"Jesús, evangelizador de la liberad de Dios es la esencia del Cristianismo" Ratzinger (5) Libertatis Nuntius: Anunciar la libertad a los cautivos

Juan Pablo II y Ernesto Cardenal
Juan Pablo II y Ernesto Cardenal

 Presenté hace cinco días (11.1.23) en FB y RD una reflexión sobre el documento del Card. Ratzinger,   "Libertatis Nuntius" (mensajero de libertad, 1984). Mas que la libertad del evangelio aquel texto estudiaba los riesgos de una libertad entendida en la línea de la Teología de la liberación (como "falsa libertad" maxista).

Muchos sentimos que aquel  documento no llegaba a la raiz evangélica del tema,   pues no recogía ni la exégesis de los textos bíblicos ni la praxis de las dos órdenes (Merced y Trinidad) que llevaban siglos comentando y actualizando el sentido y la aplicación de la libertad de Cristo en un mundo oprimido, mundo de cautivos)

Varios profesores de Salamanca y amigos  de la Merced  me pidieron que escribiera una  catequesis sobre los textos de libertad de la Biblia, y así lo hice, y publiqué un libro titulado Anunciar la libertad a los cautivos), no para contestar a Ratzinger, sino para desarrollar el tema desde una perspectiva bíblica). 

Puede ser una imagen de texto que dice "xabier pikaza anunciar la libertad a los cautivos palabra de dios y catequesis ediciones sígueme"

No conservo el texto digital de quel  libro. Sólo tengo sólo un viejo ejemplar, aunque creo que se vende aún en alguna librería de viejo o rastrillo de barrio. He encontrado sólo un resumen, que no sé cómo ha sobrevivido tantos años, y así lo que recojo ahora, en forma de recuerdo y resumen  del tema. Búen día a los amigos  que me animaron a escribir aquel libro, algunos de ellos aún vivos. 

¡Qué hermosos los pies del que evangeliza la paz! (Is 52, 7)

 Significativamente, el hebreo del Antiguo Testamento no necesita componer una palabra nueva para hablar de buena nueva o anuncio gozoso de la libertad para los cautivos. Hay un nombre, besorah, que significa ya buena noticia, anuncio de victoria y libertad para los hombres. Sin embargo, ese nombre no ha tomado un contenido teológico impor­tante.

Importante ha sido el verbo bissar que significa anunciar noticias buenas (noticias de libertad) y gozarse en éllas. De manera especial se ha utilizado el verbo en su forma de participio activo, mebas­ser, que significa "­evange­lizador". es decir, el que anuncia la buena noticiade Dios,como heraldo o mensajero de la liberación (de libertad) para loshombres.

Han rehabilitado la teología de la liberación? - ReL

Este es el sentido que recibe la palabra en el Segundo Isaías (Is 40-55), allí donde culmina la profecía israelita. Precisemos el momento. Estamos entre el 550 y 540 a. de C. Los judíos deportados en Babel se mueven entre el fracaso de la desespera­ción y las diversas ilusiones falsas, de carácter escapista. Un profeta de nombre desconoci­do, que la tradición ha situado en la línea del antiguo Isaías­, eleva su voz fuerte de esperanza y exigencia.

A su entender­, el tiempo del castigo y de la ruina se ha cumplido; se abre un tiempo nuevo de revelación de Dios y de camino para el pueblo (Is 40, 1-4). Sobre ese mismo fondo, con palabra poderosa, ­que va delimitando el ritmo nuevo de la creación de Dios, este profeta presenta su evangelio.

 Súbete a un monte elevado, evangelizador de Sion,

  • grita con voz fuerte, evangelizador de Jerusalén;
  • grita con fuerza, no temas, di a las ciudades de Judá.
  • ¡Aquí está vuestro Dios!
  • Mirad. el Señor Yahvé se acerca con poder,
  • su brazo ejerce dominio sobre todo.
  • Mirad. él trae su salario
  • y su recompensa le precede (Is 40, 9-10).

 Esta es la buena nueva de Dios que anuncia el mebasser o evange­li­zador. Es la buena nueva de la libertad que resuena poderosa sobre el mundo de opresión y cautiverio de los hombres. Ese mebasser (Nuntius libertatis, evangelizador de libertad) que el texto griego de los LXX ha traduci­do rectamente como euangelidsome­nos o evangelizador aparece como un personaje misterioso, de carácter poético-religio­so. Ciertamente, es más que un hombre en el sentido normal de la palabra. es como un angel de Dios, es su presencia gozosa y creadora entre los hombres. El angel vuela y se presenta en las montañas que rodean a Sión, ciudad de ruinas y de llanto, prego­nando allí la gran noticia de la venida de Dios. El Dios que parecía haberse diluido en la derrota de su pueblo, el Dios vencido y cautivado del exilio, llega y se desvela de manera creadora, transformante. Por eso, el mensajero anuncia su llegada en gesto victorioso de evangelio.

De esta forma, el evangelio que en otros contextos era anuncio de victoria militar o política en el mundo, se interpreta como buena nueva de la victoria escatológica de Dios. Dios mismo ha derrotado a los poderes perversos de la historia y se presenta en el anuncio nuevo como principio superior de gracia, como fundamento de alegría y plenitud para los hombres cautidos de su pueblo.

Según eso, el evangelizador es el heraldo o mensajero de ese Dios y está encargado de anunciar su victoria en la ciudad santa y la tierra del entorno (Jerusalén y Judá). Precisamente a través de esa palabra fundamenta el nuevo tiempo de la histo­ria, el tiempo breve y lleno de alegría que se extiende entre el anuncio de la gran victoria que ya se ha realizado y la llegada del Dios de la victoria. Nue­vamente, en otro texto cargado de poesía y de certeza religio­sa, el profeta de los exilados habla de ese heraldo de la paz final. 

  • ¡Qué hermosos son sobre los montes
  • los pies del evangelizador que anuncia la paz,
  • del evangelizador bueno que anuncia salvación!
  • De aquel que dice a Sión. ¡Reina tu Dios! 
  • Escucha la voz de los vigías, que cantan a coro
  • pues contemplan cara a cara a Dios que vuelve a Sión.
  • Cantad a coro ruinas de Jerusalén. . .
  • pues los confines de la tierra
  • verán la victoria de nuestro Dios (Is 52, 7-10).

 Estamos nuevamente en ámbito de lucha divina y de victo­ria. El cautiverio de Sión y la derrota de sus hijos parecía una derrota de Dios, como una ruina de sus fieles. Pero el tiempo se ha cumplido y llega la victoria de los justos. Dios ha derrotado a los poderes adversarios y se sienta ya en su trono de grandeza. Por eso, en experiencia de Israel ha vinculado para siempre la buena nueva de evangelio para los cautivos y el reinado de Dios sobre la tierra. La buena nueva o evange­lio viene a concebirse así a manera de revelación regia de Dios que empieza ya a reinar. Por su parte, el "evangel­iza­dor" viene a presentarse como mensa­jero que corre alegre por los montes y se acerca hasta Sión para anunciar allí la gran victoria. ­Esta misma unión de planos aparece en varios de los salmos principa­les de entronización real.

  •  Cantad a Yahvé un cántico nuevo,
  • evangelizad (bassru) día tras día su victoria. . .
  • Decid a los pueblos. ¡Yahvé es rey!
  • Alégrese el cielo, goce la tierra. . . ,
  • delante de Yahvé que llega,
  • ya llega a regir la tierra (Sal 96, 2. 10. 11. 13).

 También aquí "evangelizar" (LXX Sal 95, 2. euangelidsesthe) signi­fica proclamar la buena nueva de victoria y de reinado de Dios sobre los hombres. Este anuncio de victoria define, al mismo tiempo, el sentido de Dios como el actúa de forma salvadora y el destino del profeta (de Israael) que acepta la palabra de ese Dios y colabora con su vida en la victoria de ese mismo Dios sobre la historia. Así lo mostraremos en los temas que ahora siguen (2).

El evangelio se define antes que nada como revelación de Dios.

Significativamente, el Dios de salvación del Segundo Isaías viene a desvelarse , a mismo tiempo, como Dios supremo de la naturaleza y de la historia. Es, por un lado, el Dios de la historia, aquel que conocía desde antiguo los caminos de los hombres, guiando de esa forma los destinos de los pueblos. Ha dejado que dominen por un tiempo los perversos, que su pueblo quede derrotado; pero ahora actúa en forma poderosa y cumple su palabra de promesa.

  • Declarad, aducid pruebas, que deliberen juntos.
  • ¿Quién anunció esto desde antiguo,
  • quién lo predijo desde entonces?
  • ¿No fui yo, Yahvé? ¡no hay otro Dios fuera de mí!
  • Yo soy un Dios justo y salvador y no hay ninguno más (Is 45, 21).

 El Dios del evangelio (eu-angelion) es al mismo tiempo el Dios de la promesa (ep-angelia). De esa forma va guiando el camino de los hombres, en palabra de llamada universal que se dirige no sólo a los judíos sino a todos los pueblos de la tierra. La historia israelita se convierte así en lugar donde culminan todos los caminos de la historia y se explicitan ya como evangelio. A partir de ese evangelio, la antigua profecía, ­que el Segundo Isaías reformula de manera consciente y progra­mada (Is 46, 1­0), viene a presentarse como voz de "juicio univer­sal". "­ante mí se doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua" (Is 45, 23).

Eso significa que la historia no sólo conserva su riesgo sino que lo agranda; por eso, la salvación que Dios ofrece sólo puede reci­birse y entenderse en clave de justicia. Sólo de esa forma se respeta eso que pudiéramos llamar la soberanía cósmica de Dios que aquí se ha desplegado plena­mente.

  • Yo soy Yahvé (el Señor), creador de todo;
  • yo solo desplegué el cielo, yo afiancé la tierra.
  • Yo soy Yahvé (el Señor) y no hay otro.
  • artífice de la luz, creador de las tinieblas (Is 44, 24; 45, 6-7).

 De esa forma, "el evangelio de la salvación" se identifica con el decubrimiento de "la divinidad de Dios". La buena noticia sólo adquiere sentido y es posible porque Dios es divino, porque reina desde arriba en poder originario y nadie puede oponerse al su reinado. De esa forma se han unido el más alto poder y la más intensa cercanía. ­Ese mismo Dios que parece presentarse como arbitrariedad suma (¡autor de la paz, crea­dor de la desgracia!) viene a desvelarse ahora como fuerza de amor que transfigura el sufrimiento de los hombres, haciendo así que pueda presentarse como principio salvador en el camino de la historia (3).

Llegamos así al centro de eso que pudiéramos llamar la teodicea del evangelio, es decir, la justificación de Dios como salvador (creador de un mundo nuevo y de una historia nueva) a través del sufrimiento de la historia. Estamos dentro de eso que se llama la gran paradoja del Siervo de Yahvé. Dios no anuncia su evangelio desde arriba, en un gesto de magia que se impone por encima de los hombres, sin cambiarles; Dios realiza su evangelio introduciéndose en el mismo sufrimiento de la historia a fin de transformarlo. El dolor viene a mostrarse de esa forma como fuente gozo, el fracaso se hace triunfo, el cautiverio se convierte en lugar de libertad.

  •  El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento
  • y entregar su vida como expiación.
  • verá su descendencia, prolongará sus años. . .
  • Mi siervo justificará a muchos,
  • porque cargó con sus crímenes (de éllos).
  • Le daré una multitud como herencia,
  • y tendrá como despojo una muchedumbre.
  • Porque expuso su vida a la muerte
  • y fue contado entre los pecadores;
  • él cargó con el pecado de muchos
  • e intercedió por los pecadores (Is 52, 9-11).

 Se desvela de esa forma laz más honda paradoja. el misterio del dolor que purifica y se convierte en fuerza salvadora. En lugar de aparecer como evasión, el anuncio de evangelio viene a presentarse como palabra de esperanza creadora en medio de la misma lucha y sufrimiento de la historia. puede anunciar la buena nueva el que ha sufrido por los otros; abre camino de evangelio el que ha asumido en su existencia el sufrimiento (el pecado, la desgracia) de los hombres. La buena nueva de la salvación sólo es posible allí donde se asume hasta el final la mala realidad del tiempo ac­tual, en gesto de solidaridad recreadora (4).

Y con esto pasamos del tema estrictamente dicho del Siervo de Yahvé de que nos habla al Segundo Isaías al profeta de los pobres a que alude el Tercer Isaías (Is 56-66). Sabemos ya que el Siervo del Segundo Isaías tenía un mensaje salvador para los pobres. "te he constituido para decir a los cautivos ¡sa­lid!; para decir a los que estaban en tinieblas ¡venid a la luz!" (Is 49, 9). Pero ahora , en palabra recrea­dor­a, como enviado escatológico y evangelizador del camino de Dios, el profeta se presenta de manera expresa como liberador para los pobres.

  •  El Espíritu del Señor Yahvé está sobre mí,
  • porque Yahvé me ha ungido.
  • me ha enviado para evangelizar a los pobres,
  • para vendar los corazones que están rotos,
  • para proclamar la liberación de los cautivos
  • y la libertad de los prisioneros (Is 61, 1).

 De esta forma hemos llegado hasta el final en el anuncio de evangelio. El profeta-siervo no se ha limitado a compartir el sufri­miento de los pobres. Desde el fondo del mismo sufrimiento les anuncia aquello que pudiéramos llamar el evangelio de Dios. Por eso dice que Dios mismo le ha enviado para evangelizar a los pobres (lebasser anawim, euangelisasthai ptokhôis), en palabra que la tradición de Jesús asumirá con toda fuerza. Hasta aquí ha podido llegar y hasta aquí mismo ha llegado eso que pudiéramos llamar el evangelio del antiguo testamen­to, ­como portador de una esperanza univrsal de salvación para los hombres.

El Dios de la buena nueva de Sión (cf Is 40, 9; 51, 7), el Dios del poder sobre la historia y la naturaleza, que venía a desvelarse en el mensaje del Segundo Isaías (Is 40-55), se ha mostrado ahora como el Dios del evangelio profético que anuncia y realiza la libera­ción de los pobresy cautivos, a través de eso que pudiéramos llamar el ministerio de su profeta escatoló­gico (Is 61, 1-2). Hasta aquí podía (y debía) llegar el antiguo testamento. Un paso más y nos hallamos ya con Cristo, dentro del espacio del el nuevo testamento (5).

b) Vida de Jesús ¡Los pobres son evangelizados! (Mt 11, 5).

 Conforme a la investigación exegé­tica reciente, pode­mos afirmar que Jesús no ha utilizado el sustantivo "evangelio" (o su equivalente semita besorah). No alude al evangelio como a un hecho objetivado, que pudiera separarse de su propio mensaje sobre el reino. Sólo más adelan­te, cuando Jesús mismo aparezca como buena nueva de Dios para los hombres, la iglesia empezará a emplar esa palabra griega (eu-angelion) para condensar el sentido de la propia pascua de Jesús (de toda su vida y su mensaje). Eso significa que los casos donde Marcos y Mateo han introducido esa palabra de evangelio (cf. Mc 1, 1. 14; ­8, 35; 10, 29­; 13, 10 par) han de tomarse como creaciones del propio evange­lista o de la iglesia, ­conforme a lo que luego mostrare­mos. Lo que Jesús hace resulta , a mi enten­der, más ­importante. no habla de "evangelio" en sí, pero ac­tualiza de manera nueva y creadora el mensaje del Segundo Isaías, de tal forma que se puede presentar como "evangelista de Dios" sobre la tierra (6).

Como primer rasgo del mensaje de Jesús ponemos este: su certeza de que llega, ya ha llegado la hora de Dios para los hombres. De esa forma ha reasumido la actitud y , de algún modo, las palabras del Segundo Isaías. se ha cumplido el tiempo de la antigua servidumbre, ha terminado el plazo del dolor y la condena; viene el reino de Dios a nuestra tierra. Esta certeza de que el tiempo se ha cumplido y de que irrumpe el reino de Dios como victoria de la vida y de la gracia de Dios sobre la muerte llena todo el camino de la historia de Jesús y funda­menta, de manera radical, sus gestos y palabras. Estamos ante aquello que pudiéra­mos llamar "la razón de su mensaje", la "ipsissima vox Iesu". A partir de aquí han de interpretarse sus restantes palabras de promesa y esperan­za; en esta perspectiva se comprende el gesto y la palabra de perdón que él ha ofrecido a los perdidos (pecadores) de su pueblo; aquí se funda­mentan sus milagros de amor sobre la tierra. E­sto es claro y no tenemos más necesidad de precisarlo.

Debemos precisar, en cambio, el contenido radicalmente gozoso de su anuncio. Superando la actitud de miedo y juicio del Bautista, Jesús ha descubierto que el amor de Dios desborda todos los pecados de los hombres. Dios mismo se presente como amor y salvación para los pobres. En esa perspectiva, a la luz de las palabras de consuelo del Segundo Isaías se comprenden sus palabras de consuelo , el gozo jubiloso de su anuncio salvador para los hombres.

¡Felices vuestros ojos porque ven,

  • vuestros oídos porque escuchan!
  • Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieran
  • ver lo que veis y no vieron,
  • escuchar lo que escucháis y no escucharon (Mt 13, 16 par).

 Esta es la felicidad escatológica , es el gozo de aquellos que han llegado a las fronteras de la vida nueva, descubriendo y disfrutando ya de la alegría desbordante de Dios sobre el pasado de pecado y muerte de la tierra. Como profeta de esa vida , superando las señales de muerte que anunciaba Juan Bautista, ­Jesús ha ido anunciando y sembrando sobre el mundo aquello que pudiéramos llamar la raiz o la semilla de evangelio. Por eso, aunque no emplea la palabra (evangelio), debemos afirmar que toda el contenido de su acción y su palabra es buena nueva, es el anuncio gozoso de Dios entre los hombres. Como aspecto fundante de ese anuncio destacamos la palabra de sus bienaven­turanzas.

  •  Felices vosotros, los pobres,
  •  porque es vuestro el reino de Dios.
  • Felices vosotros, los que ahora tenéis hambre,
  •  porque os saciareis.
  • Felices los que ahora lloráis,
  •  porque reiréis (Lc 6, 20-21).

 Como enviado escatológico de Dios, en el final del curso de los tiempos, Jesús anuncia el reino. Su palabra no es teoría sobre aquello que existía desde siempre sobre el mundo; no es una enseñanza misteriosa o esotérica que sirve para desvelar los valores ocultos o profundos de las cosas (de la vida, de Dios o de los hombres)­. Su palabra es creado­ra. es la palabra nueva de la vida escatológica de Dios que irrumpe sobre el mundo y crea lo que afirma.

En el fondo de las bienaventuranzas actúa eso que pudiéra­mos llamar "fuerza de Dios", aquello que después la iglesia ha definido con el término "evangelio" (cf. Rom 1, 16). Jesús no ha utilizado, al parecer, esa palabra en forma sustantiva, pero emplea el verbo, en la línea ya indicada del Segundo Isaías, tal como ha venido a culminar en el Tercer Isaías (Is 6l, l). La escena ha sido cuidadosa­mente recordada. Por un lado está el Bautista, con su voz de juicio. Por otro está Jesús, con su anuncio de reino. El Bautista , o sus discípulos, le dicen ¿eres tú el que ha de venir? Jesús responde.

Anunciad a Juan lo que ois y veis. los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados ¡Y feliz aquel que no se escandalice de mi! (Mt 11, 4-6; Lc 7, 22-23).

 Las bienaventuranzas anteriores contenían eso que llamamos evangelio en forma de mensaje de Dios que está anunciado y de algún modo re­alizado por Jesús. Ahora aparece con más fuerza este segundo plano. Je­sús asume en su camino y en su vida el programa del profeta escatológico, anunciando de esa forma un evangelio ennel que pueden distinguirse tres momentos.

a)El primero son las curaciones, anun­ciadas ya por Is 35, 5-6; 4l, 7; etc. Es indudable que Jesús ha curado a hombres enfermos (cojos y ciegos, ­sordos y leprosos) en actitud de anuncio y de servicio que se entiende como anuncio de evangelio. ­

b)El segundo es el gesto de evange­lizar a los pobres, en la línea de Is 61, 1. Las curaciones se expanden de esa forma y vienen a mostra­rse como signo (y prueba) de un anuncio gozoso más extenso. Jesús viene a definirse ante Juan y ante el antiguo testamento como el mensajero final del evangelio. Evi­dentemen­te, los pobres de que aquí se trata son los pobres-hambrientos-llorosos de Lc 6, 20-21 (bienaventuranzas); y su evangelización se entiende como anuncio creador de reino.

c)Sólo en este contexto puede hablarse de resurreccion de los muertos como hace nuestro texto. Ahora no podemos precisar el contenido que recibe esa palabra aunque , de un modo gene­ral, diremos que se puede interpretar de dos maneras. ­como paromesda histórica del propio Jesús que al realizar las curaciones y anunciar el reino a los pobres está abriendo el camino de la resurre­cción final de los que han muerto; o como confesión pascual de la iglesia que ha visto ya anunciado y realizado el gran misterio de la resurrección de los muertos en el mismo gesto las obras y promesas de Jesús. Sea como fuere, lo cierto es que la resurre­cción final, ­que luego será centro del mensaje pascual de la iglesia, sólo puede entenderse y procla­marse allí donde se asume el camino de Jesús y su evangelio dirigido hacia los pobres (7).

Estos son los momentos del pasaje. Pues bien, a fin, como palabra de contraste que define el valor de lo anterior, Jesús añade ¡y feliz aquel que no se escandalice de mi! Es evidente que, en un sentido general, el escándalo se puede interpretar desde los tres momentos anteriores. en razón de los mila­gros, por la resurreción o por el mismo anuncio de evangelio dirigido hacia los pobres. Pues bien, si nos fijamos mejor en la estruc­tura del texto (que vin­cula al final esos dos rasgos) y de acuerdo con el mismo contenido del mensaje-vida de Jesús, podemos afirmar que el escándalo ha surgido por causa de la misma evangeliza­ción de los pobres, ­como ssuponen también las malaventu­ranzas de Lc 6, 24-25.

Ciertamente, los milagros de Jesús pueden parecer hermosos y lo son en un sentido general, como signos prodi­giosos de la fuerza salvadora de Dios sobre la tierra. En ese aspecto éllos no son escandalosos. También resulta hermosa la esperanza de la resurrec­ción, que tampoco daña a nadie y , por lo tanto, no aparece como causa de escándalo en el mundo. Pero el gesto creador y transfor­mante de anunciar el evangelio a los perdidos y los pobres causa escándalo ¿Por qué? Porque va en contra de la vida tranquila, aprovechada de los ricos.

El evangelio escandaliza porque así los pobres adquie­ren concien­cia de su propia dignidad en Dios y para el reino, , apareciendo como dueños de su propio destino sobre el mundo. Ya no son esclavos de los grandes, ya no pueden entenderse como seres sometidos, al servicio de un sistema donde imponen su dominio los ricos-saciados-felices del mundo. Causa escándalo ese evangelio porque al lado de la bienaventu­ranza de los pobres tiene que decirse y se dice con gran fuerza la malaven­turanza de los ricos, ­los saciados, los que rien a costa (por encima) de los otros.

Por eso, siendo anuncio gozoso de felicidad, el evangelio viene a interpretarse como juicio y como escándalo, en la línea que luego ha destacado Pablo en Rom 1-3. El evangelio es juicio de Dios sobre los ricos y los justos de la tierra que ahora vienen a quedar vacíos, conde­nados. Por eso es un escánda­lo. No puede interpretarse como una voz hermosa que vale para todos porque a todos sacia y favorece, en una especie de actitud intimista o evasión espiritualizante. Como sabe ya el Segundo Isaías, el anuncio de evangelio implica un juicio de Dios sobre este mundo viejo, corrom­pido en su poder y su riqueza. Así lo ha interpr­etado Lc 4, 18 ss en texto lleno de consuelo y de dure­za, interpretando la misión de Jesús en Nazaret, su pueblo. Entra en la lsimnagoga, toma el rollo de Isaías y proclama.

 El Espíritu del Señor está sobre mi.

  • por eso me ha ungido para evangelizar a los pobres,
  • me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos,
  • para dar la vista a los ciegos,
  • para liberar a los contribulados,
  • para anunciar el año agradable del Señor (Lc 4, 18-19).

 Probablemente esta palabra, donde en citas de Is 61, 1-2; 58, 6 se reasume todo el mensaje del Tercer (y del Segundo) Isaías, ha sido construida por el mismo Lucas. Pero élla refleja de manera muy precisa el cometido de Jesús como evangelizador de los pobres. Jesús anuncia el "año nuevo (agradable) de Dios" que es año de remisión universal, de cumplim­iento escatológico. ­ha llegado el tiempo de la salvación final que es salud de los enfermos (milagros) y gozo de los pobres que comienzan vivir en la esperanza y realidad de una existencia transfor­mada , recrea­da. Significativamente, esa palabra y ese gesto de Jesús ha producido el rechazo en Nazaret (Lc 4, 19-29). Así estamos nueva­mente ante el escándalo de aquellos que no quieren esta "salvación para los pobres" pues con élla así se sienten marginados, rechazados, en su vieja situación de privilegio.

En esta perspectiva, y reasumiendo los motivos ya indica­dos del Segundo Isaías, destacamos los dos rasgos principales que definen y sostienen ese evangelio de Jesús para los pobres. el evangelio es posible porque hay Dios y porque Dios es Padre; al mismo tiempo, ese evangelio se realiza porque el mismo Jesús lo ha realizado encarnándolo en su vida, en un gesto de entrega en favor de los perdidos y pobres de la tierra.

En primer lugar, el evangelio es posible porque Dios se manifiesta de manera poderosa (nueva). Así lo vimos ya tratando del Segundo Isaías donde ­Dios se desvelaba, en la palabra del profeta, como creador del mundo y dueño de la historia, cumplien­do con amor ya su palabra de promesa (la palabra de los profetas). Esos mismos son los rasgos que sostienen el mensaje de evangelio de Jesús, pero ahora se destacan de manera toda más profundo. Dios viene a mostrarse como Padre; Dios mismo es quien ama por dentro a los pequeños de la tierra; es aquel que da la vida a los perdidos y a los pobres, per­donando a los malvados (pecadore­s) y ofreciendo a todos un comienzo nuevo, una existencia que se expresa como gracia (8).

Ahora no puedo precisar los rasgos de ese Dios que Jesucristo ha revelado en su mensaje y en su vida como Padre. ­Pero debo recordar que el evangelio es ante todo "buena nueva sobre Dios". sin el descubri­miento gozoso de ese Dios como poder de amor y libertad, sin la expe­riencia creadora y transformante de ese Dios como principio fundante jde la vida no se puede hablar de un evangelio. Dios mismo es la buena noticia que Jesús ha ido ofreciendo a los pobres de la tierra.

En segundo lugar, el evangelio es posible porque el mismo Jesús está empeñado en realizarlo con su vida. De esta forma asume y va cumpliendo paso a paso los rasgos y figuras de aquel Siervo de Yahvé de que tratamos al hablar del Segundo Isaí­as. Su propio camino de entrega en amor se ha convertido en envangelio. es la buena nueva de la salvación de Dios para los hombres (9).

Ahora no podemos precisar los rasgos de ese evangelio de la propia entrega que Jesús va realizando paso a paso a través de su existen­cia. No podemos hablar de su camino de muerte anunciada , asumida y realizada en libertad, a fin de mantener hasta el final su oferta de evangelio dirigido hacia los pobres. Pero debe quedar claro que ese "escándalo", ­centrado en el rechazo de los grandes de este mundo (que condenan a Jesús), y esa "entrega" de Jesús que muere en favor de su mensaje pertenecen a la entraña del evangelio,  que es buena nueva de libertad. Jesús, evangelizador de la liberad de Dios es la esencia del Cristianismo.  

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