"La vida religiosa necesita un diseño inédito, ante el que no sirven ni valen respuestas ‘de libro’ o de IA" Luis Alberto Gonzalo: "Hemos dedicado más energías a salvar estructuras que al cuidado y valoración de las personas"

Luis Alberto Gonzalo
Luis Alberto Gonzalo

En el dibujar de este nuevo diseño se vislumbra una palabra clave: comunidad, entendida como “espacio de vida compartida con arte, ligereza y vida de calidad”

“Hay un clima de representación teatral en la que sin tensión porque aporte novedad, todo va bien mientras cada uno represente su papel”

Para el padre Gonzalo, la salida es la “personalización del valor de la comunidad”. Es decir, “no abordar la comunidad como un espacio de relación profundo, conlleva la desnaturalización de los espacios evangélicos y reduce la comunidad a un grupo humano desmotivado por la inercia, el cansancio y la reiteración”

"Hemos dedicado más energías a salvar estructuras, ajustar fronteras, adecuar ritmos para dialogar con sociedades y gobiernos de las ciudades y países, que al cuidado, el reconocimiento y valoración de las personas”

“El arte de vivir juntos, cómplices del Espíritu”. Este fue el subtítulo y toda una declaración de intenciones del claretiano Luis Alberto Gonzalo, que intervino la tarde del jueves en la semana de la Vida consagrada del ITVR, con una ponencia titulada “¿Es posible un nuevo paradigma de comunidad? Luces y sombras en el camino”. Hacía tiempo que no escuchaba una conferencia sobre la vida religiosa tan honda, tan profunda, tan sentida, tan real y tan profética. Tan rica y tan interpelante. Una auténtica denuncia y un excelente anuncio de principio a final. Y, además, bien escrita y bien leída.

A juicio del profesor claretiano, siguiendo a E. Morin, “vivimos tiempos complejos” y, por eso, comenzó rebajando las pretensiones de su conferencia: “ni pretendo encontrar, ni puedo ofrecer el diseño de un paradigma que está en construcción, en desarrollo y anuncio”.

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Gonzalo
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Pero como miembro de la “generación intermedia” se siente responsable “del diseño de un espacio fraterno creíble y real, sin nostalgias y sin rebajas. Pero, evidentemente, auténtico”. Un diseño “inédito, ante el que no sirven ni valen respuestas ‘de libro’ o de IA”.

En el dibujar de este nuevo diseño se vislumbra una palabra clave: comunidad, entendida como “espacio de vida compartida con arte, ligereza y vida de calidad”. Porque, a juicio del profesor Gonzalo, “el gran reto de nuestro momento histórico para la vida consagrada no es otro que crear espacios de comunión para crecer, celebrar, esperar y anunciar”.

Sin perderse “en las innumerables herramientas de búsqueda que nuestro momento cultural nos ofrece”, el claretiano comienza su aproximación a la tesis que pretende defender con la siguiente pregunta: “¿La comunidad está en crisis o vive en la incertidumbre?”

Probablemente, las dos cosas: crisis e incertidumbre. “Algo hay que hacer, pero no se sabe el qué… sin duda alguna por el estado emocional de las personas, ante el cual nuestros espacios comunitarios actuales no tienen autoridad moral para intervenir”.

Gonzalo
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Porque  la comunidad no es anterior a la persona y sus principios parece que ya no circulan “por las venas de los consagrados o consagradas”. Quizás, porque “hemos perdido la conexión de la emoción con la vida diaria; hemos sucumbido a la practicidad de que nada pase…”. Y eso conduce a la tentación de representar un papel: “Hay un clima de representación teatral en la que sin tensión porque aporte novedad, todo va bien mientras cada uno represente su papel”.

Para diseñar esa nueva comunidad, lo primero es “reconocer que ha de responder al presente”. Y eso puede significar, a veces, “ser un tanto críticos con lo que hemos llamado cultura congregacional”, asumiendo “la incertidumbre que afecta a la vida actual consagrada.

“La incertidumbre sobre el porvenir de la vida consagrada, y su expresión más clara que es la comunidad, no siempre nos lleva a la creatividad y a la búsqueda de eternidad, sino a una suerte de postración y egoísmo. Se hacen cosas, se reiteran itinerarios… se hacen ejercicios pero no es seguro que los consagrados hoy creamos que pueda cambiar la vida comunitaria”.

Por ejemplo, tener en cuenta que la “realidad comunitaria no es una familia”, pero necesita ser algo más que mera funcionalidad.

Sentadas estas premisas, el conferenciante se pregunta: “¿Cómo vivir juntos?”, para ir más allá de los meros ritos en común o para “experimentar la comunidad como posibilidad y no como peso”.

Gonzalo
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Para el padre Gonzalo, la salida es la “personalización del valor de la comunidad”. Es decir, “no abordar la comunidad como un espacio de relación profundo, conlleva la desnaturalización de los espacios evangélicos y reduce la comunidad a un grupo humano desmotivado por la inercia, el cansancio y la reiteración”.

Y, para eso, "es crucial e imprescindible el papel mediador del liderazgo que, a mi modo de ver, es donde más explícitamente vivimos esa crisis comunitaria. Hemos dedicado más energías a salvar estructuras, ajustar fronteras, adecuar ritmos para dialogar con sociedades y gobiernos de las ciudades y países, que al cuidado, el reconocimiento y valoración de las personas”.

Asegura Gonzalo que la vida consagrada sigue manteniendo una “organización férrea” que se mantiene, pero que no incide en la vida. “La estructura responde todavía a lo que venga, a un futuro que, de alguna manera con nuestras previsiones, queremos domesticar para que no sea tan cruel. Lo cierto es que tenemos estructuras comunitarias que favorecen el paro. Tenemos un déficit organizativo evidente para este contexto. No acabamos de encontrar sintonía cronológica con el siglo XXI”.

Por otro lado, para renovar la vida comunitaria religiosa es necesaria la comunicación interpersonal. Porque, “la comunicación no es un añadido a la comunidad, es su corazón. No es un añadido a la vida consagrada es la raíz de su capacidad para el discernimiento y la misión”. Comunicación auténtica, sin caer en la “saturación de información” y, por lo tanto, “sobran las reuniones comunitarias monotemáticas o con protagonistas “ultraevidentes”, sin espacio para la escucha, sin silencio orante, sin aliento de vida”.

Gonzalo
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Para construir esa nueva comunidad, el ponente abordó, en el punto sexto, los diversos ejercicios de desaprendizaje, que deberían hacerse. Desde “desaprender que ya lo sabemos todo” o que “liderazgo es hablar bien y tener respuestas para todo” o que “el fracaso es una derrota y que el éxito dura siempre”.

En definitiva, se trata de “integrar la crisis” y vivirla como “conexión entre estrategia, innovación y cambio”. Y, por supuesto, vivir la crisis en complicidad con el Espíritu. Porque “estamos ante la encrucijada más compleja que debe ser atendida en la vida consagrada: configurar comunidades que celebren la vida, expresen vida, disciernan y sean anuncio de un carisma que está vivo”.

Y el padre Gonzalo concluyó su ponencia aportando algunas pistas de cara al futuro:

“Este crecimiento no es posible, a mi modo de ver, sin el horizonte iluminador de un liderazgo que de manera real y cordial haga una opción por las personas, antes que por las obras; por las situaciones humanas antes que por las coyunturas funcionales. Si este ejercicio de liderazgo no adquiere responsabilidad en el acompañamiento del crecimiento y cuidado de las personas, la comunidad puede ser una obra de teatro, en el mejor de los casos comedia, en la que los consagrados serán solo personajes. Actuarán mientras dure la función, pero indudablemente colgarán sus atuendos siempre que vayan a descansar o se decidan a ser ellos mismos”.

Captura de pantalla 2024-04-04 a las 17.20.25
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La sesión del jueves la clausuró Carmen Elisa Bandeo, SSpS, Coordinadora de la Red Internacional de Inmigrantes y Refugiados de la UISG, con una ponencia titulada: 'Vivir según lo que se espera".

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