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Obituario de Violeta Barrios, ex presidenta del país, por su hijo Carlos F. Chamorro: "Te prometo que cuando Nicaragua vuelva a ser República, regresarás a descansar en paz en tu patria"

Féretro de Violeta Chamorro en Nicaragua
Féretro de Violeta Chamorro en Nicaragua Confidencial

"Fue la primera mujer electa presidenta por el voto popular en América Latina, y que lideró la transición democrática en el momento más complejo y difícil de la historia de Nicaragua, jamás habría sido posible en nuestra patria, debido a la feroz persecución política que existe contra la Iglesia católica"

"En la madrugada del 14 de junio de 2025 se apagó la vida de nuestra madre Violeta Barrios de Chamorro, pero ese mismo día renació la esperanza en Nicaragua"

"Gracias mamá por dejar sembrado el ideario de la esperanza con la que vamos a hacer el cambio, para que Nicaragua vuelva a ser República, y reconstruirla sin venganza, pero con justicia"

| Carlos F. Chamorro

(Confidencial).- Gracias al arzobispo de San José, monseñor Jose Rafael Quirós, que nos acogió de forma solidaria en esta iglesia, y al sacerdote Mauricio Granados, rector de este Templo Votivo del Sagrado Corazón de Jesús. 

Gracias al sacerdote dominico Rafael Aragón, desterrado de su patria como muchos de los que estamos aquí hoy, y al padre Bosco que lo han acompañado en esta misa. 

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Una ceremonia religiosa como esta, para celebrar la vida de una mujer cristiana, que además fue la primera mujer electa presidenta por el voto popular en América Latina, y que lideró la transición democrática en el momento más complejo y difícil de la historia de Nicaragua, jamás habría sido posible en nuestra patria, debido a la feroz persecución política que existe contra la Iglesia católica. 

Este fin de semana, en Nicaragua, algunos feligreses solicitaron a los sacerdotes orar por mi mamá en sus eucaristías, o dedicarle una misa, y la respuesta fue: “Mejor no, no podemos, porque es muy peligroso. A ella la incluimos en la oración por todos los fieles difuntos, la recordamos con cariño y quisiéramos ofrecerle la misa, pero no podemos arriesgarnos de esa manera”.

Y uno se preguntaría, por qué es peligroso en Nicaragua ofrecer una oración o una misa por doña Violeta de Chamorro, como antes ha sido un crimen perseguible, orar por los obispos y sacerdotes presos; por qué existe esa censura en contra de una persona de paz, que nunca ha representado una amenaza para la seguridad nacional. Y la única explicación posible es por el miedo que tiene la dictadura a que cunda la esperanza.

En la madrugada del 14 de junio de 2025 se apagó la vida de nuestra madre Violeta Barrios de Chamorro, pero ese mismo día renació la esperanza en Nicaragua. Una esperanza que está encarnada en el ejemplo de su vida, en su legado de integridad y honradez, en su compromiso con la libertad y la democracia, en la experiencia de que es posible vencer el miedo para expresar la voluntad popular, y sobre todo en su estatura como estadista que gobernó de forma democrática, aún bajo una amenaza autoritaria.

Esos valores representan una esperanza que los nicaragüenses tenemos que cultivar cada día, con pequeñas acciones en Nicaragua y en el exilio, si de verdad tenemos un compromiso para salir de la dictadura dinástica, para que haya un cambio profundo en Nicaragua, y para que mi madre Violeta Barrios de Chamorro pueda finalmente descansar en paz en su patria.

Quiero también agradecer a sus enfermeras Rosa y Katherine, y a Griselda, las personas que acompañaron a mi mamá en los últimos años, meses, días, y horas de su vida, y con amor y profesionalismo le prodigaron un cuido extraordinario, y también a los médicos nicaragüenses y costarricenses que le permitieron sobrellevar su prolongada enfermedad.  

En octubre de 2023, cuando mis hermanos Pedro Joaquín y Cristiana habían salido de la cárcel y estaban desterrados, y Claudia Lucía tenía que viajar a Estados Unidos, por razones de salud, decidimos trasladar a mi mamá a San José, para poder brindarle acá el amor y el cariño que no podíamos darle en una patria que nos habían arrebatado. 

Ella se mantuvo aferrada a la vida, y finalmente en enero de este año, pudimos reunirnos en San José los cuatro hermanos, para cantarle, rezarle, besarla, abrazarla, y para darle infinitas gracias por su vida. 

Y porque tuvimos ese privilegio de poder acompañar a mi mamá en Costa Rica, y conocemos en carne propia el dolor de patria y de la separación forzada de las familias, hoy nos solidarizamos con todos los presos políticos, que nunca pudieron ver a sus padres y madres cuando fallecieron.

Nos solidarizamos con todos los exiliados, que tampoco han podido estar con sus seres queridos cuando fallecen en Nicaragua; y nos solidarizamos con todas las familias que se encuentran separadas por un acto de crueldad de los dictadores que han convertido a Nicaragua en un país de desterrados

Nos solidarizamos con todos los exiliados, que tampoco han podido estar con sus seres queridos cuando fallecen en Nicaragua; y nos solidarizamos con todas las familias que se encuentran separadas por un acto de crueldad de los dictadores que han convertido a Nicaragua en un país de desterrados.  

Gracias también al pueblo y al Estado de Costa Rica, que acogió a nuestros padres en su primer exilio, en 1957, para escapar de la dictadura dinástica de los Somoza. Y nos ha seguido recibiendo con solidaridad en los años 70 y en los 80, y ahora en el siglo XXI, a la familia Chamorro Barrios, y a centenares de miles de nicaragüenses, migrantes y refugiados.

La primera vez que en mis adentros me sentí orgulloso de mi madre, cuando era un niño, y pensé que era la mejor mamá del mundo, ella era una mujer joven y bella, que le gustaba jugar beisbol, y además bateaba bastante bien. Mi mamá también sabía montar a caballo, para arrear el ganado, y la recuerdo siempre muy cerca de sus hijos. 

Mi papá era una fuerza telúrica, que llegaba puntualmente a la casa después del cierre de la edición de La Prensa, cuando era un periódico vespertino, y mi mamá nos podía alertar si estaba de buen o mal humor, por la forma como tiraba el portazo.

En 1967, después de la masacre de la manifestación opositora del 22 de enero, yo tenía 10 años, y me tocó abrirle la puerta de la casa a un teniente de la Guardia Nacional, que llegaba a apresar a mi papá.

Mi padre asumió esa nueva carceleada con serenidad, como si ya estuviese preparado, se quitó su anillo de matrimonio y se despidió de mi madre con un beso. Como muchas otras veces en su vida, mi mamá asumió su lucha y el reclamo de justicia, con una extraordinaria dignidad. 

En noviembre de 2022, cuando con Desirée me tocó representar a mi familia en la Universidad de Tulane, en la presentación de la “Colección de Documentos Chamorro Barrios” leí, por primera vez, los manuscritos de las cartas de la cárcel entre mis padres en el año 1959, una historia conmovedora de amor y patriotismo, y de muchísimo dolor, pero sin ninguna clase de rencor. 

Así se formó mi mamá en la lucha de mi padre contra la dictadura somocista, en el dolor, y en la alegría por la vida, ambos cobijados por sus profundas convicciones cristianas, y así se preparó para la misión que le tocaría desempeñar. 

Él era un gran lector, periodista, y escritor, y mi mamá era una persona muy vital que aprendió a tocar el piano de oído, y se conectaba con las emociones de la gente con las canciones de Agustín Lara, Cielito Lindo, y la Palomita Guasiruca. 

El día que falleció mi mamá, el periodista Alan Riding, excorresponsal de The New York Times en México, que puso a Nicaragua en el radar de la prensa internacional a mediados de los años 70, me escribió un mensaje que recuerda el 10 de enero de 1978 y dice: “Querido Carlos Fernando: Mis profundas condolencias por la muerte de tu madre. Tuvo una vida extraordinaria, sobre todo cuando tomó la bandera ensangrentada de tu padre y dió dignidad a la lucha por la democracia en Nicaragua. La conocí hace unos 50 años y mi primera impresión de ella queda en mi memoria”.

Nuestros padres nunca nos impusieron, a nosotros, sus hijos, un mandato sobre qué debíamos hacer en la vida, además de ser ciudadanos honestos. Nos educaron con el ejemplo, como también predicaron en su patria con el ejemplo, con la coherencia entre sus ideales y sus acciones, para hacer de Nicaragua una república democrática con justicia social.

Todo lo que aprendimos de tolerancia, se lo debemos a mi madre, abuela y bisabuela, tan generosa en el amor con su familia, como en el amor a su patria.

Algunas veces me han preguntado, en estos años, que pensaba mi mamá de la Rebelión de Abril y de la masacre, cuando ella estaba totalmente retirada de la vida pública y afectada por la enfermedad.

En la tarde del 18 de abril de 2018, el día que se realizaba una protesta en Camino de Oriente, salí de la redacción de CONFIDENCIAL y fui a visitarla a su casa, en Las Palmas, como era mi rutina. Nos sentamos en su cuarto y encendimos la televisión que estaba presentando las imágenes de la protesta y la brutal represión policial y paramilitar.

Después de presenciar durante más de 30 minutos esas imágenes de la represión, ella solamente dijo: “Y qué es esta barbaridad, qué es esa barbaridad”.

Siete años después te decimos, gracias mamá por dejar sembrado el ideario de la esperanza con la que vamos a hacer el cambio, para que Nicaragua vuelva a ser República, y reconstruirla sin venganza, pero con justicia.

Gracias mamá, gracias Teteta, como te dicen tus nietos y bisnietos, por tu inmenso ejemplo de amor y generosidad. 

Y te prometo que cuando Nicaragua vuelva a ser República, regresarás a descansar en paz en tu patria, para que todos los nicaragüenses podamos honrar tu memoria y tu legado en un país libre.

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