27 sep 2023

Celebrar la vida

Celebrar la vida

«Advertir la vida mientras se vive, alcanzar a vislumbrar su implacable grandeza, disfrutar del tiempo y de las personas que lo habitan, celebrar la vida y el sueño de vivir, ese es su arte» (Doménico Cieri Estrada)

Parece que no están los tiempos para celebraciones. Menos aún si son festejos gratuitos, alegres, inclusivos, interraciales, contraculturales…

Desde que los seres humanos se empezaron a unir en clanes para cazar juntos, recolectar frutos, trabajar en común para vestirse con pieles o para mantener el fuego, se tiene constancia de lo vital y sagrada que era la celebración: después de la caza, por los primeros frutos o en la celebración de la muerte de los seres queridos.

La celebración ha sido así una constante a través de los tiempos. En cada país, en cada cultura, se festejan distintos e importantes acontecimientos que suceden a lo largo de la vida: el nacimiento, la mayoría de edad, los esponsales, la finalización de la existencia. Junto a la recogida de las cosechas, la primavera, la lluvia, el sol… y tantos otros regalos que nos ofrece la naturaleza cada día.

Para el hombre y la mujer es vital celebrar la vida, los distintos momentos que la caracterizan y le dan consistencia y plenitud. Pero no es fácil en estos momentos de crisis invitar a celebrar la vida. Te pueden decir que solo podrán festejarla quienes se encuentren acomodados, quienes tengan un trabajo decente, quienes no tengan entre sus familias y amistades a personas en paro, desahuciadas, o teniendo que emigrar para poder vivir. Y no seré yo quien diga que no tienen razón ante estas realidades crueles, ante tantos recortes antisociales e inhumanos. Lo que sí afirmo es la necesidad que tenemos de seguir celebrando, a pesar de todos los pesares. Porque si nos dejamos atrapar por el pesimismo más nefasto, nos habremos dejado atrapar por las redes de quienes manejan hoy la economía, la política subordinada a esta, que imponen las directrices de cómo debemos pensar y comportarnos.

Debemos reaprender a decir NO ante los poderosos. Y a celebrar nuestras pequeñas victorias, los éxitos de la gente humilde, el triunfo de las luchas sociales y democráticas contra los recortes, las conquistas de grupos que se unen para defender tantas causas justas. Esto en el campo social, laboral y político.

Pero también tenemos que forzarnos a celebrar en el ambiente personal, familiar, comunitario: festejar la amistad como la fuerza para afrontar esta época de duro invierno; la familia, sea cual sea la forma que adopte en nuestra sociedad, como lugar donde reposar, gozar, compartir, derramar lágrimas o recuperar fuerzas…

Y seguir celebrando el cumpleaños, el aniversario, el sol que nos brinda calor y luz cada amanecer, la sonrisa que nos ofrecen en el Metro, la flor o el brote de hierba que vemos surgir en el asfalto, la poesía que nos hace vislumbrar lo sublime, la pintura que nubla nuestros ojos de lágrimas, la belleza de un atardecer, el amor y la ternura que sentimos crecer en nosotros junto a nuestros seres queridos, la solidaridad que crece y se extiende hacia tantos seres afligidos, marginados, la defensa de la naturaleza en este planeta herido…

Seguimos teniendo razones, cientos de razones para seguir celebrando la vida en sus diferentes manifestaciones. Para no rendirnos. Para seguir viviendo con sentido. Para que no nos roben la espiritualidad de la fiesta y la celebración. Porque la vida es una fiesta a la que están invitados todos los hombres y las mujeres de nuestro mundo, como parte integrante de la creación.

«Felices quienes celebran el amor, la palabra, la solidaridad, la paz, la ternura, la dicha, la justicia, la pequeña, escurridiza y siempre tierna espiga de la esperanza».

(Espiritualidad para tiempos de crisis, coed. Desclée-RD)

Ver post

19 jul 2023

Siempre en búsqueda

Siempre en búsqueda

«En cada búsqueda apasionada, la búsqueda cuenta más que el objeto perseguido»

(Eric Hoffer)

No hay nada más dañino y desmotivador para el ser humano, que la renuncia a buscar un sentido a su vida, las razones de lo que cree, las posturas que adopta ante cada circunstancia de su existencia.

Cuando una persona se detiene en su búsqueda, creyendo que ya ha conseguido todas las metas y convicciones de su vida, puede que haya llegado para ella la parálisis vital y emocional, junto a un principio del virus del rigorismo y la intransigencia.

Los grandes personajes de nuestra historia, de cualquier profesión, ciencia, religión, arte o ideología, que han crecido interiormente ayudando a avanzar con su testimonio, sus actitudes y descubrimientos, no han dejado de buscar nunca, sabiendo que cada éxito, cada retroceso o avance, cada hallazgo, cada nuevo encuentro, era fruto de su íntimo deseo de seguir siempre hacia delante, dudando de lo conseguido hasta entonces, rastreando nuevos e inciertos caminos.

Cualquier actitud rígida, que mantenga a ultranza unas ideas preconcebidas que no se puedan cuestionar ni debatir, son barreras para quien desee seguir caminando siempre, con la mirada fija en el horizonte, sin esperar ningún premio, pues el mayor regalo es el propio sendero que recorremos junto a los demás caminantes que nos acompañan.

Cuando las leyes, las normas, los dogmas, los sistemas sociales, políticos, religiosos… no sirven para convivir, ni ayudan a progresar a las personas, sino que les impiden su propio desarrollo como hombre o mujer (y el de sus semejantes), es la hora de ensayar, de intentar crear, de buscar afanosamente otros proyectos que puedan servir mejor al crecimiento de los individuos y de los distintos grupos sociales. Porque «la persona no está hecha para la ley, sino la ley es la que debe estar al servicio de la persona», parafraseando a Jesús de Nazaret.

La felicidad es el anhelo permanente de cada ser humano que llega a este mundo. La búsqueda de la felicidad, si se pretende desde la propia autosatisfacción, el narcisismo, el más puro egoísmo, conduce siempre por senderos equivocados, que muchas veces llevan a un destino totalmente contrario del que se anhelaba; entonces llega la desdicha, la infelicidad, el infortunio.

Cuando el anhelo de felicidad brota de la alegría interior, al sentirte libre, satisfecho, agradecido por cada momento de la vida, cercano a los demás, padeciendo con su desgracia y gozando con su dicha, se habrá alcanzado una gran talla, tanto humana como espiritual (aunque ese camino dura toda la vida). Sabiendo además que esa felicidad, alegría y plenitud debe alimentarse cotidianamente, atendiendo a la hondura del corazón y compartiendo la existencia con los demás, pero siempre en búsqueda, para seguir creciendo, avanzando, entrando por nuevas, sorprendentes e inesperadas veredas.

Los seres humanos, la ciencia, los seres vivos, la naturaleza, el universo está en continuo cambio, todo se transforma y lo que permanece estático se va agostando lentamente. A veces llegaremos a conocer, a entender el motivo de nuestra búsqueda. Otras veces permanecerá oscura, sin respuesta, la búsqueda emprendida. Entonces, no queda más que esperar y callar ante el insondable misterio de la Vida.

«Felices quienes mantienen cada día la búsqueda permanente en el abismo insondable de su corazón».

(Espiritualidad para tiempos de crisis, coed. Desclée y RD)

Ver post

03 may 2023

A mi edad

A mi edad

A mi edad

me sigue seduciendo la belleza,

la sorpresa de cada perfil y la figura

que se cruza en mi senda temprana,

con la que se empapa la mirada y su delirio

desde el primer rocío del alba y su mañana.

A mi edad

las anhelantes emociones se disfrazan

de interiores paladeos, calmos,

absorbentes, delicados,

que preanuncian, a veces,

un desenlace vibrante, inesperado.

A mi edad

la realidad se impone en las heridas

que ahondan hasta el hueso,

las alteraciones de la primavera pausada,

la necesidad de aceptar el otoño

y la tenue gasa que vela mi vista cansada.

A mi edad

quedan tras los restos del sereno declive

de los años, la sonrisa de los días idos,

la persistencia de la duda y la indignación,

el leve aleteo del silencio y su universo,

la insumisa presencia de la ternura y la pasión.

A mi edad

suelo acudir al rincón de la memoria

sin melancolías ni nostalgias,

por si algún parecido permanece latente

en la escala de mis cromosomas y mis genes

de aquel que fui, oculto tras el espejo transparente.

Ver post