El legado papal quiso que su primer acto tras la presentación de sus credenciales a Felipe VI fuera con el pueblo, en una de las fiestas más populares, la de San Antonio Abad

El coro le dedicó el Padre Nuestro en tagalo

“Pedimos la bendición de los animales, porque reconocemos que también ellos son hijos de Dios” dijo ante una parroquia abarrotada

No hay mejor sermón que el ladrido de un perro en una iglesia, sobre todo en la de San Antón, donde resuena a diario el cántico de las criaturas

Fue una sorpresa, pero como siempre, el padre Ángel no se cansa de sorprender. El flamante Nuncio de Su Santidad en España, Bernardito Auza, quiso presidir la festividad de San Antón en la madrileña parroquia '24 horas' de Mensajeros de la Paz en el centro de Madrid. Un día en que, literalmente, la iglesia tenía “olor a oveja”.

Porque en San Antón se dieron cita centenares, miles de perros, gatos, periquitos, cerdos, y también cabras y ovejas. Todos los animales eran, por un día, reyes de la parroquia de San Antón, junto a los tradicionales panecillos del santo y las revueltas a la parroquia.

La ovejas, en San Antón
La ovejas, en San Antón

Durante todo el día, el barrio se convirtió en una auténtica arca de Noé. Todos hacían cola para que el padre Ángel, y el resto de sacerdotes que se hacen cargo de San Antón, bendijeran a sus mascotas. Para muchos, sus únicos amigos. Poco antes de las siete de la tarde, el nuncio Auza acompañó al sacerdote asturiano y bendijo a animales y dueños, todos compañeros de camino.

Una entrada magnífica, con el pueblo, después de su presentación, a medio camino entre la tradición y la parafernalia, ante el Rey. Un protocolo obligado, pero a buen seguro Auza se sintió mucho más cómodo esta tarde en San Antón

El Papa, con San Antón

Ya en la parroquia, “como representante del Santo Padre en España", el nuncio quiso "ofrecerles los deseos del Santo Padre para todos ustedes”.

El padre Ángel, junto al Nuncio Auza
El padre Ángel, junto al Nuncio Auza

Al comienzo de la Eucaristía, el padre Ángel leyó un mensaje del cardenal Osoro, que no pudo asistir a la misa al encontrarse de ejercicios espirituales. “Me uno a todos los que estáis en San Antón”, escribió el purpurado, quien recordó que cada cristiano, como San Antonio Abad, “es hijo y hermano”.

El Evangelio, calcado para la ocasión: el del joven rico. Es más difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos que un camello por el ojo de la cerradura. Pero Dios lo puede todo.

En su homilía, el nuncio -en un perfecto castellano, aun arrastrando las eses- recordó cómo san Antón “es uno de los santos más populares de todos los tiempos”, y uno de los padres de la Iglesia, uno de los primeros monjes del cristianismo, “el padre del monaquismo cristiano”.

Homilía del Nuncio Auza en San Antón
Homilía del Nuncio Auza en San Antón

A Dios se le reconoce por amor

Antón era hijo de padres ricos, “pero vendió todas sus riquezas, y las repartió entre el pueblo, reservando sólo una pequeña parte para su hermana pequeña”. Un ejemplo del Reino que pide Jesús.

Auza destacó la tradición de bendición de animales, y la fiesta en los campos. “En la vida de San Antón vemos la clave de la vida en el Señor, reconocer a Dios como el creador de todo y dueño de todo lo que poseemos”, señaló. “Pedimos la bendición de los animales, porque reconocemos que también ellos son hijos de Dios”.

“A Dios se le reconoce y se le alcanza por amor”, concluyó el nuncio. “Orar es hablar de amistad con el Señor, es vivir en relación y crecer en amistad”. “Todos los hombres honrados, al ver la conducta de San Antón, lo llamaban amigo de Dios, y todos lo amaban como a un hijo y a un hermano”.

Misa de mediodía en San Antón
Misa de mediodía en San Antón

La misa de doce en San Antón

Antes, en la misa solemne de la mañana, presidida por el padre Carlos Khalil, presidente de Mensajeros de la Paz de Jordania, se oían ladridos de algunos perrillos, aunque la mayoría asistía en silencio a la ceremonia en brazos de sus dueños. No hay mejor sermón que el ladrido de un perro en una iglesia, sobre todo en la de San Antón, donde resuena a diario el cántico de las criaturas.

En la homilía, el Padre Valentín, tras ofrecer unas pinceladas de la vida de San Antonio Abad, recordó que le llamaban “el amigo de Dios” e invitó a los fieles a imitar al santo: Dejarlo todo, para recibir el amor. “Tenemos que volver a la senda del amor, que es el único camino transitable”.

También invitó el sacerdote de Mensajeros en “poner nuestra confianza en el Señor”, sobre todo en lugares como “esta iglesia, donde tocamos las heridas y fragilidades humanas todos los días”. Ante estas heridas, “la confianza es la mejor de las respuestas”. Porque “las preocupaciones no resuelven los problemas, sino sólo la confianza y la fe”.

El padre Valentín también invitó a la gente a no juzgar, porque “el juzgar no nos proporciona ningún consuelo”. A su juicio, “hay que dejar a los demás ser lo que son, para poder ser nosotros lo que somos”.Y, por último, animó a los fieles “a no perder la capacidad de soñar”.

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