Alejandro Moral: Un libro sobre "un hombre llamado a ser grande habiéndose hecho pequeño"

"Prologar el libro de Lazcano, 'Biografía de León XIV' (San Pablo) no solo es un honor sino también, y quizás principalmente, una responsabilidad que he aceptado con gran alegría"

"¿Es posible escribir un libro elocuente, valioso y estimulante, sobre alguien que guarda silencio respecto a sus esfuerzos, a sus sufrimientos, a sus éxitos?"

"Señalo el valor del libro de Lazcano, que ofrece datos bien estructurados y ponderados de los primeros pasos de Prevost"

"Se percibe una constante en la vida de Prevost: una entrega incondicional al servicio, una vocación sin fisuras, un espíritu que, como bien se menciona en el libro, peregrina hacia Dios porque esa peregrinación no cesa"

El Papa abraza a Alejandro Moral

Considero, con toda sinceridad, que prologar el libro de Lazcano no solo es un honor sino también, y quizás principalmente, una responsabilidad que he aceptado con gran alegría debido a la profunda amistad que me une con su Santidad León XIV. No obstante, debo decir que acogí la invitación del autor con cierta desconfianza, no respecto a su contenido, sino a mi capacidad de proponer alguna novedad en estas líneas, ya que al día de hoy han visto la luz alrededor de un centenar de publicaciones biográficas sobre Robert Francis Prevost, respondiendo al interés mundial de cuantos desean saber con más detalle quién es este fraile agustino que el 8 de mayo de 2025 se convirtió en el 267º sucesor de Pedro.

¿Es posible escribir un libro elocuente, valioso y estimulante, sobre alguien que guarda silencio respecto a sus esfuerzos, a sus sufrimientos, a sus éxitos? Se hace más complicado aún cuando se trata de escribir la biografía de alguien que camina con nosotros en el tiempo presente, y en consecuencia, el material tiene que ser presentado en retrospectiva.

Creemos. Crecemos. Contigo
Libro de Lazcano

En la sobriedad de su conducta, en la discreción de sus acciones, en la firmeza silenciosa de su misión, encontramos los signos de una auténtica vocación. Adentrarse en la biografía de una figura tan coherente, íntegra y relevante como la de León XIV, implica aceptar la fragmentación y escasez de los datos a nuestra disposición, dando pie a un reto que nos obliga a ir más allá, con el objetivo de descubrir el alma del protagonista.

Para realizar esta tarea, sin duda, es necesario elegir una forma lejana a grandes pretensiones y pedantería, optando por un esquema linear simple, que ilustre, a partir del escaso material disponible, los orígenes, la formación y la trayectoria de Robert Francis Prevost, y que anticipe además las perspectivas de futuro. Si lo que se desea, por el contrario, es presentar una serie de datos, es decir, ofrecer un libro de carácter informativo, es superfluo entonces cuestionarse sobre ciertos pormenores; y sería suficiente recopilar los fragmentos dispersos en el universo divulgativo que en menos de un trimestre ha logrado su máxima difusión. 

Escribir sobre un hombre que ha asumido el papel de pastor universal de la Iglesia Católica, destacando por su servicio incondicional para con sus hermanos, no es un ejercicio guiado simplemente por la curiosidad o la admiración; sino requiere, ante todo, un esfuerzo de honestidad intelectual, profundidad espiritual y una mirada serena y equilibrada sobre el misterio de una vida entregada por entero a Dios y a su pueblo.

Dejo al lector la tarea de corroborar si esta biografía cumple con tales prerrogativas, y señalo el valor del libro de Lazcano, que ofrece datos bien estructurados y ponderados de los primeros pasos de Prevost, es decir, su formación humana e intelectual antes de ingresar en la Orden de San Agustín, para proseguir en sus años iniciales como fraile agustino, la finalización de su formación intelectual tras obtener el doctorado en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino, en Roma, para, a continuación, dedicarse a la actividad, al parecer, preferida de Prevost: la misión, haciéndose cargo de la evangelización del pueblo de Dios en Chulucanas y en Trujillo, diócesis de Perú.

Prevost y Lazcano rodeados por un círculo en la foto del curso 1981-1982 Rafael Lazcano

En pocos años, recibió de la jerarquía eclesiástica el cometido de gestionar asuntos administrativos, confiándole cargos de autoridad, primero como Provincial de la Orden, en Chicago y más tarde como General de la Orden, en Roma, para, posteriormente, en poco tiempo, ser consagrado obispo de Chiclayo, ser creado Cardenal y nombrado Prefecto del Dicasterio para los Obispos de la Curia Romana, y de Cardenal elector ser elegido Papa. 

El lector encuentra en estas páginas un testimonio de vida que trasciende la simple cronología de eventos, y se propone brindar una mirada introspectiva a la evolución espiritual de un hombre llamado a ser grande habiéndose hecho pequeño (cf. Mt. 20, 22). Desde la evangelización en Perú hasta los desafíos administrativos en Chicago y luego Roma, se percibe una constante en la vida de Prevost: una entrega incondicional al servicio, una vocación sin fisuras, un espíritu que, como bien se menciona en el libro, peregrina hacia Dios porque esa peregrinación no cesa.

Claramente, la biografía de Prevost no culmina con su elección como Papa, sino que encuentra en ese punto un nuevo comienzo. El ascenso de obispo a cardenal, y finalmente a Sumo Pontífice, no es el resultado de una búsqueda personal (“He sido elegido sin mérito alguno”, dijo el Papa durante los primeros minutos de su Pontificado), sino de una respuesta fiel al llamado de la Iglesia que sigue necesitando pastores buenos, sabios y humildes.

Prevost con Lazcano y otros frailes en la catedral de León (1982) Rafael Lazcano

Lo que leemos hasta este punto de la biografía que estamos presentando es la realidad de los hechos, mientras que desde el capítulo noveno hasta el final del libro, el autor nos presenta las expectativas, que, a su modo de ver, son las del Papa y las de la Iglesia universal. El lector podrá descubrir por qué Lazcano llama a Prevost “peregrino hacia Dios”. Se trata de una expresión muy particular que nos remite no sólo a la espiritualidad del Papa agustino, sino al itinerario de cada creyente: todos somos peregrinos, aunque algunos tienen la gracia —y la responsabilidad— de guiar a otros en una única fe, en una única esperanza, en una única caridad en el camino hacia Dios (cf. Aug., ep. 238, 13).

No quisiera condicionar ni exagerar con esta afirmación: pienso que la biografía que escribió Lazcano nos invita a reflexionar, a ver más allá de los títulos y las ceremonias, para descubrir en lo profundo del corazón humano la acción silenciosa de la gracia. Tal vez así podamos llegar a ser testigos fieles, como lo fue Prevost, de un amor que no se impone, sino que se ofrece, es decir de la verdad que libera (cf. Io. 8, 32), que se pronuncia con caridad (cf. Eph. 4, 15), que se vive con la alegría de la esperanza (cf. Rom. 12, 12).

Benedicto XVI y Prevost en el Escorial en 2012

Solo me queda desearles una buena lectura. El Papa, como nosotros, es peregrino. Dios quiera que en su andar, humilde y firme, podamos encontrar una guía, una inspiración, en un mundo lleno de dificultades, como san Agustín ya exhortaba a los cristianos de su tiempo: “canta, pero camina; alivia con el canto tu trabajo, no ames la pereza: canta y camina. No te salgas del camino, no te vuelvas atrás, no te quedes parado, sigue adelante que la meta es el abrazo eterno del Padre” (cf. Aug., s. 256, 3).

*Prior General de la Orden de San Agustín (2013-2025)

Biografía de León XIV

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