Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret
Jesús de Nazaret

«No hay más que un líder: Cristo Jesús. Jesús es la fuente de la esperanza. En Jesús se apoya lo que predico. En Jesús está la verdad de lo que estoy diciendo» (Monseñor Óscar Romero).

Podemos llevar camisetas, gorras, rosarios o cruces con la imagen de Jesús. Y no está mal. Pero eso no significa que seamos los seguidores, amigos, hermanos de Jesús. Porque a Jesús hay que vivirle desde la buena noticia del Evangelio, desde su programa de vida, las Bienaventuranzas, y desde la opción por los empobrecidos, excluidos y marginados.

Y ahí es donde encontramos el verdadero camino de realización humana y espiritual de quienes han decidido seguirle. En sus palabras y su vida, de entrega, cuidado y sanación, se transparenta el verdadero rostro de su querido Abbá, el Dios-Misterio de amor de los mil nombres, Padre y Madre de toda la humanidad.

En Jesús se muestran y ejemplifican los mejores sentimientos que puede albergar el alma humana, dando sentido a la existencia, en medio de días tristes y felices, angustias y momentos de paz, épocas de plenitud y de mezquindad…

Seguir a Jesús significa desvivirse por el Reinado de Dios, lo que hoy llamaríamos «otro mundo posible», la construcción de una nueva sociedad que no esté basada en los valores del dinero, el consumo, el poder, el dominio de unos sobre otros, sino en la igualdad, la solidaridad y la fraternidad. En definitiva, otro paradigma, otra forma de vivir, de relacionarnos, de tratarnos y respetarnos, de cuidar a todos, especialmente a los más débiles y desfavorecidos y a la madre Tierra.

Las comunidades de fe y vida, que se reúnen en el nombre de Jesús, celebran su vida, se comprometen y sufren la cruz de la persecución por la justicia, están compuestas por mujeres y hombres que se muestran compasivos, trabajan por la paz, no se dejan esclavizar por el dios-dinero, festejan las alegrías de los otros y se compadecen con un corazón de carne ante los sufrimientos de los demás.         

Quienes se encuentran con Jesús, intentan manifestar en sus vidas, los sentimientos y actitudes de su divino Maestro y Hermano, no se dejan abatir por las dificultades, cultivan la frágil flor de la esperanza, mostrando a su alrededor que la vida tiene un sentido, que estamos llamados a la auténtica felicidad (que no es la que presenta el mundo), que tenemos que luchar cada día contra la muerte que nos rodea, principalmente en los crucificados, bajándoles de sus cruces; que estamos llamados a más vida, a una vida profunda, a la resurrección de nuestra propia vida y de los demás, ya aquí en la tierra, como germen de vida eterna. 

¡Señor Jesús!

Mi Fuerza y mi Fracaso / eres Tú. / Mi Herencia y mi Pobreza. / Tú, mi Justicia, Jesús. / Mi Guerra / y mi Paz. / ¡Mi libre Libertad! / Mi Muerte y Vida, / Tú, /Palabra de mis gritos, / Silencio de mi espera, / Testigo de mis sueños. / ¡Cruz de mi cruz! / Causa de mi Amargura, / Perdón de mi egoísmo, / Crimen de mi proceso, / Juez de mi pobre llanto, / Razón de mi esperanza, / ¡Tú! / Mi Tierra Prometida / eres Tú... / La Pascua de mi Pascua. / ¡Nuestra Gloria por siempre / Señor Jesús!

(Pedro Casaldáliga)

«Felices quienes experimentan como Jesús, la cercanía, la presencia y la íntima certeza de un Dios-todo-bondad que nos fortalece, anima y acompaña en el sendero de la vida».

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