José Luis Blanco Vega fue maestro en la adaptación al castellano de himnos latinos y de otras lenguas; pero, sobre todo, fue un mago en la creación de nuevas plegarias, que posteriormente se arroparían con música para ser cantadas en grupo. La edición de “Himnos de la Liturgia de las Horas”, de 1988, incorpora un delicioso y documentado estudio de Bernardo Velado Graña, prestigioso autor de poesía hímnica. Me permito iniciar el post de hoy con la reproducción de breves y sugestivas reflexiones de Velado sobre los Himnos de las Horas:
La presencia de himnos en la Liturgia de las Horas ratificada y sancionada decididamente por el Concilio Vaticano II y la renovación del posconcilio, es del todo acorde con la antiquísima tradición de la Iglesia que brota de sus mismos orígenes.
Toda la liturgia es celebración de alabanza a Dios. El hombre –voz e intérprete del universo– invita a todas las criaturas a bendecir con él al Señor.
La alabanza perfecta y eterna en el cielo será el gozo pleno de los elegidos y como una sonrisa de toda la creación.
El himno, por su carácter lírico, expresa, al lado de los salmos, de manera más clara y más constante, el sentido de la adoración, la acción de gracias, la admiración y, sobre todo, el amor que elevan el espíritu y lo ponen a punto y en trance de alabanza.
YA NO ES SU SITIO EL DESIERTO
Inteligentes y fervorosas décimas que muestran a un Dios Creador y reCreador del Universo, pero ayudado por el hombre ("y verte necesitando / del hombre más cada día"). Todo canta a Dios, todo agradece su bondad: hombre, animales, plantas..., y hasta fabricados objetos ("te está cantando el martillo"). Encontramos al Señor, más que en tabernáculos de la alianza, más que en cumbres del Sinaí, en la vida; y, misteriosa Presencia, en la actividad del ser humano, que encarna en nuestro tiempo el amor de Dios a sus creaturas.
DIOS ESTÁ PRESENTE DONDE UN HOMBRE TRABAJA
TE ESTÁ CANTANDO
EL MARTILLO
Te está cantando el martillo,
la acción de gracias del hombre.
Dice y bendice tu nombre
desde el metal al tomillo.
¡Qué sudoroso y sencillo
te pones a mediodía,
Dios de esta dura porfía
de estar sin pausa creando,
y verte necesitando
del hombre más cada día!
Quien diga que Dios ha muerto
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está -sin mortaja-
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde.
A TI TE INVENTÉ LAS MANOS
Este romanceado poema me parece que es un exigente comentario ("Sentencia de Dios") al castigo divino por el primer pecado (Gen 3,19): "Comerás el pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado..." El pensamiento dinamizador central de estos versos podría ser: "Todo en la naturaleza tiene su propósito, cumple su destino, no hay anarquía sino sabia homeostasis. También el hombre está llamado a este 'concierto de las esferas'. Tenemos que ganarnos el pan de cada día integrando cabeza y corazón, sembrando sueños sobre la tierra fértil."
TRABAJA A FUEGO LAS MIESES
SENTENCIA DE DIOS
Sentencia de Dios al hombre
antes que el día comience:
Que el pan no venga a tu boca
sin que lo sude tu frente.
Ni el sol se te da de balde,
ni el aire por ser quien eres;
las cosas son herramientas
y buscan quien las maneje.
El mar no es lujo de espumas,
sino paridor de peces.
El hondo sol campesino
trabaja a fuego las mieses.
La piedra, con ser la piedra,
guarda una chispa caliente
y en el rumor de la nube
combate el rayo y la nieve.
A ti te inventé las manos
y un corazón que no duerme;
puse en tu boca palabras
y pensamiento en tu frente.
No basta con dar las gracias
sin dar lo que las merece;
a fuerza de gratitudes
se vuelve la tierra estéril.
