Ay, seminarista... lo que te espera / 2

La realidad del clérigo --seminarista/sacerdote con años de ejercicio pastoral-- la analiza en profundidad el ex sacerdote y psicoanalista Eugen Drewermann en su libro "Clérigos. Psicograma de un ideal", análisis psicoanalítico del devenir del clérigo. No lo pudo asimilar la jerarquía. 

Seminarista, visto desde fuera ( 2)

Tengo que reconocer que la vida del sacerdote es dura, muy dura. Y no por el trabajo las más de las veces burocrático y rutinario, sino por lo que afecta a su psique y a su pensamiento. Su vida día a día presupone una restitución continua de sí mismo y una profilaxis diaria de lo que a él le ha estimulado en la vida, además de, muchas veces, verse sumergido en la soledad.

Es triste para ellos ver y comprobar cómo esos patrones, a la larga, van desapareciendo del horizonte personal,dejando un vacío de moldes y estructuras mentales imposible de llenar con la línea conductual marcada por la jerarquía. Lo paradójico es que no pueden prescindir de las labores y ritos que, a la vez, han de repensar y sentir, so pena de encontrarse vacíos frente a los retos de la vida.

La edad de los 12/20 es únicamente formativa, en nada diferente a un internado, aunque marca y condiciona la personalidad en construcción del adolescente o del joven; la de los 20/40 años es la productiva, la vitalista, la de “comerse el mundo”; la de los 40/60 años suele ser letal o, cuanto menos, conflictiva y revuelta, edad en que los ideales primeros van disipándose como nieblas matutinas ante el sol del mediodía, la vida que discurre a su alrededor; es la edad en que lo real, la burocracia de lo sacro, choca frontalmente con pensamientos y vivencias; edad crítica para elegir el camino del abandono o de la entrega al “A dónde iré: para cavar no tengo fuerzas...”

Ante esa crisis, de la que tanto hablaban los maestros espirituales como “noche oscura del alma”, edad del difícil retorno, la soluciones adoptadas no suelen ser fáciles de asumir. Es a partir de los 50 cuando personalidad asentada y conducta subsiguiente divergen por caminos de lo más variopinto:

A) los que encuentran un hálito de vida nuevo dentro de la vivencia religiosa de muy distinto signo unos de otros Los hay de tres o más tipos:

1.los neoconversos, que han descubierto una nueva vitalidad en la fe juvenil, quizá por simbiosis o convivencia con jóvenes, y saben transmitir a los demás nuevas vivencias; frente a esos, dignos de loa, están

2. los entontencidos y adormecidos por la fe, incapaces de profundizar en la teología que estudiaron, de sermón rancio y vacío, de consejos que ni ellos se creen; eso sí, cumplen bien su oficio, hasta dormidos;

3. finalmente encontramos los tontos de remate que siguen repitiendo los tópicos jamás olvidados pero que se nota a la legua que nada les dicen. Quizá Fran Gerundio fuera de este gremio.

B)  Encontramos a otros que sí hallan y dan sentido a su vida con actividades "para-religiosas", es decir, que nada tienen que ver con la esencia de la fe: enseñanza, hospitales, atención a drogadictos, cárceles, enfermos... Buenas personas, estimadas por la sociedad, pero ¿religiosas?

c) Hay quienes hallan refugio en actividades paralelas: publicaciones, estudios, plantas, bricolaje y similares. En este grupo encontramos personajes que la historia nos devuelve como eximios representantes de la ciencia o de la técnica en sus más variados campos. 

D) En el lado opuesto, están los abandonados a su suerte, con caídas significativas en la depresión, en la tristeza vital, en arrastrar los días como sea, yendo de la cama a la misa, de ésta al sillón y del sillón a la comida para pasar la tarde viendo la televisión.

E) Creo que hay muchos que, para dar algún sentido a su vida, consiguen "huir" a países de misión donde fundan escuelas, reforman la agricultura, consiguen donaciones sustanciosas con que aliviar penurias... Olé por ellos. 

F) No podemos olvidar a ese grupúsculo minoritario, quizá no tan minoritario, que llamaríamos hipócritas de la fe y de la conducta, que muestran una actuación aparentemente fervorosa pero encuentran las cloacas por donde dar escape a sus apetencias, aficiones o en el peor de los casos, pulsiones: espectáculos, excursiones, viajes, conciertos, actividades turísticas diversas, e incluso labores de seducción de señoras desamparadas... Sencillamente, quieren vivir. 

[Conozco a un clérigo, con el que me reuní para que dejara de acosar, que aúna ser canónigo, miembro del Opus, encargado de causas matrimoniales en un Arzobispado hispano, predicador y confesor de postín... ¡y pretendiente de una profesora soltera en sus ratos de ocio dominicales! Fueron tal para cual: la una no sabía nada, pero nada, de cuestiones y hormonas generativas; el otro tenía un interés morboso en manosear la ropa interior de la susodicha o subir la mano más arriba de lo prudente]

La frase, creo que de Agustín de Hipona, “tarde te conocí, oh belleza siempre antigua y siempre nueva”, o algo así, degenera y contrasta con expresiones más reales como la de aquella monja, para mí santa en vida pero ya difunta, que a sus 82 años nos dijo: “Si pudiera, me salía a vivir con vosotros. Ay, si lo hubiera sabido antes...” Sí, es cierto, se lo ofrecimos… 

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