La vida tiene sentido y dirección desde el principio hasta el final

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  1. Prólogo del evangelio de San Juan

        En este día de Navidad hemos escuchado el prólogo del Evangelio de San Juan. Un texto -un tejido- solemne.

Algún místico dijo con toda sensatez que, en diciendo el Logos / la Palabra, Dios ya no tenía nada más que decirnos a los seres humanos.

        El prólogo de S Juan es una meditación acerca de cómo Dios entra en la historia de la humanidad.

        Este prólogo no habla de cómo nació Jesús, ni dónde, ni cuándo, ni quienes fueron sus padres, ni de Belén, ni Herodes, ni magos…

        Todo queda centrado en que el Verbo, la Palabra se hicieron debilidad: sarx. El Verbo se hizo carne.

        S Juan se sitúa antes del tiempo, antes de la creación. La creación viene después: por medio de la Palabra.

  1. La Palabra (logos)

        La Palabra no es una cuestión gramatical, del Diccionario de la Lengua. La Palabra es lo que Dios nos quería decir. Y lo que Dios nos quería decir es Jesús: Dios salva.

        La Palabra, el Logos, significa también razón de ser, sentido de la vida.

        La Palabra es la luz, que ilumina al ser humano y confiere sentido a la existencia.

        Desde el principio, -en  principio- la existencia humana tiene sentido

Si miramos a nuestro mundo no podemos decir que la luz el sentido y la vida iluminen nuestro momento: cegueras culturales, guerras, depresión, suicidios…         En esta etapa de vacío nihilista, de sinsentido, de depresión humana, de suicidio, nos hace bien recordarnos a nosotros mismos que la vida tiene sentido. La Palabra llena de sensatez -sentido- la vida.

        Nos hace bien volver al niño nacido y ver en la Palabra  la expresión de Dios: luz y vida.

  1. La Palabra se hizo carne

El Evangelio de san Juan nos dice desde el principio que la Palabra se ha hecho carne (sarx), debilidad, ser humano.  Y esto es lo que celebramos en Navidad: que Dios es aquel, que menor no puede ser pensado: un débil y pobre niño.

        Con respeto hacia otras religiones, el cristianismo no es una religión pseudomística, un éxtasis, un nirvana o un yoga, mucho menos el cristianismo es una vivencia espiritualoide.

        Las comunidades que leían el evangelio de Juan habían sufrido las primeras desviaciones espiritualistas (gnósticas) de tipo griego a las que repugnaba lo material y corpóreo. Por eso San Juan desde el comienzo subraya que la Palabra se hizo no un dios etéreo y flotante, sino que se hizo hombre, sarx.

Los cristianos de aquellas comunidades joánicas se sentían herederos de una tradición muy noble, santamente corpórea y materialista: el Discípulo Amado había recostado su cabeza en el corazón de Cristo: la cabeza había entendido lo que decía el amor. Habían experimentado el servicio en el lavatorio de sus pies. El ciego vio con sus ojos la luz de la nueva creación del barro y el espíritu (saliva) de Jesús. Esa comunidad cristiana nacía al pie de la cruz (María y el Discípulo Amado). Tomás había tocado el cuerpo resucitado del Señor metiendo su mano en el costado bautismal del Señor.

        Os transmitimos lo que hemos visto y oído, (1Jn 1,3).

El Dios de Jesús, Jesús está en medio de la vida, de la humanidad: “En el corazón de las masas”, que decía aquel libro que R Voillaume publicó en 1968.[1]

Feliz Navidad

[1] R Voillaume perteneció a los “Hermanitos de Foucauld”, cristianos con una presencia callada, silenciosa en medio del mundo. Ni tan siquiera evangelizan, están con una silenciosa presencia pre-evangelizadora.

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