Ayer celebramos una oración solemne en el templo jubilar de la Inmaculada Concepción en Villanueva de la Serena, en el convento de las concepcionistas. Fue realmente un momento de adoración, silencio, canto, contemplación junto a las hermanas. La vigillia muy preparada por el sacerdote Nicomedes Silos Montero y participada por personas sencillas de la feligresía, con jóvenes que lo auxiliaron en la liturgia. Para mí fue una verdaera Betania de descanso, sosiego, fraternidad, mirada profunda y oración. Me llamó la atención la reflexión preparada para contemplar la escena de Martay María, y el sentir de esas "Betanias" que todos necesitamos y que nos conducen a la unidad. Os hago partícipes con alegría para que tambén vosotros podáis sentir la emoción y la profundidad que yo tuve junto a ellos en Villanueva. Gracias.
¿Que bienes nos vienen con esta gracia? Así preguntaba el catecimo en su tintineo de interrogantes y respuestas. Hoy deberíamos hacernos la misma pregunta ante el tema de la migración y nuestra actitud ante ellos en nuestra sociedad y entre nosotros como cristianos.
LLegar a la alegría en lo sencillo de lo ordinario y poder celebrarlo juntos es algo que nadie nunca te podrá quitar. Así es en la vida, como decía Jesús, al darle gracias al Padre por aquellos que habían descubierto a Dios en lo diario, en lo pequeño, en lo realmente posible incluso en los mayores límites. No os perdáis este hecho de vida que a mí me encandiló y que lo traigo a colación cuando veo que Jesús en el evangelio no hace más que facilitar la vida, la bondad, la bendición, la paz... y hacerlo en aquellos que están a su lado en el silencio de lo más cotidiano y al borde de los caminos.
Ante la realidad dura y crítica de los acontecimientos, el pueblo suele estar siempre en expectación, no puede dejar de preguntarse qué es lo que va a ocurrir. Los ojos se fijan en aquellos que pueden ser salvadores de la situación, buscan redentores. La esperanza necesita dónde sujetarse para no darse a la confusión y el desaliento.
El día de Reyes en la vida de un cura entre rural y urbano. Detalles de interpelación y de luz que me despiertan en el quehacer ministerial. Entre la gentilidad de una cultura rampante de la que formo parte y la fe de los sencillos y los humildes que también me rodea. Deseando volver a lo verdadero y auténtico por un nuevo camino. Homenaje a Isabel Rodríguez de Almendralejo y abrazo a su familia.
- ¿Isabel, has amado mucho?
- “Todo lo que he podido”
- ¿Y te han querido?
- “A rabiar, Señor, hasta el último suspiro. Sigue bendiciéndolos.”
Con todos los migrantes que habitan nuestra tierra y con los que no llegaron. La Epifanía nos invita a despertar y reconciliarnos con lo más propio de lo humano que es la búsqueda, la pregunta, el interés por la verdad y lo auténtico de la vida, aunque nos gastemos en ello. La vida no se puede guardar, necesariamente hay que gastarla y lo mejor para hacerlo es vivir despiertos en la inquietud de los que desean novedad y plenitud.
Un compañero sacerdote me habla de su vulnerabilidad y debilidad en el camino de la fe y del ministerio, lo hace confiado en la Luz de la Palabra y en la fuerza del Dios que le fundamenta. De este modo se hace testigo de verdad y de comunión. Yo me identifico con él y entiendo la clave del bautista ante el que es la Palabra, la Luz y la Vida. Gracias hermano por poner palabras a tus sentimientos profundos y darme luz con ellas. Somos testigos de la Luz de que nos envuelve y alumbra en nuestra debilidad y vulnerabilidad.
A Jesús, el deseo de lo profundo le llevará a vivir su ser familia de un modo absolutamente nuevo, a romper esquemas fijos para abrir otros modos, claves de vivir y de ser en un horizonte de universalidad y de amor. Por eso, acaba en una vida pública rodeado de todos los que son su madre y sus hermanos, los que escuchan la Palabra de la vida y se abren a ella en cualquier circunstancia, como hizo María y José. Es lo que nos propondrá a nosotros para una mirada de luces largas y de esperanza total en el caminar de nuestra sociedad.
Ser hijo de Dios, razón para la locura de la alegría, por el rio de sentido y verdad que viene en esas venas de amor tan paterno como materno, en la adopción definitiva entre el pesebre y la cruz, lugares donde la ternura y lo vulnerable se abrazan, la tierra y el Espíritu se glorifican.
Una mujer alentada por la buena noticia de su prima, que vive en la montaña en un pueblecito judío, se pone en camino, aprisa y va a llevar el cuidado y la ternura de su persona para acompañar y fortalecer un momento que va a ser de vida. Ahora todo se deja aparte para poner en el centro a la que en su debilidad va a ser madre. Lo hace María está esperando al Señor de la vida en su propio vientre, preanuncio del que ha venido no a ser servido sino a servir.
Las cuestiones centrales de lo humano siempre han contemplado las preguntas sobre lo que somos, nuestras raíces, nuestro futuro; y ahí enraíza la problemática del “ethos”, con transversalidad antropológica. El quehacer de la vida es central para aquello que deseamos ser en el horizonte de sentido. La pregunta a Juan, en ese momento de confusión y dificultad, desde todas las instancias de lo humano, es de vital importancia para los que se acercan. El profeta llama, con sencillez, a la coherencia con el bien interno de sus profesiones, mandamientos básicos y universales de justicia y dignidad, pero ante la expectación del pueblo, aclara que la razón del ser y el hacer no está en estos consejos de conducta y códigos deontológicos, sino mucho más allá. Hay que prepararse para adentrarse en el bautismo de Jesús de Nazaret. Se trata de una revolución insospechada y radical que está apareciendo y el Bautista la siente muy próxima. Alguien llega con la fuerza del Espíritu Santo y el fuego del amor inapagable. Será un momento de opción necesaria, de apuesta por la vida, por el evangelio, o por la muerte, la destrucción. Cristo nos llevará a planteamientos que más que éticos serán de vida como alternativa a la muerte, decisiones de fundamento y raíz. Dios no tiene alternativa, el absoluto no juega a contrarios, se ofrece frente a la nada, o Dios o la nada, aunque esta sea el dinero, el placer o el poder.
Acaba de salir a la luz el trabajo que he realizado desde el seguimiento de los evangelios dominicales y de solemnidades de ciclo C, recién inaugurado. Vuelvo sobre la vida y la palabra, hilvanados para la trama de la salvación. Pero sobresale la belleza, riqueza literaria y profundidad del prólogo que ha escrito mi querido Álvaro Mota Medina. Su mirada profunda y generosa le ayuda a ver mucho más de lo que yo creía haber alumbrado en mis reflexiones y selección de hechos de vida. A mí, que soy el autor, me embelesa y voy recogiendo por todos sitios las alabanzas de los que lo leen. Qué suerte tener al lado personas así.
La intrepidez de Dios no tiene límites en su mirada y proyección en la historia de lo humano. Siempre está en juego con la libertad y con un respeto absoluto hacia ella. La invitación de lo divino siempre es en el marco de mayor libertad a los que les pide colaborar con Él en el proceso de la historia de la salvación. Además, en la localización de sus personas preferidas no hay límite alguno; es sorprendente cómo va llamando desde lo que podría ser contrariedad y escándalo en la época, niños, adultos, hebreos, paganos, esclavos, libres, hombres, mujeres. Su promesa y su proyecto siempre causando revuelta y movimiento, con mirada y perspectiva de novedad liberadora y salvífica. Así fue también con María, no podía ser menos.
Ayer me abrazé a la gente de Guadajira, el pueblo con el comparto vida ministerial desde septiembre. Me invitaron a dirigirle unas palabras antes del encendido de las luces de navidad, en una acto entrañable desde el balcón del ayuntamiento. Días antes hemos tenido un grupo de personas - feligreses de Puebla y del mismo pueblo- que han estado montando un belén en el templo parroquial, con el deseo de darle un sentido catequético y ambiental, para la catequesis y para la celebraciones de estos días. Son mis pasos en este deseo de estar cerca e ir viviendo sus momentos tanto diarios como celebrativos.
Anoche en mi ciudad de Badajoz sentí el gozo de la presentación del libro que acaba de publicarse en PPC. "Trama divina, hilvanes humanos", en él hago lo propio del ministerio en la comunidad ayudar a amasar la Palabra con la vida. Espero que este trabajo de contemplación y acción pueda ayudar e iluminar a lo largo del aña litúrgico, del ciclo C
Hoy la humanidad necesita personas de adviento, nuestro mundo ha de ser mirado, vigilado y custodiado por vigías que sabiendo estar en vela, promuevan lo signos despertadores de existencias llamadas a la vida y a la esperanza verdadera. Nuestro reto es pasar a lo profundo de una nueva mirada de lo humano que consagre la voluntad de lo divino, como clave de salvación y de liberación verdadera.
Ayer asistía a una conferencia en la parroquia de Guadalupe, con el título paulino sugerente de "La esperanza no defrauda". Recibo mensajes en el transcurso de la misma, de personas conocidas de la universidad. Salgo ante la urgencia y me comunican que ha fallecido un joven estudiante de Méjico que estaba de estancia en la facultad de educación y psicología. Sus padres iban a llegar en breve, desde Méjico, y que si podría yo hacerme presente para acompañarles , ya que parecía ser que eran católicos. Me acerqué y he participado en este duelo y despedida del Joven Salvador Hernández Islas. Una vez más recibo interpelación, en este caso tambén como delegado de migraciones. Así lo entiendo.
No busquemos el reino fuera de nosotros, no, ese reino está entre nosotros.
Ser reyes es propio de los hijos de Dios, nos viene por paternidad, somos herederos del hijo único del Padre, del rey de la verdad y la vida. ¿Qué gran misterio, qué hemos de hacer para adentrarnos en él?