¿Se puede ser católico en este tiempo y en estas tierras? Perfil dominical 25-8-2019

“Amor meus, pondus meum; illuc feror quocumque feror”.    El gran san Agustín, que gustó el amor en todas sus dimensiones: de mentira y verdad, de luces y sombras, de farsa y cuento pero también de sinceridad y refino,  con estaa su idea bien cuajada del verdadero amor pone ante los hombres y mujeres un  reto  no tan ideal que no pueda ser asumido consciente y libremente.    Difícil es el reto, pero no imposible.    Y es precisamente por eso que vale la pena….

**  Iba Jesús de camino, enseñando, y uno le preguntó: Señor, son pocos los que se salvan?.    Él les dijo: “Esforzáos en entrar por la puerta estrecha.   Os digo que muchos intentarán entrar  no podrán”. Y no valdrá decir: “Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas”. “No sé quiénes sois”. Será la respuesta a los que rehúsan la “puerta estrecha” que lleva –sólo ella- al Reino de Dios (Evangelio de sdan Lucas, cap. 13,asignado al domingo 21º del tiempo litúrgico ordinario, de la I. Católica.

*** Proclamarse cristiano es bueno; serlo de hecho es mejor. Es idea del papa Frabncisco en la Audiencia general del pasado miércoles. Y las Bienaventuranzas han de verse como verdadero compromiso personal y social de vida.

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La pregunta –gran pregunta- salta, espontánea, de la boca de uno de los oyentes de Jesús: ¿Son pocos los que se salvan?. Y es que,  ante la hondura  y altura de las ansias de Absoluto que van con el hombre, por bruto que sea y como no sea piedra o alacrán, se alzan – ineluctables y ardientes- la dificultad y los rigores del camino.  El desafío de ser cristiano y católico es difícil, pero no  imposible;  sobre todo si de la fe se tiene un concepto positivo y humano y no se pretende mirar a Dios por encima del hombro.  

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La pregunta –es verdad- tiene ahora mismo trazo de acento agudo. ¿Se puede ser católico en este tiempo, en el siglo post-moderno, en la España de hoy?

Si después de leer –de releer y pensar-  el entero “mensaje de Jesús”, tal cual se plasma en los Evangelios,  me preguntara a qué  deporte  o afición lo afincaría, sin dudar lo llamaría “carrera de obstáculos”.  Y es que –bien mirado por dentro y hasta por fuera- no hay una página sin una barricada que saltar, una cuesta que subir,  una piedra en la que tropezar o un desafío al que dar la cara.   Parece un río de canto rodado en el que  sentar el pié hace sudar…

El establo; el escape a Egipto; el desierto; los fariseos;  Judas y Pedro; Getsemaní;  el “crucifícale” o el “Ecce Homo”; el proceso más falsario e inicuo visto jamás… Los contados minutos de gloria, como el Tabor o los Hosannas,  son en realidad intervalos momentáneos de luz y esplendor, pero de inmediato  teñidos de negruras de muerte y de pasión. Al bajar del Tabor les anuncia su muerte y, al oír los “Hosanna”, ya se le puede ver con la muerte en los talones.

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Lo más esencial del Cristianismo es el hombre, la persona humana, con sus derechos y libertades y, sobre todo, en su más  cualificada expresión : su liberación en Dios y por Dios.  Ser lo que ha de ser y no tanto lo que le gustaría  ser.  Y tratar de serlo luchando por sí mismo y sus posibilidades naturales,  de cuerpo y de alma,  hasta incluso contrariar apetitos de aspiraciones imposibles.  “On ne peut pêter plus haut qu’on a le cul”, solía decir con sorna  insuperable realismo mi recordado amigo francés en Donosti, Carlos de Launet. La gotas de la felicidad posible se pierden las más de las veces, no por ambicionar aquello que –luchando- se puede conseguir   (que eso es dignidad), sino por lo contrario: por soñar grandezas que superan los posibles de uno (que eso es idiotez o pedantería).

Lo esencial del cristianismo está en el hombre, ideado por Dios para ser hombre y más que hombre; en un diseño eficaz de “superhombre” de factura universal,, y no como el diseño de Nietszche, de librea totalitaria y “hitleriana”, que sólo valdría para sentirse ahogado en la charna de un “nihilismo”    desesperado y desesperanzado, como el que brindaron al pensamiento desbocado de ahora él mismo y, en otra medida, los Hegel, Sartre  o los “deconstructores” franceses,   con  la “nausea” y el “tedio” –parientes de la “nada”- a la puerta de la casa de todos.   En cristiano, en cambio, “super-hombre” lo puede ser cualquiera que se proponga serlo; luchando, claro es, y de la  mano de Dios, que es como “lo pequeño” que va en el hombre puede tener aspiraciones a más.

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 - ¿Religión “del amor”, o de un “inconformismo” escrito sobre pentagramas de amor?

-  ¿El amor,  difuminando el mal y atemperando a módulos racionales el inmenso drama humano que subyace a tan prodigioso don?

-  El “ama y haz lo que quieras” de nada menos que san Agustín ¿no es acaso un rayo de luz volcado sobre los mil sentidos del amor para indicar el verdadero?.

    - ¿El amor, camino de la libertad, o pretexto y pantomima de la libertad? ¿El rezo diario de mi recordada Concha Sierra: “Señor, no te canses de haberme hecho libre”, o el grito ramplón y como histérico del  “Condenados a ser libres” en los labios convulsos de los Sartre y la manada “existencialista”.

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“L’amour, chemin de liberté”: portada de un libro de los años 60 del siglo pasado, dedicado a abrir rutas al desafío de ser hombre y persona, de la mano del amor, a Dios, al “otro” y a uno mismno, pero sin dar al amor sentidos que no le van, si ha de ser amor y no mentiras del amor.

EL amor camino de la libertad. Le va –como digo- el “Ama y haz lo que quieras” de san Agustín. Pero el amor, para este coloso del pensamiento, no es ni enamoramiento a secas, ni flirteo de galantería, ni -menos. aún- mero contacto de dos epidermis…     Amor para él es lo que borda Ortega y Gasset es sus definitorios Estudios sobre el amor, cuando -en el cap. I de su magnífico ensayo- analiza “las facciones del amor”. “San Agustín, uno de los hombres que más hondamente han pensado sobre el amor,  tal vez el temperamento más  gigantescamente erótico que ha existido,  consigue a veces librarse  de edsa interpretación que hace del amor un deseo o un apetito.   Y así dice en lírica expresión: ‘Amor meus, pondus meum; illo feror quocumpe feror(Mi amor es mi peso, mi carga y compromiso; por él voy dondequiera que voy).   Amor es gravitación hacia lo amado”

Tan hondo, y lírico a la vez, sentido del amor, como sigue  anotando Ortega, no es –por esencia, y en todo caso- un “camino de rosas”, sino que hay veces que el amor de verdad se nutre y se patenta por el dolor, la tristeza y el sufrimiento,  como es, por ejemplo, amor en grado supremo “dar la vida” por aquello que se ama. ¿O no!!!

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¿La religión del amor y, a la vez, de la “puerta estrecha”, como define hoy, en su liturgia cristiana, este domingo?

Sí y no.

No lo es, si por ello se ha de entender  una religión edulcorada, facilota y retórica, a la carta del gusto y capricho de cada cual y sin trabas  a un concepto de la libertad del hombre  que haya de consistir en hacer lo que a cada cual le dé la gana…  Porque “le christianisme n’est pas une sorte de fraternalisme vague,  une “civilisatioin de l’amour”  où -comme par enchantement-  tous les conflits et pesanteurs humains  auraient disparu.   Une certaine rhétorique sur l’amour a trop souvent contribué à appauvrir le sens profond de la Révélation en le transformant en plus petit dénominateur commun à tous les hommes de bonne volonté.  Or l’exigence du christianime invite à la perfection, à une conversión du coeur,  et cette exigence permet de trascender le simple moralisme.   Pour rejoindre Pascal, je dirais que les chrétiens doivent vivre en état d’inquietude, d’insatisfaction permanente” (cfr.  el libro-diálogo, Le christianisme en accusation, de René Rémond y  Marc Leboucher  -Espaces libres,  Albin Michel,  Desclée, Paris, 2005,pag, 184). Que es como decir que el cristianismo-catolicismo o es “inconformismo” vital y activo o no es nada. Y la actitud del católico en estos tiempos ha de ser la de un “estado de alerta” permanente.     Como he dicho muchas veces y es verdad, somos pocos y mañana tal vez eseremos menos, pero lo que somos –poco, mucho o regular- hemos de hacerlo valer cada día. Otra cosa es farsa, uno de los modos de la farsa.

Dios es amor sin duda y, por ser amor, decidió hacerse hombre proclive a todas la “cuitas de lo humano”, para –desde esa máxima cercanía, que  da de sí la “Encarnación del Verbo”-  demostrar plásticamente –es decir, al vivo- que va en serio y en firme  su voluntad de librarle de sus bajezas  si él lo quiere porque, si lo soñó y ejecutó “libre” en su primer diseño,  respetará su libertad hasta si decidiera usarla para ser esclavo de sí mismo o de otros. Y en este sentido, el cristianismo es “la religión del amor”.

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¿Es fácil ser cristiano y católico en estos tiempos,  en estos pagos y en esta España “zaragateray triste”, del Antonio Machado de uno de sus Proverbios y Cantares?

Fácil no lo es; y ahora menos, con todos los vientos en contra de su dirección, como es de ver con sólo mirar la realidad de nuestros políticos y el vaciado de nuestras iglesias, por no seguir mirando a los “medios” y a otros creadores de opinión. Parece quemar en los labios el solo mentar el nombre de Dios… 

Pero  no es imposible,  porque es humano ser cristiano, y nada de lo humano ha de ser ajeno a los que, por creer en Dios, han de creer también en los hombres.  Es humano –humanísimo- mirar menos a la tierra y más a lo alto. Y es que lo difícil, hasta cuando parece osado pero no  imposible, es lo que merece la pena, por ser lo que más vale.

Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”.  Ser minoría viva no es ninguna tontería. Orgullo, más bien.

SANTIAGO PANIZO ORALLO

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