La  pluralidad de imágenes sobre el Jesús histórico / 3

 d) Un Judío marginal: el exégeta católico John P. Meier, recientemente fallecido, dio a su opus magnum, en varios volúmenes, el significativo título de Un Judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico, que reconoce claramente la judeidad de Jesús. En esta voluminosa obra, que dejó incompleta, este jesuita americano parte de los restos fragmentarios de los cuatro evangelios y a partir de ellos reconstruye la imagen multiforme de un Jesús marginal, en un contexto muy judío, idea ya subrayada en el propio título: “Jesús era un judío marginal que dirigía un movimiento marginal en una provincia marginal del vasto imperio romano”.

 Según  Meier, existe una evolución en el proyecto vital del Nazareno. En un primer momento, Jesús es un profeta escatológico a semejanza de Elías; un predicador  en Galilea, que anuncia el Reino de Dios, actúa como maestro sabio, como taumaturgo y lidera un grupo itinerante de discípulos.

 En un segundo momento, en el viaje fatídico a Jerusalén, Jesús aparece como pretendiente mesiánico, en la línea real de David, como muestra la entrada triunfal en la ciudad. Finalmente, con la connivencia de Caifás (Jn 11, 49-51) es condenado por Pilato a la crucifixión por sedicioso y rebelde, “Rey de los judíos”, como rezaba el titulus crucis.

 Sin embargo, Meier defiende la “absoluta singularidad de Jesús”, considerado como una figura única, contra la opinión de otros biblistas independientes, como E. P. Sanders, A. Piñero o F. Bermejo, entre otros muchos, que limitan  la originalidad del rabino de Nazaret.  Esta singularidad absoluta y originalidad del mensaje de Jesús es afirmada también por otros muchos investigadores confesionales, que siguen la línea marcada por Meier.

 e) Un Jesús mesías sedicioso y resistente anti romano: dentro de la investigación, ésta es una hipótesis minoritaria, que enfatiza los aspectos políticos del proyecto de Jesús, eliminados por los evangelistas, quienes exoneran a Pilato y culpan a los judíos de la muerte de Jesús.

 Jesús habría comenzado en Galilea como profeta apocalíptico del Reino de Dios, convirtiéndose posteriormente en un líder revolucionario, un mesías político como otros varios señalados por Flavio Josefo, que comparte las ideas teocráticas de los zelotes, quienes buscaban la expulsión de los romanos de la tierra de Israel, la cual es propiedad exclusiva de Yahvé.

 Sin embargo, Jesús no era un guerrillero zelota, pues  esperaba el milagro de una intervención divina, de acuerdo con las profecías bíblicas. Pero, sin defender necesariamente la lucha armada, participaba en la resistencia judía contra la potencia ocupante. Esto explicaría con mayor plausibilidad la condena romana a la crucifixión por delito de sedición, es decir, por crimen de Estado (laesa maiestas) y no por motivos sólo religiosos.

 El mensaje del Reino de Dios era ciertamente religioso, pero implicaba subversión política, lo mismo que el mensaje del Bautista, eliminado por Antipas: prometía la restauración del “Reino de David” en Israel, con la expulsión de los romanos y la liberación del denostado dominio extranjero.

 Siguiendo la línea de H.S. Reimarus, este enfoque fue defendido por los historiadores SamuelG. F. Brandon y por Hyam Maccoby. En España fue seguido, con algunas diferencias, por Gonzalo Puente Ojea, Fernando Bermejo Rubio y Josep Montserrat.

 Algunos de los indicios que apoyarían la hipótesis  de la resistencia, señalados por F. Bermejo (3), serían los siguientes: la oposición a pagar el tributo al César (Lc 23, 2); el mandato a los discípulos de comprar espadas (Lc 22, 36-38),  algunos de los cuales eran zelotes; el dicho violento de no traer la paz, sino la espada (Mt 10, 34), el recurso a legiones celestes de ángeles (Mt 26, 53); el dicho sobre los violentos que conquistan el Reino (Mt 11,12);  la entrada triunfal en Jerusalén (Mt 21,15 y Lc 19, 38), con la aclamación mesiánica al “Hijo de David”, con tono nacionalista.

 A ellos habría que añadir: el episodio violento de ataque al templo (Mc 11, 15-17); la resistencia con espadas en el arresto en Getsemaní  (Mc 14, 47);  la detención por una cohorte romana (Jn 18, 3.12), unida a la policía del templo; la condena de Pilato por sedición, la crucifixión entre dos probables insurgentes (leistaí), según Mc, Mt y Josefo, no simples ladrones ni tampoco bandidos; y el títulus crucis (Rex iudaeorum).

 Finalmente, el Apocalipsis de Juan, un libro repleto de violencia, que presenta a Cristo como un belicoso jinete, portando una espada, símbolo de la victoria sobre los enemigos. Los abundantes textos sobre la violencia y el ruido de armas cuestionan, pues, la visión tradicional de un Jesús pacifista, defensor de la paz  y de un amor incondicional a todos los humanos.

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(3) Cfr. Bermejo Rubio, Fernando. (2014), Jesus and the Anti-Roman Resistance. Journal for the Study of the Historical Jesus, 12, pp. 1-105, en  www.academia.edu.

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