Profecía, territorios y urgencias para la Casa Común Los 'ecos' de la COP30: La Vida religiosa latinoamericana repasa lo vivido en la Cumbre del Clima
La Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR) realizó el taller virtual "Ecos de la COP30 en la Vida Religiosa" que repasó de lo vivido en Belem (Brasil) para proyectar caminos pastorales de conversión ecológica
(ADN Celam).- La Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR) realizó el taller virtual“Ecos de la COP30 en la Vida Religiosa”, un espacio formativo y espiritual donde se hizo un repaso de lo vivido en la Cumbre del Clima realizada en Belén (Brasil) y proyectar caminos pastorales de conversión ecológica.
Bajo el lema “Vida religiosa: esperanza y profecía desde el corazón del planeta”, este encuentro congregó voces especializadas en ecología integral, delegados eclesiales que participaron directamente en la COP30 y miembros de redes que trabajan en territorios marcados por la vulnerabilidad socioambiental.
Esperanza y profecía
El encuentro fue inaugurado por el padre Israel Arévalo, secretario adjunto de la CLAR, quien agradeció a la Comisión de Ecología Integral y a la Red Itinerante en la Amazonía por hacer posible este espacio. Remarcó que la reflexión se enmarca en el horizonte espiritual que inspira el diálogo entre Jesús y Nicodemo: “nacer de nuevo”.
El padre Arévalo describió la reciente cumbre climática como un escenario de contrastes: “La COP30 nos dejó un balance complejo”, dijo. Por un lado, destacó la aprobación del llamado Paquete de Belén, que incluye 29 decisiones sobre financiamiento climático, cooperación internacional y transición justa. Pero, al mismo tiempo, señaló que “se evidenció la ausencia de un plan claro para abandonar los combustibles fósiles”, una omisión seria ante la urgencia planetaria.
Para la CLAR el desafío es doble: comprender qué se debe hacer y discernir cómo hacerlo en comunidades, territorios y obras apostólicas.
Oración desde la Amazonía herida
La primera parte del taller estuvo animada por la hermana Azucena Correa, quien condujo un momento contemplativo inspirado en Apocalipsis 22. Invitó a los participantes a disponerse “dejando que el Espíritu, la Ruah, la divina sabiduría nos acompañe”.
Correa entrelazó espiritualidad y clamor de la tierra con imágenes poéticas evocadoras: “El río de agua viva… a su paso va dejando vida y esperanza”; “¿Cómo no amar y cuidar nuestra casa común? Es la única casa y ya no tenemos a dónde ir sin ella”.
Nombró sin evasivas el sufrimiento del territorio: deforestación, contaminación, minería, pérdida de biodiversidad, inundaciones y abandono de los pobres. Recordó también a los mártires ambientales, a indígenas, campesinos y animadores de la fe que han dado la vida por defender la Amazonía: “Son semillas que hicieron germinar el Reino”.
El momento concluyó con una lectura orante de un poema profético de los años 70, que denuncia el ciclo destructivo que comienza con la tala de un árbol y termina en la desaparición de la vida.
La COP30, vista desde la Iglesia del Sur Global
La moderación del taller estuvo a cargo de la religiosa javeriana Karina de la Rosa Morales, quien recordó que el objetivo central del encuentro es promover la apropiación eclesial de las experiencias de la COP30, como oportunidad profética para renovar el compromiso ecológico.
Luego presentó al primer expositor: Fray Eduardo Agosta Scarel, O. Carm., teólogo, experto en variabilidad climática y miembro de las delegaciones de la Santa Sede en la COP28 y COP30.
"La Iglesia del pueblo de Dios estuvo presente como nunca antes"
En un videomensaje, Agosta destacó que la cumbre de Belén fue anunciada como la COP de “la esperanza” y “la implementación”. Y señaló un elemento inédito: “Es la primera vez que la Iglesia —pueblo de Dios— estuvo presente dentro de la zona oficial con voz propia, no solo la delegación del Vaticano”.
Celebró que la Iglesia del Sur Global ofreciera una contribución sinodal, ética y profética, que incluso influyó en el borrador inicial del documento final. Destacó tres logros que sobrevivieron a las negociaciones: Reconocimiento de los derechos fundamentales y territoriales de los pueblos indígenas. Protección de la Amazonía y la biodiversidad. Y la admisión de la deuda ecológica entre el Norte y el Sur global.
Al mismo tiempo, lamentó que se haya diluido el llamado a eliminar los combustibles fósiles. Sin embargo, Agosta expresó esperanza en la “hoja de ruta” internacional para una transición energética justa impulsada por la Conferencia de Santa Marta, que reúne países del Norte y del Sur comprometidos con abandonar los combustibles fósiles: “Esta alianza puede cambiar el mercado global y crear un nuevo multilateralismo basado en la justicia climática”.
La mirada de la Vida Religiosa
La hermana Valmi, brasileña de la Congregación de la Divina Providencia, compartió su experiencia en el proceso de preparación y participación en la COP30. “Participé en toda la preparación durante dos años… buscando crear esperanza y alentar la profecía”.
Expuso tres líneas de compromiso de la Vida Religiosa en la COP: La Defensa profética de los pueblos originarios y territorios, donde se encuentra la reafirmación de la Amazonía como territorio prioritario de misión. Apoyo a pueblos indígenas, quilombolas y comunidades tradicionales. Exigencia de políticas que protejan ecosistemas y garanticen justicia climática. Como segunda, la ecología integral y conversión: La Vida Religiosa —dijo— se reconoce llamada a unir “el clamor de la tierra y el clamor de los pobres”, promoviendo: modos de vida sostenibles, diálogo interreligioso y social, proyectos concretos como huertos comunitarios, reciclaje, reforestación, educación ambiental, economía solidaria, y acompañamiento a jóvenes.
La tercera, la Justicia global y rechazo a falsas soluciones. Denunció la financiación de la naturaleza y el capitalismo verde: “El futuro de la Amazonía depende del respeto a los derechos de su gente”. Recordó a los mártires ambientales, como la hermana Dorothy Stang y subrayó que la defensa de la vida exige memoria, resistencia y presencia pastoral.
Leer la COP con ojos misioneros
El padre Darío Bossi, misionero comboniano y coordinador de la Red Iglesias y Minería, analizó la COP desde tres perspectivas: interreligiosa, popular y en red. Desde la perspectiva in interreligiosa destacó el espacio ecuménico y espiritual Tapirí, que expresó la pluralidad de la revelación: “La biodiversidad también debe inspirar nuestra espiritualidad. El rostro de Dios es plural”. En ese marco, recordó la frase de Marina Silva, ministra brasileña: “El verdadero cambio solo acontecerá por la fuerza ética de las espiritualidades y las culturas”.
El aspecto popular, padre Bossi señaló la potencia de los movimientos sociales:
“La historia del clima se cambia desde los territorios”. Marchas, asambleas y diálogos mostraron la fuerza de los pueblos indígenas, organizaciones y juventudes.
Y como tercera percepción, habló de las Redes. El comboniano alertó sobre un ciclo peligroso: inteligencia artificial, demanda energética, militarización y expansión extractiva.
“La minería está en el centro de un modelo que devora territorios y vidas”. Propuso avanzar hacia economías post-extractivas y alianzas Sur-Sur que permitan frenar el modelo depredador.
Territorios que hablan
La última expositora fue la hermana Rosita Sidasmed, religiosa argentina y secretaria ejecutiva de la Red Eclesial del Gran Chaco y Acuífero Guaraní, compartió una intervención centrada en la fuerza del multilateralismo y la importancia de “hacer presente la voz de los territorios”.
“La COP no es un espacio donde la Iglesia decide, pero sí donde no puede estar ausente”, dijo.
Valoró la articulación del Sur Global y resaltó que la Iglesia fue reconocida por la presidencia de la COP como referente moral: “La Iglesia tiene una referencia ética que debe seguir anunciando”.
La Hna. Sidasmed insistió en que la prioridad es unir fuerzas locales y globales: “Todo está interconectado. Las sinergias son indispensables”.
El taller concluyó con una invitación a fortalecer la presencia de la Vida Religiosa en territorios vulnerables, a renovar las opciones por la Amazonía y los pueblos originarios, y a transformar la esperanza en acciones. Como afirmó el padre Arévalo al inicio: “Que este tiempo compartido sea un verdadero signo de comunión y profecía, y que juntos podamos seguir tejiendo esperanza desde el corazón del planeta”.
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