Fina García Marruz (6). TRES EXQUISITOS Y VARIADOS POEMAS

Nido de poesía: Nicolás de la Carrera
30 may 2011 - 09:16
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La fotografía que acompaña esta entradilla fue tomada cuando Fina García Marruz contaba quince abriles. Dos años antes había conocido en La Habana a Juan Ramón Jiménez, exiliado de España por la guerra civil. Casualmente, en aquel encuentro echó el ojo al que sería compañero de vida y aventura poética y padre de sus hijos, Cintio Vitier. En 1942, año del fallecimiento en España de Miguel Hernández, con sólo diecinueve años publicaría Fina su primer libro, Poemas, muy influido por Juan Ramón, pero donde, con iniciales versos, se adivinaba ya la exquisita sensibilidad y honda expresión de la poeta mayor que celebramos estos días.

Será interesante escuchar cómo refiere, en estos días de merecido reconocimiento, su entrevista primera con el poeta de Moguer:

"A Juan Ramón Jiménez –que había pedido que los jóvenes le llevaran sus versos– sí que le mostré algunos poemas, cosa que me avergüenza. Cuando se los entregué, yo no había leído nada de él todavía. Solo había leído poesía en los libros del colegio y en textos de poca calidad. Aunque conocía a Bécquer -tengo todas sus Rimas copiadas por mamá-, según costumbre de los jóvenes de la época, yo no sabía qué era realmente la poesía. Y se puede leer la poesía buena como si fuera mala y no descubrir qué es lo esencial en un poema..."

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SOBRESALIENDO DEL CERCADO DE LOS MUERTOS

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De los tres poemas que hemos elegido para hoy, el primero, "Juan Ramón", último título del poemario "Visitaciones", nos hablará del poeta andaluz, de su enterramiento junto a Zenobia, presidido por un vertical ciprés. En cita de J.R.J. que preside estos versos, se lee: "Enguido chopo español, ardiente y solitario", seguido de una apología del chopo español, que ya leímos en otro texto (pulsar), identificándole nada menos que con el "alma de ascua fija" de Juan Ramón.

Elogia después al autor de "Platero y yo" en las dos vertientes, virtud y belleza (ética y estética). Y nos habla finalmente del ciprés que preside su tumba en Moguer, entorno natural, patria chica que le vio nacer en 1881. Obsesionada la poeta con la alta “cima” del chopo y del ciprés, que tan bien representan la espiritualidad y trascendencia del poeta español, señala con emoción cómo desde allí, desde lo más elevado, “vigila el sol de lo real”, el “solo y fiero corazón de España”. De modo que la tierra que le acogió como cuna en su nacimiento, le recibe ahora como tumba, presidida por un erguido ciprés entrevisto por Fina, a la luz de una súbita transfiguración, como presencia viva del poeta moguereño.

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JUAN RAMÓN

Erguido chopo español, ardiente y solitario!

J.R.J.

¿Son acaso distintos

ese chopo español y tu alma de ascua

fija, llameante en la cima?

Tu palabra, zarzal heridor

tantas veces, ¿distinta

a la esbeltez del agua en los jardines

del Generalife?

Más allá de toda

voluntaria virtud o inconsciente

hermosura ¿no ampara

al hijo el primigenio brío?

¿Cómo creer que la tumba

tuya, en tu cementerio de Moguer,

te guarda bajo su lápida

mejor que el ciprés allí plantado,

con su cimero verde

profundo y melodioso?

Y tu voz ¿no es como su copa,

sobresaliendo del cercado de los muertos,

fogueando alta y atada

al amor de esas cuatro tapias pobres

y blancas?

¿Es que los dos vigilan otra cosa

que el sol de lo real,

riqueza única de la pobre

España, -su solo y fiero

corazón?

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¡ERAS ALLÍ, HIPOPÓTAMO, OTRA VEZ VENUS!

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Se inicia el poema relatando una excursión familiar al zoológico. ¿Se habrán llevado al hipopótamo que no lo vemos? Pero surge del agua inesperadamente. Se le describe, sobre todo, como pesado animal de tierra y agua, de piel dura y rugosa, manso, torpe al caminar por la orilla del lago. Pero le alcanzan a Fina flashes de descubrimiento. Y el oscuro mamífero se manifiesta ahora con la belleza de una Venus que desembarca en la playa, abandonando el trono de su nave de concha, parpadeando levemente su fresca inocencia.

De nuevo, después del fogonazo de luz, del rayo luminoso, nocturna oscuridad. Mejor: la repetida visión del animal regresa una vez más a su eterno papel grotesco y viejo. La amorosa mirada de Fina elevó a mito, transfiguró por un instante, la vulgar apariencia de pesado mamífero. Pero no por imaginar falsas cualidades del paquidermo, sino por haberse interesado por su extraña hermosura, que Dios un día creó para nuestra diversión, para nuestro arrobo.

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EL HIPOPÓTAMO

Fuimos con los niños a ver el hipopótamo

pero no estaba allí: vacío estaba el lago

estrecho en que teníanlo, muy bajo

el escaso espesor de las aguas verdosas.

Cuando, de pronto,

al volver la cabeza, distraídos,

vimos al animal surgiendo de las aguas,

oscuro y chorreando.

Su cuerpo, el grueso de la piel rugosa,

eran de un animal de tierra, pesaroso.

No era suya la leve gracilidad que el agua

presta a sus criaturas naturales,

ni ese decorativo ojo del pez, siniestro,

era el suyo. Manso lo vi, terrígena,

fiel a la tierra y todo él mamífero,

tardo su andar por nuestra vieja tierra.

¿De dónde, pues, aquel surgir de diosa

de las aguas?

¡Eras allí, hipopótamo,

otra vez Venus! Tras tu cara de gárgola

el egipcio vio un dios! Por un instante

también yo vi caer la horrible máscara

que te cubre, y, surgiendo, como un mito,

vi el leve parpadear de tu fresca inocencia,

virgen conocedora del abismo

de las aguas amándola, poniendo

el blanco pie sobre la valva rosa.

Sobre la oscura tierra, madre nuestra,

establecías el vínculo.

Mas fue sólo un instante. Que al volver

los lindos niños sus hermosos ojos

a los tuyos, ya allí no estabas más,

no eras sino un viejo animal, más bien grotesco,

y tu hermosura vestía de tiniebla

la mañana, hipopótamo.

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AH, QUE TODOS SE HAN IDO...

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Milena Rodriguez Gutierrez, editora de la antología de García Marruz "El instante raro" (Madrid 2010), aludiendo al pensamiento de la poeta cubana expresado en Los astros, "el círculo del ser me rodeaba por todas partes", introduce la lectura del poema "Convalecencia" con los siguientes señalamientos:

"Así, apenas sin salir de la casa, bajo una luz generalmente mitigada, tenue, la voz poética percibe el círculo del ser. No necesita más que un pasillo o un cuarto, unos oscuros muebles, una mampara, unos trajes... y la imaginación y la memoria.

Hay una preciosa fantasía, o acaso sería mejor decir un ensueño, en "Las miradas perdidas" que, sin ser tal vez uno de los grandes poemas de la escritora, resulta, sin embargo, delicioso, e idóneo para ejemplificar lo que venimos diciendo. El poema se titula "Convalecencia" y es una auténtica aventura que transcurre ya no sólo dentro de la casa, sino dentro de un cuarto y todavía más, en la cama."

Lo leemos primero, lo reflexionamos después:

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CONVALECENCIA

Ah, que todos se han ido

a comer, mientras queda

el cuarto en la dulcísima

penumbra de las siete!

Mi edad me envuelve tierna,

tranquila y segurísima.

Me vela mi tamaño

como un pobre que espera.

Y es maternal la extraña

dulzura de taparse

tras la abrigada manta.

Apartada, poseo

lentamente. ¿Qué otra

eres, de pronto, mampara,

ahora que eres, bella,

pura y sola, tú misma?

Me llaman. ¿Qué obedezco

oculta y suavemente?

Estoy aquí. ¿Regreso?

¿Y de qué extraño pueblo?

Ah, que viene mi madre,

de larga bata oscura,

con el vaso y la lámpara

en sus manos suavísimas!

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Resumamos. Los de casa están cenando y el cuarto donde, convaleciente, reposa la pequeña Fina, se ha quedado "en la dulcísima / penumbra de las siete". No necesita que su madre la arrope, su yo protector la envuelve en una "abrigada manta". Y poco a poco la va llegando el feliz momento de la ensoñación. "Apartada, poseo / lentamente."

Su fantasía la llevará lejos... ¿adónde? O acaso cerca... "¿qué otra eres, de pronto, mampara...?" Me gustaría a mí fantasear también: me imagino que habla de mampara porque a lo mejor es, en sus versos, todavía adolescente y duerme en la habitación con su hermana Bella. La mampara recrearía para ellas espacios de intimidad y autonomía.

Se convierte la mampara, para Alicia/Fina, en espejo donde desaparecer, para viajar por pueblos y galaxias. "¿Qué otra / eres, de pronto, mampara, / ahora que eres, bella, / pura y sola, tú misma?" (subrayo bella, el nombre de su hermana). La llaman. Le cuesta aterrizar en lo real. Pero asiente: "Estoy aquí." Al final acude la madre, como virgen prudente del evangelio, con la lámpara encendida y un vaso de agua o leche "en sus manos suavísimas"...

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LA CUBANA FINA GARCÍA MARRUZ

PREMIO REINA SOFIA DE 2011

Se estudia la religiosidad de su poesía

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1. Premiada el día que ha cumplido 88 años

YA YO TAMBIÉN ESTOY ENTRE LOS OTROS

DEL TIEMPO LARGO

2. Caminar, como Jesús, sobre las aguas

LAGO DE MANAGUA

LOS CHOPOS

CRÍTICO DE ARTE EN UN JARDÍN PÚBLICO

SALOMÓN Y LA ROSA

3. “Toda su poesía es como un oído abierto a la trascendencia”

EN ÁVILA

AL BUEN LADRÓN

LA PIETÁ DE MIGUEL ÁNGEL

4. "Hablar de la poesía" (ensayo)

CADA OSCURA MAÑANA

HOMBRE CON NIÑO PEQUEÑO

ESOS RELOJES QUE LOS PADRES DEJAN

JUNTO A UN MANANTIAL

5. "Iré al cielo montado en una mula"

IRÉ AL CIELO MONTADO EN UNA MULA

6. Tres exquisitos y variados poemas

JUAN RAMÓN

EL HIPOPÓTAMO

CONVALECENCIA

7. "Visitaciones"

EL PESO VAGO DE LAS FLORES EN EL JARRÓN OSCURO

VISITACIONES 1 y 2, 7 y 8

8. "En la muerte de Ernesto Che Guevara"

EN LA MUERTE DE ERNESTO CHE GUEVARA, de Fina G. Marruz

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