"Mientras algunos pocos se llenan las bolsas con el dinero manchado de sangre, otros muchos inocentes no paran de morir" “La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (Gn.4,10)

La parroquia, antes y después del bombardeo
La parroquia, antes y después del bombardeo

"Quiero, de alguna manera, expresar el dolor que me producen las guerras en Ucrania, el Congo, Sudán Yemen, Siria, Nigeria, Somalia, República Centroafricana y tantos otros"

"No comprendo al pueblo judío, experimentó uno de los peores horrores en carne propia, un holocausto, algo que marcó su historia y que debía convertirse para ellos en una opción radical por la paz y la defensa de los derechos humanos"

"La Comunidad Internacional guarda silencio, calla ante tanta masacre, permanece paralizada, observando la reducción a cenizas de un pueblo milenario"

Estoy sentado junto al escritorio, en la habitación, bajo la seguridad de la casa conventual. Por la ventana llegan los ruidos de los automóviles, el sonido lejano de algún avión, además se escuchan truenos por una tormenta que amenaza caer de un momento a otro.

Es el sonido de la vida que transcurre en sus luchas diarias, con gozos y tristezas, problemas, angustias, dolores, pero también son signo de futuro, de que vamos caminando. A diferencia con otros hermanos y hermanas de zonas en situación de guerra, nuestros sonidos son sonidos de esperanza, los suyos son de muerte…

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El P. Romanelli, herido en el bombardeo
El P. Romanelli, herido en el bombardeo RRSS

Escribo, aunque me quede corto en el transmitir las emociones con palabras impresas en forma digital. Quiero, de alguna manera, expresar el dolor que me producen las guerras en Ucrania, el Congo, Sudán Yemen, Siria, Nigeria, Somalia, República Centroafricana y tantos otros. Son unos 56 conflictos armados, en más de 92 países en el mundo, con un aproximado de 305 millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria en el año 2025. Y continúa, como un monstruo que devora vidas, el mercado infernal de armas produciendo 632 mil millones de dólares en ventas, sin contar los millones en ganancia del tráfico ilegal de armamento. Mientras algunos pocos se llenan las bolsas con el dinero manchado de sangre, otros muchos inocentes no paran de morir.

Trato de seguir por los medios sociales al P. Gabriel Romanelli, en sus videos día a día nos relata en carne propia el sufrimiento del pueblo que acompaña: “Gaza, es el lugar de la muerte”, lo decía hace pocos días con ojos angustiados y dolidos. Son las palabras de un sacerdote, que junto a otros religiosos/as caminan con el pueblo victimizado. Son los discípulos amados, las mujeres y María que en el calvario acompañan a Jesús crucificado (pueblo Palestino).

Toda experiencia buena o mala marca nuestras vidas, es parte de lo que nos ayuda a formar identidad, y la manera en que vemos o actuamos en el mundo. No comprendo al pueblo judío, experimentó uno de los peores horrores en carne propia, un holocausto, algo que marcó su historia y que debía convertirse para ellos en una opción radical por la paz y la defensa de los derechos humanos. Pero no es así, hoy reproduce una orgía de odio, sangre y destrucción, olvidando hasta la Ley de Dios. Lamentablemente, al genocidio judío o armenio, al de Ruanda, al camboyano, Kazajistán… le sumamos el genocidio Palestino.

Las muertes no terminan, junto con las bombas y las balas se usa el hambre como arma de guerra. Y lo que es peor, la Comunidad Internacional guarda silencio, calla ante tanta masacre, permanece paralizada, observando la reducción a cenizas de un pueblo milenario. Sentados en nuestras seguridades, los niños siguen muriendo, los heridos no son atendidos, los civiles siguen siendo masacrados, y continúa la destrucción sistemática de toda infraestructura. La población es condenada a muerte o a ser desplazada de su territorio ancestral; lugar en donde Netanyahu apoya la genial idea de Trump y su “Riviera de Gaza”.

Mohamed Motawaq, niño gazatí
Mohamed Motawaq, niño gazatí Efe

Con cada muerte violenta perdemos humanidad, con cada niño fallecido por las armas o de hambre se escucha a Dios: “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (Gn.4,10). ¡Basta ya de tanta inhumanidad! ¡Basta ya de tanta guerra! ¡Basta ya de tantos silencios cómplices! ¡Basta ya de matar a los inocentes! ¡Basta ya de usar el hambre como arma de exterminio! ¡Ya basta del genocidio Palestino! 

Una cruz de piedra blanca se yergue en la parroquia de Gaza, sobre la fachada herida y manchada del negro humo de las bombas, mudo testigo de la atrocidad de 61,258 muertes de hombres, mujeres y niños; cada día sigue aumentando, de forma implacable, el número de asesinados. Es una guerra que ahoga ilusiones, mata esperanzas…  y nos pinta del color de la vergüenza por callar ante la barbarie de los nuevos Herodes.

Y dijo Jesús llorando: ¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! (Lc.19, 41-42).

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