Foucauld (1858-1916).  Oración de la confianza: Ser grano de trigo, morir para dar vida.  Tema de fondo de San Pablo en 1 Cor 15 y del evangelio de Juan: Si el grano de trigo no muere… No somos la vida, somos semilla de vida.

 Padre: me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras... Que mi vida sea como Cristo: servir. Grano de trigo que muere en el surco del mundo. Que sea así de verdad. Te confío mi vida, te la doy. Condúceme. Envíame aquel Espíritu que movía a Jesús. Me pongo en tus manos, enteramente, sin reservas, con una confianza absoluta, porque tú eres... mi Padre

Bonhöffer, oración de abandono, desde un campo de concentración

 En medio de la guerra más horrenda de los siglos (1939-1945), ha luchado por la paz, en un complot contra el tirano. Fracasa el atentado y le condenan a muerte. No quiere ni puede justificarse ante Dios; sencillamente se presenta, con la vida entre las manos, en un gesto de confianza plena, pidiendo a Dios que sepa conocerle y le reciba en su misterio:

Siendo infinitamente grande, no te encuentras infinitamente lejos, sino cerca de nosotros. Y cuando estamos derrotados, tú no quieres asentarnos en tu fuerza, nos apoyas en tu Hijo Jesucristo. Por eso... ya seamos justos o injustos, enfermos o fuertes en la vida, nos arrojamos completamente en tus brazos, para vivir la plenitud de nuestras tareas temporales. ¿Cómo hundirnos en el fracaso cuando superamos con tu Hijo la prueba del desierto? ¿Cómo orgullecemos en el triunfo si llevamos con el salvador la cruz de nuestras culpas?

Etty Hillesum (1914-1943), ayudar a Dios, acompañar a los condenados a muerte.

                   Judía, amiga de Jesús. Asume en su vida en evangelio de Mateo y asume voluntariamente la condición de “condenada” en un campo de concentración, donde descubre la necesidad de acompañar y ayudar al mismo Dios en el camino de muerte de los hombres. Éste es uno de los textos básicos, que escribe en un campo de concentración, donde sabe que la van matar…

Corren malos tiempos, Dios mío. Esta noche me ocurrió algo por primera vez: estaba desvelada, con los ojos ardientes en la oscuridad, y veía imágenes del sufrimiento humano. Dios, te prometo una cosa: no haré que mis preocupaciones por el futuro pesen como un lastre en el día de hoy, aunque para eso se necesite cierta práctica…

Te ayudaré, Dios mío, para que no me abandones, pero no puedo asegurarte nada por anticipado. Sólo una cosa es para mí cada vez más evidente: que tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a ti, y así nos ayudaremos a nosotros mismos.

Es lo único que tiene importancia en estos tiempos, Dios: salvar un fragmento de ti en nosotros. Tal vez así podamos hacer algo por resucitarte en los corazones desolados de la gente. Sí, mi Señor, parece ser que tú tampoco puedes cambiar mucho las circunstancias; al fin y al cabo, pertenecen a esta vida…

Y con cada latido del corazón tengo más claro que tú no nos puedes ayudar, sino que debemos ayudarte nosotros a ti y que tenemos que defender hasta el final el lugar que ocupas en nuestro interior…Mantendré en un futuro próximo muchísimas más conversaciones contigo y de esta manera impediré que huyas de mí. Tú también vivirás pobres tiempos en mí, Señor, en los que no estarás alimentado por mi confianza. Pero, créeme, seguiré trabajando por ti y te seré fiel y no te echaré de mi interior (Diario. 12 de julio de 1942)

Anejo con Daniel Berrigan,  de Minnesota (USA, 1930-2016). Jesuita, activista católico, activista contra la guerra, partidario del desarme… encarcelado, condenado. Escribió con Thich Nhat Hanh (monje budista de Vietnam) un libro de conversaciones, titulado The Raft is Not the  Shore (Harper/Orbis 1975), traducido al castellano con el título (La balsa no es la orilla, Madrid 2023)); tenemos que ir en una balsa de paz hasta la otra orilla de la tierra pacificada. Ésta es un libro de iluminación interior y de transformación social, desde la perspectiva de un diálogo budista/cristiano, iluminado desde la cruz.

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