La no violencia activa, 'un estilo de política para la paz' nuevo y a nuestro alcance Teorizando por un instante para entender a Francisco "en la guerra de Ucrania"

No violencia activa
No violencia activa

"Hay una referencia para la mediación pública de la moral social cristiana en el conflicto humano y es su preferencia por la no violencia activa… Pero, ¿qué es la no violencia activa?"

"La forma, apostar a fondo por medios eficaces para enfrentarse a la violencia. Es un camino muy nuevo, con resultados limitados pero ciertos, necesitado de la concienciación mayoritaria de nuestra sociedad y apenas respaldado desde la organización política y militar de los pueblos"

"Renunciar a esa violencia de respuesta, y sobre todo, a la violencia preventiva, es un paso irrenunciable, y gestar formas no destructivas de defensa, una necesidad a su nuestro alcance"

"No podía faltar la cita de Francisco, el papa de Roma, y su Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero de 2017, bajo el título 'La no violencia, un estilo de política para la paz'"

"¿Todo esto no es puro sueño? No.La no violencia practicada con decisión y coherencia ha producido resultados impresionantes en la historia. Gandhi en la India, Luther King Jr. en los Estados Unidos de América y la caída del Muro de Berlín dan buena cuenta de este camino"

"Cuando las víctimas de la violencia vencen la tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos no violentos de construcción de la paz"

Hay una referencia para la mediación pública de la moral social cristiana en el conflicto humano, en todas sus formas, y es su preferencia por la no violencia activa como forma inequívoca de intervención por la paz. Pero, ¿qué es la no violencia activa?

Voy a considerar esto bajo un punto de vista muy personal. El lector deberá reflexionar si él prefiere plantearse directamente una opción de no violencia que apueste por la resistencia pasiva hasta el martirio. Aquí, por no violencia activa, nos referimos sin duda -reflexiono de la mano de Xabier Etxeberria- a un proceder no violento en la vida y sus conflictos, elegido, en todos los casos, frente al uso de una violencia que según los criterios más comunes llamaríamos legítima defensa.

No violencia

Por tanto, la no violencia no es la alternativa a la violencia bárbara e injustificada de las personas, los grupos o, en su caso, los Estados, sino, antes y primero, la alternativa al uso de la violencia de respuesta que podríamos pensar justificada según los hábitos de nuestro tiempo. Porque el otro y su vida tienen una dignidad incondicional de persona, la no violencia busca cómo responder a su agresión o daño con fuerza y decididamente, sin resignación ni sumisión, ¡pues no es pasiva, sino activa!, pero, siempre, sin incurrir en formas destructivas de la vida y la dignidad de las personas.

Por tanto, la no violencia ejerce la fuerza por medios eficaces que desarman las manos (no destruyen al adversario) y las mentes (convicciones desmilitarizadas). La no violencia así pensada será opción personal en la vida cotidiana para el pacifista y será opción integral en su compromiso social. Un sistema de justicia penal restaurador más que punitivo es su corolario más lógicoy, si ampliamos el foco, un sistema social y económico equitativo, su condición estructural.

Indudablemente, cualquiera puede entender que esta actitud moral de la no violencia activa plantea muchos interrogantes y ha de padecer fuertes críticas de quienes la ven como un exceso moral sin realismo. Se arriesga y aún parece permitir un mal superior al que evita, facilitando a los violentos toda clase de desmanes. Para evitar esta crítica, la opción por la no violencia no es resignación y pasividad -decíamos- sino apostar a fondo por medios eficaces para enfrentarse a la violencia. Ciertamente es un camino muy nuevo, con resultados limitados pero ciertos, necesitado de la concienciación mayoritaria de nuestra sociedad y apenas respaldado desde la organización política y militar de los pueblos. El círculo vicioso es claro: de la desconfianza a su desprecio y de su desprecio a su ineficiencia. Corresponde a quienes participamos de esta opción extender su valía y mostrar sus logros, como corresponde a sus adversarios reconocer los fracasos de la opción de la violencia llamada legítima o justificada.

Resistencia

Aquello de que la violencia engendra violencia y nos lleva a una espiral de violencia sin fin, es una realidad difícil de negar. Tal vez, por el momento, la no violencia activa en su forma política no tenga todas las oportunidades que le pertenecen y queremos, pero sabe que renunciar a esa violencia de respuesta, y sobre todo, a la violencia preventiva, es un paso irrenunciable, y gestar formas no destructivas de defensa, una necesidad a su nuestro alcance.

En esta apertura al tema, no podía faltar la cita de Francisco, el papa de Roma, y su Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero de 2017, bajo el título “La no violencia, un estilo de política para la paz”. Es muy interesante que el lector se confronte con este mensaje. El discurso de Francisco avanza al punto de este modo: el amor a los enemigos constituye el núcleo de la “revolución cristiana”» y el evangelio del amad a vuestros enemigos (Lc 6,27) es «la carta magna de nuestra no violencia». La no violencia no se debe entender como un «rendirse ante el mal […], sino como un responder al mal con el bien (Rm 12,17-21), rompiendo de este modo la cadena de la injusticia».

Cuando las víctimas de la violencia vencen la tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos no violentos de construcción de la paz. Y añade Francisco: lamentablemente, hoy estamos ante una terrible guerra mundial por partes, y, sin embargo, el recurso a la violencia, ¿permite alcanzar objetivos de valor duradero? Responder con violencia a la violencia lleva, en el mejor de los casos, a la emigración forzada, a un enorme sufrimiento para la población civil y al despilfarro de grandes cantidades de recursos que, destinados a fines militares, sustraemos de las necesidades cotidianas de la gente común.

Pero, en cristiano, prosiguen Francisco y la teología cristiana, ¿nos estamos inventado todo esto desde la nada? No; también Jesús vivió en tiempos de violencia y enseñó que el primer campo de batalla entre la violencia y la paz es el corazón humano. Jesús trazó el camino de la no violencia y lo siguió hasta el final, hasta la cruz. Jesús mismo nos ofrece un «manual» de esta estrategia de construcción de la paz en el discurso de la montaña: las ocho bienaventuranzas (Mt 5,3-10). Un programa para todos, un programa para vivir y actuar en los antagonismos y tensiones con el estilo de los trabajadores de la paz; un programa para alcanzar en cada sociedad esa unidad pluriforme que engendra nueva vida. Ser hoy verdaderos discípulos de Jesús significa, por tanto, aceptar su propuesta de no violencia activa, convirtiéndonos cada uno y todos en instrumento de reconciliación.

Resistencia. Ghandi

Y aquí la pregunta que ya conocemos: ¿todo esto no es puro sueño? No, la no violencia es realista ante la vida y sus conflictos duros y violentos, responde Francisco; la no violencia lo sabe y lo reconoce, pero representa algo nuevo y único, porque es un modo de ser de la persona que cree y confía en Dios y, así, el amor a los enemigos constituye el núcleo de la “revolución cristiana”. Responder al mal con el bien (Rm 12,17-21), “rompiendo de este modo la cadena de la injusticia» y su lógica única, de eso se trata. Muchas veces la no violencia activa se entiende como rendición, desinterés y pasividad, añade el Papa, pero no es así. Significa encontrar, una y otra vez, formas eficaces de lucha no violenta por la paz. Los “pueblos” y sus gobernantes las conocen, pero rehúsan creer en ellas y elegirlas. La no violencia practicada con decisión y coherencia ha producido resultados impresionantes en la historia. Gandhi en la India, Luther King Jr. en los Estados Unidos de América y la caída del Muro de Berlín dan buena cuenta de este camino. La no violencia arranca del corazón y conquista las estructuras sociales, propongo concluir.

Y ¿lo acoge así la moral cristiana? Bueno, hay una incipiente moral cristiana crítico-utópica en la que cristaliza una propuesta de no violencia activa, como modelo de intervención revolucionaria más eficaz (personal y políticamente), y más coherente con el sentir de Jesús y la identidad de su mesianismo gratuito y kenótico. Más aún, hay una confluencia general de la moral cristiana en torno a la no-violencia activa, que recibe, por supuesto, muy diferentes interpretaciones en la acción política concreta de los cristianos y sus países.

El conjunto de la práctica pacifista de muchos creyentes, las nuevas formulaciones del cristianismo sobre la paz como justicia social, el testimonio de miles de jóvenes con esta conciencia y la escasa vigencia de la llamada “teoría de la guerra justa”, son el marco adecuado para la renovación del concepto que llamamos la paz. Además, la responsabilidad de proteger a las víctimas en los conflictos más graves, y que ya hemos tratado, exige tales condiciones que, de facto, decíamos, bien pudiera calificarse de una no-violencia moderada que apunta en su lógica moral y política a la no-violencia radical.

Este compromiso de no violencia activa en favor de las víctimas de la injusticia y de la violencia no es un patrimonio exclusivo de la Iglesia Católica, sino propio de muchas tradiciones religiosas, para las que «la compasión y la no violencia son esenciales e indican el camino de la vida». Lo reafirmo con fuerza -concluye Francisco-: «Ninguna religión es terrorista». La violencia es una profanación del nombre de Dios. No nos cansemos nunca de repetirlo: «Nunca se puede usar el nombre de Dios para justificar la violencia. Sólo la paz es santa. Sólo la paz es santa, no la guerra». Con la misma urgencia suplico que se detenga la violencia doméstica, y los abusos contra mujeres y niños, como la violencia contra tantas personas y grupos sociales tratados con indiferencia e injusticia cada día; ellos forman parte irrenunciable de nuestra «familia» en dignidad y compasión, y de ahí arrancan nuestras obligaciones de justicia y solidaridad. La Iglesia se suma sin ambages a esta no violencia activa por la justicia y la paz, con la vida digna de los más débiles en el centro.

En el 2017 -concluye- comprometámonos a ser personas pacificadoras y a construir comunidades no violentas, que cuiden de la vida digna de todos en la casa común. Si los otros y su sufrimiento injusto -digo por mi parte- no entran en mi mirada espiritual y social, la violencia y la guerra, cuando me benefician, siempre me parecerán un mal menor. Apelo, por tanto, a la no-violencia activa en nuestra sociedad, siempre, sí, según posibilidades y responsabilidades, y en todos los significados y dimensiones de la paz. Pacíficos y pacificadores en nuestras estructuras e instituciones, en nuestras ideologías y opciones políticas, en nuestras acciones y gestos, en nuestras propiedades y consumos. Pacíficos y pacificadores, también, en nuestro carácter y actitudes, en nuestros sentimientos y afectos más queridos, en nuestros símbolos y creencias y, por supuesto, en nuestros sueños de libertad y justicia.

He dicho que me proponía teorizar un instante para entender a Francisco en “la guerra de Ucrania”. He aquí un elemento clarificador nada despreciable. Paz y bien.

No a la guerra
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