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Carta abierta a monseñor Argüello

¿Creemos en la humanidad de Dios?

"¿Dónde está tu hermano"

"En las vísperas de la Navidad, es necesario que nos hagamos todas estas preguntas pues hemos perdido la autoridad moral, y empleamos la semántica para proteger la conciencia, hasta el punto de discutir, durante todo el verano pasado, si la guerra de Gaza entraba o no en la definición de 'genocidio'…"

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«No os acostumbréis a ver la injusticia como si fuera un paisaje», porque «el conocimiento sin conciencia es como un faro sin luz: brilla por fuera pero no guía a nadie». Estas son dos de las frases lapidarias pronunciadas por Óscar Camps, fundador y director de la ONG Open Arms, en la lección inaugural de la Universidad Rovira i Virgili de este año. Una de las vivencias de mayor impacto fue cuando, al llegar a la isla griega de Lesbos, se encontró con familias enteras sobre flotadores y se le acercó un anciano rescatado en el mar, que le dijo en un inglés entrecortado: «Gracias, amigo mío, me miras como a una persona». Camps reflexionó: «¿Qué tipo de mundo hemos construido para que alguien tenga que agradecer que lo mires como a una persona?».

Cada una de sus frases se convertía en una sentencia profética lapidaria. La crítica más severa se la llevó la vieja Europa, a la que definió como «un decorado, una escenografía donde todo parece correcto hasta que escarbas un poco y aparece el cinismo y la hipocresía». Los Derechos Humanos, que según Camps son «probablemente la mejor idea que ha tenido la humanidad y a la vez la más incómoda», han sido reducidos a un objeto decorativo, «a una especie de pieza de museo». Así es como hemos perdido la autoridad moral, y empleamos la semántica para proteger la conciencia, hasta el punto de discutir, durante todo el verano pasado, si la guerra de Gaza entraba o no en la definición de «genocidio».

Óscar Camps

«Adán, ¿dónde estás?», esta es la primera pregunta que Dios dirige al hombre después del pecado. Y poco después, en el mismo libro del Génesis, Dios hace la segunda pregunta: «Caín, ¿dónde está tu hermano?». Estas dos preguntas de Dios resuenan también hoy con toda su fuerza. «¿Dónde está tu hermano?».

El recordado papa Francisco, en su viaje a Lampedusa (8 de julio de 2013), decía que «no es una pregunta dirigida a otros, es una pregunta dirigida a mí, a ti, a cada uno de nosotros». «“¿Dónde está tu hermano?”. ¿Quién es el responsable de esta sangre?». «Nadie», responde el Papa. Y añade: «Hoy nadie en el mundo se siente responsable; hemos perdido el sentido de la responsabilidad; hemos caído en la actitud hipócrita [...] de la parábola del Buen Samaritano: vemos al hermano medio muerto al borde del camino, quizá pensamos “pobrecito”, y continuamos nuestro camino, no nos compete; y con eso nos quedamos tranquilos...». Y el Papa concluía su discurso con esta oración: «Pidamos al Señor que quite lo que haya quedado de Herodes en nuestro corazón...; la gracia de llorar por nuestra indiferencia, de llorar por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros, también en aquellos que en el anonimato toman decisiones socioeconómicas que hacen posibles dramas como este. ¿Quién ha llorado? ¿Quién ha llorado hoy en el mundo?».

En las vísperas de la Navidad, a punto de celebrar el misterio de un Dios que, por Amor, se compromete con nosotros, es necesario que nos hagamos todas estas preguntas. ¿Creemos en la humanidad de nuestro Dios? Entonces, si creemos en ella, seamos coherentes y consecuentes.

Acogida

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