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"Me parece que es un gesto profético"
¡Qué maravilla comprobar que el soplo del Espíritu empuja con fuerza para salir de los "estancamientos" que padece hoy la institución eclesial! Aún es más admirable que una mujer, una religiosa de 95 años de edad, sea la que nos despierta de nuestros letargos. Estoy lleno de alegría a causa de esta iniciativa de la hermana Mercedes Loring. Creo sincermente que en esta situación de "Pandemia" mundial, adquiere especial significdo este cuestionamiento que hace la Hermana Loring respecto a las mitras de los obispos. Me parece que es un gesto profético.
Es una llamada evangélica a dejar de lado parafernalias que pudieron tener algún sentido en épocas pasadas, pero que hoy lo han perdido por completo. No lo tienen. Más aún, resultan chocantes y cada vez más ridículas. Con una mirada algo más penetrante, ¿no se convierten en algo tremandamente ambiguo, contrario a lo que Jesús proclama en el Evangelio?
Realmente, en pleno siglo XXI, son signos ofensivos para una Iglesia de los pobres. Es la muestra palpable de esa mundanidad evidente que el Papa denuncia con tanta frecuencia. Un cristiano que razone medianamente, ¿puede imaginarse al Jesús del Evangelio, o a los mismos apóstoles, adornados con tales atavíos?
"Muchos estamos convencidos de que, por detrás de mitras y de báculos, por detrás de símbolos aparentemente inocuos, está toda una concepción pervertida de la autoridad eclesiástica"
Al terminar el Concilio Vaticano II, un numeroso grupo de obispos firmaron el famoso documento conocido como "Pacto de las catacumbas"; en dicho escrito se comprometían a vivir con sencillez evangélica y renunciaban a toda una serie de símbolos claramente contrarios al Evangelio. De eso hace ya más de cincuenta años.
Precisamente ahora, cuando el Covid-19 nos ha dejado desnudos de tantas seguridades y falsas pretensiones, me parece un momento propicio para hacer llegar al Papa Francisco esta petición que propone la Hermana Loring.
Muchos estamos convencidos de que, por detrás de mitras y de báculos, por detrás de símbolos aparentemente inocuos, está toda una concepción pervertida de la autoridad eclesiástica, y que nada tienen que ver con la sencillez y humildad evangélica. La vanidad institucional y de "representatividad" es mil veces más perniciosa que todas las vanidades personales, reconocidas como tales. Adelante con la propuesta. Vale la pena intentarlo. Es para el bien de todos. Es para que brille con más fuerza el mensaje más hermoso que tiene este mundo, el Evangelio.
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