Otro mundo es posible (24.11.13)

Lc 23, 35: Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.»También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!»


1. El ansia de poder es normal a los seres humanos que, tocados por un anhelo de omnipotencia, nos vemos limitados. Una y otra vez emerge la pretensión de ser dueños absolutos de todo y de todos. Fue la lógica que encontró Jesús de Nazaret no sólo en los políticos del imperio romano que dominaban al pueblo judío sino también dentro de este mismo pueblo donde una oligarquía en consorcio con los gobernadores de Roma se habían adueñado del poder económico y religioso. Para mantener su situación privilegiada, fabricaron una divinidad a su medida: Dios es el Altísimo que apoya y respalda siempre a los altísimos, reyes y potentados de este mundo. Por eso no es posible que esté en y con el excluido por los poderes políticos y religiosos: “si como dices eres rey de los judíos, que intervenga el Altísimo todopoderoso y te baje de la cruz”.

2. En su conducta histórica Jesús de Nazaret no encontró su alegría ni se apasionó por conseguir ningún puesto de relevancia política, económica o religiosa , entendida esa relevancia como una subida de escalafón. Su alimento fue lo que él experimentó como “voluntad del Padre”: poner todas sus facultades al servicio de una causa, la vida y la dignidad de todos. Su empeño se manifestó en la opción a favor de los indeseables y echados fuera social y religiosamente. En esa opción fue hombre libre de riquezas materiales, de normas inhumanas, de ritos religiosos encubridores del poder. Según esa conducta de Jesús, Dios no está en los políticos o religiosos que ambicionan y hacen lo que sea por mantener el poder sobre los demás sino en quienes viven apasionados por defender la dignidad de todos, se ponen al lado de las víctimas y son libres ante los resplandores del poder y de las consideraciones sociales.

3. Cuando Pío IX instituyó la festividad de Cristo Rey sin duda quiso resaltar “el imperio de nuestro Salvador”. Pero este imperio y esta gloria no están en la misma línea ni proceden en la misma lógica de los imperialismos y realezas que se suelen montar en este mundo. El gobernador romano Pilatos no entiende esa realeza de Jesús. Que al terminar el año litúrgico los cristianos entendamos de verdad que reinar es servir con amor, pues la gloria de Dios se manifiesta en el compromiso histórico para que todos los seres humanos vivan con dignidad . Sólo con esta nueva realeza es posible abrir camino hacia una sociedad más humana.
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