No hicimos nada: cero resultados; no hubo reunión, ni misa, ni bautismos. Pero me he pasado de extensión y me han quedado cosas por contar… Tal vez no hacer nada sea condición para abrir los ojos, prestar atención y conocer para amar. Quizás sean necesarios muchos días como este para que, dentro de veinte años, hayamos descubierto por dónde y cómo caminar juntos.
Un hombre humilde, de abajo, que está con el pueblo, que pertenece a la gente. Un franciscano genuinamente pobre y coherente; un misionero al que hace dieciocho años sobresaltaron proponiéndole ir a un rincón de la Amazonía para ser obispo.
No sé si lo de obispo era para él, al menos no con esa connotación de poder y grandeza que tiene adosada inevitablemente. Pero si se trata de acompañar al pueblo con la cercanía del Buen Pastor; si consiste en escuchar más que hablar, en compartir y no tanto dar, en caminar manchándote los pies con el mismo barro que tus hermanos, entonces pienso que Juan ha sido y es un excelente sucesor de Jesús.
Hombre de entre 30 y 55 años, muchas veces con mujer e hijos, y que ostenta una posición de poder o autoridad, hostiga a una adolescente o joven con el objetivo de tener relaciones sexuales. La sangre me hierve con más virulencia cuando se trata de profesores. Les envían whatsapps a las chicas (algunos los he visto), les piden “ser amigos”, las invitan a salir, a comer algo; les pasan el brazo por el hombro o les tocan la rodilla, la espalda, el pelo; les dan plata, les ofrecen comprarles un celular…
Tal vez no haya definición más rigurosa de la misión como aquello que afecta a tu vida hasta el punto de trastocarla, voltearla, levantarla y enrollarla (Is 38, 12), cambiarla por completo e impelerte a que la entregues entera. La misión la vivo ahora, también, en estas faenas burocráticas; trato de dar lo mejor. No es ninguna aventura apasionante, pero hoy es lo que tengo para compartir.
Por primera vez en mi vida regreso a una ex-parroquia no de paso o anecdóticamente, sino para involucrarme y participar en la misión de otra manera. Es un gusto comprobar cómo procesos que se iniciaron cuando yo estaba no se han estancado, sino que surcan y mejoran. Con su ritmo y estilo propio, que no es necesariamente el que yo habría elegido, pero caminan.
Incluso en los momentos más desesperados, aceptando que no hay salida, se puede reconocer a Dios su bondad y aclamarle por la vida que nos ha dado con toda su belleza, aunque sepamos que está acabándose. Para ello hay que tener mucho temple, gran serenidad… pero ante todo una fe robusta y arraigada en la ternura.
En ese “santo” escuchamos el trasunto sonoro de la fe de Neoyorkina, la melodía del amor que se encarna en el sufrimiento y en las caricias. La vida, como el río, no se detiene. Pero si estamos atentos nos muestra cómo navegar en la olada y cómo sentir la felicidad con el rostro vuelto hacia la lluvia.
El Vicariato siempre ha estado muy comprometido con las pobrezas de nuestra gente, especialmente en el rubro de salud; pero últimamente creo que el interés y el esfuerzo han ido virando hacia “lo específicamente evangelizador”: catequesis, formación de animadores, preparación a los sacramentos.
Asoma acá la patita un equívoco que se ha filtrado en la mentalidad de más de un misionero y agente de pastoral: involucrarnos decididamente en las luchas del pueblo, especialmente de los más vulnerables, no es propiamente evangelizar, sino una especie de yapa para los más “progresistas”.
De nuevo Cuninico, como en 2014 y como todos estos años que han transcurrido, porque el atentado contra la vida y la salud no concluye cuando supuestamente “se limpia” el vertido, recién empieza: el agua queda contaminada, los peces envenenados, las chacras fracasadas. La gente toma esa agua y cocina con ella esos peces y demás alimentos; los moradores se bañan en la quebrada intoxicada, con esa agua lavan su ropa y sus enseres. Por parte del Estado: negligencia, abuso, dejación, irresponsabilidad, delito. Vergüenza.
Kairós es una empresa de apenas cinco años de vida que se dedica a acompañar y asesorar a diócesis, congregaciones y colegios en diferentes rubros: planificación, reajustes internos, calidad, construcciones, asuntos judiciales… Una aventura profesional seguramente inédita que arranca de la creatividad y formación de sus dueños, y solo puede sostenerse sobre una fe fuerte y un profundo amor a la Iglesia.
Con Henry y Mayte mi relación ha evolucionado de la simpatía a la conexión y a la amistad. Realmente nos encontramos a nosotros mismos en las pupilas de quienes nos quieren. Vamos siendo plasmados, durante toda nuestra vida, por el afecto abierto y sólido; por esa ruta intuimos seguridad y saboreamos felicidad.
No sé si los chicos han aprendido algo, pero yo sí, y además estoy seguro de algunas cosas: mis alumnos y yo nos apreciamos; hay que ir más despasito en procesos como este del seminario inter, prepararse con más tiempo; la formación sacerdotal en contexto amazónico debe ser revisada de forma valiente y en línea con el Sínodo.
Son jóvenes, son peruanas y además son monjas de clausura. Y por todo ello ha sido una gozada acompañarlas a conocer el corazón de nuestra tierra extremeña
Hacía años que no iba y me admiré en cada esquina, pero disfruté más todavía viendo sus caras y registrando sus sonrisas en mi álbum de felicidades
Por cierto, cuando en la plegaria eucarística me tocó nombrar al obispo de Toledo, también me pareció algo digno de Stranger things
Don Antonio recibía en Mérida, donde procuraba estar un par de días a la semana. Tenía muy claro que debía estar presente en la sede histórica, y empujó mucho para la creación en 1994 de la nueva archidiócesis, que se llamaría Mérida-Badajoz. Creo que amaba Mérida y lo ha demostrado eligiéndola como última morada.
Cuántas veces te dices “estoy mal” y no sabes por qué, cuántos días no logramos poner nombre a lo que sentimos ni desciframos de dónde viene. Pero la pasividad más despiadada es la del transcurso del tiempo, inexorable y aterradora. Observo sus efectos en mi cuerpo, en mis limitaciones físicas y mentales, en todo lo que antes podía hacer y ahora ya no, incluso en la aparente caducidad de los ideales de la juventud.
Tocaba remontar medio Putumayo en su curso peruano, desde Estrecho a Soplín Vargas. Un señor viaje en el corazón de la Amazonía surcando un territorio infestado de grupos de narcos que se lo disputan. Casi nada. La aventura prometía y desde luego no decepcionó.
Deseamos concretar el Sínodo y proyectar el futuro con audacia, respondiendo al desafío del sueño de Dios a través de rutas nuevas. Aportamos, debatimos y matizamos en medio de bromas y risas, muy relajados. Lo que emerge en el diálogo bajo la maloka, después se refuerza en las conversaciones en el comedor o en los descansos, desenfadadas, afectuosas. Y se apuntala con fuertes shungos de cariño y convicción compartida en la jornada de descanso y convivencia o en la “noche cultural”.
El cadáver está sobre la mesa, la única que se ve en toda la casa, seguramente donde comen. Es de un hombre de treinta y tantos años. A los costados, seis desvalidas velas, paradas sobre tiras de cartón, para que recojan la cera.
La mamá de Denis se llama Olinda. Conversamos un poquito de pie, la voz instintivamente queda, así suele ser casi siempre, como si la muerte reclamase silencio. En su compostura, en su aguante, en su dignidad, veo la fuerza y la humildad de tantas mujeres que han padecido el ensañamiento de la injusticia.
Tras cuatro años de escucha y discernimiento, y con el Documento Final del Sínodo y “Querida Amazonía” como fruto y hoja de ruta, llegó la difícil etapa de pasar de las palabras a los hechos, en la que hay que lidiar con las resistencias no declaradas y las inercias.
Este año el gobierno peruano ha retirado el presupuesto para alimentación de los internados rurales, que posibilitan el acceso a la educación secundaria a los adolescentes procedentes de las zonas más alejadas y pobres... justo aquellos que, durante la pandemia, no pudieron estudiar por no tener conectividad
Los misioneros necesitamos que nos visiten. Al recibir el feed back de quienes vienen, sus impresiones y comentarios, podemos objetivarnos, mirarnos desde fuera con ojos culturalmente similares a los nuestros, y así apreciar en su medida cómo vivimos y lo que hacemos.
Lo necesitamos para recordar que somos enviados por la iglesia donde nos criamos, y que seguimos siendo parte de ella. Para sentir que, aunque estemos lejos, somos queridos y significamos algo relevante. Tenemos muchas personas y comunidades detrás, que hacen posible que permanezcamos acá, que gocemos nuestra peripecia misionera y que seamos felices entregándonos lo mejor que podemos.
Francisco ha soñado, Dios nos ha soñado, y el sueño de Dios es como su Palabra, crea la realidad con suavidad y eficacia, escribiendo con renglones humanos pero firmes. Buscamos caminar juntos para alinearnos con su sueño: se llama discernimiento.
La visión de Dios la intuimos al compartirla, la vamos descubriendo y desplegando mano con mano, haciéndonos uno, misioneros y pueblos nativos y ribereños. Es apasionante amanecer a una Iglesia más sinodal, más sencilla, samaritana y valiente. No será fácil, pero Dios sueña para que despertemos.