OCHO APELLIDOS DE JESUS. UNA GENEALOGIA MESTIZA

https://photos.google.com/photo/AF1QipM5RaRszn0aidEx1OygWmWKTCqPDSltDbamsAeW Adviento. Ocho apellidos/abuelos de Jesús: Emigrantes, opresores, oprimidos, prostituidas, solidarias…(Mt 2, 2-17)

          Por la propaganda de San Klaus (Nicolás) parece que los antepasados de Jesús eran renos, abetos, luces de colores y centellas de Laponia, con lotería, comidas y fiestas, con mujeres irreales de propaganda. Pero el evangelio de Mateo cuenta con gran precisión  (Mt 1, 2-17) la historia de sus antepasados reales,, que se puede resumir en ocho apellidos, desde Judá el esquilador “putero” hasta José el amigo de María.

Cuatro varones extraños: emigrantes, desalmados asesinos, prostitutos (Judá, Salmón, Boaz y David): cuatro mujeres emigrantes, sufridas, astutas, leales y  prostituidas  (Tamar, Rahab, Rut y Betsabé).

         Esos ocho abuelos (apellidos) somos la humanidad real por parte de José (varones)  y por parte de María (mujeres). Somos antepasados, parientes de Jesús, ocho apellidos, toda la historia. No podía haberse encontrado una “baraja” más densa, peligrosa y arriesgada de personas. En “buena compañía” ha puesto la Biblia a Jesús, María y José.

Llevo algún tiempo pensando en el tema. Presentaré primero el texto, árbol de familia de la Navidad (Mt 1, 2-17). Lo explicaré después.

Árbol de familia de Navidad. En negrilla las figuras centrales

Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Abrahán engendró a Isaac; Isaac engendró a Jacob; Jacob engendró a Judá y a sus hermanos; Judá engendró de Tamar a Fares y a Zéraj; Fares a Hesrón; Hesrón a Aram; Aram a Aminadab; Aminadab a Naasón; Naasón a Salmón; Salmón engendró de Rahab a Boaz; Boaz  engendró de Rut a Obed; Obed a Jesé; Jesé al rey David.

David engendró de la mujer de Urías a Salomón,; Salomón a Roboam; Roboam a Abías; Abías a Asa; Asa a Josafat; Josafat a Joram; Joram a Ozías; Ozías a Jotam; Jotam a Acaz; Acaz a Ezequías; Ezequías a Manasés; Manasés a Amón; Amón a Josías; Josías a Jeconías y a sus hermanos en el tiempo de la deportación a Babilonia.

Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel; Salatiel a Zorobabel; Zorobabel a Abiud; Abiud a Eliaquim; Eliaquim a Azor; Azor a Sadoc; Sadoc a Aquim; Aquim a Eliud; Eliud a Eleazar; Eleazar a Matán; Matán a Jacob. Jacob engendró a José, esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.

De manera que todas las generaciones desde Abrahán hasta David son catorce generaciones, y desde David hasta la deportación a Babilonia son catorce generaciones, y desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo son catorce generaciones (Mt 1, 2-17).

Mateo ha recogido (y elaborado) esa tabla de antepasados de Jesús, organizándola armónicamente en tres conjuntos dobles de catorce generaciones, en total siete jubileos (=toda la historia) Según la visión septenaria de la cronología judía, esto significa que se han cumplido ya seis septenarios o semanas de la humanidad (tres grupos de dos). Con Jesús llega la séptima, el final o cumplimiento de la historia. Son los tiempos del fin del mundo viejo.

Según esta genealogía, Mateo comienza asumiendo la tradición de los israelitas, que se presentan como herederos de Abrahán, frente a las restantes naciones de la tierra. Parece que antes de Abrahán no hubo nada significativo, con Adén empieza la historia de judíos, musulmanes (o cristianos), Pero hay otras ramas que andan por ahí, como la de Abraham que engendró también a Samuel por medio de Ismael y los ismaelitas agarenos…. Y, por su parte, los cristianos dicen que en Jesús se cruzan t las genealogías de tribus, sexos, géneros humano, en puro mestizaje, como dice san Pablo en Gal 3, 28.

   Jesús era un mestizo de impuros y manchados (sin buena genealogía),  pero también de buena gene, a varones y mujeres, en un lugar de cruce donde, por un lado, había un buen origen (limpia familia), y por otro sangre extraña, de manera que le acusaron de ser “hijo del diablo”, mal samaritano, amigo de borrachos y prostituídas.  

 (1) Jesús nace del mejor judaísmo, de manera que puede llamarse Hijo de Abrahán (Mt 1, 1-2: heredero de las grandes promesas) e Hijo de David (1, 1, 6: portador de esperanzas cruzadas). Por una parte, su nacimiento se encuentra vinculado al retorno de los exilados de Babel (1, 12), con la esperanza de restauración nacional,  Por otro, él nace de fuertes mujeres oprimidos.

         El evangelio ls presenta como nieto de Tamar, Rahab, Rut y Betsabé (1, 3-6), cuatro irregulares, extranjeras, sufrientes, oprimidas, violadas y  utilizadas por cuatro astutos desalmados, guerreros, asesinos y puteros (Judá, Salmón, Boaz y David).

          La línea de abuelas empieza con Tamarde Judá, una “extranjera” marginada, que tiene que “hacerse prostituta” para sobrevivir, lo mismo que Rahab de Jericó, que acude a su oficio “hospedera de ancha casa” para que no la maten los judíos invasores, asesinos. La lista de abuelas sigue con  Rut, la abuela que todos hemos querido tener (o hemos tenido), una emigrante “mora”,  que cuida a su suegra judía abandonada.   Por fin, aparece  Betsabé, noble mujer hitita, esposa de un gran Capitán mercenario (Urías), al que David mandó matar para quedarse con su mujer, que era guapa, pero quería más al  rey como rey (David) que al soldado mercenario.

         Estos son los ocho “sotas” o apellidos  de la baraja de Jesús, espejo y signo de María su madre bienaventurada entre todas las mujeres (cf. Lc 1, 42), su madre, y de José, esposo de su madre. Esta es la historia que nos lleva a Navidad no hay otra. Aquí no hay lapones inventados, renos, abetos, mujeres irreales. Aquí está la vida,  con ocho apellidos, cuatro masculinos (Judá, Salmón, Boaz y David) y cuatro de mujeres (Tamar, Rahab, Rut, Betsabé) que desembocan en María,  y en José. De ese “esperma” venimos, un semen/semilla) que es más de mujeres (Eva) que de hombres, como dice el proto-evangelio de Gen 3, 15.

 María: mujeres irregulares, varones desalmados

 

           Esta genealogía de Jesús (Mt 1, 2-17) nos sitúa en el ancho espacio de las personas que un judaísmo nacional tendía a tomar como extranjeras e impuras o, al menos, como poco capacitados para recibir la elección de Dios. A través de su historia, Mateo nos dice que el Espíritu de Dios actúa por caminos que, en perspectiva israelita, pueden parecen irregulares. Contra posibles purismos posteriores de una teología empeñada en mantener la nueva identidad y pureza cristiana, ellas expresan la apertura universal del evangelio.

         Estas 4 mujeres simbolizan el evangelio  esencialmente femenino del origen y sentido de la vida humana. La línea legal (oficial) de varones, de Abrahán hasta José, esposo de María, es normativa en un primer plano, pero en el fondo es sólo una “fachada”, pues el origen de los hombres (y en concreto el de Jesús) tiene un sentido femenino, marcado por estas cuatro abuelas (escoja cada uno la suya: Tamar la astuta, Rahab la ancha, Rut la piadosa, Betsabé la ostentosa. Estas mujeres de la genealogía, dicen  con su nombre, su dolor y su astucia “lo que no suele decirse” en la historia oficial, mostrando así que Jesús proviene del despliegue poderoso, irregular y providente  de la vida humana.

         Estas cuatro abuelas de Jesús son “poco judías nacionales”, pero son ejemplares, como extranjeras sufrientes, que han sabido “crear familia”, trazar líneas de humanidad, culminando en María, esposa de José. Todas son liminares (del limen o frontera de la vida), todas de frontera entre Israel y los gentiles, con oficios o influjos menos claros (en sentido patriarcal). Todas son cardenales, del “cardo” o puerta giratoria de la vida…  representantes de un camino  que se abre a la plenitud humana, misteriosamente guiadas por la mano de un Dios, que escribe recto con renglones torcidos.

         Esas cuatro mujeres son violadas, prostitutas, esposas o amantes de varones opresores, violentos, mentirosos y asesinos…, que no saben hacer bien casi nada, que no tienen más futuro que esquilar ovejas (Judá) o conquistar ciudades (David, que mando matar a su mejor general de ejército, Urías, tras haber espiado en el baño a su mujer, Betsabéy haberla “violado”. Estos varones saben poco, pero tienen a su lado a cuatro mujeres las que saben en el fondo lo que hacen. Ellas son las que dan verdadero apellido a Jesús (Tamar, Rahab, Rut, Betsabé), culminando en María de Nazaret, madre de Jesús, del que decía: ¿No es este el hijo de María? (Mc 6, 3-4).

         Así, de un modo velado, pero lleno de alusiones clarísimas, Mateo empieza a decir a los lectores de su evangelio que la salvación de Jesús no puede encerrarse en las fronteras del buen  Israel oficial, de grandes patriarcas, ilustres conquistadores, violentos, opresores… La historia de Jesús empieza siendo básicamente una historia de mujeres, que desemboca en María la madre del Adviento.

1. Lucas 3, 23-38 escribirá más tarde  una genealogía un poco distinta de Jesús (de no para judíos, sino para gentiles, romanos y griegos, para todos nosotros). Esa genealogía de Lucas empieza siendo casi esotérica (con los patriarcas pre-diluvianos, desde Adán a Abraham) y, además,  a partir de David toma un sesgo enigmático, pues (¡rechaza la línea oficial de los reyes de Judá, para judíos!) y, en vez de seguir la genealogía monárquica, a través de Salomón, sigue la línea de un desconocido  llamado Natán,  también hijo de David, pero al que sólo conocemos por 2, Sam 5,14, 1 Cron 3, 5 y 14, 4,

2. Aquí sigo contando la genealogía deMateo (Mt 1, 2-17), que va enla línea de Salomón,, poniendo de relieve el carácter más político del origen de Jesús, “rey de los judíos” (cf. Mt 2, 1-4),  que empieza con  Abraham, el “padre de la fe”, más allá de Moisés y de su Ley (como ha puesto de relieve Pablo: Gal 2, Rom 4) y que sigue por las cuatro mujeres que hemos visto, todas ella fuera de la ley judía. Sigo aquí presentando a esas cuatro mujeres. Siga conmigo quien quiera saber algo más de ellas.

JESÚS, HISTORIA DE CUATRO MUJERES (CON MARÍA, LA QUINTA)

Primera mujer, Tamar la de de Judá, el esquilador

El primer “apellido” de Jesús, según Mateo, es el de Tamar (prostituida por el patriarca Judá,  padre de la tribu de su nombre, como Jesús judío)). Probablemente, Tamar era cananea (no israelita), casada con Er, hijo de Judá. Según la Biblia, este Er  era malo y se murió por por malo, sin dejar descendencia (Gen 38, 6). Conforme a la ley del levirato (cf. Dt 25, 5-10), Judála casó Onán, su segundo hijo (hermano del difunto Er). Pero este Onán era también malo y encima el “onanista”, de manera que cuando se acostaba con la mujer de su difunto hermanos, para no cargarse con sus hijo, echaba el semen fuera.

            Según eso, por egoísmo, Onán se negó a cohabitar con Tamar practicando el onanismo, y “fue castigado” por Dios con la muerte; los onanistas exclusivos no suelen tener descendencia. Entonces, Judá tuvo miedo de casar a sy tercer hijo, Sela, porque pensó que se moriría también, y por eso mandó a Tamar a la casa de su padre.

            Decidida a buscar descendencia, según ley,  Tamar, la valiente, se disfrazó de prostituta, y de esa forma se acostó con Judá, quedando embarazada. Advertido de la “novedad” de Tamar, por signos ya evidentes de su preñez, Judá quiso condena a tamar a muerte por adúltera (pues seguía ligada por ley al tercero de sus hijos), pero ella mostró quién era el padre de su hijo y Judá reconoció su falta, «pues yo no le di como marido a mi tercer hijo» y aceptó su paternidad (cf. Gen 38, 26).

            Pues bien, Mateo ha introducido a Tamar en la genealogía de Jesús,  diciendo que era su abuela, para expresaro así la providencia de Dios que actúa a través de una mujer, que puso su astucia al servicio de la concepción de un hijo, como si fuera una prostituta de tiempos de esquileo (cf. Gen 38, 29ss). En esa línea, según el evangelio, muchos acusaron a Jesús de ilegítimo, y a su madre María de prostituta, según el ejemplo de sus abuelos Judá y Tamar [1],

Segunda mujer, Rahab, la ancha de Jericó

            Rahab era hospedera/prostituta cananea (no israelita) de Jericó. Su nombre significa “la ancha” (como una plaza o calle en hebreo actul) y favoreció a los espías de Israel, ayudándoles a tomar la ciudad, venciendo (=traicionando) a los cananeos que habitaban en ella (Jos 2, 1-24; 6, 22-26). La exégesis la ha tomado en general como simple prostituta (zanah/zonah, cf. Heb 11, 31; Sant 2, 25). Pero en sentido estricto ella no era prostituta de calle, sin más bien una mujer libre, señora de sus bienes, que podía vincularse voluntariamente a quien quisiera, como hospedera, responsable de una extensa familia de padres y hermanos de sangre de quienes se preocupaba, pues dependían de ella, es decir, de sus “negocios” de casa y familia (como de un prostíbulo).

            Rajab, la Ancha, no  estaba integrada en la estructura patriarcal de Jericó; no tenía un padre o marido por encima, de manera que podía cumplir con quien quisiera y  así cumplió (se pasó al bando de los israelitas, cuando vinieron a tomar la ciudad). Pues bien, Mateo afirma sobriamente que “Salmón (engendró) de Rajab a Boaz y; Boaz de Rut a Obed…”.

            Ésta es una genealogía bien establecida, en línea de varones, según Rut 4, 17‒22 (cf. 1 Cron 2, 10-12) y así la acepta el mismo Lucas, con pequeñas variantes, pero sin citar a Rajab (Lc 3, 22). La novedad del evangelio de Mateo está en la inserción explícita de Salmón que engendró a Boaz, por medio de Rahab. .

            Históricamente, éste  es un dato significativo, pues el libro Josué, afirma que todavía en su tiempo (siglo VIII-VII  aC)  existía en el entorno de Jericó un clan de “rahabitas”, cuya matriarca Rahab habría ayudado a los israelitas para tomar la ciudad (Josué 6, 22-26). Esto indica que mucho después de la entrada de los israelitas, había en Jericó una población de aliados cananeos, entre los que se hallaba el clan de Rahab, que no aceptaba la estructura patriarcal judía (pues la dirigente de ese clan había sido y era una mujer)…

            Según eso, conforme a la la genealogía de Mateo, Jesús habría nacido de una mujer “no patriarcal”, es decir, autónoma según tradición ancestral, sin depender de un padre o marído superior. Eso es lo que parece suponer Mc 6, 34, cuando presenta a Jesús como “hijo de María, no de José”. En esa línea, la tradición de Jos 2-6 no presentan a Rahab, abuela de Jesús como prostituta, sino como mujer libre, aunque no sometida a las normas patriarcales judías de Jericó. En una línea semejante, Lc1, 43 presenta a María, madre de Jesús, como Gebira (madre de mi Señor).

              Una sociedad patriarcal y machista acepta en su modelo de vida a las prostitutas (mujeres sometidas, de segunda categoría), pero tiene dificultad en aceptar a mujeres autónomas y libres, creadoras de su propia familia, dirigentes de comunidades. En esa línea patriarcal (contraria a Rahab y a la misma María, madre de Jesús, Gebira) parece haberse organizdo más tarde la la iglesia católica, que admite mujeres prostitutas/penitentes en sus comunidades, pero no mujeres autónomas, dirigentes de comunidades, con autoridad en ellas, como obispos, presbíteros o diáconos, conforme al modelo de Rahab y de la madre de Jesús  [2].

Tercera mujer. Rut, la moabita, que fue a Belén para cuidar a Noemí, su suegra judía  

         Rut es también extranjera, de la tierra de Moab, donde había ido su marido desde Belén de Judá, en tiempos de gran carestía, casándose con ella. Pero el marido murió, y Rut fue a establecerse a Judá con su suegra Noemí, casándose en Belén, con Booz, pariente de su difunto marido, viniendo a ser de esa manera antepasada-abuela de David y de Jesús.

         Ciertamente, Rut es una buena mujer, pero según ley posterior, era extranjera, no judía. El libro escrito a su nombre nos sitúa ante un modelo distinto (pre-judío, universal) de tolerancia y solidaridad de judíos con gentiles, que se comprometen a compartir su identidad, por encima de las fronteras nacionales,  como ella dice a Noemí, su suegra: «Dondequiera que tú vayas, iré yo; y dondequiera que tú vivas, viviré yo. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios» (Rut 1, 16-17).  La comunión vital entre personas resulta, según eso, superior a las fronterasreligiosas, sociales y económicas, como ratifica Pablo, conforme al testimonio y herencia de Jesús, en Gal 3, 28.

Estas palabras ofrecen el ejemplo más elocuente de apertura de Israel hacia los gentiles, y van en contra de un tipo teología y de política oficial de los puristas de Judá, que prohibirán màs tarde (siglo IV-III aC) el matrimonio mixto con mujeres extranjeras (Esd 9. 1-2; Neh 13. 23-27; cf. Mal 2, 11-12). En este contexto, Rut, una extranjera, aparece como la mejor judía, la más fiel a la experiencia israelita, en línea mesiánica, mostrando que la solidaridad personal y comunitaria entre personas es más importante que el cumplimiento de una Ley nacional, religiosa y económica, impuesta más tarde entre judíos rabínicos y ciertos grupos de cristianos, en contra de la norma mesiánica universal de Gal 3, 28.[3].

Esta Rut es modelo de una trans-culturalidad supra judía, en un tiempo y sociedad en que las identidades nacionales eran fluidas, con mezcla entre judíos y moabitas, israelitas y cananeos de la zona del mediterráneo (palestinos de Gaza) y en las estepas de oriente de Judea, en la actual Jordania o Trans-jordania. Por encima de un tipo de pacto nacional judío, se establece aquí el pacto de Rut y Noemí. Como personas y mujeres (Rut 1, 16-17). 

Desde ese fondo entiende Mateo el evangelio de María, la madre de Jesús, mujer emigrante, con autonomía personal para casarse con José, como Rut se casa con Boaz, un hacendado de Belén, dueño de trigales y rebaños. En ese sentido, María (simbolizada por Rut) no es judía ni moabita, sino persona trans-humana o, mejor dicho, nómada de la vida, fiel al pacto personal concreto de hombres y mujeres, por encima de tribus o patria anteriores. Este pacto de Rut Moabita con Noemí judía está antes que David, es más importante que el de David y su descendiente.

Cuarta mujer, Betsabe, la viuda de Urías (asesinada por David, su nuevo marido).

         El nombre, Bet-seba (Bat-Sabe) puede significar hija del juramento o de siete (de opulencia). No parece judía, sino hitita, mujer de Urías, alto oficial (guerrero mercenario) de la tribu/nación de los hititas, general en jefe del ejército de David. Debía ser muy rica. Su casa lindaba pared con pared, terraza con terraza con la casa/palacio de David en Jerusalén.

         Era hija de Eliam (2 Sam 11, 3) y estaba casada con Urías, un hitita de origen probablemente cananeo, de la aristocracia indígena de Jerusalén, asimilada por David tras la conquista de la ciudad (cf. 2 Sam 5, 6-9). Posiblemente no es israelita; pero al texto bíblico no pone de relieve ese dato, sino la forma en que ella ha sabido aprovechar las circunstancias (el deseo sexual de David, su adulterio, el asesinato de su marido)… para ascender en la corte del rey.

          El texto la presenta bañándose en la terraza de su casa, posiblemente para purificarse tras la “impureza” menstrual, por lo que sabemos que el hijo que espera, tras haberse acostado con David, no puede haber sido engendrado por Urías, que está luchando lejos, al servicio del rey, en la guerra contra los Amonitas de Rabat Amón (actual capital de Jordania).

qPara el narrador del evangelio de Mateo, ella seguirá siendo la mujer de Urías, probablemente una extranjera, seducida (=se deja seducir) por David, madre de Salomón,que tiene el poder supremo en la nueva corte judía, como  “gebira”, reina madre, influyendo de manera decisiva en la unción de Salomón, su hijo, como rey de Israel, en contra de otros pretendientes (y otras madres) que tenían quizá más derechos (cf. 2 Sam 12, 9. 10. 15; Mt 1, 6).

         De manera sorprendente, el evangelio de Mateo ha querido poner bajo su luz la figura y obra de María, madre de Jesús, quizá por el carácter irregular de su contribución a la historia mesiánica de Israel, quizá porque ella parece haber sido extranjera… y, sobre todo, por su función de gebira, reina madre, como será María, según Lc 2, 43,  reina madre de la Iglesia, tras la muerte de Jesús (como ha de verse en el estudio de Lucas). Significativamente la genealogía de Lucas, no cita a las cuatro mujeres irregulares de Mt 1, 2-17,  ni siquiera a Salomón, sino que a partir de David se separa de la lista de Mateo, tomando la línea de Natán, tercer hijo que David tuvo en Jerusalén (2 Sam 5, 14), de madre incierta[4] (cf.  Lc 3, 31).

Resumen. Estas cuatro mujeres “irregulares” de la genealogía de Mateo evocan el nacimiento “especial” de Jesús, rompiendo la autoridad genealógica del varón, con los estereotipos patriarcales y las buenas normas de la endogamia israelita. Esas cuatro mujeres muestran el carácter convencional e imperfecto de esa endogamia, presentando a Jesús como descendiente de mujeres no judías o judías impuras,  en situaciones irregulares.

En el resto de la genealogía (de David a José, esposo de María), Mateo sigue en la línea regia de los descendientes de David, la línea oficial de los reyes de Judá, por Salomón hasta Jeconías/Joaquín (último rey de Judá, 2 Rey 24, 8-10), reconociendo así la autoridad de la dinastía real davídica (a diferencia de Lucas, para quien Jesús es descendiente de David, pero no de los reyes que le sucedieron). Según la visión de Mateo, Jesús proviene de la línea de los reyes de Judá, con su historia de pecado y castigo, que desemboca en el exilio y en la restauración frustrada de Salatiel y de Zorobabel, para culminar en José, el esposo de María [5].

Apéndice  complementario. Genealogía de Lucas 3, 23-37

 . Mateo había comenzado su evangelio con la genealogía de Jesús, que comienza con Abraham y culmina en José, esposo de María, madre de Jesús. Por el contrario, Lucas comienza su evangelio comenzado con la anunciación y nacimiento de Juan Bautista y de Jesús (Lc 1–2), para centrarse después en el bautismo, cuando el mismo Dios le: «tú eres mi Hijo querido» (Lc 3, 22). Sólo entonces, después de afirmar que es Hijo de Dios, presenta Lucas su genealogía, en línea inversa, en doce grupos de jubileos (cada uno con siete generaciones) que empiezan en Jesús y culminan en Adán, con Dios:

12.  «Este Jesús… era (según se creía):

11. hijo de José, de Elí, de Matat, de Leví, de Melqui, de Jana, de José,

10. de Matatías, de Amós, de Nahúm, de Esli, de Nagai, de Maat, de Matatías,

 9. de Semei, de José, de Judá, de Joanán, de Resa, de Zorobabel, de Salatiel,

 8. de Neri, de Melqui, de Adi, de Cosam, de Elmodam, de Er, de Josué,

 7. de Eliezer, de Jorim, de Matat, de Leví, de Simeón, de Judá, de José,

 6. de Jonán, de Eliaquim, de Melea, de Mainán, de Matat, de Natán, de David,

 5. de Isaí, de Obed, de Boaz, de Salá, de Naasón, de Aminadab, de Admín,

 4. de Arní, de Hesrón, de Fares, de Judá, de Jacob, de Isaac, de Abrahán,

 3. de Taré, de Nacor, de Serug, de Ragau, de Peleg, de Heber, de Sélaj,

  2. de Cainán, de Arfaxad, de Sem, de Noé, de Lamec, de Matusalén, de Henoc,

1. de Yared, Mahalalel, Cainán, Enós, Set, Adán, Dios» (Lc 3, 23-37). 

A diferencia de Mateo, Lucas sigue un orden ascendente y universal, empezando en Jesús y terminando en Adán (Dios), no en Abrahán. Lucas no cita a mujeres, ni siquiera a María, madre de Jesús, sino que se limita a trazar una austera lista de varones, sin diferencias que permitan establecer comparaciones.

 Por otro lado, como he dicho, de Jesús a David, Lucas no sigue la línea de los reyes de Judá, de manera que no incluye a Salomón ni a ninguno de sus descendientes, desde José a David. Todo intento de compaginar las listas de Mateo y Lucas carece de sentido, pues ni uno ni otro han querido ofrecer una genealogía crítica en línea biológica, sino trazar las claves mesiánicas del origen de Jesús.

Esa genealogía de Lucas proviene de un círculo cristiano distinto del de Mateo, un círculo que rechaza el mesianismo político y la historia de los reyes de Judá, quizá en la línea de Esteban, que había rechazado  el templo de Jerusalén (Hech 6-7). Todo nos permite suponer esta genealogía ya dado una importancia particular a los patriarcas prediluvianos, como hacían muchos círculos apocalípticos y sacerdotales de aquel tiempo, que especulaban especialmente con las figuras simbólicas de Noé, Lamec, Matusalén, Henoc, Yared, Enós y Set, que figuran al principio de la lista.  

Esta genealogía consta de doce jubileos, con el de Jesús que es el final hasta Adán, (que pueden compararse con los del libro de los Jubileos, muy leído no sólo en Qumrán, sino en otros círculos apocalípticos y sapienciales del entorno judeo-cristiano de Lucas. Cada uno de esos once jubileos o períodos de tiempo, desde Jesús a Dios, consta de siete generaciones, que han sido cuidadosamente inventadas (=encontradas) para situar a Jesús en un contexto de mesianismo davídico y apocalíptico.

Esta forma de organizar la historia por generaciones (jubileos)  era importante para algunos grupos judíos, entre los que podían contarse los parientes de Jesús, que la construyeron de un modo simbólico y especulativo, mostrando que Jesús se hallaba en la línea divisoria de los tiempos, en el principio de la era final, inaugurando el período decimosegundo, es decir, la culminación del tiempo. Entre los que culminan los períodos anteriores están el mismo Dios, con Henoc, Abrahán y David, lo cual no puede ser casualidad, sino una indicación del sentido oculto de la historia.

Esa genealogía davídica, abrahámica y henóquica, que situaba a Jesús en el culmen de las generaciones, venía a culminar y completarse por medio de José de quien se dice que “según se creía” era padre de Jesús. Posiblemente pudo haber existido una redacción previa del texto en la que José aparecía de hecho como padre de Jesús, pero ella ha sido “reescrita”, para indicar, por un lado, que Jesús forma parte de las genealogías y para responder, por otro, que las supera, como ha indicado todo el evangelio de la infancia, para mostrar, lo mismo que en el caso de Mt 1, 2-17, pues a su juicio la lista los jubileos/generaciones de Jesús se cumple  legalmente por José, no por María, que rompe la línea de la ley, situándonos ante la novedad mesiánica de la revelación de Dios por medio del Espíritu Santo, como suponen los dos textos fundamentales de Pablo (Gal 4, 1 y Rom 1, 2-4).

 En un cierto nivel (al menos sibólicamente), Jesús ha podido nacer como todos los hombres, dentro de una genealogía marcada por los signos apocalípticos. Pero, en un nivel más alto, él es hijo de Dios, como supone el final de la genealogía (cf. Lc 3, 37) y como el mismo Dios había proclamado en el bautismo (Lc 3, 22). Esto es algo que los lectores de Lucas ya sabían por la narración anterior (Lc 1-2), especialmente por el diálogo de la Anunciación (Lc 1, 26-38), que podemos comparar con el texto paralelo de Mt 1, 1-17.

Siendo distintas y estando al servicio de objetivos diferentes, las dos genealogías (de Mt y Lc) tienen un fondo común, una misma intención mesiánica: asumen la historia salvadora de Israel, centrándola en José, para así superarla, por medio de María, conforme a la acción/presencia del espíritu Santo (Mt 1, 18-25 y Lc 1,, 26-38).

Siendo israelita, Jesús desborda la historia mesiánica de su pueblo, de manera que así puede presentarse como signo definitivo de la acción de Dios para salvación de la humanidad. Buscar en la genealogía una línea de transmisión biológica es un error, pero no de los evangelistas, sino de algunos lectores modernos.  A partir de aquí se entiende la concepción de Jesús por el Espíritu Santo en María (Mt 1, 18-25), en María y la historia de su nacimiento revelación mesiánica o epifanía


[1]Cf. J. A. Emerton, Judah and Tamar, VT 29 (1979) 403–415; J. Ebach,Genesis 37 – 50, HThKAT, Freiburg/Br. 2007; E. M. Menn, Judah and Tamar (Genesis 38) in Ancient Jewish Exegesis, en Studies in Literary Form and Hermeneutics (JSOT 51), Leiden 1997; S. Niditch, The Wronged Woman Righted: An Analysis of Genesis 38, HTR 72 (1979) 143–149; A.Wenin, Mujeres de la Biblia, Claret, Barcelona 2008.

[2] Para situar el tema, cf.. M. Newman, Rahab and the Conquest, en J. T. Butler, Understanding the Word (JSOTSup 37), Sheffield 1985, 167–81; G. M. Tucker, The Rahab Saga (Joshua 2), en M. Efird (ed.), The Use of the Old Testament in the New and Other Essays, Duke UP, DurhamNC 1972, 66–86.  Cf. A. Burton, Rahab's Story: A Novel.Women of the Bible, Kindle Books, 2006) 

[3]Lc 3, 32, que sigue a 1 Cron 2, 10-12, no incluye a Rut junto a Obed. Mateo en cambio la incluye evocando así la historia del libro deRut (con la genealogía final de4, 17‒22).Cf. I. Fischer, Ruth, WiBiLex.Entre los comentarios: I .Fischer, Rut (HThK), Freiburg 2005; The Book of Ruth, en A. Brenner (ed.),A ‘Feminist’ Commentary to the Torah? (Second Series), Academic Press, Sheffield1999, 24-49; M. Navarro, Los libros de Josué, Jueces, Rut, GEAT, Ciudad Nueva, Madrid 1995; A. Lacocque, Le Livre de Ruth (CAT 21), Genève 2004; K. Larkin, Ruth and Esther (OTGu), Sheffield 1996; C. Pressler,Joshua, Judges and Ruth, Westminster BC, Louisville 2002.

[4] Cf.A. E. Gardner, The Identity of Bath-Sheba; RB 112 (2005) 521-535; M. Garsiel, The Story of David and Bathsheba: A Different Approach: CBQ55 (1993) 244–262; L. R. Klein, Bathsheba revealed, en A. Brenner (ed.), Samuel and Kings. A feminist companion to the Bible (SS 7), Sheffield 2000, 47-64; H. Leneman, Portrayals of Power in the Stories of Delilah and Bathsheba: Seduction in Song, en G. Aichele (ed.), Culture, Entertainment and the Bible, JSOT 309, Sheffield, 2000, 139-155; G. G. Nicol,The Alleged Rape of Bathsheba: Some Observations on Ambiguity in Biblical Narrative: JSOT 73 (1997) 43-54; David, Abigail and Bathsheba, Nabal and Uriah. Transformations Within a Triangle, Scand. J. of the OT 12, 1998130-145; G. A. Yee, “Fraught With Background”: Literary Ambiguity in II Samuel 11:Int 42 (1988) 240–53.

[5] Debemos recordar que esta genealogía es más simbólica que biográfic. Esas cuatro mujeres, lo mismo que los varones, no pueden tomarse como antepasados biológicos de Jesús. Pero sirven para mostrar el ancho espectro humano del que ha provenido. 

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