En el día de difuntos Con el pijama de madera

Con el pijama de madera
Con el pijama de madera

La parábola de los dos gemelos en el seno materno quizás nos ayude a comprender la muerte.

No convertiríamos en drama el hecho de que cada día estamos muriendo un poco, si estuviéramos convencidos de que la muerte es solo un cambio de frecuencia o al menos, incluso para el que carezca de creencias en el más allá, una desembocadura inevitable que es parte de la vida como el nacimiento o la relación amorosa.

No es fácil olvidar una funeraria estadounidense. Recuerdo cuando me llamaron en Nueva York a una típica funeral-home del barrio donde me encontraba. Aquello parecía un hotel de cinco estrellas. Nada más llegar me ofrecieron una copa de champagne. Y el muerto, pintarrajeado y rodeado de flores y espejos, parecía un muñeco de feria. Fuera esperaba media docena de Cadillacs negros para llevarnos al inmenso cementerio donde los entierros hacían cola.
Prefiero un entierro de pueblo -me dije-, al menos la gente no se droga tanto la experiencia de la muerte. Quizás porque los camposantos rurales son accesibles y recoletos, inmersos en la naturaleza y a un paso de la plaza y la iglesia parroquial. En la ciudad hemos inventado el tanatorio, que es ciertamente más higiénico, y la incineración, que soluciona el problema de la falta de espacio. Pero aquí, está claro, vivimos cada vez más de espaldas a la muerte.
Que la muerte es cosa de vivos es evidente. Que todos, ricos y pobres, feos y guapos, vamos a cruzar ese umbral, impepinable. Pero el horror a esa realidad y la necesidad de ocultárnosla hace que morir siempre sea siempre una sorpresa y que no estemos preparados para afrontarla con dignidad. No convertiríamos en drama el hecho de que cada día estamos muriendo un poco, si estuviéramos convencidos de que la muerte es solo un cambio de frecuencia o al menos, incluso para el que carezca de creencias en el más allá, una desembocadura inevitable que es parte de la vida como el nacimiento o la relación amorosa.
Mucha de la gente que llora en estas ocasiones lo hace más que por la pérdida de un ser querido porque le recuerda que tiene que morir. A mí me da mucha luz este
DIÁLOGO FILOSÓFICO DE DOS GEMELOS
Dos gemelos fueron concebidos en un seno. Pasaron las semanas, y los gemelos fueron creciendo. A medida que iban tomando conciencia, su alegría rebosaba. “Dime, ¿no es increíble que vivamos? ¿No es maravilloso estar aquí?”.
Los gemelos comenzaron a descubrir su mundo. Cuando encontraron el cordón que les unía a su madre, y a través del cual les llegaba el alimento, exclamaron llenos de gozo: “¡Tanto nos ama nuestra madre que comparte su vida con nosotros!”.
Pasaron las semanas y los meses. De repente, se dieron cuenta de cuánto habían cambiado. “¿Qué significará esto?”, preguntó uno. – “Esto significa (respondió el otro) que pronto no cabremos aquí dentro”…”No podemos quedarnos aquí dentro. Vamos a nacer”. Pero el primero objetó: “No quiero verme fuera de aquí en ningún caso. Quiero quedarme aquí para siempre”.
Su hermano le dijo: “Reflexiona: no tenemos otra salida. Acaso haya otra vida después del nacimiento”… A lo que el primero respondió con energía: “¿Cómo puede ser eso? Sin el cordón de la vida no es posible vivir. Además, otros antes de nosotros han abandonado el seno materno y ninguno de ellos ha vuelto a decirnos que hay una vida tras el nacimiento. No. Al salir se acaba todo. Esto es el final”.
“Si la concepción acaba con el nacimiento, ¿qué sentido tiene esta vida aquí? No tiene ningún sentido. A lo mejor, resulta que ni existe una madre, como siempre hemos creído”. – ¡Debe existir!, protestaba el primero, de lo contrario, ya no nos queda nada”. A lo que el otro preguntó: ¿Has visto alguna vez a nuestra madre? A lo mejor, nos la hemos imaginado. Nos la hemos forjado para podernos explicar mejor nuestra vida aquí".
Así, entre dudas y preguntas, sumidos en profunda angustia, transcurrieron los últimos días de los dos hermanos en el seno materno. Por fin, llegó el momento del nacimiento. Cuando los gemelos dejaron su mundo, abrieron los ojos y lanzaron un grito. Lo que vieron superó sus más atrevidos sueños.
Del otro barrio nada sabemos, a no ser por lo que por fe nos enseñan las religiones. Pero esta vida sí tenemos experiencia. Y, como decía Fenelón, "la muerte solo será triste para los que no hayan pensado en ella". Quizás nos ayude una vez más el sentido del humor. Un tío mío gaditano se refería al ataúd como "el pijama de madera". Y mi padre, antes de morir, dijo: "Cuando suceda no olvidéis de tomaros una copa de Jerez a mi salud". Así lo hicimos. Sin llegar a aquel ejemplo supremo de humor de un gitano al que llevaban a ahorcar un lunes y que por el camino iba diciendo: “¡Bien empieza la semana!” Y es que el humor tiene un poder confortador para dar de lado al mundo, reírse de sus indicios espantables y ver más allá de la mera apariencia que por desgracia es lo único que interesa hoy en día.
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