Sufrimiento del inocente ¿dónde está Dios? (17.11.13)

Lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo estos días en Filipinas nos deja sin palabras y un creyente cristiano sin remedio se pregunta dónde está Dios. Es una pregunta que me hice también hace unos años viendo los desastres que dejó et tsunami de Haití. Tanto sufrimiento del inocente , tantas catástrofes naturales , tantas injusticias impunemente perpetradas, son un argumento existencial contra la creencia en Dios más fuerte que todos los razonamientos filosóficos. El evangelio no de este domingo no ignora la situación desastrosa del mundo.

La reflexión teológica trata de dar una explicación. El Dios revelado en Jesucristo no es una divinidad alejada de los seres humanos que desde el cielo interviene para enviar males como castigo, ni permitiendo desgracias para ver la conducta de los pobres mortales. Dios que es anti-.mal, está dentro de nosotros, más íntimo a nosotros que nuestra propia intimidad, infundiendo aliento para que con nosotros y en nosotros caminar hacia la plenitud de vida, superando el mal anejo a nuestra propia finitud. Pero ¿dónde queda la omnipotencia de Dios? y en seguida los teólogos también dan respuesta: Dios es omnipotente en el amor. Respuesta que rebasa el ámbito de cualquier discurso racional.

Con el peso de la tragedia que sufren nuestros hermanos filipinos, hice la oración esta mañana y escuché una vez más los interrogantes que Dios lanza como un desafío a Job: “ dónde estabas cuando cimenté la tierra?;¿quién señaló sus dimensiones o quien aplicó la cinta de medir?”; dímelo si tanto sabes. Y Job reaccionó confundido: “antes te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos”. Lo único que ha visto Job es la incomprensibilidad de Dios. El sufrimiento del inocente recomienda un primer momento de silencio.

Según la fe cristiana en la conducta histórica de Jesús habita la divinidad “corporalmente”. Y en la muerte cruenta del Justo es donde Dios se revela como el amor más entrañable y cercano que trasciende y resulta inexplicable en su misma cercanía. En la cruz, en lo más bajo y abominable, se ha manifestado como Presencia compadecida, como poder en la misericordia. Por mi parte hoy sintonizo con el grito del creyente bíblico y cristiano: “¿hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándonos?, ¿ no te importa que perezcamos?”. Es una forma de ejercer mi esperanza teologal. Pero en medio de este gripo, sigo escuchando el evangelio de este domingo: “!ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas”
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