Ante un 'solitarismo' estúpido e injusto El difícil camino de la solidaridad como 'virtud debida'

"Es agobiante comprobar que las ideologías liberadas de cualquier control humanitario han ido ocupando los espacios de valor que manteníamos"
"El pragmatismo de los idearios planos triunfa entre personas que se mueven en un solitarismo estúpido e injusto … Es muy curioso observar en los neoliberales y hasta liberales más jóvenes que nunca mencionan por qué los demás hemos de respetar pacíficamente su posición elitista en un pacto social que la permita"
"Pero una cosa son las diferencias que representan la diversidad y el legítimo beneficio del que se arriesga y crea bienes, y otra la diferencia injusta de quien depreda y expropia en solitario"
"Es la ley, la mínima ley justa, la que tiene que ordenar el pacto social que permite lo primero, evitando lo segundo … Es la solidaridad, virtud moral debida -personal y social- la que exige primero la justicia, la que la anima y la trasciende sin evitarla o sustituirla; y es la solidaridad la que nos hace humanos"
"Pero una cosa son las diferencias que representan la diversidad y el legítimo beneficio del que se arriesga y crea bienes, y otra la diferencia injusta de quien depreda y expropia en solitario"
"Es la ley, la mínima ley justa, la que tiene que ordenar el pacto social que permite lo primero, evitando lo segundo … Es la solidaridad, virtud moral debida -personal y social- la que exige primero la justicia, la que la anima y la trasciende sin evitarla o sustituirla; y es la solidaridad la que nos hace humanos"
Es agobiante comprobar que las ideologías liberadas de cualquier control humanitario han ido ocupando los espacios de valor que manteníamos. No me atrevo a decir que en el pasado éramos mejores, porque todo es susceptible de mirarse según claves muy particulares para cada uno, pero no recuerdo otro momento vivido por nuestra generación adulta en que el pragmatismo de los idearios sobre la vida y el mundo apareciera más plano y más corto.
Ni siquiera nos esmeramos en darle a las ideas sociales y juicios morales una pátina de elegancia en la presentación. Aunque sea por vergüenza propia o por ocultar la mala política en la estética, cosa imposible, pero cabría que lo intentáramos. Al menos en este sentido, me dirán, somos honrados, pero tal vez nos escondemos en la apariencia de belleza para drenar la tortura o la explotación, y eso mismo es una clave de un tiempo que está perdiendo la vergüenza.
Cada uno de los que puede hablar, “el que puede hablar”, cuenta la vida desde su posición de poder, elige con descaro lo que le es irrenunciable y actúa en consecuencia imaginando las víctimas como desperdicio colateral. Hasta ahora teníamos un profundo debate sobre las consecuencias colaterales de una guerra, lo hacíamos con cierta vergüenza, pero hemos dado el paso a un visión social sustentada entre dos orillas: el que puede imponer su posición en el mundo y, por ende, en su sociedad, y el que tiene la condición de desperdicio.

Sea cultural, social, económica y hasta vital, las formas son varias, el ecosistema moral compatible con el mundo en proceso de cambio admite que triunfar conlleva arrasar y excluir, aligerar y expulsar, aprovechar lo que es posible y tirar el resto como desperdicio. Si con suerte, en otro momento, el desperdicio ofrece posibilidades dinerarias, sean migrantes, tecnologías, pandemias y hasta filosofías y religiones, esa parte y en esa dimensión volverá a la mesa del reparto del mundo entre los más fuertes, capaces e inmorales, pero la lógica es la misma.
Elpragmatismo de los idearios planos sobre qué hacemos, cómo lo hacemos, y sobre todo, por qué y para qué lo hacemos, decididamente se impone como una lógica falaz. Reclamada como expresión primaria de la libertad personal y del patriotismo sincero de un gobernante, en realidad triunfa entre personas que se mueven en un solitarismo estúpido e injusto. Primero, porque no valoran todo lo que reciben de la convivencia con los demás, incluso en términos materiales; demasiada gente cree que su triunfo profesional seguiría vigente si los demás no fueran consumidores que sustentan eso que él ofrece; y segundo, porque la posición de los poderosos en cualquier sociedad tiene que ver con un estado de seguridad legal y moral que los excluidos tienen que entender por qué guardarlo y en qué les obliga.
"Una cosa son las diferencias que representan la diversidad y el legítimo beneficio del que se arriesga y crea bienes, y otra la diferencia injusta de quien depreda y expropia en solitario"

Es muy curioso observar en los neoliberales y hasta liberales más jóvenes que nunca mencionan por qué los demás hemos de respetar pacíficamente su posición elitista en un pacto social que la permita. Una cosa son las diferencias que representan la diversidad y el legítimo beneficio del que se arriesga y crea bienes, y otra la diferencia injusta de quien depreda y expropia en solitario. Es la ley, la mínima ley justa, la que tiene que ordenar el pacto socialque permite lo primero, evitando lo segundo, y llevando ese logro a una equidadsocial entre necesidades, posibilidades, esfuerzos y situaciones especiales. Este planteamiento que defiendo para pensarnos, no para aleccionar, choca con las filosofías que reclaman la autocreación continua de la vida propia como una apuesta contracultural en solitario; no, la autocreación es contracultural, si a cada uno nos aguantan las fuerzas y la ilusión, pero debe ser unacontraculturalidad en solidario.
Es la solidaridad, virtud moral debida -personal y social- la que exige primero la justicia, la que la anima y la trasciende sin evitarla o sustituirla; y es la solidaridad la que nos hacehumanos. Renunciar a la corresponsabilidad de las personas, más allá de la ciudadanía estatal, es una apartheid a la medida de lo que me conviene. Legítimo es hablar y articular modos concretos y equitativos de esa humanidad compartida, pero para cumplirla con justicia de personas, equidad de esfuerzos, alcance transnacional y reto en el alma moral de los ciudadanos.
Si se cultiva la duda sobre nuestra condición de personas iguales y solidarias, si se renuncia a reconocer el mundo en sus situaciones estructurales de injusticia, si se absolutiza la libertad personal de los incluidos por derecho de nacimiento en cada país, estos compañeros de ciudadanía nunca podrán ser de fiar en un pacto social duradero, porque no creen en la condición humana más allá de lo mío y mi tierra. En este caso, sin remedio, viene después añadir quiénes son los patriotas, después, quiénes son los nuestros y, por fin, quiénes son desecho social.
Evidentemente, sugiero pensar ahora las malas nuevas de Gaza y Ucrania… India y Pakistán, Trump, Putin, Xi Jinping y, por qué no, casi toda la vida política y social española.

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